¡°?Me has reventado por dentro!¡± Montoya, las tentaciones y por qu¨¦ siempre caemos para castigarnos despu¨¦s
¡®Realities¡¯ como ¡®La isla de las tentaciones¡¯, series que exploran el autosabotaje como ¡®Cardo¡¯ o incluso lo ¨²ltimo de Bad Bunny hablan en realidad de una problem¨¢tica que tiene siglos de antig¨¹edad: la perversa intersecci¨®n entre deseo y culpa
![Montoya, revelaci¨®n del universo Mediaset y meme mundial, con su pareja Anita en tiempos m¨¢s felices.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/MPLDB44FGFDUHJJ2ROY5TOF6OY.jpg?auth=4cbd4d6794f4d98cc5a4a1476b6ffcd61c31264baf9e64279606fefd68dcef0c&width=414)
![Enrique Rey](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fauthor-service-images-prod-us-east-1.publishing.aws.arc.pub%2Fprisa%2F24211721-72f0-4087-8fe1-a2f6031d1aff.png?auth=dd9429a625f2be00da0cb4fc34dcbdd4d433398df9cc3f3db470bfbe126ce98d&width=100&height=100&smart=true)
Hace dos lunes naci¨® una estrella. Jos¨¦ Carlos Montoya, uno de los concursantes de la actual edici¨®n de La isla de las tentaciones, ¨²nico programa que da alegr¨ªas a una Telecinco comatosa, protagoniz¨® una secuencia que se ha convertido en meme internacional. Mientras ve a la que fue su pareja teniendo sexo con uno de los tentadores, Montoya se derrumba y grita: ¡°?Me has reventado por dentro!¡±. Luego, el concursante sale corriendo ¡ªla secuencia de la carrera por la playa intercala h¨¢bilmente escenas de sexo¡ª para intentar llegar hasta los amantes.
La isla de las tentaciones es un programa que exhibe las miserias del amor rom¨¢ntico, un programa en el que todas las parejas que participan comparten la misma mirada sobre sus respectivas relaciones (siempre heterosexuales y mon¨®gamas) y sobre los celos, que son percibidos y elaborados de manera homog¨¦nea (todos los concursantes, en cada edici¨®n, reaccionan de formas parecidas: magia de casting, de montaje o de guion). Pero, m¨¢s all¨¢ de lo que el programa muestra sobre la fragilidad de ciertos v¨ªnculos, cabe preguntarse qu¨¦ necesidad ten¨ªa Montoya, presunto enamorado, de participar en un reto tan extravagante, de arriesgarse a que sucediera, precisamente, lo que sucedi¨®.
En 2020, el fil¨®sofo Eudald Espluga public¨® un art¨ªculo en El Salto Diario defendiendo que el programa no es un reality sobre el amor rom¨¢ntico, sino sobre realizaci¨®n personal: ¡°Se dedica a explotar la ideolog¨ªa terap¨¦utica sobre relaciones t¨®xicas y dependientes, bajo el prisma de la autosuperaci¨®n y la racionalidad instrumental. En este sentido, se puede decir que es un hijo leg¨ªtimo del capitalismo emocional¡±. La cosa ha ido a m¨¢s y, en la edici¨®n actual, Sandra Barneda usa decenas de expresiones muy parecidas a las que llenan los manuales de superaci¨®n y autoayuda, esos libros que ¨²ltimamente contienen trazas de estoicismo: ¡°Os lo dije desde el principio: esto no iba a ser f¨¢cil¡±, o ¡°esta experiencia no tendr¨ªa sentido sin mirar de frente a la tentaci¨®n¡± son algunos de los mensajes que la presentadora lanza a los concursantes, que contestan con distintas variaciones de la afirmaci¨®n ¡°me estoy poniendo a prueba¡±.
En otro momento del episodio, Montoya dice entre l¨¢grimas: ¡°Todo esto es inhumano¡±. Sin embargo, sea en forma de estramb¨®tico reto individual dentro de un programa que sigue las narrativas del capitalismo emocional, o con cualquier otro formato, no hay nada m¨¢s humano que inventarse pruebas innecesarias, que construir deseos y, a la vez, poner en marcha el complejo dispositivo que censura y castiga esos mismos deseos. De las m¨¢s estrictas normas religiosas a los m¨¢s exigentes desaf¨ªos deportivos, continuamente estamos someti¨¦ndonos a ex¨¢menes m¨¢s o menos arbitrarios que nos colocan al l¨ªmite de nuestras fuerzas. Desde la manzana de Eva (que obviamente aparece en las cortinillas del programa) llevamos milenios escindidos entre el deseo y la culpa, pregunt¨¢ndonos por qu¨¦ deseamos lo que nos hace da?o (o viceversa) y por qu¨¦ que levantamos estructuras sociales (y realities) para condenarlo.
