Testamento digital: los peligros de fallecer sin dejar un administrador para tus redes sociales
Nuestros perfiles digitales no solo podr¨ªan perderse una vez muramos, tambi¨¦n provocar dolor a seres queridos si reciben alertas indeseadas o ser objeto de usos delictivos con el amparo de la inteligencia artificial
En noviembre de 2019 se produjo una revuelta de usuarios en Twitter, ahora X. No fue la revoluci¨®n rusa ni el mot¨ªn del t¨¦ de Boston, pero s¨ª un estallido de c¨®lera digital de una intensidad poco habitual, sobre todo si tenemos en cuenta cu¨¢l fue su detonante.
La red social que por entonces pastoreaba Jack Dorsey acababa de anunciar una decisi¨®n, en principio, trivial: iba a desactivar una serie de cuentas de usuarios fallecidos para ¡°dejar espacio¡± a nuevas incorporaciones en territorios por entonces en expansi¨®n, como la Uni¨®n Europea. Se trataba de consolidar lo antes posible una comunidad de m¨¢s de 300 millones de usuarios ¡°vivos y activos¡±. Twitter, seg¨²n dec¨ªan por entonces sus responsables, pretend¨ªa ser ¡°un ¨¢gora¡± en permanente ebullici¨®n, no un cementerio de elefantes. Necesitaba m¨¢s m¨²sculo y menos grasa.
Los tuiteros de base reaccionaron al plan con indignaci¨®n casi un¨¢nime. Aquello les parec¨ªa un abuso. Twitter se estaba arrogando el derecho de ¡°expropiar¡± o incluso ¡°destruir¡± sin contemplaciones espacios ¡°privados¡± de un incuestionable valor emocional. ?Qu¨¦ pasa con las fotos, reflexiones y recuerdos que compartieron durante a?os familiares y amigos que ya no est¨¢n con nosotros? ?Qu¨¦ hacer con las contribuciones de tuiteros ilustres como el actor Cameron Boyce, la cantante Marie Fredrikkson o el dise?ador de moda Karl Lagerfeld, que hab¨ªan fallecido pocos meses antes? ?Acaso la destrucci¨®n inmisericorde de sus tuits, de su estela digital, no equival¨ªa, en cierta manera, a la profanaci¨®n de sus tumbas?
Un usuario llev¨® la siniestra analog¨ªa un paso m¨¢s all¨¢: las excavadoras de Twitter estaban a punto de saquear fosas comunes. Jack Dorsey, con su obsesi¨®n por economizar un espacio virtual que ni siquiera es un bien escaso, hab¨ªa decidido perturbar el sue?o de los muertos. Poco falt¨® para que se exigiese la promulgaci¨®n de una ley digital (y universal) de memoria hist¨®rica. Drew Olanoff, redactor del bolet¨ªn tecnol¨®gico TedCrunch, llev¨® la discusi¨®n a un terreno estrictamente personal al lamentar que una decisi¨®n empresarial ¡°leg¨ªtima¡± pero poco meditada y a¨²n menos emp¨¢tica fuese a privarle del ¡°consuelo¡± de repasar de vez en cuando la ristra de mensajes que hab¨ªa dejado su padre antes de morir. El olvido, conclu¨ªa Olanoff, es una segunda muerte.
Mausoleos digitales
Lo m¨¢s sorprendente del caso, como se?ala la revista de emprendedores Maddyness, es que el porcentaje de usuarios de redes que deseaban que sus cuentas siguiesen activas despu¨¦s de que ellos muriesen era por entonces muy bajo, apenas el 7%, seg¨²n una encuesta de YouGov. A la gente, al parecer, no le preocupaba tanto preservar su propio legado digital como que se respetase el de los dem¨¢s. A m¨ª me entierras donde sea, sin pompa ni ceremonia, pero deja en paz la memoria de mis seres queridos.
Esta inesperada insurrecci¨®n de consumidores forz¨® a Twitter a dar marcha atr¨¢s. Se hab¨ªan precipitado. No hab¨ªan tenido en cuenta que se trataba de un tema ¡°sensible¡±, de los que no pueden resolverse a la ligera, y se compromet¨ªan a no tomar decisiones ¡°dr¨¢sticas¡± hasta que encontrasen una manera apropiada de ¡°honrar y respetar¡± el legado de los usuarios fallecidos.
Facebook ya les hab¨ªa tomado la delantera en ese sentido. Desde 2018, ofrece la posibilidad de que las cuentas ordinarias pasen a ser ¡°conmemorativas¡± despu¨¦s del fallecimiento de sus titulares. Basta con que un familiar directo lo solicite, proporcionando, de paso, un certificado de defunci¨®n. Las cuentas ¡°memorializadas¡± (memorialised) pueden ¡°congelarse¡± por completo, para que permanezcan por un periodo indefinido tal y como su titular las dej¨®, pero con las palabras ¡°En memoria de¡¡± bien visibles junto al nombre de usuario. Tambi¨¦n pueden quedar bajo el control del familiar solicitante, con una actividad en principio limitada a ¡°recordar y celebrar la vida¡± de la persona fallecida.
