Elon Musk y Mark Zuckerberg, multimillonarios a pu?etazos: ¡°Juegan a ser Schwarzenegger con miles de empleos en peligro¡±
Los magnates negocian subirse a un ring para resolver sus diferencias por la nueva red social competidora de Twitter que el creador de Facebook pretende lanzar. Y, de paso, para quedar como dos ¡®machotes¡¯
Solo una delgada l¨ªnea separa la pelea de gallos m¨¢s medi¨¢tica del momento de la charlataner¨ªa y la realidad. Se trata de esos mensajes disparatados intercambiados entre Elon Musk (52 a?os) y Mark Zuckerberg (39) en los que se retan ¡ªaunque su diferencia de pesos no sea muy preceptiva¡ª a enfrentarse dentro de una jaula, un formato habitual en combates de artes marciales mixtas. La raz¨®n del beef: el nuevo Twitter que el segundo pretende lanzar para competir con la cada vez m¨¢s decadente y disfuncional red social que el primero compr¨® por 44.000 millones de d¨®lares (unos 40.300 millones de euros). Musk ya ha propuesto un lugar, el Octagon de Las Vegas, enclave asociado a este tipo de eventos, e incluso sugerido como ¨¢rbitro id¨®neo a su amigo el podcaster Joe Rogan, al parecer, experto en la materia. ?Demasiada planificaci¨®n para una broma?
Este renovado concepto a lo Celebrity Deathmatch [programa de MTV que enfrentaba c¨®mica y exageradamente a famosos en versi¨®n plastilina sobre un ring] no tiene tanto de alien¨ªgena, pues las artes marciales y el boxeo llevan tiempo siendo actividades a las que recurren streamers y youtubers para aumentar sus visitas. Este mismo fin de semana, Ibai Llanos volvi¨® a romper el r¨¦cord de visualizaciones en Twitch con La Velada del A?o 3, h¨ªbrido de combates entre famosos o casi famosos y festival de m¨²sica que reuni¨® a 3,4 millones de espectadores, cifra de ensue?o para la mayor¨ªa de los espacios del horario de m¨¢xima audiencia televisiva.
Si esta pelea entre multimillonarios puede sonar absurda e infantil, el hecho de que Maye Musk, madre de Elon, haya pedido al podcaster e investigador en inteligencia artifical Lex Fridman que interceda para evitar la pelea, como si las redes sociales fueran el patio del colegio, no ha hecho m¨¢s que subrayar lo absurdo de esta posible batalla cada vez m¨¢s parecida a una ri?a de adolescentes que a una supuesta resoluci¨®n de conflictos entre dos ricos influyentes y poderosos.
Es desde esa esfera de influencia precisamente donde, m¨¢s all¨¢ del absurdo, Musk y Zuckerberg pretenden inscribirse en la cultura del machote, que desde 2018 alimentan personalidades de internet como las estrellas de YouTube KSI y Logan Paul, enfrentados en combate en varias ocasiones. ¡°La machosfera se ve como una ridiculez y, por lo tanto, como inofensiva. Pero no es inofensiva: es un espectro interconectado de grupos distintos pero relacionados¡±, advierte Laura Bates en Los hombres que odian a las mujeres. Incels, artistas de la seducci¨®n y otras subculturas mis¨®ginas online (Capit¨¢n Swing). Kika Fumero, directora del Instituto Canario de Igualdad y Activista por los Derechos Humanos, cree que la futurible pelea y, en su conjunto, todo este incipiente subg¨¦nero, es una respuesta a la amenaza percibida desde la masculinidad tradicional por la igualdad de g¨¦nero y el avance del feminismo.
¡°Estas manifestaciones representan una forma de resistencia a las expectativas cambiantes sobre los roles de g¨¦nero¡±, dice a ICON. ¡°En el feminismo se maneja el concepto de masculinidad t¨®xica, que hace referencia a normas sociales que promueven la agresi¨®n, la falta de emoci¨®n y la dominaci¨®n en los hombres. Este resurgimiento de las demostraciones de fuerza y violencia podr¨ªa verse como una forma de resistir a los cambios que desaf¨ªan estas normas estructurales de poder¡±.
Erick Pescador Albiach, soci¨®logo, sex¨®logo y especialista en Desarrollo de la Cultura del Cuidado, coincide en se?alar que esta posible batalla es una continuaci¨®n de la machosfera antes reducida a espacios p¨²blicos no tecnol¨®gicos, que a?ora una masculinidad supuestamente perdida. ¡°Usar la violencia como mecanismo de interacci¨®n forma parte de una t¨¢ctica de la machosfera para hacer que algo muerto vuelva a ser parte del presente. Este movimiento trumpiano tiene mucho que ver con lo rancio y con la a?oranza a lo a?ejo¡±, cuenta a ICON. ¡°Ellos viven entre la prepotencia y el ego, as¨ª que la violencia les sale m¨¢s barata¡±.
