Dormir en ¨¢rboles, burbujas, azoteas o esculturas sin ventanas: el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa de los hoteles de lujo
La extravagancia es el nuevo valor de la hosteler¨ªa. Por ello, cada vez m¨¢s establecimientos proponen a sus hu¨¦spedes alojarse en lugares hasta hace poco impensables
Pobres hoteles: les cargamos con demasiada responsabilidad. Nuestros padres no les ped¨ªan m¨¢s que cama, ducha caliente, desayuno y alguna que otra foto para el ¨¢lbum familiar. Nosotros les exigimos que no se nos olviden, que nos transformen, que nos cambien la vida. Los viajes del siglo XXI deben ser memorables; de ah¨ª que la hosteler¨ªa se vea inmersa en una permanente huida hacia adelante por el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa. Es el mundo del lujo o del postlujo, que suena mejor y tiene inter¨¦s por ser respetuoso, el que se apropia de esta tendencia.
El dise?o, el arte y la arquitectura contribuyen en esa escalada hacia el impacto y el recuerdo. Roza Phillips, fundadora de la consultora Abundance@Work, contaba en la ¨²ltima edici¨®n de We Are Africa, una feria de turismo de lujo experiencial que se celebra cada a?o en Ciudad del Cabo: ¡°La pir¨¢mide de Maslow [que enumera de forma jer¨¢rquica las necesidades humanas] se ha vuelto loca¡±. Ella defiende que ¡°hoy todas las preocupaciones son la misma: familia, wifi, prop¨®sito, democracia¡¡±. Y ah¨ª entra esta b¨²squeda desmelenada de experiencias, una palabra que se ha roto de tanto usarla.
Dentro de esta estirpe de hoteles que se niegan a que los olvidemos existe un subg¨¦nero interesante y que se reparte por todo el mundo. Es el que nos aleja del suelo, como si eso fuera una met¨¢fora de algo. A tal categor¨ªa pertenecen los alojamientos que nos invitan a dormir en lo alto de un ¨¢rbol, como primates o p¨¢jaros extra?os. Construir una casa en la copa de un ¨¢rbol es tan antiguo como la infancia y quiz¨¢s en esa capacidad de conectarnos con el pasado reside parte de su atractivo. La encontramos en ?frica, en Inglaterra o en Galicia, siempre que haya ¨¢rboles y un hostelero inquieto. Sarara es una colecci¨®n de ecolodges que se sit¨²an en las copas de los ¨¢rboles de la comunidad Samburu, en el Norte de Kenia. Defiende una experiencia que no renuncia a comodidades, pero que es libre de pl¨¢sticos y quiere conectar de manera directa con la naturaleza.
Como dice Jeremy Bastard, el director general de The Sarara Foundation: ¡°Nunca te aburres en Africa¡±. Y el entretenimiento siempre se recuerda. El El Xigera Lodge (Beyond Green) de Botsuana ofrece una suite en las ramas de un baobab que permite mirar por encima del hombro el delta del Okavango. Y si queremos algo para recordar, pero cerca, elegiremos Caba?itas del Bosque, complejo de caba?as situado en lugares como Albeida (A Coru?a), que fue galardonado con el Premio de Arquitectura y Urbanismo 2020 del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de Espa?a (CSCAE). Este lugar confirma que lo memorable no tiene que ser ni lejano ni prohibitivo. Una variante de la experiencia anterior consiste en dormir en una caba?a construida sobre pilares. La Dehesa Experiences (Rusticae) es un hotel situado en Sierra Morena, formado por seis suites a cinco metros de altura; todas tienen piscina privada y en ellas se puede realizar hasta una cena-cata con vinos locales. Como estar en la sabana, pero llegando en AVE.
En los ¨²ltimos tres a?os, tan revolucionarios en el mundo del viaje y la hosteler¨ªa, hay tendencias en alza. Seg¨²n el informe llamado Buzz versus reality: Decoding the Luxury Travel Consumer Mindset (Ruido contra realidad: descifrando la mentalidad del consumidor de viajes de lujo), elaborado por American Express, crece el revenge travel (viaje vengativo), es decir, aquel que busca compensar lo perdido y, adem¨¢s, con un foco en la extravagancia. Aqu¨ª entran establecimientos como los hoteles burbuja, otra categor¨ªa ya asentada. Cada vez hay m¨¢s, pero la batalla se libra en el dise?o y localizaci¨®n.
