Hablar del tiempo: c¨®mo la informaci¨®n meterol¨®gica se ha convertido en obsesi¨®n
Podr¨ªamos mirar por la ventana para saber si llueve, pero decidimos informarnos por los informativos o a trav¨¦s de ¡®apps¡¯ cada vez m¨¢s onmipresentes. ?Cu¨¢ndo dejamos de mirar al cielo para empezar a hablar de ¨¦l?
¡°Nadie mira ya al cielo¡±, se lamenta Isabel Zubiaurre, la popular responsable del departamento de meteorolog¨ªa de La Sexta, la mujer del tiempo. ¡°La gente va por ah¨ª con la cabeza gacha, mirando el m¨®vil¡±, se lamenta. Ah¨ª dentro est¨¢n los prodigios de nuestro tiempo.
?Qu¨¦ relaci¨®n tenemos con el cielo y con los fen¨®menos que en ¨¦l se dan? El cielo siempre est¨¢ ah¨ª, sobre nuestras cabezas, como un fresco pintado por un pintor barroco. Lo que pasa ah¨ª arriba condiciona nuestra vida e incluso puede llevar al desastre a la especie humana, si continua el calentamiento global (las previsiones no son halag¨¹e?as). Entretanto, no es que no tengamos inter¨¦s, es que preferimos mirarlo a trav¨¦s de medios de comunicaci¨®n o redes sociales. Da la impresi¨®n de que para saber si llueve mucha gente prefiere poner la televisi¨®n o consultar una app en el smartphone antes que abrir la ventana y comprobarlo con sus propios ojos. Extra?a relaci¨®n la que tenemos con la atm¨®sfera. Al final, del tiempo depende el curso de la econom¨ªa, las cosechas de los agricultores, el despegue de los aviones o la ropa que finalmente decidimos ponernos cada d¨ªa.
¡°Solemos pensar que el cielo es eso que est¨¢ all¨¢ arriba, pero en realidad el cielo comienza a un cent¨ªmetro del suelo y vivimos inmersos en ¨¦l, como los peces en el mar¡±, explica el periodista cient¨ªfico Antonio Mart¨ªnez Ron, que acaba de publicar Algo nuevo en los cielos (Cr¨ªtica), un apasionante viaje literario sobre la historia de la exploraci¨®n humana de las alturas. El libro comienza relatando la mudanza el autor desde la ciudad a un pueblo y el descubrimiento de que el cielo no era el espacio anodino y predecible que pensamos, sino una pantalla donde cada d¨ªa se proyectaba un espect¨¢culo diferente.
A trav¨¦s de la historia la Humanidad ha visto el cielo como la morada de los dioses o el lugar donde se daban se?ales c¨®smicas sobre el futuro. Tambi¨¦n como fuente de la vida en forma del sol y la lluvia para las cosechas. Y tambi¨¦n como un lugar del que proced¨ªan ciertos terrores: ¡°Era costumbre entre los hombres del norte disparar con flechas a las nubes de tormenta para espantarlas¡±, explica Mart¨ªnez Ron. ¡°El cielo pod¨ªa infundir verdadero temor¡±. Hoy lo tenemos m¨¢s domesticado. Aunque la ciencia de la Meteorolog¨ªa (una rama de la F¨ªsica) es de enorme complejidad porque la atm¨®sfera es un sistema ca¨®tico dif¨ªcil de predecir, con los m¨¦todos actuales ya podemos vislumbrar el tiempo por venir con bastante precisi¨®n. Ahora los urbanitas solo suelen ver el cielo por el limitado hueco que dejan los edificios (unos extra?os fan¨¢ticos del cielo son el colectivo de los observadores de nubes), pero no hace tanto, en una sociedad m¨¢s rural, muchos pod¨ªan dominar grandes espacios de firmamento, casi semiesf¨¦ricos, y dispon¨ªan de un conocimiento heredado que les permit¨ªa interpretar lo que ve¨ªan e incluso hacer ciertas predicciones caseras, con mayor o menor ¨¦xito.
