El audio es el ¨²ltimo reducto de los bulos en internet: las barbaridades de Joe Rogan en el ¡®podcast¡¯ m¨¢s o¨ªdo del mundo
El c¨®mico, que tiene 11 millones de oyentes en su programa de entrevistas, se ha tenido que retractar por primera vez en m¨¢s de una d¨¦cada por recomendar no ponerse la vacuna de la covid
El programa digital de audio del c¨®mico Joe Rogan es el m¨¢s escuchado del mundo. Por eso, cuando la semana pasada comparti¨® con sus 11 millones de oyentes su opini¨®n respecto a la vacuna contra la covid (dijo que los chavales j¨®venes que hacen deporte y est¨¢n sanos no deber¨ªan pon¨¦rsela), se arm¨® tal revuelo que la Casa Blanca tuvo que responder recordando a la poblaci¨®n que los j¨®venes tambi¨¦n pueden sufrir secuelas del virus y, por supuesto, contagi¨¢rselo a otras personas en situaci¨®n de riesgo. Rogan ha acabado disculp¨¢ndose, pero algunos de sus seguidores protestan todav¨ªa hoy ante esta ¡°bajada de pantalones¡±. La voz m¨¢s o¨ªda en Estados Unidos no suele arrodillarse ante nadie.
Es un caso rayano al veto, reci¨¦n renovado por Facebook, a Donald Trump en redes por alentar al odio. O como cuando un grupo de 15 youtubers que difund¨ªan noticias falsas ha demandado a YouTube por cerrar sus cuentas. El muy derechista Alex Jones fue expulsado de YouTube, Facebook, Spotify y Twitter por difundir teor¨ªas de la conspiraci¨®n del calibre de que los tiroteos en los institutos son montajes con actores o que China tiene laboratorios donde crea humanoides mezclando personas y animales. Esta ¨²ltima es una de las que comparti¨® en el programa de Joe Rogan durante uno de los tres episodios a los que ha sido invitado. Rogan lo considera ¡°uno de los t¨ªos m¨¢s incomprendidos del mundo¡±.
Tanto los usuarios expulsados como sus seguidores denuncian una ¡°censura¡± por parte de las plataformas, a pesar de que ese t¨¦rmino solo puede aplicarse cuando lo ejercen las fuerzas del Gobierno. Se percibe como censura porque dentro del universo virtual de YouTube, de Facebook o de Spotify sus moderadores son tan poderosos como las fuerzas gubernamentales lo son en las calles. Pero legalmente solo son empresas privadas protegiendo lo que ocurre dentro de sus espacios. Y ni siquiera Joe Rogan, una de las personas m¨¢s influyentes de Estados Unidos, se libra de este cepo: nadie puede firmar un contrato como el que ¨¦l tiene, de 100 millones de d¨®lares, con una multinacional como Spotify, y exigir adem¨¢s la independencia absoluta que disfrutaba antes.
Rogan, luchador profesional de taekwondo, empez¨® a hacerse notar como c¨®mico de mon¨®logos en los noventa. Se reinvent¨® como comentarista deportivo y despu¨¦s como presentador de un programa en el que los concursantes superaban retos (como comer bichos) para ganar dinero. En 2009 empez¨® un podcast, The Joe Rogan Experience, que consist¨ªa en conversaciones de hasta cinco horas con personas (generalmente hombres blancos de mediana edad) con vidas u opiniones que Rogan considera interesantes. Cuando tuvo a Elon Musk enfrente durante dos horas y media se dedicaron a fumar porros, jugar con un soplete y debatir sobre la posibilidad de que vivamos dentro de una simulaci¨®n virtual. Las acciones de Tesla bajaron un 7% aquella semana.
