Anatom¨ªa de la comedia m¨¢s divertida de la historia del cine: c¨®mo ¡®Aterriza como puedas¡¯ despeg¨® con todo en contra
Un libro en forma de historia oral re¨²ne a los creadores y el equipo de este cl¨¢sico de la comedia con celebridades y figuras de la cultura rendidos al encanto de un cl¨¢sico que, 43 a?os despu¨¦s, sigue haciendo re¨ªr
En opini¨®n de Adam Nayman, redactor de la revista The Ringer, la mayor¨ªa de las comedias convencionales subestiman (o infrautilizan) la inteligencia de sus espectadores al mostrarles, sin m¨¢s, ¡°un plano tras otro de actores haciendo y diciendo cosas supuestamente graciosas¡±, como si quisiesen dejar claro que ¡°el humor hay que buscarlo ah¨ª y no en ninguna otra parte¡±. En Aterriza como puedas (1980), sin embargo, el humor viene a ser una energ¨ªa tel¨²rica que lo impregna todo, que juega sin atenerse a ninguna regla y se cuela, en consecuencia, por los resquicios m¨¢s insospechados.
Basta con ver su escena inicial para entender a qu¨¦ se refiere Nayman. Mientras se suceden los t¨ªtulos de cr¨¦dito, escuchamos en sordina la sinton¨ªa de Elmer Bernstein y vemos, en im¨¢genes de un realismo casi documental, a una sucesi¨®n de pasajeros y tripulantes que se acerca en coche o a pie a la terminal de un aeropuerto. En paralelo, por la megafon¨ªa de la terminal, dos voces, una masculina y otra femenina, discuten en tono neutro sobre si el ¨¢rea de carga y descarga es ¡°la zona roja¡± o ¡°la blanca¡±. El di¨¢logo acaba transform¨¢ndose en un psicodrama sentimental: ¡°Por el amor de Dios, Vernon, dejemos de hablar de zonas de descarga rojas y blancas cuando los dos sabemos perfectamente de qu¨¦ va esto. T¨² lo que quieres es que aborte¡±. ¡°Por supuesto. Es la opci¨®n m¨¢s inteligente. Si se hace de forma terap¨¦utica y segura, no entra?a ning¨²n peligro¡±.
En eso consiste la estrategia de representaci¨®n de este pel¨ªcula traviesa y f¨¦rtil. En plantear una serie de situaciones cotidianas, subvertirlas de manera sistem¨¢tica e impregnarlas hasta la m¨¦dula de comicidad grosera y demente. Como ocurr¨ªa en los magistrales slapsticks de Charles Chaplin o Buster Keaton, las cargas de profundidad humor¨ªstica proliferan por doquier y pueden explotar en cualquier momento, para regocijo de un espectador al que se conduce a un estado de divertida expectaci¨®n constante.
La risa acecha tras cada esquina y en cada rinc¨®n del encuadre. Y esa capacidad de crear un universo de ficci¨®n en que todo es humor, un ecosistema c¨®mico que no da tregua, tal vez explique la vigencia de la que algunos consideran una de las mejores comedias de la historia del cine (como el American Film Institute), a la altura de cualquiera de las celebradas haza?as de Billy Wilder, Ernst Lubitsch, los hermanos Marx, Mel Brooks o Woody Allen.
Haz el humor y no la guerra
El pasado 3 de octubre, los creadores de este singular film, Jim Abrahams y Jerry y David Zucker (tambi¨¦n conocidos como ZAZ, por la inicial de sus apellidos), publicaron Surely You Can¡¯t Be Serious: The True Story of Aeroplane (Seguro que no puedes ir en serio: la verdadera historia de Aterriza como puedas), una historia oral del proceso de gestaci¨®n de la pel¨ªcula. El libro es fruto de diez a?os de esfuerzos discontinuos, adem¨¢s de la primera obra que firma conjuntamente el tr¨ªo de humoristas de Milwaukee desde que separaron sus caminos en los a?os noventa.
