¡°Absurda y chabacana¡±: ?est¨¢ en crisis la comedia popular espa?ola?
Ya antes de su estreno, ¡®Ocho apellidos marroqu¨ªs¡¯, nueva entrega de la exitosa saga, vuelve a azuzar el debate sobre el humor que triunfa en taquilla y lo que representa
Espa?a importa humor cinematogr¨¢fico, pero lo consume con reticencia. Prefiere el producto local. La nuestra es una risa aut¨¢rquica. Las grandes comedias internacionales aterrizan, por supuesto, en nuestros cines, pero se ven forzadas una y otra vez a hincar la rodilla ante producciones nativas como Ocho apellidos marroqu¨ªs, que se estrena el viernes 1 de diciembre.
La dirige ?lvaro Fern¨¢ndez Armero (Todo es mentira, Nada en la nevera, A 1000 kil¨®metros de la Navidad) y presenta un reparto coral en el que destacan Elena Irureta, Michelle Jenner, Juli¨¢n L¨®pez, Mar¨ªa Ramos y Eduardo Rej¨®n. Esta vez, el pretexto argumental es un viaje de Cantabria a nuestro vecino del otro lado del estrecho para traer de vuelta a casa un barco pesquero, el Sardinete, que languidece anclado en el puerto marroqu¨ª en que su difunto patr¨®n se vio obligado a abandonarlo.
El tr¨¢iler ya est¨¢ dando pie a comentarios tan filosos y con tanta enjundia como: ¡°Llevaba 15 a?os sin re¨ªrme y gracias a vosotros son ya 15 a?os y un d¨ªa¡±. En el haber del guionista, Daniel Castro (Vota Juan, El mejor verano de mi vida), queda esta perla, que Mar¨ªa Ramos deja caer con una cara de p¨®quer encomiable: ¡°Pod¨¦is comer con la mano. ?Pero con la derecha! La izquierda es solo para limpiarse el culo¡±.
Humor con denominaci¨®n de origen
108 millones de euros tienen la culpa. Los casi 72 (56 en Espa?a, el resto en el extranjero, donde estren¨® como Spanish Affair) que recaud¨® en 2014 Ocho apellidos vascos, sumados a los algo m¨¢s de 36 que obtuvo un a?o despu¨¦s su secuela Ocho apellidos catalanes. Para que se hagan ustedes una idea, Belle ?poque, la comedia hedonista y republicana con la que Fernando Trueba se agenci¨® en 1993 el Oscar a la Mejor Pel¨ªcula Extranjera, tuvo que conformarse con unos comparativamente escu¨¢lidos 10 millones de euros.
Con semejantes cifras, estaba claro que la franquicia de los muchos apellidos iba a dar pie tarde o temprano a una tercera entrega. Lo que resultaba bastante menos previsible es que el nuevo asalto a la taquilla se hiciese esperar ocho a?os, que no la dirigiese Emilio Mart¨ªnez-L¨¢zaro, que saliesen de la ecuaci¨®n tanto los principales int¨¦rpretes del d¨ªptico original (Clara Lago, Dani Rovira, Carmen Machi, Karra Elejalde) como los verdaderos padres de la criatura (los guionistas Borja Cobeaga y Diego San Jos¨¦, que exportaron la idea del programa televisivo Vaya semanita) y, sobre todo, que la diana del equ¨ªvoco intercultural se trasladase esta vez a Marruecos.
?Demasiados cambios para que resulte un ¨¦xito? Est¨¢ por ver. Lo cierto es que Ocho apellidos marroqu¨ªs cuenta con un par de bazas, a priori, ganadoras: lo muy bien que les fue a sus ilustres precedentes y la m¨¢s que contrastada querencia de los espa?oles por la comedia popular castiza y con s¨®lido arraigo.
