De oasis ¡®hippy¡¯ a destino para privilegiados: la decadencia del Burning Man, el festival que el ¡®affaire ??igo Onieva¡¯ ha hecho famoso en Espa?a
El certamen de Nevada (EE UU) se ha convertido en un lugar plagado de ¡®instagramers¡¯ y millonarios, y el caso de Tamara Falc¨® lo ha puesto en el mapa de nuevo
En la ¨²ltima semana y pico, gran parte de Espa?a ha descubierto la existencia de un curioso festival que se celebra en el desierto de Black Rock (Nevada, EE UU), Burning Man. Es un efecto colateral del caso Tamara Falc¨® & ??igo Onieva: resulta que el lugar donde el madrile?o cometi¨® el acto que le ha costado la ruptura de su engagement (como ¨¦l lo nombr¨® ante unos paparazis) con la marquesa de Gri?¨®n es uno de los festivales m¨¢s peculiares del mundo. Una cita que empez¨® como una reuni¨®n de un pu?ado de hippies, m¨ªsticos y anarquistas en los noventa y que se ha convertido en uno de los festivales m¨¢s exclusivos e instragrameables del mundo, cita obligada para influencers de Clase A y millonarios de Silicon Valley.
Todo empez¨® como una ocurrencia en 1986. Larry Harvey, un paisajista de 42 a?os que acababa de romper una relaci¨®n sentimental y atravesaba una crisis de la mediana edad de manual propuso a un amigo carpintero, Jerry James, construir un mu?eco de madera que representase a un hombre para quemarlo en una playa de San Francisco la noche del solsticio de verano. La efigie no simbolizaba nada en concreto, pero la idea era crear un ritual entre lo pagano y lo perform¨¢tico de purificaci¨®n y nuevo comienzo. El primer a?o acudieron 35 personas, y lo repitieron anualmente hasta que, en 1990, la polic¨ªa les prohibi¨® darle fuego.
Se aliaron con un grupo poshippy, The Cacophony Society, que hab¨ªa participado en las ceremonias anteriores, y decidieron realizar la quema en lo que ellos denominan La Zona, un concepto sacado de la pel¨ªcula Stalker (1979), de Andr¨¨i Tarkovski, y del libro El arco¨ªris de la gravedad (1973), de Thomas Pynchon. La Zona es b¨¢sicamente un lugar m¨¢gico en el que se cumplen los deseos. ¡°La Zona es un lugar al que llegamos dentro de nosotros mismos, la llevamos con nosotros, cargamos con esa topograf¨ªa constantemente cambiante, tramposa, peligrosa y gratificante en nuestra psique¡±, escrib¨ªa Carrie Galbraith, una de las fundadoras del grupo.
Cada a?o The Cacophony Society realizaba un ¡°viaje a La Zona¡±. Pod¨ªa estar en un descampado al lado de una gasolinera o en M¨¦xico. En 1990 planeaban hallarla en el desierto de Black Rock. Es esa acci¨®n la que dio origen al festival.
En el manifiesto original se sientan las bases de lo que ser¨ªa a partir de ese a?o Burning Man: cada uno se busca sus propios medios para acudir a ese lugar inh¨®spito, donde no hay protecci¨®n del sol, las temperaturas superan los 40 grados y las tormentas de arena son frecuentes. Como no hay nada, hay que llevar todo lo necesario: agua, comida, alcohol y un lugar donde dormir. Nada de eso estar¨¢ a la venta. Si olvidas algo tendr¨¢s que confiar en la generosidad de los otros asistentes o intercambiarlo. Se cobra una entrada, en aquel momento 10 d¨®lares, para los gastos de la organizaci¨®n: el transporte del mu?eco y la instalaci¨®n de letrinas.
