De Brando a ¡®The Bear¡¯: c¨®mo una simple camiseta blanca ha moldeado la masculinidad desde hace 100 a?os
Cruza generaciones y clases sociales, se puede combinar con casi cualquier cosa y el largo de sus mangas o lo ajustado de su pecho ha marcado el estilo de celebridades (y an¨®nimos) d¨¦cada a d¨¦cada
Cuando hubo que convertir a un jovenc¨ªsimo Marlon Brando en el brutal Stanley Kowalski de Un tranv¨ªa llamado deseo, la obra teatral de Tennessee Williams que se estren¨® en 1947, la directora de vestuario, Lucinda Ballard, se inspir¨® en los obreros que cavaban zanjas, sucios y sudorosos bajo el sol de la ciudad. Solo que opt¨® por reducir la talla de todo el equipamiento: visti¨® a Brando con una camiseta muy ajustada, y tambi¨¦n le embuti¨® en unos pantalones vaqueros que marcaban sus gl¨²teos y muslos como una segunda piel. El actor estaba entusiasmado con lo que ve¨ªa en el espejo, algo que resulta compresible. Ten¨ªa ante s¨ª una imagen sexy e hiperb¨®licamente masculina que en escena har¨ªa sombra a Jessica Tandy, la actriz que interpretaba a la protagonista, Blanche DuBois. Cuatro a?os despu¨¦s, en la versi¨®n para el cine que dirigi¨® Elia Kazan ¨Cdonde Tandy fue reemplazada por Vivien Leigh¨C, tanta apretura se consider¨® imp¨²dica, as¨ª que los vaqueros de Brando fueron asimismo sustituidos por unos pantalones holgados. La camiseta, en cambio, se qued¨® para remarcar la sexualidad voraz del personaje.
Aquel ser¨ªa el inicio oficioso de una tendencia. La camiseta, que hasta entonces solo se utilizaba como ropa interior, lograba el pasaporte para su uso externo. A cambio, durante mucho tiempo sigui¨® asociada a las clases proletarias o la contracultura. Tuvieron que pasar unas cuantas d¨¦cadas para que la camiseta blanca y lisa masculina de manga corta fuera cosa de pijos. Hoy supone un espacio de resistencia frente al barroquismo indumentario, la logoman¨ªa y el brilli-brilli ostentatorio que nos asolan, como recientemente demostraba el dise?ador Simon Porte Jacquemus con su elecci¨®n indumentaria para asistir a la fiesta de preludio a los Juegos Ol¨ªmpicos de Par¨ªs organizada por el grupo LVHM. Pero llegar hasta ese triunfo de elegancia a la vez minimalista, relajada y sensual ha requerido un largo camino.
All¨¢ por el siglo XIX, los hombres occidentales llevaban bajo la ropa una sola prenda que cubr¨ªa torso y piernas con un largo variable. No fue hasta finales de la centuria cuando, por razones de comodidad, se separaron los calzoncillos de la camiseta. Los marines norteamericanos empezaron a vestir ambas prendas en la Guerra de Cuba, y poco despu¨¦s lo har¨ªan tambi¨¦n soldados de otros ej¨¦rcitos, tras lo cual la costumbre se extendi¨® a distintas capas de la sociedad. Algunos profesionales sometidos a condiciones particularmente severas, como mineros, obreros de la construcci¨®n o estibadores, tuvieron licencia para lucir externamente lo que para entonces ya era un componente imprescindible del atav¨ªo interior masculino. Y en ese punto lleg¨® su supuesta ca¨ªda en desgracia. Existe la leyenda de que, en 1934, las ventas de camisetas interiores se desplomaron debido a una escena de la pel¨ªcula Sucedi¨® una noche, de Frank Capra, en la que Clark Gable se despojaba de su camisa dejando ver que por debajo su torso estaba desnudo. Aunque todo indica que la historia es ap¨®crifa, revela que las cosas empezaban a cambiar.