En uno y otro caso, se trata de convertirlas en modestos mausoleos, ¡°espacios de memoria¡±, ¡°rincones nost¨¢lgicos¡± con los que Facebook ofrece a su comunidad la opci¨®n de una vida (digital) m¨¢s all¨¢ de la muerte. Amalia Yepes, administrativa peruana de 43 a?os residente en Barcelona, gestiona la p¨¢gina en memoria de su hermana menor, Blanca, fallecida en 2021 en un accidente de tr¨¢fico: ¡°No puedo visitar muy a menudo su tumba, que est¨¢ en un cementerio lime?o, a miles de kil¨®metros de distancia, pero s¨ª compartir ese espacio de encuentro con el resto de personas que la quisieron. Se mantiene muy activo y a m¨ª me resulta ¨²til para gestionar el duelo y sentirme conectada a ella¡±.
Aqu¨ª no hay quien viva
Twitter se tom¨® su tiempo para implementar una opci¨®n semejante a la de Facebook, aunque ya en diciembre de 2019 anunci¨® que se dispon¨ªa a hacerlo de manera inminente. Tal y como explicaba el experto en tecnolog¨ªa y redactor de Forbes Barry Collins, el tema no resultaba prioritario para ellos. La compa?¨ªa se estaba embarcando ya en el complejo proceso de reestructuraci¨®n interna que concluir¨ªa con su venta a Elon Musk. Necesitaba racionalizar cuanto antes su inventario de cuentas cancelando las inactivas, pero no a costa de ganarse la animadversi¨®n de su parroquia. Tampoco le entusiasmaba la perspectiva de ofrecer ¡°servicios p¨®stumos¡± de rentabilidad muy dudosa cuando lo m¨¢s urgente era revitalizar un entorno virtual que estaba empezando a dar s¨ªntomas de languidez. As¨ª que opt¨® por aplazar la decisi¨®n.
La pol¨¦mica se mantuvo latente hasta que Musk, ya en primavera de este a?o, lanz¨® el proceso de depuraci¨®n masiva de cuentas conocido como ¡±las purgas de Twitter¡±. La operaci¨®n consisti¨® en detectar y archivar (no eliminar) hasta 1.500 millones de perfiles de usuario que hab¨ªan permanecido inactivos durante a?os, sin tener en cuenta, en principio, si se trataba de usuarios fallecidos o ¡°en letargo¡±.
El hecho de que el contenido de esas cuentas permaneciese archivado y, por tanto, pudiese reactivarse a conveniencia, ha abierto la posibilidad, tal y como anunci¨® la compa?¨ªa el pasado 19 de mayo, de que familiares de usuarios fallecidos las reactiven como espacios conmemorativos, siguiendo un procedimiento similar al que prev¨¦ Facebook. Pero esta sigue siendo, a d¨ªa de hoy, una opci¨®n poco sistematizada y apenas utilizada. Nada que ver, en cualquier caso, con la alta densidad de mausoleos digitales de este tipo que presentan ahora mismo tanto Facebook como Instagram, el par de redes m¨¢s comprometidas con la memoria p¨®stuma. Tal vez esta sensibilidad explique que, ya en 2019, los muertos estuviesen a punto de superar en n¨²mero a los vivos entre las cuentas de Facebook, un entorno digital que envejece a marchas forzadas.
Hacer testamento
En opini¨®n de Naaman Zhou, experto en tecnolog¨ªa del diario The Guardian, empieza a resultar acuciante que todos aquellos que tengan una vida en redes ¡°intensa¡± se planteen, de una vez por todas, hacer un ¡°testamento digital¡±. En otras palabras, si te preocupa ¡°qui¨¦n (y c¨®mo) se encargar¨¢ de conservar, controlar o borrar tus cuentas cuando hayas muerto¡±, ?por qu¨¦ no ser t¨² mismo, como usuario con derechos, quien lo decida en vida?
Un testamento digital es un plan para ¡°prevenir robos de identidad, preservar documentos o recuerdos que no quieres que se pierdan o evitar que tus seres queridos sufran un doloroso y no deseado bombardeo de alertas relacionadas contigo¡±. De sus conversaciones con expertos como la profesora de la Universidad de Monash Emily van der Nagel, Zhou concluye que una estrategia coherente pasa, en primer lugar, por ¡°desvirtualizar¡± en la medida de lo posible todo lo que consideres valioso. Es decir, descargar y conservar en un soporte distinto los documentos o im¨¢genes que has subido a tus redes sociales haciendo uso de las herramientas de descarga que ofrecen la mayor¨ªa de plataformas, empezando por Twitter, Facebook o YouTube.
