¡°Internet no nos ha vuelto malos, ya ¨¦ramos as¨ª¡±: la trampa de a?orar aquella red ¡°amable¡± de hace 20 a?os
Una serie de artistas y de movimientos en la red reivindican aquella red inocente que conocimos hace 25 a?os, pero otros especialistas se?alan que todos los errores actuales ya exist¨ªan entonces y de que esa nostalgia es una trampa para no centrarnos en hallar soluciones
En los visuales de los conciertos de Mar¨ªa Escarmiento, como en los de muchas otras figuras de la escena urbana, aparecen iPods, tel¨¦fonos Blackberry y capturas de pantalla de Fotolog, Messenger o Tuenti. Buena parte del p¨²blico es demasiado joven para haber utilizado esas tecnolog¨ªas, pero sabe para qu¨¦ sirvieron esos aparatos y webs. Incluso ellos los asocian a una ¨¦poca durante la que los espacios virtuales eran m¨¢s acogedores, divertidos y habitables. Es la fuerza de la est¨¦tica Y2K o del Flow 2K, uno de los ¨²ltimos revivals que, en todas las disciplinas art¨ªsticas, consiste en recuperar y reinterpretar los dise?os e interfaces de los dispositivos electr¨®nicos de hace alrededor de 20 a?os.
Es el en¨¦simo giro nost¨¢lgico de una cultura obsesionada con la retroman¨ªa. Hace a?os que los millenials son adultos y ahora podr¨ªan estar buscando el tiempo perdido mediante la evocaci¨®n de las horas que pasaron chateando en MSN Messenger (no fueron tan emocionantes: se sol¨ªa hablar con los compa?eros de clase inmediatamente despu¨¦s de estar con ellos) y buscando pel¨ªculas y canciones de Evanescence, Green Day y Eminem en eMule (muchas veces sonaban mal y el ruido del ordenador, encendido toda la noche, provocaba pesadillas). Adem¨¢s, tal y como advierten acad¨¦micos como Grafton Tanner (autor de Nostalgia y utop¨ªa en la era de las Big Tech), internet, con su forma de archivo, encaja especialmente bien con la nostalgia, y todo este movimiento de reivindicaci¨®n y arqueolog¨ªa (que desempolva material desde los tiempos dorados del IRC y Habbo Hotel hasta los primeros a?os de Facebook, justo antes del esc¨¢ndalo de Cambridge Anal¨ªtica) es una excusa perfecta para relanzar productos o producir contenidos virales sin demasiado esfuerzo.
No obstante, el Flow 2000 tambi¨¦n podr¨ªa significar que echamos de menos el viejo internet (si es que algo as¨ª existi¨®) o, por lo menos, que necesitamos una red a otra escala y a otra velocidad, m¨¢s humana y m¨¢s amable. Hace poco, el cr¨ªtico cultural Kyle Chayka escribi¨® en The New Yorker sobre ¡°tecnolog¨ªa acogedora¡±, una de las ¨²ltimas fantas¨ªas que difunden plataformas como TikTok. ¡°Tecnolog¨ªa acogedora¡± es la etiqueta que agrupa contenidos sobre usuarios que, mientras beben de una taza humeante, navegan sin prisa o juegan a videojuegos agradables y sencillos en dispositivos con dise?os ergon¨®micos y suaves. Es una imagen m¨¢s potente de lo que parece porque transmite algo que perdimos en alg¨²n momento de la ¨²ltima d¨¦cada: sensaci¨®n de control; la idea de que es posible volver a disfrutar de la tecnolog¨ªa con tranquilidad.
