¡°Si no os gusto, vosotros tampoco a m¨ª¡±: cuando un director cabreado provoc¨® el ¨²ltimo gran esc¨¢ndalo de Cannes
Cuando la nueva edici¨®n de Cannes promete una competencia digna de sus momentos ¨¢lgidos (Coppola, Cronenberg y Schrader frente a nuevos y pol¨¦micos cineastas), muchos recuerdan el que fue probablemente el momento m¨¢s tenso de la historia del festival
Nadie cuenta ya con el esc¨¢ndalo en Cannes. Hace tiempo que el festival de cine m¨¢s importante del mundo no es escenario para las grandes pol¨¦micas. Cuando se roza alguna ¡ªfue el caso del director dan¨¦s Lars Von Trier, quien en 2011, mientras presentaba Melancol¨ªa, declar¨® entender a Hitler en tono zumb¨®n: ¡°No es lo que llamar¨ªamos un buen tipo, pero simpatizo un poco con ¨¦l¡±¡ª, el asunto suele resolverse con unos titulares de tama?o medio y unas cuantas ediciones en barbecho. Ni siquiera provocadores profesionales como Gaspar No¨¦ tienen ya gran cosa que hacer en el paseo de la Croisette.
En cuanto a las querellas cr¨ªticas por las ganadoras de la Palma de Oro, pocas se han escenificado una vez se super¨® el trauma colectivo de hace ya 25 a?os, cuando David Cronenberg se neg¨® a otorgar el primer premio a la favorita Todo sobre mi madre de Pedro Almod¨®var en beneficio de Rosetta, de los hermanos Dardenne. Por eso sorprende tanto saber que hubo una edici¨®n de Cannes en la que se juntaron en el palacio de festivales una atronadora marea de abucheos del p¨²blico, los dos mayores dioses vivientes del espect¨¢culo franc¨¦s aguantando el tipo como pod¨ªan y un director iracundo con el pu?o en alto. Esto ocurri¨® en 1987, y posiblemente fue el ¨²ltimo gran momento de genuina incomodidad general que ha deparado Cannes.
Aquel a?o se celebraba el 40 aniversario del festival. Con tal motivo, se hab¨ªa congregado la habitual legi¨®n de estrellas: se dejaron ver en la mont¨¦e des marches Elizabeth Taylor, Robert De Niro, Claudia Cardinale, John Malkovich, John Travolta, Marcello Mastroianni, Diane Keaton, Paul Newman, Joanne Woodward o la diva del cine mudo Lillian Gish, que a sus 93 a?os regresaba a la gran pantalla. Pero nadie brill¨® tanto como los pr¨ªncipes Carlos y Diana de Gales, all¨ª presentes para un homenaje a su compatriota, el actor Alec Guinness.
En la sesi¨®n de gala a la que ambos asistieron, Diana llevaba un vestido azul que alud¨ªa a la Grace Kelly de Atrapa a un ladr¨®n, rodada en la Costa Azul, y su presencia levant¨® tal revuelo que el director ¡ªtambi¨¦n brit¨¢nico¡ª Lindsay Anderson elev¨® una protesta ante los representantes del festival que pretend¨ªan que cediera el paso a la pareja real: ¡°No olvidemos que esto es un festival de cine, se supone que estamos aqu¨ª para hablar de pel¨ªculas¡±.
Podr¨¢ objetarse que, parad¨®jicamente, de pel¨ªculas no es de lo que m¨¢s se habla en un festival de cine, habiendo otros temas ¡ªcomo la marcha de los negocios, la situaci¨®n pol¨ªtica mundial o las firmas de alta costura que lucen las estrellas¡ª m¨¢s suculentos que despachar. Pero en la gala de clausura las cosas volvieron a ponerse en su sitio, aunque no fuera del modo esperado. La prensa especializada y los aficionados daban por hecho que la Palma de Oro se debat¨ªa entre la tierna Ojos negros, del ruso Nikita Mijalkov (a un lado del ring, el viejo academicismo de pap¨¢), y El cielo sobre Berl¨ªn, del alem¨¢n Wim Wenders (al otro lado, la irreductible cinefilia). La familia, del veterano Ettore Scola, y El vientre del arquitecto, revelaci¨®n de Peter Greenaway, eran otras candidatas con opciones. Entonces salieron a escena el actor y cantante Yves Montand, presidente del jurado oficial, y una rutilante Catherine Deneuve, que portaba con ambas manos la Palma de Oro, expuesta en su funda de puertecitas cual hostia en un sagrario. Ley¨® Montand: ¡°La Palma de Oro (va) por unanimidad a¡ ?Bajo el sol de Sat¨¢n, de Maurice Pialat!¡±.
