La invasi¨®n de lo ¡®influencer¡¯: c¨®mo la cultura del yo se extiende por el cine, la m¨²sica y las ciudades
Muchos los ve¨ªan como un chiste, pero los hoy llamados creadores de contenido ya son medidos en t¨¦rminos econ¨®micos, sociales y hasta arquitect¨®nicos. Ayuntamientos y negocios buscan la esquina perfecta para Instagram, el cine habla de ellos como un estrato social relevante y los documentales los retratan como una generaci¨®n cuyos c¨®digos ya son t¨¢ctiles y rectangulares
La escena tuvo lugar en la Isla de Lobos, territorio deshabitado (el ¨²ltimo farero muri¨® hace 20 a?os) situado a dos kil¨®metros de la costa de Corralejo, en Fuerteventura. Hay una cala con aguas turquesas y un viejo muelle de madera que sal¨ªan en todas las gu¨ªas de la isla. En Instagram las fotos son espectaculares: basta con buscar la localizaci¨®n en la red social para ver cientos de fotos de turistas de todos los colores y fisionom¨ªas sentados en aquel muelle, observando las rocas y tomando el sol. Era solo una media hora de camino por los terrenos ¨¢ridos para encontrarla. Y all¨ª apareci¨®, pero no era exactamente como en las im¨¢genes: en la cola para subirse al muelle y hacerse la foto sentado, mirando al horizonte, hab¨ªa unas 200 personas. Cada uno daba el m¨®vil a su acompa?ante, se sentaba, simulaba un momento de paz y meditaci¨®n y osaba repetir la foto solo unas dos o tres veces, dado que el resto de la cola empezaba a protestar al cuarto disparo. Lo presenci¨® el que firma estas l¨ªneas, que sigui¨® su camino y se qued¨® sin foto.
Este zoom que nos aleja de la foto, el que muestra la realidad fea que rodea a un encuadre perfecto listo para arrasar en me gustas en Instagram, es la raz¨®n de ser de cuentas como Influencers in the wild (¡°Influencers en su h¨¢bitat¡±), que en Instagram atesora un mill¨®n y medio de seguidores y ya ha sido aplaudida por medios como The New York Times. ¡°S¨ª, tiene algo de realidad¡±, confirma Diana Millos, que con su alias dianamiaus alcanza 130.000 seguidores en Instagram gracias a sus espectaculares im¨¢genes tomadas en viajes por todo el mundo. ¡°No es siempre as¨ª, pero una foto perfecta puede esconder madrugones, escaladas, cambios de estilismo, colas, pasar fr¨ªo, pasar calor, largas esperas, comida que se enfr¨ªa y horas de edici¨®n¡±. Esto puede parecer l¨®gico para Diana, creadora de contenido que ayuda a empresas tur¨ªsticas en sus estrategias de marketing digital, pero empieza a ocurrir ya al otro lado de la pantalla, tenga uno 130.000 seguidores o solo cincuenta. La posibilidad del me gusta es demasiado tentadora. Y el resto del mundo est¨¢ dispuesto a llev¨¢rselo tambi¨¦n.
La influencer Dianamiaus, con 128.000 seguidores, en uno de sus posts de viajes.
Basta echar un vistazo a la oferta cultural que nos rodea, o a los ¨²ltimos locales inaugurados en las grandes (o peque?as) ciudades para darse cuenta de la cultura del influencer, que se ha demostrado ya lo suficientemente estable y trascendental como para que nadie se siga riendo de ella: el retorno de la inversi¨®n en este tipo de escaparates, seg¨²n inform¨® EL PA?S en 2020, es cada vez mayor para las marcas que deciden pagar por ellas. Desde hace un tiempo ha extendido tambi¨¦n sus tent¨¢culos sobre la televisi¨®n, el cine, la m¨²sica y la arquitectura. ?Qu¨¦ ocurre cuando Rosal¨ªa repite ¡°?la-ro-sa-l¨ª-a!¡± en varias de sus canciones? Lo explic¨® a ICON Julio Arce, profesor en el departamento de Musicolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid: ¡°Esto es una extrapolaci¨®n de la cultura del selfi a lo sonoro. La cuesti¨®n central es la autorreferencia. Ves el Instagram de Rosal¨ªa y est¨¢ lleno de selfis. Es normal que eso se traslade tambi¨¦n a sus canciones¡±.