Durante los ¨²ltimos meses se han publicado en Espa?a varios ensayos que exploran este deseo (nost¨¢lgico o proyectado hacia el futuro) de un internet mejor. Las redes son nuestras (Marta G. Franco, Consonni), Utop¨ªas digitales (Ekaitz Cancela, Verso Libros) y La viralidad del mal (colectivo Proyecto Una, Descontrol Editorial) son libros que coinciden en el diagn¨®stico y proponen distintas soluciones colectivas para escapar de este internet degradado en el que las plataformas han ganado la batalla a los usuarios, el odio ha superado a las redes de apoyo, la extracci¨®n de datos y el af¨¢n de lucro ensucian cada rinc¨®n y el entretenimiento est¨¢ envenenado. De paso, desmontan algunos mitos tecn¨®fobos y alertan contra los discursos que lanzan los gur¨²s a sueldo de las grandes tecnol¨®gicas. Estos libros tambi¨¦n contienen muchas de las posibles respuestas para esas dos preguntas que, ¨²ltimamente, recordamos tan a menudo: ?Ha cambiado la red o hemos perdido nosotros la inocencia? En resumen: ?en qu¨¦ momento se fastidi¨® internet?
Una utop¨ªa truncada
Los m¨¢s pesimistas consideran que la historia de internet es la historia de un gran fracaso: otra enorme decepci¨®n colectiva porque la ¨²ltima utop¨ªa veros¨ªmil (una red horizontal y libre) se qued¨® por el camino. En su ensayo, Marta G. Franco explica que la historia de internet est¨¢ marcada por sucesivos robos o expropiaciones forzosas, y que el tercero y ¨²ltimo de estos robos se produjo hace ocho a?os. El primero se complet¨® durante el salto de la red para nerds de los noventa a la de la burbuja de las puntocom; el segundo, cuando surgi¨® la Web 2.0 y los usuarios ganaron protagonismo, pero tambi¨¦n se convirtieron en productores de datos gratuitos; y el tercero y m¨¢s reciente, cuando las fuerzas de ultraderecha (lo que llama ¡°la Internacional del Odio¡±, formada por pol¨ªticos como Trump y Milei) transformaron ¡°aquellas plataformas que nos ayudaron a encontrarnos y organizarnos en un campo de minas y experiencias desagradables¡±. Sin embargo, la autora no es pesimista (¡°si nos robaron y perdimos tres veces es porque un rato antes, tres veces, ¨ªbamos ganando¡±) y cree que todav¨ªa internet puede cambiar a mejor.
Mayte G¨®mez Molina (conocida en redes como Ingrata Bergman), artista digital, poeta e investigadora, apunta que es necesario preguntarse a qui¨¦n ha decepcionado internet: ¡°Aunque ahora no podamos imaginarlo, podr¨ªa haber tenido muchas formas. Muchos pioneros y artistas del net art de los noventa y los dos mil exploraron la creaci¨®n de directorios, de otros buscadores y c¨®mo llevar la estructura de la red al l¨ªmite, creando interfaces llenas de ramificaciones. Luego los buscadores recuperaron la comunicaci¨®n unidireccional y estandarizaron la manera de navegar; as¨ª que para esas personas s¨ª que ha sido una decepci¨®n. Pero para quienes ten¨ªan un inter¨¦s econ¨®mico y de extensi¨®n del capitalismo, internet se ha convertido justo en lo que quer¨ªan, que no es tan diferente de la televisi¨®n. Los dem¨¢s lo vivimos como un espacio conflictivo, donde hay muchas cosas decepcionantes pero que siempre se regenera y abre nuevas posibilidades. internet hace algo muy cruel y dif¨ªcil de llevar emocionalmente: primero te decepciona, pero enseguida te da esperanza de nuevo¡±.
Esos ciclos de ilusi¨®n y desilusi¨®n tambi¨¦n afectan al discurso sobre las redes que, en momentos de desencanto como el actual, pueden funcionar como profec¨ªa autocumplida. En el colectivo Proyecto Una tampoco quieren ser pesimistas: ¡°No nos gusta la hiperfijaci¨®n de ciertas izquierdas con la derrota. Parte del internet que tenemos es la evoluci¨®n l¨®gica de aquel proyecto de unos hippies que pensaron que pod¨ªan arreglar el mundo con la tecnolog¨ªa. Ahora se est¨¢n dando cuenta de que los problemas del mundo eran m¨¢s sociales que tecnol¨®gicos; pero hay alternativas¡±. Uno de los t¨®picos que m¨¢s combaten desde este colectivo dedicado al pensamiento y el activismo digital es la idea de que todav¨ªa existe una frontera entre el mundo virtual y el real y, por tanto, ser¨ªa posible escapar de uno al otro. ¡°No existe el mundo real y el mundo digital como entes separados. Somos materialistas: el mundo es aquello que construimos con nuestra capacidad de actuar sobre ¨¦l¡±, se?alan.