Entonces fue cuando el escenario se vino abajo. Empezaron a sonar al mismo tiempo los aplausos y ¡ªbastante m¨¢s audibles¡ª los silbidos y abucheos, incluso los gritos, como si se estuviera recibiendo a Mar¨ªa Antonieta en la senda del cadalso. Maurice Pialat, el destinatario de la Palma y de las reacciones del p¨²blico, un hombre de mediana estatura, barba blanca y piel cetrina, vestido con cazadora gris en territorio de esm¨®quines y vestidos largos, emergi¨® como pudo de su butaca y avanz¨® hacia el escenario para recoger su Palma. Mientras, Catherine Deneuve se aproximaba al micr¨®fono para tratar de calmar los ¨¢nimos: ¡°Quisiera pedirles que escuchen a Maurice Pialat, porque a m¨ª siempre me ha llamado mucho la atenci¨®n su inteligencia y su amor al cine. Aunque su pel¨ªcula sea muy controvertida, les pido que le dejen hablar¡±. Y por unos segundos el p¨²blico se pleg¨® ante la autoridad de la estrella. Tiempo suficiente para que Pialat pronunciara el siguiente discurso de aceptaci¨®n: ¡°No fallar¨¦ a mi reputaci¨®n. Me alegro especialmente est¨¢ noche por todos los gritos y silbidos que me dirig¨ªs. Y si yo no os gusto a vosotros, os digo que vosotros tampoco me gust¨¢is a m¨ª¡±. En una mano sosten¨ªa su Palma de Oro. La otra la agitaba en alto y cerrando el pu?o, como desaf¨ªo contra un p¨²blico que reanudaba con m¨¢s fuerza sus pitidos y abucheos.
Al d¨ªa siguiente, la prensa internacional de cultura y espect¨¢culos manifestaba su sorpresa ante la decisi¨®n de un jurado en el que, adem¨¢s de Montand, destacaban el escritor norteamericano Norman Mailer, el cineasta griego Theo Angelopoulos, la cr¨ªtica gala Dani¨¨le Heyman y el productor brit¨¢nico Jeremy Thomas. Especialmente ofendido se mostr¨® en las p¨¢ginas de este diario ?ngel Fern¨¢ndez¨CSantos, que daba a entender que los jueces hab¨ªan ¡°cedido a presiones¡± para premiar a un director franc¨¦s ¡ªel pa¨ªs anfitri¨®n llevaba sin obtener el primer premio desde hac¨ªa 21 a?os, gracias a la meliflua Un hombre y una mujer (1966), de Claude Lelouch¡ª, y reclamaba el galard¨®n para la pel¨ªcula de Mijalkov. Despu¨¦s se sabr¨ªa que otro componente del jurado, el tambi¨¦n ruso Elem Klimov, se hab¨ªa negado a premiar Ojos negros por motivos tanto pol¨ªticos como art¨ªsticos, amenazando con dimitir si se le contradec¨ªa. Por su parte, Dani¨¨le Heyman declarar¨ªa en 2019 que ni ella ni sus compa?eros recibieron presi¨®n alguna del exterior, y que ya desde la primera votaci¨®n una de las candidatas mejor posicionadas fue la pel¨ªcula de Pialat. S¨ª admit¨ªa, sin embargo, que all¨ª se vot¨® no tanto a favor de Pialat como en contra de Mijalkov.
Desde los primeros pases en el festival, Bajo el sol de Sat¨¢n fue una de las pel¨ªculas peor valoradas por la prensa, en un a?o en el que la competencia en este sentido era dura ¡ªla adaptaci¨®n de Francesco Rosi de Cr¨®nica de una muerte anunciada fue rebautizada por el cr¨ªtico G¨¦rard Lefort, que hac¨ªa honor a su apellido, como ¡°Cr¨®nica de una mierda anunciada¡±¡ª, y muchos art¨ªculos hab¨ªan destacado su narraci¨®n desconcertante y poco fluida, su montaje abrupto, su clima deprimente y su tono pretencioso. Se rumoreaba incluso que G¨¦rard Depardieu, el protagonista, hab¨ªa intentado que la pel¨ªcula se retirara de la competici¨®n al conocer las reacciones cr¨ªticas.
Era la octava pel¨ªcula de Pialat, uno de los primeros directores post-Nouvelle vague, muy apreciado por algunos cin¨¦filos gracias a trabajos anteriores como No envejeceremos juntos (1972), Loulou (1980) o A nuestros amores (1983), con la que hab¨ªa ganado el premio C¨¦sar a la mejor pel¨ªcula. Tras estas historias autobiogr¨¢ficas, en Bajo el sol de Sat¨¢n adapt¨® una novela del escritor cat¨®lico franc¨¦s Georges Bernanos, centrada en las historias paralelas de una joven que asesina a su amante y termina suicid¨¢ndose y un sacerdote rural que se debate contra Satan¨¢s, que se le presenta en carne y hueso, antes de obtener la gracia divina para obrar un espectacular milagro. El ascetismo de su propuesta visual no conect¨® con un p¨²blico que en aquel Cannes estaba mucho m¨¢s dispuesto a dejarse llevar por la mezcla de alegr¨ªa de vivir y demagogia nost¨¢lgica de Ojos negros o los vistosos cuadros vivientes de El vientre del arquitecto. Sin embargo, Pialat recibi¨® p¨²blicas felicitaciones del presidente de la Rep¨²blica francesa, Fran?ois Miterrand, y del ministro de Cultura, Jack Lang.