Se trata, seg¨²n testimonio de Jerry Zucker, de ¡°un tributo a las sucesivas generaciones de fans que vienen expresando su adoraci¨®n por Aterriza como puedas desde que se estren¨® hace 43 ya a?os, recitando sus di¨¢logos o rememorando sus gags preferidos con una devoci¨®n y un entusiasmo que nos conmueven y con el que nos sent¨ªamos en deuda¡±. Entre los testimonios recabados, adem¨¢s de casi todos los supervivientes del reparto, hay voces ilustres dispuestas a compartir el impacto que la pel¨ªcula tuvo en sus vidas, de Jeff Bridges a Maya Rudolph, pasando por David Letterman.
Bridges dice hablar en nombre del ej¨¦rcito de ¡°detractores¡± que detest¨® la pel¨ªcula sin ni siquiera haberla visto, precisamente porque se convirti¨® en un fen¨®meno y todo el mundo hablaba de ella. Desde entonces, asegura haberla visto al menos una docena de ocasiones y haberse rendido sin condiciones a su irresistible encanto. Rudolph cuenta c¨®mo uno de sus primeros n¨²meros como comediante ne¨®fita consist¨ªa en reproducir, haciendo ella todas las voces, la m¨ªtica conversaci¨®n en jive (un supuesto argot afroamericano) entre dos pasajeros de piel negra, un asistente de vuelo y la se?ora blanca de mediana edad que se ofrec¨ªa a hacer de traductora. La actriz la considera un magistral alarde de incorrecci¨®n pol¨ªtica que, por supuesto, resultar¨ªa impensable hoy en cualquier producci¨®n de un gran estudio, aunque ella, como humorista y afroamericana, reivindica el gag sin reservas.
Al libro asoma tambi¨¦n un Letterman que guardaba en sus cartucheras una an¨¦cdota poco divulgada: Abrahams y los Zucker escribieron pensando en ¨¦l el papel principal, el de piloto traumatizado y depresivo que se ve obligado a tomar los mandos del aeroplano para evitar una colisi¨®n inminente. Ve¨ªan en Letterman a un ¡°no actor¡± con planta de h¨¦roe de acci¨®n y un sentido del humor subterr¨¢neo muy en sinton¨ªa con la pel¨ªcula. El c¨¦lebre presentador no se ve¨ªa capaz de asumir un reto interpretativo de esa envergadura, pero el entusiasmo de los ZAZ y la presi¨®n de su agente (despu¨¦s de todo, se trataba de una comedia de bajo presupuesto, pero con sello Paramount) hizo que acabase acudiendo ¡°con la mejor voluntad, pero sin grandes expectativas¡± a una prueba de c¨¢mara que result¨® un completo desastre.
La g¨¦nesis de una cat¨¢strofe espl¨¦ndida
La parte verdaderamente sustancial del libro es la cr¨®nica del largo y accidentado proceso de gestaci¨®n de la pel¨ªcula. Los ZAZ aseguran que fue el producto tard¨ªo de toda una adolescencia dedicada a parodiar pel¨ªculas ajenas: pasaban las horas muertas viendo de serie B de los cuarenta y cincuenta, bajando el volumen y sustituyendo los di¨¢logos por sus propias ocurrencias. Les encantaba ¡°la solemnidad y el aplomo de los actores, que se comportaban como si todo fuese siempre cuesti¨®n de vida o muerte¡±.
En 1971 formaron un tr¨ªo, Kentucky Fried Theatre, que se especializ¨® en ese tipo de parodia y alcanz¨® una cierta notoriedad en los c¨ªrculos universitarios de Madison. El suyo era, en palabras de David, un humor pueril, pero con fundamento, nacido de una cultura audiovisual enciclop¨¦dica y de la adoraci¨®n por grandes de la comicidad televisiva. Siempre se sintieron m¨¢s guionistas que c¨®micos e int¨¦rpretes, as¨ª que la culminaci¨®n natural de su proceso de crecimiento fue, para ellos, volcar su universo personal en una pel¨ªcula.
Se titul¨® The Kentucky Fried Movie (Made in USA), manej¨® un presupuesto de alrededor de 600.000 d¨®lares y cont¨® con la direcci¨®n de una joven promesa de la claqueta, John Landis. Estrenada en agosto de 1977, acabar¨ªa recuperando con creces la inversi¨®n realizada, pero supuso una decepci¨®n para casi todos los implicados: los ZAZ se quedaron con la impresi¨®n de que Landis no hab¨ªa sabido tomarle el pulso a sus ideas. En especial, a la pretensi¨®n de hacer humor con actores que se comportasen como si estuviesen haciendo un papel dram¨¢tico.