Pero, sobre todo, hay que participar en las actividades (desfiles, la quema, meditaci¨®n¡). Al Burning Man no se asiste como p¨²blico, se asiste como participante. Se va para aportar algo. ¡°La mayor¨ªa de las ceremonias y costumbres de Burning Man surgieron de forma natural de las personas que asist¨ªan y regresaban cada a?o. En un momento en el que el fracaso de las comunas hippies de los sesenta y setenta a¨²n estaba fresco. Harvey y los dem¨¢s l¨ªderes se apartaron conscientemente de los intentos de convertirlos en gur¨²s o la tentaci¨®n de convertir Burning Man en una secta. Pero tampoco era s¨®lo un festival. Con el paso de los a?os, empez¨® a surgir una filosof¨ªa. Harvey ve¨ªa Burning Man como un movimiento para restaurar la comunidad y la expresi¨®n creativa en una ¨¦poca de cultura de masas homogeneizada y anomia social¡±, se le¨ªa en el obituario que le dedic¨® la revista The New Yorker a Harvey cuando falleci¨® en 2018, a los 70 a?os.
En 2004 Harvey hab¨ªa escrito los 10 principios de Burning Man. El primero, ¡°inclusi¨®n radical¡±, dec¨ªa: ¡°Cualquiera puede ser parte de Burning Man. Los extra?os son bienvenidos¡±. Es decir, es lo contrario de una secta. ¡°Regalar¡± informaba de la ausencia de intercambio monetario en Black Rock City (aunque se hacen excepciones para la venta de hielo y caf¨¦). La ¡°autosuficiencia radical¡± animaba a la gente a llevar todos los suministros que necesitaran. La ¡°responsabilidad c¨ªvica¡± y el ¡°esfuerzo comunitario¡± animaban a la gente a cuidarse mutuamente. El lema ¡°no dejar rastro¡± significaba que no se pod¨ªa dejar ning¨²n residuo, ni siquiera una colilla. La ¡°participaci¨®n¡± y la ¡°inmediatez¡± fomentaban la interacci¨®n frente a los intercambios comerciales. La ¡°descomodificaci¨®n¡± exclu¨ªa la publicidad comercial y el patrocinio corporativo.
El festival fue creciendo. En 2013 los organizadores, muchos provenientes del certamen original, con Harvey a la cabeza, lo convirtieron en una ONG. No sin pol¨¦mica, para muchos eso significa una profesionalizaci¨®n que desvirt¨²a el esp¨ªritu original. Siempre hab¨ªan asistido l¨ªderes de Silicon Valley, como los fundadores de Google, Sergey Brin y Larry Page, que fueron al festival desde casi sus inicios. Su fascinaci¨®n por el evento es tal que cuando en 1999 consiguieron la financiaci¨®n inicial para poner en marcha Google, 12,5 millones de d¨®lares de un fondo de inversi¨®n y este les exige nombrar un consejero delegado externo que haga de ni?era, Brin y Page entrevistan a unos 50 candidatos en Silicon Valley antes de dar con Eric Schmidt, entonces director general de la empresa de software Novell. Les convence que ha asistido a Burning Man. Seg¨²n Kotler, decidieron llevarle otra vez para hacer la prueba definitiva: ¡°?Iba a ser capaz de dejar de lado su ego y fusionarse con el equipo, o iba a interponerse en su camino?¡±. Schmidt pas¨® la prueba.
El ambiente hab¨ªa cambiado, constan quejas sobre c¨®mo aquello se estaba convirtiendo en una fiesta de Silicon Valley desde los noventa, pero un art¨ªculo en The New York Times en 2014 revela que aquello estaba invadido por capitostes de Silicon Valley que llegaban en avi¨®n privado y se alojaban en campamentos de lujo, montados por trabajadores contratados, a los que llamaban sherpas. La semana que dura el festival costaba 25.000 d¨®lares, frente a los 300 que entonces se pagaba por una entrada normal. En el Burning Man se com¨ªa poco y mal. Ahora es posible encontrar chefs que cocinan langosta fresca de Maine para los privilegiados.