La violencia y la masculinidad
?C¨®mo puede una disputa de negocios haber escalado a una pelea f¨ªsica? ?Es casualidad que ahora Mark Zuckerberg practique jiu jitsu y que Jeff Bezos lleve a?os construyendo tanto m¨²sculo como fortuna??Pretenden ambos convertir la figura de los nerds en nuevos superh¨¦roes con la fuerza, y no la inteligencia, como superpoder? ¡°El propio aprendizaje de la masculinidad es violento, porque nos ense?a que el mundo se divide en hombres y mujeres. Se nos ense?a mediante estereotipos mis¨®ginos que el lugar que ocupan las mujeres es opuesto al de los hombres, que aspiran a mostrarse como fuertes, racionales y sensibles. Se aprende a golpes y se configura aprendiendo a ejercer violencia sobre otros hombres y, por supuesto, sobre las mujeres, para alejarnos del espacio emocional¡±, explica a ICON Iv¨¢n Gombel, historiador y doctor en Estudios de G¨¦nero.
¡°La amenaza de violencia es una forma de resaltar la virilidad. A m¨¢s virilidad, creen, mayor poder de ejercicio de la violencia. Emerge un discurso problem¨¢tico, que es el de la amenaza del descontrol. Cuando hablamos de la violencia desde el punto de vista de la masculinidad, est¨¢ la met¨¢fora del volc¨¢n: los hombres tienen que aprender a controlar sus emociones y su fuerza para no hacer da?o a los dem¨¢s. Fomenta, por tanto, la idea de que hay que tener miedo a esa violencia que se puede desatar en cualquier momento¡±, cree el acad¨¦mico. Es al vincularse el ideal de la masculinidad con la juventud cuando, seg¨²n Gondel, personajes o pol¨ªticos de avanzada edad ponen en marcha sobrecompensaciones: el lenguaje de la masculinidad muta con la edad.
¡°La asociaci¨®n entre la fuerza f¨ªsica y el ¨¦xito econ¨®mico es una manifestaci¨®n de la cultura de la hipermasculinidad, que glorifica la fuerza, la agresi¨®n y la dominaci¨®n¡±, opina, por su parte, Kika Fumero. ¡°Es posible que estemos asistiendo a una regresi¨®n a estos ideales. Son comportamientos peligrosos si los naturalizamos, si los tomamos a risa y los legitimamos, ya que perpet¨²an la idea de que el liderazgo y el ¨¦xito requieren agresi¨®n y dominio¡±.
Ante el fracaso en el trabajo¡ ?Golpe en la mesa?
Entre los planes para reestructurar Meta, Zuckerberg ha anunciado una nueva tanda de despidos que afecta a 10.000 puestos de trabajo hasta finales de a?o, con m¨¢s de 5.000 vacantes sin cubrir, y la cancelaci¨®n de un n¨²mero indeterminado de proyectos ¡°no prioritarios¡±. Musk, por otro lado, asegura que Twitter cuesta ahora menos de la mitad de lo que pag¨® por su propiedad. Mientras sus imperios empresariales se agrietan (aunque no sus fortunas personales, pues ocupan las dos primeras plazas de la lista de los 500 multimillonarios del mundo seg¨²n Bloomberg, Musk por delante de Zuckerberg), surge el anhelo de la imagen del triunfo por la v¨ªa del dominio f¨ªsico. ¡°Est¨¢n jugando a ser Schwarzenegger¡±, describe Erick Pescador Albiach. ¡°Al hacer estas patochadas, cuando hay miles de puestos de trabajo en peligro por las decisiones que toman, buscan en un ring a su h¨¦roe interior, ese que supuestamente tenemos y al que hay que acudir cuando todo llega a su l¨ªmite. Son peleas ¨¦picas fuera de tiempo, que ya no cuelan. Hay que entender que es un asunto publicitario estudiado al que acuden persiguiendo la esencia de la masculinidad empresarial, tan del Wall Street de los dosmiles, que vincula el poder del hombre con el dinero y con la violencia¡±.
El momento de los influencers alfa
En un art¨ªculo en The New Statesman, Sarah Manavis alerta del surgimiento de supuestos influencers alfa, con el acusado de trata de mujeres Andrew Tate como cabecilla, un exluchador de kickboxing que fomenta la obsesi¨®n por la fuerza f¨ªsica y la dominaci¨®n masculina al tiempo que glorifica el dolor y la lucha como experiencias que presuntamente forjan la virilidad. ¡°Subyace siempre un lenguaje b¨¦lico en el que se remarca el individualismo, esta idea de la soledad del guerrero¡±, reflexiona Iv¨¢n Gombel. ¡°Hay una narrativa masculina del dolor como espacio de validaci¨®n. La idea de que, cuando los hombres sufren, su sufrimiento es m¨¢s importante que cualquier otro. Estos influencers alfa refuerzan estos aspectos, potencian la cultura del esfuerzo corporal, de la lucha y del enfrentamiento con el mundo como lugar hostil, en el que hay que defenderse y estar en una guerra perpetua para que no te pisen. Son maneras muy militares de entender el mundo y la relaci¨®n con uno mismo, con su cuerpo y con su vida¡±.
Kika Fumero vincula el ascenso de la ultraderecha a este impacto negativo en la percepci¨®n y las expectativas sociales de la masculinidad. ¡°La ultraderecha promueve una visi¨®n de la masculinidad vinculada a ideales tradicionales de dominio, agresi¨®n y poder. Ya ha demostrado su resistencia a los cambios sociales que propician el feminismo y los movimientos de derechos LGTBIQ+, que buscan desafiar y desmantelar estas normas de g¨¦nero nocivas y destructivas. Pero promover una cultura de violencia y poder perpet¨²a la desigualdad de g¨¦nero, y menoscaba la salud mental y emocional de los hombres, no solo de las mujeres¡±.
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