Monocultivo c¨®mico
Qu¨¦dense con este dato: de las 30 pel¨ªculas espa?olas m¨¢s taquilleras de la historia, 18 son comedias. Incluso Francia e Italia, dos pa¨ªses muy proclives a consumir humor vern¨¢culo, presentan porcentajes sensiblemente inferiores en sus respectivos rankings, por no hablar de Estados Unidos (solo una comedia, Super Mario Bros, entre las 15 pel¨ªculas m¨¢s recaudadoras de la historia), un Reino Unido cada vez menos propenso al humor brit¨¢nico o Corea del Sur, un pa¨ªs que se alimenta de thrillers, aunque algunos de ellos exuden humor apenas soterrado).
En la c¨²spide de la lista espa?ola est¨¢, c¨®mo no, Ocho apellidos vascos, secundada por su secuela, sagas como Torrente, Padre no hay m¨¢s que uno y Tadeo Jones (hasta tres entregas de cada una de ellas) y Superl¨®pez, D¨ªas de f¨²tbol, El otro lado de la cama, Campeones o Las aventuras de Mortadelo y Filem¨®n. No hay que perder de vista, pese a todo, que la cuota de pantalla media del cine espa?ola se sit¨²a muy poco por encima del 15%: alcanz¨® un excepcional 22% en 2022, pero sigue siendo una de las m¨¢s bajas de nuestro entorno. En Espa?a se consume, en funci¨®n de variaciones anuales, entre un 56 y un 72% de cine estadounidense. Y entre los ¨¦xitos de importaci¨®n predominan de manera muy acusada la acci¨®n y el drama, con muy escasa presencia de la comedia.
En opini¨®n de analistas como Gregorio Belinch¨®n, resulta l¨®gico que las productoras nacionales incurran, una y otra vez, en el ¨²nico g¨¦nero en que se est¨¢n mostrando capaces de competir con las producciones extranjeras, a¨²n a riesgo de convertir nuestro cine en un monocultivo c¨®mico. Lo que plantea un par de preguntas: ?hasta qu¨¦ punto es insular nuestro sentido del humor? ?De qu¨¦ (y por qu¨¦) nos re¨ªmos los espa?oles?
Hijas bastardas del humor televisivo
La directora Gracia Querejeta, que ha incurrido en el g¨¦nero con pel¨ªculas como Ola de cr¨ªmenes o Felices 140, considera que no hay nada que objetarle a la comedia espa?ola en s¨ª, pero que gran parte del humor local que triunfa ahora mismo en nuestra cartelera no es cine genuino, sino un p¨¢lido suced¨¢neo. Un subproducto ¡°precinematogr¨¢fico de juzgado de guardia¡±, derivado de las f¨®rmulas bastardas que triunfan en la televisi¨®n generalista. En su opini¨®n, este tipo de aberraciones de ¨¦xito masivo est¨¢ contribuyendo ¡°a que toda una generaci¨®n pierda el registro actoral de la verdadera comedia, porque los convierte en contadores de chistes y monologuistas¡±.
Querejeta no predica en el desierto. Por sorprendente que parezca, su percepci¨®n de que las comedias populares espa?oles suelen ser, de un tiempo a esta parte, productos de una calidad ¨ªnfima es compartida incluso por muchos de los que acuden a verlas. Basta con consultar las valoraciones de los internautas de Ocho apellidos vascos en portales como IMDB o en FilmAffinity (6,5 en la primera, 6 en la segunda).
Si eso ocurre con la m¨¢s popular de la camada, ?qu¨¦ decir de taquillazos tan denostados como Fuga de cerebros, Isi & Disi o De perdidos a R¨ªo? De ello se podr¨ªa deducir que ni siquiera su p¨²blico objetivo tiene una opini¨®n particularmente buena de este tipo de pel¨ªculas. Muchos de ellos las consumen de manera acr¨ªtica, como si las considerasen un mal h¨¢bito del que no consiguen desembarazarse o, peor a¨²n, un placer culpable.
