El caso de ¡®la pir¨¢mide del fin de mundo¡¯, el monumento de hormig¨®n que pudo haber acabado con millones de vidas
La Pir¨¢mide de Nekoma formaba parte del Complejo Stanley R. Mickelsen de Salvaguardia Antimisiles y su objetivo era proteger los misiles nucleares bal¨ªsticos norteamericanos a pesar de que ello supusiera la aniquilaci¨®n total
La mejor manera de evitar una escalada armament¨ªstica no es dejar de fabricar armas; es dejar de fabricar defensas contra esas armas. Parece contraintuitivo, pero es la base sobre la que se redact¨® el Tratado de Misiles Antibal¨ªsticos de 1972: cuantas m¨¢s defensas contra misiles nucleares bal¨ªsticos haya, m¨¢s misiles nucleares bal¨ªsticos ser¨¢n necesarios para mantener la teor¨ªa de la disuasi¨®n mutua.
Firmado por el presidente estadounidense Richard Nixon y el premier sovi¨¦tico Leonid Br¨¦zhnev, el ABMT limitaba a ambas superpotencias a la construcci¨®n de dos instalaciones de misiles antibal¨ªsticos con un m¨¢ximo de cien en cada una. Te¨®ricamente suficiente para contrarrestar los aproximadamente ochocientos proyectiles de trayectoria suborbital con los que se amenazaban los unos y los otros en una danza cuyas bailarinas eran capaces de causar la extinci¨®n de cualquier tipo de vida en el planeta Tierra.
De acuerdo con su doctrina nuclear, cuya ¨²nica prerrogativa indicaba que el uso de tal tipo de armamento solo ser¨ªa contemplado en el caso de riesgo existencial de la Madre Patria, la URSS desarroll¨® el complejo A-35M en las afueras de Mosc¨², para as¨ª proteger a la capital. Durante un tiempo, los norteamericanos tambi¨¦n contemplaron la idea de construir sus instalaciones en terrenos de la base naval de Annapolis y que sirviesen de escudo a Washington D.C. El problema era que, para ellos, la Guerra Fr¨ªa no fue solo un juego de espionaje, enga?os y propaganda contra los sovi¨¦ticos; tambi¨¦n deb¨ªan lidiar con las voces que se alzaban contra las armas nucleares dentro de los propios Estados Unidos de Am¨¦rica.
Pese al robusto ¨Cy a veces un poco chabacano¨C patriotismo con el que hab¨ªan inundado todos los medios desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Corea, el gobierno norteamericano se encontr¨® con una prensa y una opini¨®n p¨²blica cada vez m¨¢s antimilitaristas, algo l¨®gico si se tiene en cuenta el desastre en el que se estaba convirtiendo la intervenci¨®n en Vietnam. No parec¨ªa que la colocaci¨®n de armas nucleares junto a una gran ciudad fuese a apaciguar al creciente pacifismo, as¨ª que, cuando lleg¨® el momento del complejo de misiles antibal¨ªsticos, descartaron lo de Annapolis y se fueron en medio de la nada a construir una pir¨¢mide.
La Pir¨¢mide de Nekoma era una monumental pir¨¢mide truncada de hormig¨®n que se levantaba solitaria en la llanura de Dakota del Norte. Formaba parte del Complejo Stanley R. Mickelsen de Salvaguardia Antimisiles y se llamaba as¨ª porque Nekoma era el pueblo m¨¢s cercano. Con el tiempo, tambi¨¦n se la conoci¨® como Pir¨¢mide de Dakota, aunque en unos cuantos art¨ªculos period¨ªsticos la llamaron la ¡°Pir¨¢mide del Fin del Mundo¡±. Med¨ªa ¨Cy mide¨C unos sesenta metros de lado y unos treinta de alto, como un amenazador edificio de diez plantas sobre el horizonte de la pradera infinita. En cada uno de sus cuatro lados, un enorme c¨ªrculo met¨¢lico mirando a todas partes, oteando m¨¢s all¨¢ de la vista. Cada c¨ªrculo, cada ojo, era un complejo sistema PAR, cuyas siglas corresponden tanto a Radar de Adquisici¨®n Perimetral, como a Radar de Matriz de Fase.
El trabajo de un radar PAR se basa en la delicadeza. Gracias precisamente a la matriz de fase, la Pir¨¢mide era capaz de detectar m¨²ltiples objetivos, tanto en posici¨®n como en velocidad. Pero, pese a la sofisticaci¨®n del sistema y a la ominosa silueta con la que el artefacto dominaba el paisaje, algo que se dir¨ªa extra¨ªdo de un relato de ciencia ficci¨®n dist¨®pica, la Pir¨¢mide no era el componente m¨¢s importante del Complejo Stanley R. Mickelsen; solo era la parte de detecci¨®n. La otra parte, la de las contramedidas, y quiz¨¢ la verdaderamente dist¨®pica, descansaba bajo tierra a apenas unos cientos de metros de los radares: treinta misiles antibal¨ªsticos LIM-49 Spartan de largo alcance y setenta proyectiles Sprint de corto alcance. En total, las cien armas que cumpliesen el Tratado ABM de 1972.
En el caso de que la Pir¨¢mide localizase alg¨²n misil sovi¨¦tico ¨Clos temibles R-16, R-26 y R-36¨C el complejo lanzar¨ªa uno de sus propios cohetes para interceptarlo, y como el sistema de radar estaba directamente conectado a los silos, la respuesta ser¨ªa pr¨¢cticamente instant¨¢nea. Si la detecci¨®n era temprana, soltar¨ªan un Spartan; si los Spartan fallaban, era el momento de los Sprint, misiles tan veloces que pon¨ªan su fuselaje al rojo vivo apenas cinco segundos tras el despegue.
