C¨®mo un adicto a la hero¨ªna y un adolescente destaparon una estafa millonaria
La serie documental ¡®Telemarketers¡¯, de HBO Max, arroja luz sobre las t¨¢cticas fraudulentas de una empresa que simulaba recaudar donativos y los esfuerzos de dos trabajadores por denunciarlas
A veces cuesta poner cara a ese desconocido que interrumpe nuestra siesta con una llamada. Apenas atendemos ya hemos colgado, sin conocer siquiera el producto que nos intenta vender. Es dif¨ªcil imaginar que esas personas, perdidas en el ¨²ltimo cub¨ªculo del mundo, puedan ser los h¨¦roes de una historia.
Dos de esos comerciales telef¨®nicos protagonizan Telemarketers, serie documental de HBO Max estrenada este mes y un llamativo trabajo de periodismo ciudadano que destapa las actividades delictivas de CDG (Civic Development Group), empresa responsable de una de las mayores estafas de telemarketing en la historia. Desde principios de los noventa, la firma recaud¨® dinero en nombre de organizaciones ben¨¦ficas para quedarse el 90% de los donativos. La cantidad total es imposible de cuantificar, pero se calcula que ronda los mil millones de d¨®lares (920 millones de euros).
Los empleados protagonistas son dos inadaptados, a menudo bajo los efectos de alguna droga, que grabaron todo desde dentro, armados con una videoc¨¢mara y con una pipa de bong. Su estilo narrativo es singular pero impactante. A?os m¨¢s tarde, el material se ha transformado en una serie dirigida por Sam Lipman-Stern, uno de los extrabajadores, junto al documentalista Adam Bhala Lough, y producido por los hermanos Safdie, firmantes de t¨ªtulos de culto como Good Time (2017) y Diamantes en bruto (2019).
En 2001, Lipman-Stern, codirector de la cinta y uno de los protagonistas de esta historia, dej¨® el instituto y se puso a buscar trabajo. Solo encontr¨® una empresa que accediera a contratarle: CDG, gigante del telemarketing estadounidense, dedicado a la captaci¨®n de fondos ben¨¦ficos. Los espacios de trabajo de la oficina estaban distribuidos en cub¨ªculos. En cada uno de ellos hab¨ªa un teleoperador con la mirada fija en la pantalla monocroma de un ordenador de tubo. Llevaban un micr¨®fono de diadema y estaban pendientes de una hoja de instrucciones grapada en una de las paredes. El objetivo: convencer a las personas del otro lado de la l¨ªnea de que donaran dinero a supuestas causas ben¨¦ficas como ayudar al cuerpo de polic¨ªa, los veteranos de guerra o los pacientes de c¨¢ncer.
Siempre seg¨²n la serie, el ambiente de trabajo era divertido de puro loco. Las reglas, m¨ªnimas. No representaba inconveniente armar esc¨¢ndalo, ligar en los ba?os, ni hacer carreras de sillas en la oficina. Tampoco beber alcohol, ni consumir coca¨ªna en el ¨¢rea de descanso. La discreci¨®n no era una prioridad, ni ante la empresa, ni entre ellos. La mayor¨ªa de trabajadores hab¨ªan pasado por la c¨¢rcel. Como uno de los empleados reconoce: ¡°CDG era lugar en el que contrataban a los que no contrataban en ning¨²n sitio¡±. A Lipman-Stern le pareci¨® buena idea grabar su ins¨®lito entorno laboral y compartirlo en YouTube. ¡°Era como una familia disfuncional¡±, le dijo recientemente a Time. ¡°Ten¨ªas a un asesino a tu derecha y un ladr¨®n de bancos a tu izquierda. Es imposible que un guionista pueda escribir personajes as¨ª¡±.
Un h¨¦roe singular
Entre esos personajes estaba Pat Pespas, una leyenda del telemarketing, que exhibe un carisma particular en pantalla. Es adicto a la hero¨ªna y, a la vez, un eficiente trabajador. Tiene una moral intachable y resulta mejor vendedor despu¨¦s de consumir droga. En una de las escenas iniciales, se mete un chute en su hora de almuerzo y regresa lleno de confianza a la centralita para cerrar una venta. Es ¨¦l quien, con sensacional lucidez, reconoce antes que nadie su aut¨¦ntica funci¨®n en la empresa: ¡°Lo que hacemos es llamar a la gente... y sacarles el dinero¡±.
Es una definici¨®n precisa de la esencia empresarial de CDG. Fundada en 1990, se quedaba con gran parte de las donaciones. En ocasiones, menos del 10% iba a las causas ben¨¦ficas. Los donantes desconoc¨ªan todo esto. Si preguntaban, las instrucciones pegadas en la pared aconsejaban mentir y asegurar que el total de lo recaudado iba a las asociaciones. ¡°CDG parec¨ªa sacada de una pel¨ªcula de g¨¢nsteres¡±, dice un trabajador en la serie.
