¡°Tuve el mundo a mis pies y ahora soy un meritorio¡±: cuando una tragedia casi destroz¨® la carrera de Michael Jordan
Hace 30 a?os el mundo deportivo se enfrent¨® a la noticia de que uno de sus astros se retiraba del baloncesto para dedicarse al b¨¦isbol, un movimiento cuyos verdaderos y tr¨¢gicos motivos solo se conocieron a?os m¨¢s tarde


Ocurri¨® el 6 de octubre de 1993. David Aldridge, de The Athletic, lo recuerda como una de las grandes conmociones de la historia del deporte. Michael Jordan, un atleta de 30 a?os, en plenitud de facultades, colgaba las botas tras nueve temporadas de excepcional desempe?o en la NBA, con tres t¨ªtulos en el zurr¨®n y el recuerdo en la retina del alto nivel exhibido en su ¨²ltima serie final, contra los Phoenix Suns. ?Las razones? Hab¨ªa dejado de disfrutar con el juego. Tal y como explica Jordan Greer en Sporting News, aquella tarde de octubre Jordan se sent¨® ¡°ante una horda de conmocionados reporteros¡± para contarles que el baloncesto profesional implicaba un nivel de exigencia tan alto que, sencillamente, no era posible asumirlo sin una motivaci¨®n adecuada.
Adem¨¢s, no soportaba la fama. Se le hac¨ªa insufrible sentirse objeto de adoraci¨®n, no tener intimidad, verse obligado a dedicar una parte sustancial de su ocio a posar con aficionados o firmar aut¨®grafos. Jordan acept¨® preguntas y se condujo con la prensa echando mano del ¡°carisma, la sensatez, el sentido del humor y los ocasionales arrebatos de ira, arrogancia y mezquindad¡± a los que los ten¨ªa acostumbrados. Con l¨¢grimas en los ojos, afirm¨® estar orgulloso de que su padre hubiese podido presenciar en directo su ¨²ltimo partido. En aquella comparecencia, Jordan desliz¨® por vez primera un detalle que por entonces no fue tomado del todo en serio: buscaba nuevos retos deportivos y se estaba planteando debutar en las grandes ligas de b¨¦isbol, el deporte que hab¨ªa practicado de ni?o, a instigaci¨®n de su padre, antes de acabar optando por el baloncesto.
Los Bulls se vieron obligados a reorganizarse de manera acelerada muy poco antes del arranque de su primera temporada sin Jordan. El equipo parec¨ªa asomarse a una larga traves¨ªa del desierto, pero la s¨²bita deserci¨®n del solista activ¨® al resto de la orquesta. Bajo el liderazgo ¡°democr¨¢tico¡± de Scottie Pippen (que, solo hoy lo sabemos, detestaba a Jordan por su liderazgo aplastante, sus suspicacias y sus arrebatos) los Bulls florecieron contra todo pron¨®stico.


Mientras todo esto suced¨ªa en Chicago, el desertor, seg¨²n explica Greer, empezaba a constatar que la vida lejos de la c¨²spide no resultaba tan id¨ªlica como hab¨ªa imaginado. En abril de 1994, en una ya legendaria entrevista con Ira Berkow, de The New York Times, Jordan reconoc¨ªa por vez primera que echaba de menos el deporte de alta competici¨®n. Estaba entrenando con los Birmingham Barons, filial de los White Sox de Chicago en una de las ligas menores de b¨¦isbol, y ya ten¨ªa asumido que su excepcional capacidad para jugar a baloncesto tal vez no era del todo extrapolable a otros deportes.