Deseo, culpa y autosabotaje
Aunque el deseo y la culpa sean el motor oculto de casi todas las ficciones, parece que, durante los ¨²ltimos a?os, se habla sobre ellos m¨¢s expl¨ªcitamente. Podr¨ªa tratarse de una obsesi¨®n generacional: la serie Cardo, escrita y dirigida por Claudia Costafreda; Elige tu propia aventura, el ¨²ltimo disco de Carolina Durante, o las novelas Matar el nervio, de Anna Pazos, y Animales peque?os, de Mercedes Duque, tienen en com¨²n que son obras creadas por autores nacidos en los noventa y que, adem¨¢s, exploran unos ciclos de deseo y culpa que dejan a los personajes extenuados, al borde de la autodestrucci¨®n. Por una vez, incluso Bad Bunny en el tema Deb¨ª tirar m¨¢s fotos se muestra melanc¨®lico y arrepentido.
![Las parejas de 'La isla de las tentaciones' con la presentadora del formato, Sandra Barneda.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/Y6ZO3DZAWZHOPKAQW5IBQS2MDU.jpg?auth=4e4848af7543ed9e5e326cf3fd48d7156d175be4c1637de16bf5166b7c249dd8&width=414)
¡°Lo siento, pero he decidido / Joderme la vida, que es m¨¢s divertido¡±, canta Diego Ib¨¢?ez, de Carolina Durante, en uno de los temas de su disco, y parece que por su boca tambi¨¦n habla Mar¨ªa, la protagonista de Cardo (en la que Ib¨¢?ez, por cierto, participa como actor). ¡°El riesgo que asume Mar¨ªa es un riesgo que est¨¢ asociado a tapar, a escapar, es decir, no es un riesgo tan consciente: hay algo de no afrontar ciertas frustraciones, de no ser honesto con uno mismo, que te aboca a los riesgos de una manera impulsiva¡±, explica Costafreda. ¡°El deseo tiene que ver con el riesgo, tanto en las cosas a las que nos empuja la sociedad, como ser ambicioso en el trabajo, como cuando nos ponemos en situaciones de consumo de alcohol, drogas¡ Esto ¨²ltimo para m¨ª es una anestesia para no asumir otro riesgo mayor: el de ser honesto con uno mismo, el de mirar a tus propios fantasmas¡±.
El deseo de llevar cada situaci¨®n al l¨ªmite (desde una relaci¨®n rom¨¢ntica hasta una noche de fiesta) es el que empuja a asumir ciertos riesgos (como el de la destrucci¨®n de la pareja en la que desemboca cualquier temporada en La isla de las tentaciones), pero, ?y si esos deseos son imposiciones sociales? ¡°Existen deseos impuestos que nunca se satisfacen porque est¨¢n creados por el mercado o la sociedad y son, desde el principio, imposibles de satisfacer¡±, responde Mercedes Duque que, adem¨¢s de novelista, es antrop¨®loga.
Uno de los aspectos m¨¢s perversos de La isla de las tentaciones (que funciona como una sociedad en miniatura) es que, despu¨¦s de haber alimentado el deseo de los concursantes hacia los tentadores, castiga ¡ªcon el juicio del espectador y la mirada de la pareja¡ª a quien lo realiza. No obstante, el programa no tendr¨ªa inter¨¦s si los concursantes no cayesen en las tentaciones y ellos mismos est¨¢n convencidos de que su objetivo es el de acercarse y exponerse a los encantos, melenas y m¨²sculos de los tentadores y tentadoras tanto como sea posible, pero sin llegar a rozarlos. Otro ejemplo cotidiano de esa misma l¨®gica condenada al fracaso es el autoenga?o que permite a alguien asegurar que determinada noche no saldr¨¢ de bares cuando, a su alrededor, todo el mundo sabe que terminar¨¢ volviendo a casa al amanecer. As¨ª que, desde el sof¨¢, es f¨¢cil opinar que los concursantes saben desde el principio lo que va a pasar y que, si realmente no quisieran que ocurriera, sencillamente no se habr¨ªan presentado al programa o, una vez dentro, no se dedicar¨ªan a ¡°ponerse a prueba¡± una y otra vez.