Hace tiempo que la televisi¨®n se ha apuntado a la tendencia. Si al principio series como Black Mirror lo hac¨ªan desde una perspectiva entre socarrona y apocal¨ªptica (el primer episodio de la tercera temporada, Ca¨ªda en picado, habla de un mundo en el que popularidad de las redes sociales determina tu poder socioecon¨®mico y tus posibilidades en la vida y la protagonista acaba delinquiendo para conseguirlo), ficciones m¨¢s recientes como Emily in Paris (de Netflix) introducen el elemento como algo natural. La pizpireta Emily camina por Par¨ªs haciendo fotos, subi¨¦ndolas a su perfil de Instagram y disfrazando de comedia dulce la angustiosa realidad de trabajar 18 horas al d¨ªa (un d¨ªa, en el futuro, alg¨²n fil¨®sofo analizar¨¢ el popular hashtag #AmoMiTrabajo ante el asombro de sus coet¨¢neos). Ese Par¨ªs que capta el iPhone de Emily hace un homenaje (tal vez no pretendido) a la est¨¦tica impuesta por la propia Netflix: primeros planos, colores chillones, composiciones sencillas. Ese ser¨¢, probablemente, el primer gran legado de Netflix. Ha hecho que proyectemos nuestra propia vida y sigamos las vidas ficticias de otros desde el mismo dispositivo: el m¨®vil. Al segundo llegaremos dentro de tres p¨¢rrafos.
¡°Ves el Instagram de Rosal¨ªa y est¨¢ lleno de selfis. Es normal que eso se traslade a sus canciones¡±, dice Julio Arce, de la Universidad Complutense de Madrid.
Hace once a?os La red social (dirigida por David Fincher y escrita por Aaron Sorkin) abri¨® la puerta al fen¨®meno de la popularidad digital en el cine. Desde entonces diversos personajes que se dedican a triunfar en las redes sociales han aparecido en las pantallas, casi siempre para ser pasto un chiste (recordemos a Cristina Pedroche en Sin rodeos, de 2018). La reci¨¦n estrenada Shook lleva a los influencias a un nuevo g¨¦nero que, hist¨®ricamente, ha funcionado mejor que ning¨²n otro como term¨®metro de los miedos, carencias y pasiones de cada momento y cada sociedad: el terror.
Shook, recientemente estrenada en Estados Unidos y a¨²n sin fecha de desembarco en Espa?a, cuenta la historia de una estrella del maquillaje de las redes sociales que comienza a ser acosada por un psic¨®pata que sabe todo sobre ella (vaya, como sus cientos de miles de seguidores). Jennifer Harrington cont¨® en la web especializada Filmint que no sab¨ªa mucho sobre la cultura influencer hasta que empez¨® a investigar para el guion. ¡°Cu¨¢nto m¨¢s miraba m¨¢s sent¨ªa esa apariencia, ese pretender ser otra persona. Puedes ver perfectamente que es una interpretaci¨®n. Y te preguntas: ?qui¨¦nes son de verdad? No es que muestren solo lo positivo de la ida, es que se crean una nueva personalidad. Eso tiene que empezar a influir en tu mente al cabo de un tiempo. Empiezas a tener m¨¢s de una identidad¡±. Esta pel¨ªcula ya la hemos visto y data de 1956: se llamaba La invasi¨®n de los ultracuerpos.
Shook puede parecer peque?a (es de bajo presupuesto y se ha estrenado en plataformas de streaming), pero la historia nos ha ense?ado que cuando una realidad entra en el cine de terror, empieza a formar parte del discurso de una ¨¦poca para siempre. Las criaturas deformes y los monstruos en el cine hicieron de catarsis para la Primera Guerra Mundial, las cintas sobre doble personalidad rubricaron las secuelas de la Gran Depresi¨®n, los hombres lobo se hicieron populares populares durante la Segunda Guerra Mundial, los extraterrestres malvados durante la Guerra Fr¨ªa, las cintas de asesinatos sangrientos juveniles tipo Viernes 13 despu¨¦s de la guerra de Vietnam, las diferentes crisis inmobiliarias dejaron como legado decenas de pel¨ªculas sobre casas encantadas y el terror al sida resucit¨® a los vampiros en los ochenta. En realidad, Shook es hija natural de un nuevo tipo de pel¨ªcula de terror post 11-S, y anterior a las redes sociales como tales, que lleva triunfando durante quince a?os: la que habla de la hipervigilancia y tiene sus mayores ejemplos en sagas como Paranormal Activity, REC y la serie Black Mirror. Documentales como Fake Famous, de HBO, o el popular El dilema de las redes, de Netflix, nos ponen frente a una paradoja casi m¨¢s grande que ver en un dispositivo films que hablan de los peligros del dispositivo y es el segundo gran legado de Netflix: el algoritmo advirti¨¦ndonos de los peligros del algoritmo.