Una d¨¦cada larga medi¨® entre esta relajaci¨®n del deber de llevar una camiseta bajo otra ropa y su visibilizaci¨®n definitiva en igualdad de condiciones con el resto de la vestimenta. Hizo falta el advenimiento de la II Guerra Mundial, durante la cual el ej¨¦rcito norteamericano volvi¨® a equipar con camisetas a sus efectivos. Muchos de ellos se pon¨ªan esas mismas camisetas en sus horas de asueto, ahora bien a la vista y combinadas con los pantalones del uniforme militar. Marcial pero desenfadada, resultaba una combinaci¨®n ganadora.
Suele se?alarse a Brando, y tambi¨¦n a James Dean, como pioneros de la tendencia en Hollywood. Pero es justo recordar que, ya en 1945, Gene Kelly aparec¨ªa en camiseta en Levando anclas, uno de sus grandes ¨¦xitos, donde interpretaba a un marinero. La prenda era blanca en una escena en la que la vest¨ªa como ropa interior, acompa?ada de calzoncillos de algod¨®n tipo b¨®xer, y ten¨ªa rayas celestes en el momento m¨¢s recordado de la pel¨ªcula, cuando el actor y bailar¨ªn desempe?aba un n¨²mero musical junto al rat¨®n Jerry.
En la pantalla, Kelly segu¨ªa la estrategia de utilizar las prendas m¨¢s informales que la decencia permit¨ªa ¨Csudaderas, pantalones caqui, gorras o zapatillas de lona perfectamente v¨¢lidas en tiempos actuales¨C para diferenciarse de las estrellas de la generaci¨®n anterior, en especial del impecablemente trajeado Fred Astaire.
Durante los a?os cincuenta, Brando abri¨® la veda: no solo con Un tranv¨ªa llamado deseo (Elia Kazan, 1951), sino tambi¨¦n con Salvaje (L¨¢szl¨® Benedek, 1953), donde hac¨ªa honor al t¨ªtulo por su look de ¨¢ngel del infierno que combinaba vaqueros, cazadora perfecto de cuero negro, visera ladeada y, de nuevo, sucinta camiseta. Dos a?os despu¨¦s, James Dean asent¨® la tendencia en Rebelde sin causa: resulta sintom¨¢tico que, en las primeras escenas de la pel¨ªcula, su personaje apareciera con americana, camisa y corbata ¨Cque era como cualquier joven de clase media vest¨ªa por aquellos tiempos¨C, y solo cuando optaba por asumir conscientemente su rebeld¨ªa cambiaba a superposici¨®n de camiseta blanca y cazadora roja. El mismo efecto puede apreciarse en una c¨¦lebre foto ¨Cobra de Eve Arnold¨C que muestra a Paul Newman en el Actor¡¯s Studio en 1955, con camiseta blanca, pantalones oscuros y mocasines, que destaca como un faro en un mar de chaquetas de tweed.
Otros sex symbols tomar¨ªan despu¨¦s el relevo, de Steve McQueen a Alain Delon (que, en Rocco y sus hermanos, de Visconti, ten¨ªa la coartada de que su personaje fuera un boxeador). Para los a?os sesenta, la camiseta blanca se hab¨ªa popularizado como prenda informal en vacaciones, incursiones deportivas y ocio en general, como demuestra que John F. Kennedy ¨Cinteresado en promocionarse como un presidente atl¨¦tico y deportista¨C se dejara fotografiar de esa guisa. En las dos d¨¦cadas siguientes, la juventud contestataria de ambos sexos adopt¨® la camiseta ¨Cocasionalmente con lemas o consignas pol¨ªticas impresas¨C para diferenciarse de sectores m¨¢s conformistas que se manten¨ªan fieles a las camisas o, como mucho, evolucionaban hacia al polo de piqu¨¦ con cuello camisero originario del tenis.