No es f¨¢cil conseguir una entrada. Seg¨²n su web, en 2022 se pusieron a la venta 54.000. Los primeros 4.000 tickets a la venta, en febrero, costaban entre 1.500 y 2.500 d¨®lares: en teor¨ªa sirven para financiar los m¨¢s baratos. Despu¨¦s, salieron a la venta 5.000 entradas a 225 d¨®lares para asistentes con menos recursos. El n¨²cleo central es para los que ya han ido anteriormente: 35.000 entradas a 475. Finalmente quedan 10.000 tickets en venta libre, a 525 d¨®lares, que se agotaron en 29 minutos. A estos precios hay que a?adirles un 12% de impuestos y 140 d¨®lares por veh¨ªculo. La manera m¨¢s habitual de conseguir una entrada es en la reventa. Y ni as¨ª resulta sencillo. Todo eso le da exclusividad. Actualmente, si se except¨²a a un grupo, a¨²n numeroso, que sigue creyendo en los ideales del principio, el festival est¨¢ plagado de influencers de todo el mundo y de millonarios.
Burning Man est¨¢ dispuesto como un enorme c¨ªrculo, la denominada Black Rock City, en el que una de las mitades es la zona de acampada libre y los camps, asociaciones de asistentes que montan sus propios campamentos, muchos tem¨¢ticos, a los que se asiste por invitaci¨®n. La otra mitad es La Playa, donde se realizan las actividades oficiales. Musicalmente es b¨¢sicamente house, electr¨®nica c¨®moda y agradable para bailar. Por all¨ª tambi¨¦n circulan los veh¨ªculos de los camps, sesiones en enormes plataformas m¨®viles que responden a nombres como Mayan Warrior.
Las quejas son por los campamentos de lujo. En 2016, uno de ellos, White Ocean, fue arrasado por una turba. En principio se crey¨® que era una protesta, aunque hay quien sostiene que fueron trabajadores enfadados los que realizaron el ataque. Si uno lee la declaraci¨®n de intenciones de White Ocean, parece que se trata de un grupo de amables hippies. ¡°White Ocean es una familia de amigos que est¨¢ unida por el amor y la pasi¨®n por la creatividad y la exploraci¨®n. Venimos de todo el mundo, de todas las razas, religiones y culturas. Amamos, respetamos y abrazamos la diversidad y a trav¨¦s de ella concebimos y creamos. Somos so?adores que difuminan las l¨ªneas entre la realidad y lo imposible. Nos reunimos todos los a?os en Burning Man para devolver algo usando nuestras mentes, nuestros corazones y nuestras almas¡±. En realidad, seg¨²n Business Insider, el campamento fue fundado en 2013 por el famoso DJ brit¨¢nico Paul Oakenfold y financiado por los empresarios Timur Sardarov (hijo del multimillonario ruso y magnate del petr¨®leo Rashid Sardarov) y Oliver Ripley, presidente de Ocean Group.
Estos campamentos son cerrados, aunque muchos tienen una zona abierta para las sesiones de DJS que ellos mismos traen. En algunos se cambia comida y bebida por residuos. Cada asistente lleva su propio vaso y se desplaza en bicicleta. Perderla, o que te la roben, es un drama. En Burning Man el tiempo se rige por el clima, no por el reloj. Se vive de noche y cuando bajan las temperaturas. Se duerme cuando el calor es insoportable o hay tormenta de arena. Muchos asistentes van desnudos o disfrazados. La tolerante pol¨ªtica de consumo de drogas ya no lo es tanto. En 2018, la polic¨ªa del Estado de Nevada intensific¨® los controles, que al parecer se han moderado en 2022. Esa idea de que al Burning Man se va a expresarse uno mismo de forma radical ha quedado reducida a miles de fotograf¨ªas y v¨ªdeos subidas a Instagram.
El sue?o new age de Harvey ha pasado a ser una fantas¨ªa de lujo y despilfarro. Su junta directiva, que tiene a la cabeza a Dennis Bartles, un acad¨¦mico, y Harley K Dubois, una de las seis fundadoras originales, sigue defendiendo que Burning Man es ¡°una filosof¨ªa y una forma de ver la vida basada en la participaci¨®n y la comunidad¡±, dijo Dubois en una charla TED. Sigue vetado el uso de dinero y las transacciones econ¨®micas, es cierto, pero cada vez m¨¢s voces cr¨ªticas se alzan en contra. Entre los asistentes hay de todo. Gentes que no volver¨ªan ni cobrando y otros que lo siguen considerando una experiencia ¨²nica. Un hecho est¨¢ claro: el ¨¦xito de asistencia sigue asegurado.
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