Ra¨ªces profundas
Carlos Aguilar, invitado recurrente en el programa de La Dos Historia de nuestro cine y autor de libros como Cine c¨®mico espa?ol, 1950-61), aporta algo de perspectiva. El ¨¦xito de nuestra comedia responde a una realidad ¡°est¨¦tica y conceptual¡±: es el g¨¦nero ¡°m¨¢s cultivado¡± en Espa?a desde hace d¨¦cadas, ¡°ya desde el cine mudo, de hecho¡±. El espa?ol ¡°se reconoce en la comedia f¨ªlmica nacional¡±. Aunque sea ¡°a nivel subliminal¡±, capta que esas pel¨ªculas ¡°hablan de su realidad¡±. Y lo hacen ¡°desde una perspectiva que no falsea lo cotidiano, aunque lo muestre adoptando un punto de vista particular, no necesariamente menos veraz que el dram¨¢tico¡±.
Ernesto P¨¦rez Mor¨¢n, profesor de Historia del Arte de la Universidad Complutense y autor de Comedia popular espa?ola: la tragedia del tiempo, a?ade que ¡°hay una tradici¨®n c¨®mica de orientaci¨®n populista y ¨¦xito masivo que se remonta, por lo menos, al tardofranquismo, a Paco Mart¨ªnez Soria y, de ah¨ª, en adelante, pasando por Alfredo Landa, Manolo Escobar, Mariano Ozores o el d¨²o Pajares y Esteso¡±. Es una comedia que ha perpetuado un estereotipo: ¡°El del hombre genuinamente espa?ol, portador de las supuestas virtudes de la raza, que se resiste a la modernidad a brazo partido¡±. Un individuo ¡°chapado a la antigua, a veces astuto y otras m¨¢s bien ingenuo, a veces bienintencionado y otras indolente y c¨ªnico, pero siempre dispuesto a llamar a las cosas por su nombre¡±.
P¨¦rez Mor¨¢n detecta la pervivencia de ese peculiar ¡°pez fuera del agua¡± en el humor nacional contempor¨¢neo: ¡°Lo veo, con matices, en casi todo lo que ha hecho Santiago Segura, empezando por Torrente, o en los mon¨®logos de Leo Harlem¡±. La comedia popular espa?ola es escapista, propone ¡°un refugio ef¨ªmero al margen de la realidad¡±, pero parte de un posicionamiento ideol¨®gico impl¨ªcito: ¡°Espa?a contra el mundo, el campo contra la ciudad, la tradici¨®n contra las pretensiones y los rid¨ªculos excesos de la vida moderna, el hombre aut¨¦ntico contra la masculinidad decadente¡±.
El acad¨¦mico aprecia excepciones muy significativas, ¡°como la comedia madrile?a de Fernando Trueba o Manuel G¨®mez Pereira, Pedro Almod¨®var o incluso Cobeaga y San Jos¨¦, que en Vaya semanita ofrec¨ªan otra cosa, algo m¨¢s sofisticada y compleja¡±. Pese a todo, considera que la corriente principal resulta conservadora en t¨¦rminos culturales, sociales y est¨¦ticos.
Torrente como s¨ªntoma
P¨¦rez Mor¨¢n considera que ¡°Santiago Segura es el gran revitalizador de esa comedia absurda y chabacana, con resabios machistas y reaccionarios. Basta con comparar Padre no hay m¨¢s que uno con Padre no hay m¨¢s que dos, la comedia de Pajares y Esteso de 1982. El mensaje, 40 a?os despu¨¦s, sigue siendo pr¨¢cticamente el mismo pese a lo mucho que ha cambiado el contexto: el hombre espa?ol no hace nada en casa porque no es esa su funci¨®n. Pero, si se pone, cr¨ªa un hijo y lleva la intendencia dom¨¦stica mejor que cualquier mujer¡±.