En cambio, en los ochenta, con la proliferaci¨®n de prendas oscuras o de colorido explosivo, y la adopci¨®n de mallas, cadenas, imperdibles y dem¨¢s fanfarria heredada de las subculturas rock y punk, la simple camiseta blanca transmit¨ªa una sobriedad tranquilizadora. Jos¨¦ Mar¨ªa Cano, del grupo Mecano, ejemplificaba sin desv¨ªos esta opci¨®n est¨¦tica con su uniforme consistente en pantalones vaqueros, camiseta blanca b¨¢sica y chupa de cuero, en una palmaria domesticaci¨®n del Brando de Salvaje. Por su parte, los protagonistas de la serie Corrupci¨®n en Miami daban otro salto cualitativo estil¨ªstico al popularizar una asociaci¨®n antes impensable, la de la camiseta y el traje, que en su d¨ªa despert¨® tanto furor como hostilidad.
Desde los noventa, entre los j¨®venes acomodados ¨Co con pretensiones de parecerlo, con series como Sensaci¨®n de vivir como referentes¨C, la camiseta blanca ha asomado por debajo de camisas holgadas que pod¨ªan lucir alg¨²n monograma del estilo de Ralph Lauren. Pero tambi¨¦n se ha mantenido como parte del repertorio masculino m¨¢s minimalista, con adeptos de la talla de Bruce Willis o Brad Pitt. En los ¨²ltimos tiempos, los estilistas de serie The Bear han aprovechado el poder ic¨®nico de la camiseta blanca al vestir a su actor principal, Jeremy Allen White, casi exclusivamente con ella durante la primera temporada. En respuesta a las elucubraciones surgidas al respecto, la responsable de vestuario Cristina Spiridakis confirm¨® que para Carmy Berzatto ¨Cel personaje de Allen White¨C hab¨ªa optado por la marca alemana Merz b. Schwanen, cuyo cat¨¢logo ofrece distintos tipos de cuellos ¨Cincluidos los abiertos con botones de n¨¢car, reminiscentes de las prendas interiores que a¨²n se llevaban a principios del siglo pasado¨C, colores, grosores y largos de manga, y que destacan por su elevada calidad y sus precios en consonancia.
La camiseta blanca ha demostrado su capacidad para adaptarse a los tiempos variando m¨ªnimamente su configuraci¨®n. Sigue resultando una opci¨®n imbatible combinada con vaqueros o chinos ¨Cambos, tambi¨¦n, inventos de finales del siglo XIX que han saltado de unos modestos or¨ªgenes a convertirse en est¨¢ndares que unen todas las clases sociales¨C, as¨ª como con bermudas o pantalones m¨¢s formales, dotados de pinzas o incluso de raya. Vestirla con el bajo por fuera o por dentro el pantal¨®n es cuesti¨®n de ocasiones y de preferencias personales. Mucho se ha escrito sobre el largo ideal del cuerpo, que no debe ser excesivo, con el fin de estilizar las piernas y evitar arrugas a la altura de abdomen o cintura. En cuanto a la manga, idealmente deber¨ªa recorrer entre la mitad y tres cuartos del camino que separa el hombro del codo. En las ¨²ltimas temporadas parecen imponerse medidas que superan con holgura el l¨ªmite de esta ¨²ltima articulaci¨®n, como en otros momentos ha regido la manga extracorta. Sin embargo, todo seguimiento excesivo de las modas juega en contra de la naturaleza ic¨®nica y atemporal de la prenda.
Siguiendo con las modas, otro uso que ha irrumpido con fuerza en tiempos recientes es el empleo de los b¨®xers masculinos holgados de algod¨®n como prenda exterior, tanto para hombres como para mujeres. De confirmarse la tendencia en las pr¨®ximas temporadas, estar¨ªamos ante la repetici¨®n de una historia conocida: quiz¨¢ muy pronto los calzoncillos se conviertan en la nueva camiseta blanca.
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