Un sistema te¨®ricamente tan eficaz parecer¨ªa destinado a proteger algo m¨¢s que las llanuras deshabitadas de Dakota del Norte. Entonces, ?por qu¨¦ lo construyeron all¨ª? Pues porque, una vez desechados los n¨²cleos urbanos, los norteamericanos decidieron que, en la partida de ajedrez, ellos ir¨ªan un movimiento por delante. As¨ª, el Stanley R. Mickelsen se levant¨® en la pradera para escudar los silos de los Minutemen III, los propios misiles nucleares bal¨ªsticos norteamericanos. Unas instalaciones de salvaguardia que no salvaguardaban vidas humanas sino las armas con las que represaliar a los sovi¨¦ticos en caso de que estos atacasen a Occidente. A primera vista parece una locura belicista pero, en realidad, lo que la Pir¨¢mide hac¨ªa era cimentar la teor¨ªa de la Destrucci¨®n Mutua Asegurada y, por tanto, consolidaba la disuasi¨®n. Si aseguro la protecci¨®n de las ciudades, la guerra se prolongar¨¢, aunque sea con medios convencionales; si garantizo la aniquilaci¨®n total, nadie va a querer empezar esa guerra. Quiz¨¢ no era una idea tan mala lo de colocar la Pir¨¢mide en medio de la nada.
Sin embargo, el Complejo Stanley R. Mickelsen estuvo en funcionamiento solo tres d¨ªas de 1975. Comenz¨® a construirse a finales de los sesenta con una capacidad inicial de cuarenta y seis proyectiles, cost¨® seis mil millones de d¨®lares de la ¨¦poca una vez aument¨® su cabida a los cien misiles que permit¨ªa el tratado de 1972 pero, pese a lo eficaz de la tecnolog¨ªa que desarrollaba y las relativas bondades de la idea sobre la que se sosten¨ªa, su funcionamiento sacrificar¨ªa millones de vidas. No se trataba de un error de dise?o; era el propio dise?o el que provocar¨ªa un gambito inaceptable, porque para asegurar la destrucci¨®n de los misiles nucleares que amenazasen el territorio norteamericano, las contramedidas tambi¨¦n eran nucleares. Los Spartan portaban ojivas de cinco megatones mientras que los Sprint cargaban con un kilot¨®n y, en el caso de que la explosi¨®n se produjese a altura atmosf¨¦rica, las consecuencias ser¨ªan devastadoras.
La explosi¨®n combinada de los misiles sovi¨¦tico y estadounidense desencadenar¨ªa una detonaci¨®n de entre cinco y veinte megatones, la cual generar¨ªa una bola de fuego instant¨¢nea de cien millones de grados en un ¨¢rea de aniquilaci¨®n total cuyo di¨¢metro alcanzar¨ªa los tres kil¨®metros con facilidad. Todo esto podr¨ªa despreciarse si el impacto se produjese a gran altura, pero despu¨¦s llegar¨ªa una onda de radiaci¨®n ionizante de alta frecuencia, una onda de choque y un pulso t¨¦rmico que provocar¨ªa quemaduras de segundo grado a cualquier ser humano en un radio de veinte kil¨®metros, adem¨¢s de la subsiguiente lluvia radiactiva y la nube invisible de radiaci¨®n alfa y beta, que perdurar¨ªan durante millones de a?os en cientos de kil¨®metros a la redonda. Y, aunque Dakota del Norte sea un estado b¨¢sicamente despoblado, al venir los misiles sovi¨¦ticos desde el ?rtico, las detonaciones afectar¨ªan a numerosos n¨²cleos de poblaci¨®n canadienses, entre ellos Winnipeg y su mill¨®n de habitantes.
Semejante cat¨¢strofe resultaba inconcebible para la opini¨®n p¨²blica norteamericana, lo cual, unido al desm¨¢n presupuestario, trajo como consecuencia que, el 2 de octubre 1975, el Comit¨¦ de Apropiaciones de la C¨¢mara de Representantes votase por el desmantelamiento de la Pir¨¢mide, los silos y todo el Stanley R. Mickelsen. Exactamente seis meses tras su inauguraci¨®n pero tan solo un d¨ªa despu¨¦s de que estuviese completamente operativo y un d¨ªa antes de reducir su rendimiento al 75%, capacidad con la que permaneci¨® en funcionamiento hasta abril de 1976, cuando se abandon¨® por completo.
En 2012, la Fuerza A¨¦rea de los Estados Unidos vendi¨® las instalaciones a una colonia huterita ¨Calgo parecido a los amish¨C por 530.000 d¨®lares, quienes a su vez vendieron la Pir¨¢mide al Centro de Desarrollo Laboral del Condado de Cavalier por 462.900 d¨®lares, que volvi¨® a venderla en 2022 a una empresa de criptomonedas por medio mill¨®n. La compa?¨ªa, llamada Bitzero Blockchain Inc, afirma que va a convertir la Pir¨¢mide en un data center. De momento, solo es un artefacto imposible que otea el horizonte a ciegas, porque no es m¨¢s que el resto de un pasado en el que el miedo dominaba a la especie humana. Las ruinas de cuando cre¨ªamos que ma?ana ser¨ªa el fin del mundo. Esperemos que siga en ruinas.
¡®La Pir¨¢mide del Fin del Mundo¡¯ es el ¨²ltimo libro de Pedro Torrijos. El autor estar¨¢ firmando en la Feria del libro de Madrid el jueves 13 y el s¨¢bado 15 junio.
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