As¨ª que el tr¨ªo de guionistas opt¨® por embarcarse a continuaci¨®n en una versi¨®n ¡°m¨¢s pulcra y m¨¢s pura¡± de su humor par¨®dico. Se fijaron en Zero Hour! (1957), una producci¨®n de serie B protagonizada por Dana Andrews, y decidieron parodiarla de principio a fin, convirtiendo el drama de su protagonista, un piloto que ha desarrollado un miedo patol¨®gico a volar y que debe sobreponerse a sus demonios para salvar al pasaje de un vuelo nocturno, en un sainete. Tambi¨¦n parodiaron, por supuesto, cl¨¢sicos del por entonces muy popular cine de cat¨¢strofes como Aeropuerto (1970).
178 gags en 89 minutos
El guion, tal y como se explica en el libro, fue fruto de un proceso de selecci¨®n implacable: ¡°Si alguno de nosotros ten¨ªa dudas sobre un gag en concreto, lo descart¨¢bamos sin m¨¢s. Ten¨ªa que hacernos gracia a todos¡±. Trabajaron sin descanso hasta hacerse con todo un arsenal de ocurrencias de efecto contrastado, y se las explicaban una y otra vez a amigos y familiares para comprobar sus reacciones.
Con una primera versi¨®n muy cercana ya a lo que se acabar¨ªa filmando, acudieron a varias productoras. La idea consist¨ªa en reducir costes rodando en blanco y negro y con maquetas rudimentarias e invertir el grueso del presupuesto en contratar a buenos actores. Pusieron como condici¨®n previa que se les permitiese dirigirla. Solo Paramount, presidido por entonces por un incondicional de la comedia como Michael Eisner, mostr¨® un cierto inter¨¦s. Pese a todo, las negociaciones con Eisner resultar¨ªan farragosas y frustrantes. Le gustaba el guion, pero propuso desde un principio rodar en color y en un avi¨®n real. Dos condiciones francamente sensatas que, pese a todo, no alteraban la voluntad del estudio de no gastarse en el proyecto m¨¢s de tres millones de d¨®lares.
En cuanto a lo de ceder la direcci¨®n a un tr¨ªo de ne¨®fitos, Eisner se mostr¨® dispuesto a aceptarlo si se inclu¨ªa una cl¨¢usula que permitiese a Paramount despedirlos sin indemnizaci¨®n transcurridas las dos primeras semanas de rodaje en caso de que el material fuese ¡°indigno de una producci¨®n de Hollywood¡±. Los ZAZ aceptaron, convencidos, como explicaba Jerry en una entrevista reciente, de que el guion era formidable y la pel¨ªcula iba a funcionar.
Uno de los puntos en los que s¨ª insistieron fue en tener pleno control del reparto. La mayor¨ªa de los papeles fueron a parar a profesionales de largo recorrido en la industria, casi siempre como secundarios en papeles dram¨¢ticos como Peter Graves, Lloyd Bridges, Robert Stack o Barbara Billingsley (la mujer que hablaba un jive fluido). Tambi¨¦n la leyenda del baloncesto Kareem Abdul Jabbar y ¡°ese actor al que¡±, en palabras de Jim Abrahams, ¡°hab¨ªamos visto en 20 0 30 pel¨ªculas, pero cuyo nombre desconoc¨ªamos¡±, un cincuent¨®n de blanca cabellera que result¨® llamarse Leslie Nielsen, hoy una leyenda de la comedia y rostro estrella del subg¨¦nero par¨®dico.
Cuando Nielsen falleci¨®, en noviembre de 2010, a los 84 a?os, The Guardian le dedic¨® un obituario que dec¨ªa: ¡°Fue el int¨¦rprete que mejor supo permanecer impasible cuando todo a su alrededor invitaba a la carcajada, como un actor de otra ¨¦poca reci¨¦n tra¨ªdo al set de rodaje en una m¨¢quina del tiempo y al que nadie hubiese explicado que la extra?a pel¨ªcula en que participaba era una comedia¡±.