¡°T¨ªo, creo que nos hemos cargado al padre de Michael Jordan¡±
¡°Durante a?os, tuve el mundo a mis pies. Ahora no soy m¨¢s que un meritorio de 30 a?os que intenta abrirse paso, con modestia, en una competici¨®n profesional que a¨²n no sabe si le viene grande¡±. Su debut en la Southern League hab¨ªa sido tan decepcionante que, de acuerdo con el equipo t¨¦cnico de los Barons, acord¨® seguir entrenando sin competir hasta que estuviese ¡°verdaderamente preparado¡±. Pero eso momento no llegaba. La entrevista con Berkow, adem¨¢s, fue el primer s¨ªntoma inequ¨ªvoco de que Jordan no hab¨ªa sido del todo sincero sobre las verdaderas razones de su retirada de la NBA seis meses antes.
Jordan, en realidad, padec¨ªa una severa depresi¨®n no diagnosticada desde el fallecimiento de su padre en julio de 1993. Ni siquiera tuvo tiempo de procesar el duelo: acababa de proclamarse campe¨®n por tercera vez y ten¨ªa m¨²ltiples compromisos publicitarios que no quiso aplazar. James Jordan Sr. fue asesinado mientras dorm¨ªa en su coche en un ¨¢rea de descanso de Lumberton, en Carolina del Norte, tras una larga jornada jugando a golf. Ten¨ªa 56 a?os. Dos adolescentes, Daniel Green y Larry Martin Demery, le dispararon para robarle el flamante Lexus SC400 de 50.000 d¨®lares que su hijo Michael acababa de regalarle.


Al volante del veh¨ªculo, los asesinos se dirigieron a una zona pantanosa en la que abandonaron el cad¨¢ver. Mientras repasaban la documentaci¨®n del finado, Demery fue el primero en darse cuenta de algo que les result¨® inquietante: ¡°T¨ªo, creo que nos hemos cargado al padre de Michael Jordan¡±. El d¨²o homicida fue localizado muy poco despu¨¦s, tras realizar una serie de llamadas con el tel¨¦fono de la v¨ªctima.
En su entrevista en el campo de entrenamiento de los Barons, Jordan confesaba a Berkow que probar suerte en el b¨¦isbol no era m¨¢s que un homenaje p¨®stumo a su padre: ¡°Era su deporte preferido. Cuando yo era ni?o y viv¨ªamos en Wilmington, pasamos much¨ªsimas horas juntos en nuestro patio trasero, practicando con el bate y con los guantes¡±. Michael altern¨® ambos deportes hasta los 17 a?os, aunque en torno a los 14, cuando se convirti¨® en el alero titular del equipo de su instituto, el Emsley A. Laney de Wilmington, ya hab¨ªa quedado claro que lo suyo era el baloncesto.
En 1990, siempre seg¨²n el propio Jordan cont¨® a Berkow, su padre, al detectar que estaba atravesando una crisis de motivaci¨®n, le sugiri¨® que siguiese el ejemplo de un par de atletas legendarios, Bo Jackson y Deion Sanders, y practicase dos deportes profesionales a la vez. A Michael aquel proyecto no le result¨® realista: ten¨ªa un contrato de cuatro a?os con los Bulls, estaba cobrando un sueldo multimillonario y se esperaba de ¨¦l que hiciese campe¨®n a su equipo. Pero tom¨® buena nota de lo esencial: su padre, la persona m¨¢s influyente en su vida, segu¨ªa queriendo que jugase a b¨¦isbol.
Cuando ese viejo sue?o se hizo por fin realidad, pero transformado en una frustrante pesadilla, Jordan persever¨®, seg¨²n explicaba, recurriendo a di¨¢logos mentales con su progenitor: ¡°?l me dice que lo siga intentando. Que no importa lo que piensen la prensa o los aficionados. Que se burlen de m¨ª, que piensen que lo que estoy intentando es rid¨ªculo, forma parte del juego. No tengo por qu¨¦ demostrarles nada. Esto es algo entre mi padre y yo¡±.