Rogan insiste en que ¨¦l no hace entrevistas sino que ¡°mantiene conversaciones¡±. Por eso no rebate a sus invitados cuando proclaman teor¨ªas como que la covid fue creada en un laboratorio chino, que el mundo est¨¢ regido por una sociedad secreta de can¨ªbales traficantes de ni?os o que tanto el 11-S como la llegada a la Luna son montajes. ¡°No es perfecto, pero nadie lo es¡±, dijo Rogan sobre su invitado Gavin McInnes, fundador del grupo violento de supremac¨ªa blanca Proud Boys. ¡°Es un t¨ªo interesante y raro que dice mierdas divertidas¡±. McInnes dijo cosas como que los musulmanes tienen demasiada consanguinidad para ser aceptables como inmigrantes.
Ese esp¨ªritu conversador amigable se le volvi¨® en contra cuando invit¨® a su programa a Jack Dorsey, consejero delegado de Twitter, y al igual que hab¨ªa hecho con sus invitados reaccionarios, paranoicos o racistas, se limit¨® a charlar con ¨¦l sin cuestionar su trayectoria. Pero esta vez la comunidad de Rogan lo critic¨® por ¡°ablandarse¡± ante Dorsey y no reprocharle haber expulsado de su red a opinadores de derechas como Milo Yiannopoulos, Jacob Wohl o Chuck Johnson. Un par de semanas despu¨¦s Rogan llev¨® de nuevo a Dorsey a su podcast para, por primera vez en 1.258 programas, poner contra las cuerdas a un invitado.
Hasta ahora Rogan hab¨ªa eludido la pol¨¦mica por dos motivos: eran sus invitados, y no ¨¦l, quienes dec¨ªan barrabasadas y difund¨ªan desinformaci¨®n, y adem¨¢s emit¨ªa su programa desde una plataforma independiente. No ten¨ªa que responder ante nadie. Y eso le permit¨ªa ser, como se considera, un ¡°librepensador¡±, ¡°pol¨ªticamente incorrecto¡± y ¡°ni de izquierdas ni de derechas¡±. Rogan defiende ideas progresistas en cuanto a la raza, g¨¦nero o condici¨®n sexual, pero reclama su derecho a usar armas para cazar su propia comida y critica la ¡°extrema susceptibilidad¡± de la cultura de la cancelaci¨®n. La gran mayor¨ªa de sus oyentes son hombres blancos republicanos, a pesar de que Rogan apoy¨® abiertamente la candidatura de Bernie Sanders.
Sus 11 millones de oyentes son dos millones m¨¢s que el programa de noticias m¨¢s visto de la televisi¨®n estadounidense, World News Tonight. Por eso Spotify lo fich¨® en exclusiva el a?o pasado con un contrato estimado en 100 millones de euros como parte de su expansi¨®n en el mercado del podcast que incluye nombres como Barack Obama y Bruce Springsteen, Kim Kardashian o Meghan Markle y el pr¨ªncipe Enrique.
En cuanto el acuerdo se hizo efectivo el pasado septiembre, Spotify elimin¨® 42 episodios de The Joe Rogan Experience porque infring¨ªan sus normas de contenido. Varios trabajadores de la plataforma se quejaron porque a¨²n hab¨ªa episodios donde se vert¨ªan comentarios racistas, tr¨¢nsfobos o machistas. Rogan respondi¨® que Spotify tiene muchas canciones de rap con letras peores.
En un v¨ªdeo de Facebook, Rogan tranquiliz¨® a sus seguidores afirmando que solo era un acuerdo de emisi¨®n, pero que Spotify no tendr¨ªa ning¨²n control creativo sobre el programa. Por eso su reciente disculpa (¡°Dije una estupidez, yo no soy m¨¦dico, soy un puto idiota, un comentarista de peleas en jaulas, un c¨®mico, no soy una fuente respetable de informaci¨®n¡±, aclar¨®) ha activado las alarmas entre sus oyentes: a diferencia de otros fichajes estrella, como Obama o Kardashian, la independencia antisistema de Rogan es intr¨ªnseca a su imagen y el principal motivo de su ¨¦xito y de su popularidad. Perder siquiera un ¨¢pice de esa independencia, cheque mediante, desvirt¨²a su identidad.