En Finohlu, Maldivas, est¨¢ la Beach Bubble, suite burbuja transparente situada en la playa que no descuida c¨®digos del lujo cl¨¢sico, como la cama con dosel. All¨ª es posible aislarse del mundo y ver tambi¨¦n las estrellas. Mucho m¨¢s cerca, en Toledo, el hotel Miluna propone algo similar en versi¨®n Espa?a Vaciada: un cielo oscuro y miles de estrellas brillantes. Tambi¨¦n podemos dormir en una burbuja algo m¨¢s alta, a 1.200 metros de altura, como promete Whitepod, en Suiza, con 18 pods que producen su propia energ¨ªa y son estrictos en sostenibilidad.
Otra clase de hoteles es la que invita a dormir al raso, acto, como dormir en un ¨¢rbol, tan antiguo que resulta muy moderno. L¡¯And Vineyards es un hotel del Alentejo dise?ado por Marcio Kogan que, cuando abri¨® en 2011, propuso algo que sonaba loco: una suite con techo transparente. Muchos alojamientos siguieron su estela, sobre todo cuando ten¨ªan un cielo limpio repleto de estrellas brillantes que ofrecer. Uno de ellos, llamado 1500 Estrellas, est¨¢ en Ribera del Duero. En ¨¦l hay una habitaci¨®n con su buena cama, en medio del campo, sin techo ni paredes. Ya dijo alguien que el futuro era como el pasado, pero m¨¢s caro.
El arte, siempre legitimador, se cuela en esta huida desmelenada hacia lo singular. Cuando es bueno, hay muchas probabilidades de que lo vivido se nos quede en la retina, en el coraz¨®n y en nuestras redes sociales. Esto ocurre si dormimos no en una habitaci¨®n con obras de arte, sino dentro de una obra de arte. La suite ROOM, del Beaumont (Preferred Hotels & Resorts) en Londres es una escultura dise?ada por Antony Gormley. Sin ventanas, de una oscuridad extrema, propone una estancia chocante, meditativa y¡ memorable. Algo menos escandaloso, pero igualmente impactante, es alojarse en un hotel en Ciudad del Cabo que cuenta con la mejor colecci¨®n privada de arte contempor¨¢neo sudafricano. Se llama Ellerman House y sus vistas a la ciudad son tambi¨¦n dignas de recuerdo.
Tampoco olvidaremos una noche en la suite Rubens, como parte del festival Stories Unfold, que se celebra cada dos a?os entre el 1 de agosto y el 29 de octubre en el Castillo de Elewijt, en Flandes. All¨ª vivi¨® el artista entre 1635 y 1640 y la idea es emular su vida, hasta el punto de que la suite no tiene ba?o: hay que salir al jard¨ªn cuando se necesite. Lujo cultural y extremo. Tambi¨¦n lo es alojarse en el mism¨ªsimo Palazzo Borghese, en Roma, como si fuera a aparecer Visconti de un momento a otro a filmarnos. Desde este verano el nuevo hotel Palazzo Vil¨°n (Shedir Collection) es parte de este edifico hist¨®rico, donde ocupa el ala sureste. El Palazzo pertenece, en su mayor¨ªa, a la familia Borghese y, si desembolsamos la cantidad enorme que permite dormir en ¨¦l, podemos cruzarnos por la escalera con el heredero de la familia, Scipione, que tiene ah¨ª su casa.
Lo recordable no es solo lo rimbombante. Dormir en un hotel prefabricado puede serlo. As¨ª son los alojamientos donde se pernocta durante la traves¨ªa de siete noches que propone Explora y que recorre el desierto de Atacama, en Chile, hasta el salar de Uyumi, en Bolivia. Han sido dise?ados de forma exquisita por el chileno Max N¨²?ez con el objetivo de tener el m¨ªnimo impacto ambiental y ha sido transportado hasta las localizaciones elegidas. La idea es que estos lodges o refugios puedan seguir su vida en otros lugares. Esto tambi¨¦n se recuerda.
Tras la pandemia (hemos tardado p¨¢rrafos en escribir la palabra) ha aumentado la obsesi¨®n por realizar viajes de-una-vez-en-la-vida, por experimentar algo sorprendente y narrable. No es casual que el Venise Simplon Orient Express registre llenos en todas las rutas y a lo largo del a?o. Tampoco que las marcas de moda y belleza se impliquen en este empe?o. Hasta el mes de octubre, el hotel Gran Hotel Timeo (A Belmond Hotel), de Taormina, alberga dos caba?as de Dior en lo alto de unos cipreses, donde los hu¨¦spedes y visitantes podr¨¢n disfrutar de sus tratamientos. Este spa ef¨ªmero se llama, con tino, Le Jardins des R¨ºves. En el territorio de los sue?os es donde nos movemos.
Los hoteles nos suben a ¨¢rboles, a lo alto de gr¨²as, nos obligan a dormir al aire libre y nos retan desde distintos ¨¢ngulos. Lo que es evidente es que, en estos tiempos, nadie recuerda un hotel solo porque tenga bien colocados los enchufes. Nadie.
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