Borja Ter¨¢n, cr¨ªtico televisivo y autor de Tele. Los 99 ingredientes de la televisi¨®n que deja huella, recuerda que la televisi¨®n ha precedido a las redes sociales a la hora de crear una iconograf¨ªa inmediatamente reconocible dentro de un cuadrado (que antes se llamaba televisor). ¡°Los estadounidenses han ido por delante al potenciar mucho la iconograf¨ªa de sus programas antes de las redes sociales: en Estados Unidos, por ejemplo, te pod¨ªas comprar la taza de la NBC y Ellen DeGeneres tiene hasta su linea de calzoncillos. En Espa?a no hay tanta cultura en ese sentido, pero en la puerta del plat¨® de Leit Motiv de Buenafuente, por ejemplo, se ha construido una especie de marquesina de teatro cl¨¢sico donde el p¨²blico se puede hacer la foto y subirla para promocionar el programa, algo que a la televisi¨®n de pago le viene bien para visibilizarse. La productora El Terrat ha sido muy pionera en cuidar esa liturgia de la experiencia televisiva en directo¡±. Ter¨¢n va incluso m¨¢s lejos y cree que la principal influencia es al rev¨¦s: los programas de televisi¨®n cl¨¢sicos a¨²n proyectan una gigantesca sombra sobre lo que hacen los influencers. ¡°?No est¨¢n copiando los de Twitch a la tele, en realidad?¡±.
Pero mas all¨¢ de la pantalla: ?estamos decorando la realidad para que se acomode a la belleza de lo que vemos en las redes? Si Jennifer Harrington descubri¨® que hab¨ªa personas intentando aparentar ser otra cosa, ?est¨¢n los lugares transform¨¢ndose para encajar perfectamente en el cuadrado que define ahora nuestra personalidad digital? Diana Millos lo confirma: ¡°La esquina instagrameable es algo que cada vez se busca m¨¢s. Es una oportunidad para caf¨¦s, restaurantes, hoteles y destinos de destacar sobre los dem¨¢s y conseguir atraer, sobre todo, a millennials y a la generaci¨®n Z¡±. Desde los llamativos neones de un restaurante mexicano en Chueca ¨Cfrente a los que hay cola para fotografiarse¨C a las letras de Madrid reci¨¦n inauguradas en Madrid R¨ªo, la propia capital de Espa?a se est¨¢ convirtiendo en una galer¨ªa de espacios prestos para subir la imagen a Instagram ¨Cno hacen un servicio urbano, no son especialmente bonitas, solo sirven para hacerse una foto¨C y dejar claro que has estado aqu¨ª. El interiorista y dise?ador Guille Garc¨ªa-Hoz alerta sobre los peligros e incomodidades de construir una realidad que encaje en lo que exigen las redes sociales: ¡°Una cosa es hacer un instagram spot [o sea, un rinc¨®n fotog¨¦nico] para que la clientela de manera org¨¢nica te ayude con la publicidad y otra es perder el norte haciendo escenograf¨ªas del todo invivibles en viviendas que son para seres humanos reales, que pasan tiempo con sus familias y desarrollan su vida cotidiana, no virtual, en ellas¡±.
Eche un ojo a las casas de los influencers m¨¢s famosos, o a las de aquellos especializados en decoraci¨®n, o las esquinas que proponen algunas de las cuentas mas populares de Pinterest. Un ¡°rinc¨®n de lectura¡± en medio del pasillo. Una ¡°estaci¨®n de caf¨¦¡± en una esquina inservible de la cocina. Garc¨ªa-Hoz confirma que decorar un espacio para la pantalla y decorarlo para la vida ¡°son dos cosas diferentes. Veo ciertos perfiles que se han metido en fregados de proyectos enteros queriendo hacer cosas como las de la foto donde muchas veces no se pod¨ªa. Algunas veces ves fotos en redes y revistas donde las cosas de verdad no caben o no tienen las proporciones necesarias. Me abruma que alguien pueda sacrificar la funcionalidad por los me gusta. Creo que son dos mundos diferentes que en ocasiones se tocan, pero una casa es una casa y un muro de Instagram, un muro de Instagram. Como nos olvidemos de eso acabaremos viviendo a base de aguacates y smoothies, y yo soy m¨¢s de torreznos y cerveza¡±.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram ,o suscribirte aqu¨ª a la Newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.