Pero no su ¨¦xito. ¡°Por cada fan decepcionado que pierda, ganar¨¢ muchos m¨¢s oyentes gracias al altavoz mundial que Spotify le ofrece¡±, explica Luis Quevedo, cofundador de la productora de podcasts Cuonda. El control de la informaci¨®n es parte del juego de la Red. ¡°Desde finales de la d¨¦cada pasada, con la llegada de los tel¨¦fonos inteligentes y las aplicaciones, la inmensa mayor¨ªa de usuarios se mueve por internet como si estuviera en una red de carreteras: todos los lugares a los que va son absolutamente privados, en ning¨²n caso libres. Internet es libre, s¨ª, pero es que Spotify no es internet. Es un negocio privado¡±, explica.
El ¨²ltimo reducto de los bulos
Seg¨²n la web de tecnolog¨ªa The Verge, si la plataforma no elimin¨® el episodio sobre las vacunas es porque Rogan ¡°no se muestra abiertamente antivacunas¡± ni le dice a la gente expl¨ªcitamente que no se vacune. Pero su enorme influencia convierte su opini¨®n en un asunto de sanidad ciudadana, lo cual complica la labor de Spotify a la hora de decidir qu¨¦ es contenido inapropiado y cu¨¢l es aceptable.
El pasado enero, Associated Press public¨® un reportaje que explicaba que, tras las intentonas de Facebook, YouTube o Twitter por eliminar contenido de odio, delitos y desinformaci¨®n entre sus usuarios, los podcasts eran el ¨²ltimo reducto de la libertad absoluta. Cuando el exasesor de la Casa Blanca Steve Bannon dijo en su podcast que deber¨ªan decapitar a Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Salud, y a Christopher Wray, director del FBI, y poner sus cabezas en picas, Twitter, YouTube y Spotify lo vetaron de sus redes. Pero Apple, que funciona como un buscador de podcasts, no elimin¨® ese contenido. Meses despu¨¦s, en enero de 2021, Bannon convoc¨® a sus oyentes para que fueran a Washington a protestar por las elecciones fraudulentas y a retirar a varios miembros del Congreso para as¨ª permitir un segundo mandato de Trump: Bannon¡¯s War Room era uno de los 20 podcasts m¨¢s escuchados de Apple.
El audio ha ejercido ¡°un rol descomunal¡± en el auge del nacionalismo blanco, seg¨²n indicaba un informe de la Liga Antidifamaci¨®n de 2018, gracias a su tono ¡°¨ªntimo y humano, que permite que los extremistas expongan sus ideas durante horas¡±. Un estudio de Zignal Labs concluy¨® que tras la expulsi¨®n en todas las redes sociales de Donald Trump por incitar a la violencia, al odio y a la delincuencia, la desinformaci¨®n en internet cay¨® un 73%. No es una consecuencia directa, contaba la investigadora de noticias falsas Kate Starbird en la radio p¨²blica estadounidense, porque el mismo d¨ªa que se suspendi¨® a Trump se eliminaron otras 70.000 cuentas. Lo que s¨ª demuestra es que cerrar cuentas que inventan bulos hace que su propagaci¨®n descienda efectivamente. El audio, sin embargo, resulta imposible de controlar, lo cual siempre ha sido uno de sus principales atractivos. ¡°Es mucho m¨¢s dif¨ªcil detectar una noticia falsa, no existe un algoritmo que identifique noticias falsas por la voz. Spotify est¨¢ empezando a cuidar lo que publica, mediante una labor editorial, para no convertirse en un foro de desinformaci¨®n como ya son Twitter o WhatsApp¡±, se?ala Mar¨ªa Jes¨²s Espinosa, directora de la plataforma Podium.
La moderaci¨®n es t¨¦cnicamente inviable. Pero adem¨¢s hay quien la considera pol¨ªticamente contraproducente. Esta llamada ¡°censura¡± sirve para alimentar la paranoia de los conservadores y de sus oyentes, que est¨¢n convencidos de que el sistema los persigue. Su teor¨ªa de la conspiraci¨®n est¨¢ tan bien armada que cada nueva expulsi¨®n confirma su discurso.
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