El triunfo de la voluntad
La pel¨ªcula se present¨® por vez primera el 27 de junio de 1980, en un par de cines de Toronto y de la periferia del estado de Nueva York. Tras el primer visionado, los ZAZ constataron que el ¨²nico problema era ¡°la sobreabundancia de gags: se suced¨ªan a un ritmo tan fren¨¦tico y la reacci¨®n del p¨²blico era tan entusiasta que las carcajadas del anterior hac¨ªan que con frecuencia te perdieses el siguiente¡±.
Una semana despu¨¦s, lleg¨® a las principales pantallas de Estados Unidos y Reino Unido saludada ya como el m¨¢s que probable ¨¦xito sorpresa de la temporada. Sus autores recuerdan ahora que les toc¨® batirse en cobre contra una hornada de pel¨ªculas espl¨¦ndidas o con grandes expectativas comerciales, de El imperio contrataca a Granujas a todo ritmo, Viernes 13, Vestida para matar, El lago azul, Gente corriente o C¨®mo eliminar a su jefe. Enfrentada a semejante competencia, Aterriza como puedas, que al final hab¨ªa costado 3,5 millones de d¨®lares, acab¨® recaudando unos espectaculares 173 millones, multiplicando casi por 50 la inversi¨®n inicial. Nadie la vio venir. Gran parte de la cr¨ªtica se permiti¨® el lujo de ignorarla, pero acab¨® el a?o a muy escasa distancia de las tres m¨¢s taquilleras y se mantuvo en cartel hasta bien entrado 1981.
Francisco Javier Ortiz, periodista, profesor universitario y autor del blog sobre cine Abandonad toda esperanza, considera que Aterriza como puedas es ¡°un cl¨¢sico contempor¨¢neo indiscutible¡±, no en el sentido de excelencia cinematogr¨¢fico que se atribuye a los cl¨¢sicos, pero s¨ª en el de ¡°las pel¨ªculas que casi todo el mundo conoce y ha visto al menos una vez¡±. Para Ortiz, resulta sorprendente ¡°lo bien que ha envejecido¡± pese a lo oportunista y coyuntural que pudo parecer su humor. La encuentra, ¡°muy superior¡± a posteriores producciones del tr¨ªo, ¡°como Top Secret o las dos entregas de Hot Shots¡±. Lo mejor, en su opini¨®n, es que sigue funcionando ¡°con los m¨¢s j¨®venes, algo que pude comprobar vi¨¦ndola con mi hijo mayor cuando ten¨ªa 11 a?os¡±.
Ortiz precisa que los ZAZ ¡°no fueron los primeros en desarrollar el concepto de spoof movie, o parodia, algo que ya hab¨ªa hecho Mel Brooks con El jovencito Frankenstein (de 1974, tal vez la obra maestra del g¨¦nero) o Monty Python con Los caballeros de la mesa cuadrada (y sus locos seguidores), de 1975¡±. S¨ª cabe reconocerles que ¡°dieron una vuelta de tuerca al concepto apostando todav¨ªa m¨¢s a fondo por el humor absurdo y el gui?o metarreferencial¡±.
Aterriza como puedas super¨®, adem¨¢s, todas las plusmarcas conocidas en lo que a acumulaci¨®n de gags se refiere: ¡°Son 178 en apenas hora y media de metraje¡±. Ortiz considera que la pel¨ªcula apost¨® m¨¢s ¡°por la cantidad que por la calidad¡±. Pero de esta sobresaturaci¨®n de unidades de comicidad b¨¢sica brotaron, en su opini¨®n perlas indiscutibles. Sus preferidas, dos intercambios verbales con mucha enjundia. Este:
?Nervioso?
¨DS¨ª, un poco.
¨D?Es la primera vez?
¨DNo, ya he estado nervioso otras veces¡±.
Y este otro:
¨DAzafata, tenemos que llevarlos a un hospital.
¨D?Qu¨¦ es, doctor?
¨DEs un edificio grande donde se re¨²nen muchos enfermos y casi nunca hay camas libres¡±.
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