La ventana vs. la televisi¨®n
Los espacios del tiempo en las televisiones tienen buenas audiencias (el pasado jueves, sumando los datos facilitados solo por La 1 y Antena 3, m¨¢s de cuatro millones de personas siguieron la informaci¨®n meterol¨®gica) y minutajes generosos, mientras que en Internet van surgiendo diferentes servicios de predicci¨®n meteorol¨®gica e incluso influencers del ramo (como Mar G¨®mez o Mart¨ªn Barreiro, cada uno con m¨¢s de 20.000 seguidores en Instagram). 17 millones de personas visitan la plataforma Accuweather cada d¨ªa. En Espa?a la plataforma l¨ªder es eltiempo.es, que en su versi¨®n web recibe casi 300.000 visitas al d¨ªa. Eso s¨ª, cuidado con esos pron¨®sticos a 14 d¨ªas. ¡°Es casi ciencia ficci¨®n¡±, confes¨® Zubiaurre a EL PA?S. ¡°Te lo dan gratis en el m¨®vil. Nadie se pregunta de d¨®nde viene. Y nada es gratis. Se juega con los sentimientos de la gente¡±.
¡°Creo que el tiempo interesa por dos razones¡±, prosigue Zubiaurre, tambi¨¦n doctora en F¨ªsica. ¡°Primero, por su influencia en la vida cotidiana, hasta en el estado de ¨¢nimo. Y segundo, porque los espacios del tiempo televisivos tienen gran potencia visual, una imagen y una cercan¨ªa que enganchan. Del tiempo se acaba hablando en los ascensores y en los bares¡±. Las secciones del tiempo en la televisi¨®n se han ido espectacularizando: ya no solo se da la predicci¨®n, sino que se incluyen v¨ªdeos sobre fen¨®menos atmosf¨¦ricos, explicaciones astron¨®micas o hermosas fotos del cielo enviadas por los espectadores atentos. Y los presentadores cada vez tienen mayor porcentaje de showman.
Otro elemento curioso de la informaci¨®n meteorol¨®gica es que, si bien en ocasiones puede resultar repetitiva, con sus eternas borrascas y anticiclones que vienen y que van por el mapa isob¨¢rico, con frecuencia est¨¢ pre?ada de prodigios: hace poco media Espa?a se vio inundada por la surreal calima del S¨¢hara y hace no tanto congelada bajo los rigores de Filomena. Olas de calor, heladas, cat¨¢strofes de todo tipo, ser¨¢n cada vez m¨¢s frecuentes. Sucesos que no solo llenan las noticias, sino que nos proveen de an¨¦cdotas que contar a las nuevas generaciones, de esas que siempre cuentan los m¨¢s viejos del lugar: ¡°los inviernos de antes, ?esos s¨ª que eran fr¨ªos!¡±. ¡°Hemos perdido mucha cultura meteorol¨®gica¡±, opina Zubiaurre. A pesar de que las mujeres y hombres del tiempo sean con frecuencia vilipendiados por las masas cuando fallan sus predicciones (?qui¨¦n no ha maldecido a un meteor¨®logo de la tele?), seg¨²n la responsable de La Sexta, el cari?o que tambi¨¦n se les profesa compensa con creces.
Es llamativo el gusto que tenemos por observar las peripecias de los reporteros en los lugares donde caen las mayores nevadas o soplan los mayores vientos, cay¨¦ndose al suelo, perdiendo los papeles (literal y metaf¨®ricamente) o siendo casi elevados por sus paraguas del rev¨¦s. ¡°Objetivamente no es tan interesante¡±, escribe la periodista Sophie Haigney en The New York Times. ¡°Es el clima: su existencia es uno de los hechos m¨¢s b¨¢sicos de la vida. La nieve cae, el sol brilla, las estaciones cambian, la Tierra gira. Y, sin embargo, estas piezas informativas pueden ser apasionantes en sus relatos de esta normalidad¡±.
Tal vez deber¨ªamos dejar de ver los fen¨®menos meteorol¨®gicos como un espect¨¢culo divertido desde el sof¨¢ c¨¢lidoo del hogar y empezar sentirnos parte del asunto. ¡°La atmosfera es el oc¨¦ano dentro del que vivimos¡±, insiste Mart¨ªnez Ron, ¡°pero no lo concebimos as¨ª: tenemos la impresi¨®n de que la naturaleza es otra cosa, los ¨¢rboles, los r¨ªos... algo muy lejano. Pero la atm¨®sfera, que pasa desapercibida porque es transparente, es fundamental en nuestras vidas. De ella depende todo lo dem¨¢s¡±. Si fu¨¦ramos m¨¢s conscientes de este hecho tan evidente como dif¨ªcil de percibir, tal vez el futuro del planeta se ver¨ªa menos apocal¨ªptico.
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