Este grupo de fil¨®sofas, programadoras y youtubers tampoco tolera esos mensajes fatalistas de fondo tecn¨®fobo que, ante la mala situaci¨®n de muchos espacios online, toman la parte por el todo y consideran que toda la tecnolog¨ªa (especialmente desde la popularizaci¨®n de la Inteligencia Artificial) se rige por reglas inciertas sobre las que no es posible intervenir: ¡°Naturalizar comportamientos humanos o esencializar la evoluci¨®n y el impacto de una tecnolog¨ªa se hace bien por ignorancia, bien por intereses privados que buscan crear esa ignorancia. Siempre que recibamos un mensaje, sea en el mundo offline o el online, tenemos que preguntarnos: ?qui¨¦n lo emite? ?por qu¨¦ lo enuncia as¨ª? ?qu¨¦ beneficio puede estar sacando? ?a qui¨¦n le interesa que repita esto? La peor propaganda es la que replicamos sin siquiera darnos cuenta¡±, advierten.
?Pero qu¨¦ echamos tanto de menos?
En Los hechos de Key Biscaine, la ¨²ltima novela de Xita Rubert (nacida en 1996), hay una escena en la que dos amigas adolescentes entran en Omegle, una web muy popular alrededor de 2010 que, como Chatroulette, serv¨ªa para chatear con extra?os. ¡°Infinitud virtual de penes. Pavoroso universo f¨¢lico. Tras cada chat hab¨ªa una entrepierna siempre lista para insinuarse y preparada para descubrirse¡±, describe la narradora. Situaciones as¨ª eran muy habituales en espacios hoy a?orados y mitificados (como aquellas webs y determinados foros) que, ya entonces, reproduc¨ªan comportamientos machistas y racistas. Por eso, desde Proyecto Una ponen en duda que el internet de hace 20 a?os fuera m¨¢s libre: ¡°?Era libre, para qui¨¦n? Que se pueda decir cualquier cosa no significa que exista m¨¢s libertad. Significa que se impone la del m¨¢s fuerte. En 4Chan se bromeaba con que no hab¨ªa mujeres en internet y, si alguien se identificaba as¨ª, se le exig¨ªa que ense?ase las tetas. Este tipo de espacios (como el resto, vaya) no eran neutros.¡± Creen que la situaci¨®n no ha cambiado tanto y es que hoy ¡°las plataformas comerciales grandes dejan que crezca el fascismo, precisamente, cuando no toman medidas para moderar. Cuando prefieren las ganancias que les ofrece el engagement de un mensaje de odio o un bulo racista a intervenir determinados comportamientos¡±.
A pesar de que internet nunca fue del todo libre, casi cada usuario podr¨ªa mencionar determinado hito que le afect¨® especialmente (desde la violaci¨®n virtual en un juego de rol de 1993 recogida por el periodista Julian Dibbell hasta la primera victoria electoral de Trump o, por qu¨¦ no, el cierre de Tuenti) y establecer una fecha subjetiva en que se fastidi¨® internet. Adem¨¢s, muchos coincidir¨ªan en que el sarcasmo como c¨®digo y enfoque para cualquier interacci¨®n ha sido otro de los factores que m¨¢s han deteriorado la red, y es que lleva al menos una d¨¦cada funcionando como arma de doble filo. ¡°El sarcasmo puede acercarte a aquello sobre lo que ironizas. Convertir en espect¨¢culo algo horrible puede promoverlo o hasta radicalizarlo¡±, explica G¨®mez. ¡°Por un lado hay que superar el fen¨®meno de la personalidad algor¨ªtmica (como me junto con gente que piensa como yo, no puedes reconocer que el otro pueda llegar a pensar distinto). Por otro, si atendemos y convertimos en espect¨¢culo a los ultras, incel, neofascistas y personas violentas que se organizan en internet, parece que no pueden hacerte da?o, que son im¨¢genes o representaciones sin poder real. Cuando algo se convierte en meme da la sensaci¨®n de que no existe e ironizar demasiado convierte en ficci¨®n cosas posibles y peligrosas¡±, expone la investigadora.