P¨¦rez Mor¨¢n concede que este cine, que ¡°se nutre de t¨®picos muy explotados y perpet¨²a valores rancios¡±, podr¨ªa interpretarse tambi¨¦n como una s¨¢tira y una denuncia: ¡°Ese es el argumento al que recurre el propio Segura para defender a su Torrente. Pero la pregunta que creo que hay que hacerse no es qu¨¦ piensa en realidad Segura de su personaje, sino con qui¨¦n nos proponen estas pel¨ªculas que nos identifiquemos. Y a m¨ª me resulta obvio que la saga Torrente, m¨¢s all¨¢ de cu¨¢les sean las intenciones de Segura, nos invita a identificarnos con Torrente y a compartir su visi¨®n de la vida, por rid¨ªcula que pueda resultarnos si la analizamos racionalmente¡±.
Carlos Aguilar coincide con P¨¦rez Mor¨¢n (y con Gracia Querejeta) en que la comedia espa?ola ha sufrido ¡°una regresi¨®n en t¨¦rminos cualitativos¡± en los ¨²ltimos a?os. ?l la atribuye a ¡°una nefasta aclimataci¨®n de burdos estilos televisivos¡± que habr¨ªa que enmarcar ¡°en un declive general del arte cinematogr¨¢fico y de la cultura¡±. Eso explicar¨ªa que ya no se hagan comedias populares a la altura de grandes referentes del g¨¦nero como Almod¨®var o Luis Garc¨ªa Berlanga: ¡°Como espectador, considero que la ¨¦poca dorada del cine c¨®mico espa?ol es la que va de inicios de los a?os cincuenta a mediados de los sesenta, un periodo en que confluyen estilos muy diversos ejecutados de manera enjundiosa y muy eficaz, de manera que brillaban incluso las pel¨ªculas menos afortunadas¡±.
Desde entonces, Espa?a ha perseverado en el cultivo de la comedia (¡°una forma de arte noble y mucho m¨¢s dif¨ªcil de convertir en im¨¢genes que el drama¡±), pero lo ha hecho apostando por una sobredosis de ingredientes locales y coyunturales, lo que explica tanto su ¨¦xito inmediato como que envejezcan tan deprisa y resulten tan poco exportables: ¡°La mejor comedia es la que resulta universal y, en consecuencia, eficaz por doquier¡±.
El cr¨ªtico de cine Antonio Jos¨¦ Navarro aporta una an¨¦cdota significativa: ¡°Hace unos cuantos a?os, asist¨ª con mi mujer en Broadway a una adaptaci¨®n de Mujeres al borde un ataque de nervios. Fue una experiencia extra?a, porque los gags que nos resultaban m¨¢s graciosos a ella y a m¨ª eran acogidos con indiferencia por el p¨²blico estadounidense, que se tronchaba, en cambio, con detalles que a nosotros no nos llamaban apenas la atenci¨®n y a ellos les parec¨ªan el ep¨ªtome del typical spanish y del sello Almod¨®var¡±. Conclusi¨®n: incluso en las mejores comedias, las m¨¢s ¡°universales¡±, el humor depende de contextos de recepci¨®n cultural y de referentes compartidos. De ah¨ª que resulte tan dif¨ªcil de ¡°traducir¡± a sensibilidades distintas.
P¨¦rez Mor¨¢n vuelve a la tesis central de su libro: ¡°La comedia popular espa?ola se ha convertido en una especie de trinchera, consciente o no, contra el cambio cultural y contra la consolidaci¨®n en Espa?a de una cierta modernidad cosmopolita¡±. Es un producto de ¨¦xito que ofrece a sus espectadores ¡°una alta dosis de escapismo nost¨¢lgico mezclado con otros muchos ingredientes, a veces efectistas y soeces, en ocasiones brillantes¡±. Eso s¨ª, cabe reconocerle al g¨¦nero que ¡°el a?o que se estrena una comedia popular de gran ¨¦xito, la cuota de pantalla del cine espa?ol sube un par de puntos, lo que no deja de ser muy positivo para la industria nacional¡±. ?Es ese el milagro cotidiano que cabe esperar de Ocho apellidos marroqu¨ªs?
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