Hal Hinson, cr¨ªtico del diario The Washington Post, escribi¨®: ¡°Usted elige: puede gastarse los d¨®lares que hagan falta para ver Bajo el sol de Sat¨¢n, de Maurice Pialat, o puede quedarse en casa y golpearse en la cabeza con un martillo¡±. Y despu¨¦s desarrollaba: ¡°El dolor que causa Bajo el sol de Sat¨¢n es menos extremo, pero le carcomer¨¢ prolongadamente y con baja intensidad a lo largo de una interminable escena tras otra. Otros s¨ªntomas incluyen dificultad para respirar, dolor lumbar, p¨¦rdida de sensibilidad en las extremidades y sensaci¨®n de muerte inminente¡±. A cambio, los miembros de Cahiers du Cin¨¦ma se erigieron en paladines de la pel¨ªcula, que consideraron la mejor de aquel 1987, liderando un ranking en el que tambi¨¦n estaban El ¨²ltimo emperador de Bertolucci, Intervista de Fellini o Terciopelo azul de David Lynch.
El legado de Sat¨¢n
Por lo dem¨¢s, si bien quiz¨¢ la pel¨ªcula de Pialat es la ganadora de Cannes que ha obtenido mayor contestaci¨®n en el momento de lectura del palmar¨¦s, no es la ¨²nica que ha sido objeto de cierta pol¨¦mica. Solo tres a?os m¨¢s tarde, Coraz¨®n salvaje de David Lynch (que hoy en d¨ªa se considera de sobra merecedora del galard¨®n) fue vista por muchos como un delirio violento muy inferior a candidatas como Ju Dou de Zhang Yimou o Cyrano de Bergerac de Jean¨CPaul Rappeneau. En 1994, cuando Clint Eastwood, el presidente del jurado de aquella edici¨®n, anunci¨® que la Palma de Oro era para Pulp Fiction, de Quentin Tarantino, la mayor¨ªa del p¨²blico le dedic¨® una ovaci¨®n y un sonoro aplauso, pero tambi¨¦n emergi¨® la voz de una mujer que gritaba: ¡°Mais quelle daube! Putain fait chier!¡± (algo as¨ª como ¡°?Pero qu¨¦ porquer¨ªa, hay que joderse!¡±), a lo que Tarantino respondi¨® desde el escenario con una peineta.
A lo largo de la historia del festival, tambi¨¦n han generado divisi¨®n cr¨ªtica o pol¨¦micas de tipo pol¨ªtico otras Palmas como La dolce vita (Fellini, 1960), Viridiana (Bu?uel, 1961), Taxi driver (Scorsese, 1976), Barton Fink (Coen, 1991) o El t¨ªo Bonmee (Apichatpong, 2010). Pero todas estas pel¨ªculas, sin excepci¨®n, han pasado mucho mejor el filtro del tiempo que muchas de las que en su d¨ªa obtuvieron el premio bajo un clima general de consenso, al estilo de Orfeo negro (Camus, 1959), Un hombre y una mujer (Lelouch, 1966), La Misi¨®n (Joff¨¦, 1986) o Pelle el conquistador (August, 1988).
En cuanto al concurso de la pr¨®xima edici¨®n, cuya selecci¨®n se desvel¨® el pasado jueves y que se celebrar¨¢ del 14 al 25 de mayo, a priori las mayores posibilidades de esc¨¢ndalo provienen del body horror de The Substance, segundo largometraje de Coralie Fargeat tras su violenta historia de venganza Revenge (2017), y el regreso al cine de Francis Ford Coppola con Megalopolis, de la que se espera que divida las opiniones de manera radical, como quiz¨¢ tambi¨¦n hagan lo ¨²ltimo de Yorgos Lanthimos, David Cronenberg, Paul Scharader y Paolo Sorrentino.
Vista hoy, la pel¨ªcula de Pialat resulta de una inusitada belleza, y algunas de sus escenas despliegan una fuerza pl¨¢stica y dram¨¢tica arrasadora, que pocas veces se ha igualado: el encuentro entre el cura Donissan (G¨¦rard Depardiu) y el demonio en el campo anochecido, el cara a cara entre Mouchette (Sandrine Bonnaire) y su amante que termina con un grito de frustraci¨®n, el momento decisivo del milagro. Si un concepto tan sobado como ¡°obra maestra¡± sigue teniendo vigencia hoy en d¨ªa, es para denominar pel¨ªculas como Bajo el sol de Sat¨¢n.
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