Como todos los escapismos nost¨¢lgicos, el mito acerca de una red anterior al sarcasmo (y al dominio de las grandes compa?¨ªas) donde todo fue m¨¢s sincero y m¨¢s sencillo es una trampa melanc¨®lica. La poeta austr¨ªaca Ingeborg Bachmann escribi¨® que cuando uno cumple los 30 descubre la capacidad de recordar, y quienes fueron adolescentes mientras la banda ancha se instalaba en la mayor¨ªa de hogares tienen ahora esa edad. Por eso internet se ha llenado de recuerdos sobre s¨ª misma, aunque, con algo de esfuerzo, siga siendo posible encontrar novedades llenas de esp¨ªritu colaborativo. ¡°Todav¨ªa hay mucha amabilidad en internet. Solo hay que irse a Youtube y ver esos videos sobre c¨®mo se arregla determinada lavadora¡±, apunta G¨®mez. ¡°Mucho contenido es una muestra de buena voluntad; el verdadero youtuber es el que tiene diez visitas en cada v¨ªdeo. Ah¨ª hay un mont¨®n de cosas tiernas, pr¨¢cticas, err¨¢ticas, rar¨ªsimas, y tambi¨¦n un mont¨®n de gente ayudando de forma desinteresada¡±, ejemplifica.
Oche Zamora, educador social, camarero y uno de esos usuarios que hacen que siga mereciendo la pena abrir Facebook, tambi¨¦n piensa que mucha gente contin¨²a haciendo un uso luminoso de internet: ¡°Hemos llegado a sospechar que todas las publicaciones esconden un espurio deseo de reconocimiento y que todo lo que hacemos en redes lo hacemos para simular que somos mejores de lo que somos en realidad¡±, se queja. ¡°Y no creo que sea as¨ª. Todos queremos que nos quieran y, sobre todo, que nos quieran determinadas personas. ?Qu¨¦ problema hay? Pero es que en las redes tambi¨¦n existe un deseo de expresarse, de jugar, de reflexionar y de pasarlo bien, y no s¨®lo una maquiav¨¦lica estrategia para conseguir likes¡±, comenta. ¡°Viendo en lo que se est¨¢n convirtiendo las redes, anuncios de eventos y opinatorio polarizado sobre el en¨¦simo debate de la agenda medi¨¢tica, uno echa de menos aquella exposici¨®n de lo ¨ªntimo. Ojal¨¢ leer historias personales o confesiones otra vez¡±.
Entonces, ?existe alg¨²n camino para recuperar las cosas buenas de internet que echamos de menos sin caer en la nostalgia interesada del Flow 2K o en discursos apocal¨ªpticos? Los ensayos citados ofrecen algunas claves pol¨ªticas (como recuperar la soberan¨ªa digital) e individuales (como dar visibilidad a esos proyectos y locales autoorganizados que siguen existiendo); y Mayte G¨®mez concluye: ¡°Hay que frenar ese pensamiento reaccionario y ese miedo a la tecnolog¨ªa que surge a partir de la idea de que internet nos ha vuelto peores. Eso no es verdad: ya ¨¦ramos as¨ª. Si internet es poco amable es porque nosotros cada vez lo somos menos. No se puede perpetuar la idea de que las m¨¢quinas son entes con voluntad propia, hay que responsabilizarse de lo que pasa en internet¡±.
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