Luego debes acogerte, siempre que se te permita (Facebook, por ejemplo, lo hace), a la opci¨®n de designar un heredero digital al que ser¨ªa conveniente que proporcionases tambi¨¦n tus claves de acceso. Esa persona de confianza actuar¨¢ en tu nombre cuando t¨² no est¨¦s y se asegurar¨¢ que se respete tu voluntad en temas tan b¨¢sicos como si tu cuenta se borra de inmediato o, por el contrario, se mantiene y se transforma en espacio de homenaje temporal o permanente. Van der Nagel recomienda que, como ocurre con el resto de testamentos, el digital quede registrado en un documento secreto con la previsi¨®n de que su contenido se d¨¦ a conocer a quien corresponda tras el fallecimiento. Ante la duda, puedes disponer que ese documento lo custodie un gestor. Legar tus identidades online puede ser sencillo, o tan complejo, como hacerlo con tu vivienda o el dinero de tu cuenta corriente.
?De qui¨¦n son mis tuits?
Un aspecto importante es la titularidad del contenido subido a las redes. Es decir, qui¨¦n es el propietario legal de mis fotos, mis datos o mis mensajes. La respuesta es que eso depende en gran medida de las condiciones de uso de cada plataforma concreta. Por lo general, la empresa propietaria de la plataforma se reserva, como m¨ªnimo, un derecho discrecional de uso. Eso explica que las fotos de usuarios de Instagram se utilicen, en ocasiones, como material publicitario en campa?as de la propia red sin necesidad de recabar previamente la autorizaci¨®n de sus autores. La existencia de unas condiciones de uso que el usuario acata para acceder al servicio no impide, por supuesto, que determinadas pr¨¢cticas abusivas puedan dar pie a reclamaciones o demandas.
Otro detalle de importancia creciente tiene que ver, tal y como se se?ala en el bolet¨ªn DigWatch, con el uso de la inteligencia artificial en la gesti¨®n de legados digitales. El tema es complejo, pero tiene amplias implicaciones ¨¦ticas y tecnol¨®gicas. Por ejemplo, la generaci¨®n por IA de im¨¢genes h¨ªbridas o sint¨¦ticas, as¨ª como deep fakes, puede crear a una persona fallecida da?os reputacionales p¨®stumos, al atribuirle declaraciones o acciones que nunca realiz¨®.
La mayor¨ªa de Estados est¨¢n haciendo serios esfuerzos para introducir regulaciones en esa amplia zona gris que va del delito flagrante al simple uso irresponsable o poco escrupuloso. En Espa?a, estas cuestiones las regula la Ley Org¨¢nica de Protecci¨®n de Datos Personales y Garant¨ªa de los Derechos Digitales de diciembre de 2018, complementada por legislaci¨®n posterior (la ¨²ltima modificaci¨®n se registr¨® en mayo de 2023) y pendiente de una actualizaci¨®n general en el marco de la Uni¨®n Europea.
DigWatch considera que este intento de consolidar un marco legal est¨¢ bien orientado, pero resulta insuficiente a la luz de las novedades tecnol¨®gicas que se est¨¢n produciendo en los ¨¢mbitos relacionados con las redes sociales. En otras palabras, en esta era de aceleraci¨®n del cambio disruptivo que modifica, una y otra vez, las reglas del juego, proteger nuestros derechos digitales se ha convertido en un reto may¨²sculo.
No es extra?o que est¨¦ empezando a florecer una incipiente industria de gestores de legados digitales. Gente que te ayuda a concebirlos, redactarlos y conseguir que se ejecuten tal y como deseas. Puede parecer ciencia ficci¨®n, pero ya se est¨¢n publicando estimaciones de su actual volumen y sus expectativas de crecimiento a medio plazo. Tambi¨¦n hay una instituci¨®n internacional, la Digital Legacy Association, que se encarga de lidiar con este tipo de cuestiones, cada vez m¨¢s intrincadas.
Despu¨¦s de todo, si dedicamos alrededor de una novena parte de nuestro tiempo a cultivar con denuedo nuestra presencia online, en un esfuerzo sistem¨¢tico mucho m¨¢s exigente (?y gratificante?) que el que implicar¨ªa cuidar de una colonia de mascotas o de un jard¨ªn, ?qu¨¦ tiene de extra?o que cada vez nos preocupe m¨¢s qu¨¦ ser¨¢ de nuestros perfiles en redes cuando hayamos muerto?
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