Jordan pudo perseverar gracias a la generosidad (o el agudo sentido del negocio) de Jerry Reinsdorf, propietario tanto de los Bulls como de los White Sox. Cuando Jordan se sent¨® con Reinsdorf, pocos d¨ªas antes de su rueda de prensa de octubre del 93, para agradecerle su confianza y anunciarle que dejaba la NBA, el magnate le ofreci¨® la posibilidad de enrolarse en los White Sox conservando el sueldo pactado con los Bulls.
Aunque Reinsdorf ve¨ªa poco probable que Jordan acabase convirti¨¦ndose en una s¨²per estrella del bate, le pareci¨® un buen negocio mantenerle en n¨®mina mientras siguiese siendo no solo el deportista, sino la persona m¨¢s c¨¦lebre del planeta. Eddie Einhorn, uno de los principales socios de Reinsdorf, se mostr¨® de acuerdo con la decisi¨®n, ruinosa desde un punto de vista econ¨®mico. Einhorn ten¨ªa la teor¨ªa de que Jordan se estaba imponiendo una especie de irracional penitencia por la muerte de su padre, al que sent¨ªa que no hab¨ªa llorado lo suficiente: ¡°Se le pasar¨¢. Volver¨¢ a jugar a baloncesto. Y, cuando lo haga, nosotros estaremos ah¨ª, esper¨¢ndolo¡±.
Hagan juego se?ores, el mundo est¨¢ en la mesa
Sam Quinn, de CBS Sports, apunta a que exist¨ªa otra raz¨®n, a¨²n m¨¢s inc¨®moda, para el err¨¢tico comportamiento exhibido por Jordan en ese crucial 1993. El jugador hab¨ªa desarrollado una adicci¨®n al juego que llevaba incub¨¢ndose desde sus a?os de instituto y hab¨ªa acabado convirti¨¦ndose en un verdadero problema. El propio interesado lo confirm¨® en el sexto cap¨ªtulo de su serie documental The Last Dance.
Ya en sus a?os en la Universidad de Carolina del Norte, Jordan adquiri¨® el h¨¢bito de apostar gran parte del dinero que le daba su madre en partidas de billar o de dardos. M¨¢s tarde, convertido ya en el deportista mejor pagado del planeta, empez¨® a jugarse cantidades ¡°obscenas¡± en partidas de p¨®ker con periodistas de su c¨ªrculo como Sam Smith o Lacy Banks. Se embarcaba en m¨²ltiples apuestas con el personal de seguridad de los Bulls, con miembros de la directiva e incluso con compa?eros de equipo e integrantes del cuerpo t¨¦cnico.

Pippen recordaba a?os despu¨¦s que la mejor manera de congraciarse con Jordan, un tipo con encanto personal, pero de car¨¢cter dif¨ªcil, era apostar con ¨¦l y, a ser posible, perder, porque a Jordan le encantaba tener deudores, pero detestaba las deudas. La adicci¨®n al juego le acompa?¨® hasta el final de su carrera (Quinn afirma que, ya en 2001, ¡°arruin¨®¡± al rookie adolescente Kwame Brown en su etapa en los Washington Wizards, hasta el punto que los padres del muchacho se dirigieron al club para que intercediese por ¨¦l ante un inflexible Jordan, que pretend¨ªa cobrarle hasta el ¨²ltimo centavo), pero todo indica a que toc¨® techo en torno a ese fat¨ªdico 1993 en que casi todo en su vida se vino abajo.
En febrero, el baloncestista tuvo que prestar testimonio en un juicio contra el traficante de drogas James Silm Bowler, en cuyo poder se encontr¨® un cheque de 57.000 d¨®lares con la firma de Jordan. Michael reconoci¨® ante el juez que se trataba del pago de una deuda de juego. Dos meses despu¨¦s, en mayo, un periodista deportivo, Richard Esquinas, public¨® un libro sobre su propia ludopat¨ªa en el que afirmaba que Jordan y ¨¦l llevaban varios a?os jugando juntos a golf y apostando cantidades cada vez m¨¢s sustanciosas. Seg¨²n el relato de Esquinas, el n¨²mero 23 de los Chicago Bulls hab¨ªa llegado a deberle m¨¢s de un mill¨®n de d¨®lares y se resist¨ªa a pag¨¢rselos. Quer¨ªa doblar la apuesta.