Sin embargo, cuando Georges Bataille, uno de los fil¨®sofos franceses que m¨¢s han profundizado en el deseo er¨®tico, escribi¨® en 1957 que ¡°la transgresi¨®n no es la negaci¨®n de lo prohibido, sino que lo supera y lo completa¡±, estaba pensando en procesos inconscientes. Quiz¨¢, cuando las parejas de La isla de las tentaciones establecen pactos y normas intuyen que esas leyes solo cobrar¨¢n verdadero sentido cuando sean quebrantadas (porque, si no, no habr¨ªan viajado hasta all¨ª), pero, muy posiblemente, no sean conscientes de ello.
Lo que merece la pena y lo que no
Los deseos impuestos y nunca satisfechos generan ansiedad, y la ansiedad se retroalimenta y da lugar a esos bucles de autosabotaje de los que es tan dif¨ªcil escapar: ¡°Yo me he autosaboteado mucho, pero siempre lo he maquillado con la idea de vivir intensamente¡±, confirma Costafreda. ¡°Lo que estoy aprendiendo es que es algo intergeneracional, din¨¢micas que se repiten porque estamos metidos todos en una especie de turbina. Adictos, por ejemplo, hay en todas las edades, eso es significativo. Cuando hicimos Cardo, muchos medios la calificaron de serie generacional, y lo es en el sentido de las costumbres que tienen los personajes: c¨®mo hablan, d¨®nde viven¡ pero tambi¨¦n vinieron muchas personas de otras generaciones que dec¨ªan haberse sentido muy identificadas: hay conductas que son comunes a todos¡±, se?ala la creadora.
Como sabemos que todo deseo (tanto los m¨¢s naturales o espont¨¢neos como los m¨¢s dirigidos) termina teniendo consecuencias sociales, siempre acaba siendo sometido al filtro de la raz¨®n: ¡°Cuando racionalizamos el deseo, empezamos a hacer otro tipo de c¨¢lculos y a plantearnos si merece la pena o no. Ah¨ª es donde est¨¢ el truco, en ese merece la pena. Qui¨¦n nos dice qu¨¦ es lo que merece la pena o qu¨¦ debemos perder o arriesgar por algo que deseamos. Esas normas que se nos imponen son las que miden hasta d¨®nde puede llegar nuestro deseo o hasta d¨®nde nuestro deseo es real o ha sido impuesto¡±, contin¨²a Duque.
En su ensayo Elogio del riesgo (Paradiso, 2021), la fil¨®sofa Anne Dufourmantelle escribe que el riesgo puede ser revolucionario. Frente a los partidarios del riesgo como herramienta empresarial o como actitud ego¨ªsta que puede lograr ventajas sobre los dem¨¢s (ese capitalismo emocional ya mencionado que anima a ¡°explorar tus l¨ªmites¡±), la pensadora francesa defiende el riesgo que aparece como consecuencia de ¡°esa cosa evanescente que llaman deseo¡± y que tambi¨¦n puede ser deseo de justicia o de escapar de las normas sociales. Eso s¨ª, tal y como advierte Duforumantelle, todo deseo cumplido, toda ¡°vida singular¡±, tiene un precio: la culpa.
¡°La culpa atraviesa el deseo¡±, confirma Duque. ¡°Y no lo hace de manera natural o innata. La culpa no est¨¢ considerada un sentimiento primario, como lo son el enfado, la alegr¨ªa o la tristeza. La culpa es algo que nos han ense?ado y que tambi¨¦n est¨¢ directamente relacionado con nuestra cultura. Pienso en ese rezo que se aprende con siete a?os: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. ?Pero qu¨¦ culpa va a tener una ni?a de siete a?os? Seguimos relacionando la culpa con el pecado. No es parad¨®jico que la misma sociedad que construye los deseos a la vez los castiga; sino que es un sistema de control¡±.
Duque est¨¢ convencida de que no existe ninguna contradicci¨®n en el hecho de que los mismos poderes que construyen determinados deseos sean adem¨¢s los encargados de castigar a quienes los cumplen, y La isla de las Tentaciones vuelve a ser un buen ejemplo: los concursantes son empujados (a nadie se le escapa para qu¨¦ sirve tanta fiesta) al lugar (la infidelidad) en el que despu¨¦s se les reprochar¨¢ estar durante las hogueras o en tertulias y comentarios en redes. En cualquier caso, se trata de una discusi¨®n infinita, uno de esos dilemas fundamentales que dieron lugar a buena parte de la mitolog¨ªa cl¨¢sica y de la literatura universal y que siempre encuentran un canal en el que actualizarse. En esta ocasi¨®n, ha sido Montoya quien corre y grita porque su amada se ha dejado llevar por el deseo sexual, pero, mucho antes, ¨¦l ya se dej¨® seducir por el deseo de vivir una aventura en Telecinco.
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