Lipman-Stern y Pespas lo descubrieron. Decidieron registrar el modus operandi de la empresa, ya no por el exotismo de sus empleados, sino para acumular pruebas de las t¨¢cticas delictivas que estaban ejecutando. ¡°El modelo se basaba en contratar a exconvictos y drogadictos porque son grandes estafadores¡±, afirma Lipman-Stern. ¡°Saben c¨®mo sacarle dinero a la gente y no van a decir nada sobre actividades sospechosas¡±. El ¨¦xito de los vendedores, que ganaban 10 d¨®lares la hora y no recib¨ªan comisiones, radicaba en su habilidad para sonar cre¨ªbles por tel¨¦fono. En el primer cap¨ªtulo, algunos trabajadores mencionan que los jefes les aconsejaban imitar el acento de la polic¨ªa local: ¡°Pensad en c¨®mo suenan los polic¨ªas en los dibujos y tratad de imitarlos¡±.
La empresa la lideraban dos parejas de hermanos: los Keezer y los Pasch. Uno de ellos era m¨²sico en una banda de rock cristiano. En 2010, la FTC (Comisi¨®n Federal de Comercio) mult¨® a la empresa con 18,8 millones de d¨®lares (17,4 millones de euros) por fraude y detuvo sus operaciones, aunque los Keezer y Pasch no enfrentaron cargos penales. Los protagonistas de la serie advirtieron que, una vez CDG qued¨® fuera de juego, otras empresas de telemarketing hab¨ªan copiado su modelo de estafa. Por eso, ya desde la calle, con Pespas trabajando de repartidor de comida china, decidieron continuar sus investigaciones.
Stoner movie
Resulta cautivador el intento de estos dos inadaptados sociales por seguir los pasos de Michael Moore y destapar las intrincadas redes de corrupci¨®n en el mundo del telemarketing. Tambi¨¦n es una redenci¨®n espiritual para Pat Pespas, que convierte la serie en la epopeya de un antih¨¦roe en busca de justicia, quien adem¨¢s logra vencer sus adicciones. Su esfuerzo por desenmascarar esc¨¢ndalos oscila entre el entusiasmo y la torpeza. Aprovechan sus virtudes de teleoperadores ¡ªinsistencia y persuasi¨®n¡ª, para tirar del hilo y terminan haciendo del documental una maravillosa comedia de amigos, que oscila entre varios g¨¦neros cinematogr¨¢ficos.
Telemarketers casi parece stoner movie de no ficci¨®n. Este subg¨¦nero cinematogr¨¢fico, que en espa?ol podr¨ªa traducirse como cine fumeta, se centra en el consumo recreativo de cannabis, donde la marihuana act¨²a como un elemento central o catalizador de la trama. Se distingue por tener un humor exc¨¦ntrico, personajes de naturaleza despreocupada, a menudo envueltos en situaciones extravagantes o surrealistas, que son producto o est¨¢n influidas por el estado alterado de los personajes debido al consumo de cannabis.
Algunos hitos del g¨¦nero son Como humo se va (1978), una ic¨®nica pel¨ªcula que narra las peripecias del d¨²o c¨®mico Cheech y Chong para conseguir la mejor marihuana de California; Movida del 76 (1993), m¨¢s que una stoner movie una obra generacional que sigue a un grupo de estudiantes divagando sobre la vida y el futuro siempre con un porro encendido; Superfumados (2008), comedia de acci¨®n donde dos consumidores de cannabis se ven envueltos en una trama criminal tras presenciar un asesinato; o Dos colgaos muy fumaos (2004), la epopeya de dos fumados en busca de la hamburguesa perfecta. Con un pie en el cine negro est¨¢n El Gran Lebowski (1998), de los hermanos Coen, Puro vicio (2014), de Paul Thomas Anderson, y Lo que esconde Silver Lake (2018).
Los personajes de Telemarketers no limitan al cannabis su consumo estupefaciente, pero agrupan todos los elementos esenciales que definen el g¨¦nero. Solo cambia que estos personajes no han salido de la pluma de ning¨²n guionista. Se asemejan al protagonista de El gran Lebowski en su visi¨®n ciertamente benevolente del mundo. Para Lipman-Stern, la historia no es del todo mala: ¡°CDG dio empleo a personas que no pod¨ªan conseguir trabajo, desde un grafitero de 14 a?os hasta una persona con trastorno de ansiedad¡±, declar¨® en Time. Despu¨¦s a?adi¨® que la historia tambi¨¦n refleja la generosidad de miles de personas que quisieron contribuir con donaciones a causas ben¨¦ficas: ¡°Las organizaciones sin ¨¢nimo de lucro son incre¨ªbles. Simplemente, no era lo que nosotros est¨¢bamos haciendo¡±.
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