Sylvie Selig, ¨¦xito a los 83 a?os: ¡°Mis bordados me permiten prolongar mi vida¡±
El trabajo de esta artista francesa, que inventa historias rocambolescas y f¨¢bulas que plasma sobre el papel, invita a aquellos que lo contemplan a perderse en el laberinto de su mente
¡°?Oh, dios m¨ªo! ?Oh, dios m¨ªo! ?Voy a llegar tarde!¡±, grita el conejo blanco mientras baja a toda prisa la escalera del altillo. A Sylvie Selig (Niza, 83 a?os) le divierte verlo tan nervioso, ella que lleva 80 a?os esperando el reconocimiento del mundo del arte. Una cabellera ind¨®mita como una nube lechosa sobre una sonrisa deslumbrante. Ojos verde celad¨®n que brillan ante los aspavientos, los saltos y las cabriolas del conejo blanco en medio de su taller. Una estancia amplia, de techo alt¨ªsimo, en el coraz¨®n de Pigalle, un barrio convertido en decorado para turistas en busca de sensaciones. Inmensos ventanales, un sof¨¢ roto donde lee a Robert Walser. Siempre ha amado las palabras. La artista esparce en sus obras citas y reflexiones de poetas y de escritores, siempre en ingl¨¦s. La suya es una cocina campestre en pleno Par¨ªs donde flotan los perfumes de la infancia y Lewis Carroll prepara a fuego lento maravillosos platos cuyo secreto nadie m¨¢s conoce. La mesa est¨¢ preparada para la Weird Family [familia extra?a], una colecci¨®n de esculturas a partir de antiguos maniqu¨ªes de modista enriquecidos con materiales y objetos encontrados. ¡°La Weird Family surgi¨® a partir de mis aprendizajes y hallazgos. Estos personajes comparten mi mundo¡±, explica. Nacida en Niza en 1941, a los 13 a?os Sylvie Selig se muda con su madre a Melbourne (Australia) y regresa a Europa con 18. Despu¨¦s de un a?o en Londres, vuelve a Par¨ªs y trabaja como ilustradora para la revista Elle. A los 25 se traslada a Nueva York y trabaja para Esquire, New York Magazine y grandes editoriales como Cond¨¦ Nast, Grove Press y Doubleday. Con 29 a?os abandona la ilustraci¨®n para dedicarse por completo a la pintura. Desde entonces vive y trabaja entre una casa escondida entre vi?as en el sur de Francia y su taller parisiense.
¡°?Por mis orejas y mis bigotes!, ?qu¨¦ tarde se ha hecho!¡± El conejo blanco se impacienta y golpea con la pata el parqu¨¦ de madera clara. Arruga la nariz; le molesta el olor de la esencia de trementina. Las orejas tiesas esp¨ªan cualquier ruido no habitual. Tres ratoncitos con colas exageradamente largas pasan riendo entre los botes llenos de rotuladores y l¨¢pices. Una colonia de ranas y sapos croa pl¨¢cidamente sobre el escritorio, esperando a entrar en escena en una de las creaciones de la artista. Desde muy joven, Sylvie Selig borda, dibuja, pinta, esculpe y crea un universo on¨ªrico muy personal, una mitolog¨ªa singular habitada por criaturas h¨ªbridas, mitad humanas, mitad animales. Monstruos antropomorfos, cruces de razas, de variedades, de especies opuestas. Hombres barbudos con orejas de conejo, mujeres desnudas con melenas descomunales. Sirenas con escamas de plumas, peces con cabeza de ni?o. Naturaleza atormentada, hojas tentaculares, flores venenosas.
So?ar e imaginar son necesidades vitales para Sylvie Selig, que inventa historias rocambolescas y f¨¢bulas que plasma sobre el papel. El resultado son storyboards funambulistas, guiones extravagantes que conforman el punto de partida de todas sus creaciones. Inspirada por el cine, la literatura y la historia del arte, la obra exclusivamente figurativa de esta artista proteiforme desvela a menudo amores de sentido ¨²nico, mascaradas endiabladas, cabalgatas infernales. Seducciones frustradas. Relaciones impl¨ªcitas. Conexiones enigm¨¢ticas. Historias de familias disfuncionales, de relaciones problem¨¢ticas, de tensiones sexuales que originan la mayor¨ªa de los conflictos.
Como Pen¨¦lope, Sylvie Selig teje sus sue?os y los dibuja con rotulador ¨Ccasi siempre rojo sangre o negro azabache¨C sobre trozos de lino que borda sin cesar y ensambla hasta el infinito. ¡°Mis bordados me permiten prolongar mi pensamiento y mi vida¡±, afirma. Dibujos de centauros con gorros de burro y de minotauros con las patas plantadas en la tierra; homenajes a Pablo Picasso; hombres, mujeres y ni?os desnudos cuyas actitudes evocan la iconograf¨ªa de las estatuas antiguas, representados mediante trozos de columnas de las que surgen cabezas de Afrodita o de llorosos kuroi (como sucede en Even Hellenic Statues Can Shed Tears, 2020).
En apariencia inocentes, las obras de Sylvie Selig desvelan un mundo lleno de contradicciones, a imagen del nuestro. Visiones curiosas, a veces misteriosas, que suscitan emociones tiernas y terror¨ªficas a la vez. ?De d¨®nde viene esta muchacha-flor medio raptada, colgada boca abajo en un tendedero por hombres-liebre desnudos (Yesterday¡¯s boys¡¯ laundry, 2020)? ?De qu¨¦ acusan estos hombres con m¨¢scaras de largu¨ªsimas narices a este adolescente que llora envuelto en una red (Boys don¡¯t cry, 2019)? ¡°La desmesura me da una libertad inconmensurable¡±, sostiene la artista. Una pintura de m¨¢s de 50 metros de largo cuenta la historia de una liebre que ayuda a un joven refugiado al que los representantes del orden y la ley quieren expulsar a un pa¨ªs en guerra (Stateless, 2017-2019). Goya, Paula Rego o Louise Bourgeois la acompa?an en estos sue?os fant¨¢sticos, un viaje melanc¨®lico que, como la vida, siempre acaba mal. ¡°No siempre¡±, aclara ella.
Una tela monumental de 2,20 metros de alto por... 140 metros de largo cuenta la odisea en un r¨ªo de una chica y dos chicos y su encuentro con el Arte contempor¨¢neo (River of no Return, 2023 ¨C en curso). El lienzo exhibe y despliega una epopeya continua, como si fuera un emaki japon¨¦s. Esta obra magistral forma parte de la exposici¨®n que le dedica el museo macLyon hasta el 7 de julio de 2024 y refleja su necesidad vital de crear pinturas sin fin. De no desaparecer antes de haberlas terminado.
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