Jordan afirm¨® que aquello no eran m¨¢s que patra?as difundidas por un oportunista con af¨¢n de notoriedad, pero acab¨® llegando a un acuerdo privado para pagarle 300.000 d¨®lares a Encinas y cancelar as¨ª la deuda. Por entonces, se rumore¨® que la misteriosa lesi¨®n que mantuvo a Michael apartado de las canchas poco antes de que arrancasen los play off hab¨ªa sido, en realidad, una sanci¨®n encubierta urdida por el alto comisario de la NBA, David Silver, que quiso darle un toque de atenci¨®n, pero sin perjudicar su imagen.
Una secuela que super¨® al original
El fin de la historia es bien conocido. Los prometedores Bulls del mejor Pippen no fueron capaces de proclamarse campeones en su primera temporada sin Jordan. Compitieron al l¨ªmite, pero fueron derrotados por los New York Knicks de Patrick Ewing en una ag¨®nica semifinal de la Conferencia Este.
La temporada siguiente se produjo un alarmante descenso en su rendimiento y empez¨® a rumorearse que Jerry Reinsdorf estaba intentando convencer a Jordan de que abandonase de una vez por todas su absurdo sue?o de triunfar en el b¨¦isbol y sus conversaciones con su padre muerto para volver al equipo y sacarlo del pozo. La noticia que todo el mundo esperaba se produjo en mayo de 1995. Jordan hizo p¨²blico un escueto comunicado, una obra de arte del marketing deportivo: ¡°I¡¯m back¡± (¡±He vuelto¡±).
Se puso a las ¨®rdenes de su antiguo patr¨®n, Phil Jackson, y se condujo el resto de la temporada con una desconcertante humildad, respetando incluso las nuevas jerarqu¨ªas que se hab¨ªan consolidando en el equipo, elogiando ¡°la profesionalidad y el compromiso¡± de Scottie Pippen y el ¡°enorme talento¡± de Toni Kukoc. Esa temporada no son¨® la flauta. Un Jordan no del todo en forma no fue suficiente para recuperar la inercia positiva. El equipo volvi¨® a caer en la segunda ronda del play off, esta vez ante los rutilantes Orlando Magic en los que un veterano de los Bulls, Horace Grant, hab¨ªa encontrado acomodo.
Pero Jordan volvi¨® por sus fueros en el curso 1995-96. Se despoj¨® del disfraz de falso humilde, recuper¨® la voracidad y el instinto asesino, volvi¨® a poner a todo el equipo, incluidos Pippen y Kukoc, a su servicio. As¨ª inici¨® sus a?os de hierro, en los que obtuvo tres t¨ªtulos m¨¢s y se consolid¨® como el mejor deportista del siglo XX con permiso de Muhammad Ali.
La selecci¨®n brasile?a f¨²tbol no pudo ser campeona del mundo sin Pel¨¦ en 1974 y los Bulls de Pippen no pudieron, en 1994, escalar el Everest sin llevar en su cordada a Michael Jordan. S¨ª disfrutaron poco despu¨¦s, para inmensa suerte de los adicionados al deporte, de un espl¨¦ndido Jordan despu¨¦s de Jordan. Despu¨¦s de la adicci¨®n al juego, de la depresi¨®n larvada, del b¨¦isbol, de las curas de humildad y de las voces del padre muerto resonando en su cabeza, Jordan volvi¨® a ser la mejor versi¨®n de Jordan. Y Pippen sigui¨® engordando su palmar¨¦s. Aunque fuese pagando un cruel peaje: asumir de nuevo el papel de escudero eterno del hombre al que detestaba.
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