Las vidas paralelas de Pepe Espali¨² y Alberto Card¨ªn, los dos hombres que se atrevieron a hablar antes que nadie del sida en Espa?a
Ambos frecuentaron los mismos c¨ªrculos, fueron rostros visibles de la liberaci¨®n gay y confesaron con valent¨ªa que eran seropositivos cuando nadie lo hac¨ªa, pero, seg¨²n se cree, nunca llegaron a conocerse. Una exposici¨®n Barcelona fantasea con esa posibilidad
¡°Conoc¨ª a Alberto en 1975. Todos los d¨ªas pase¨¢bamos con nuestro grupo de amigos por las Ramblas y nos cont¨¢bamos cosas. Tambi¨¦n viaj¨¢bamos juntos, ¨¦l y yo. A Melilla, a Londres, a Par¨ªs. En Par¨ªs hab¨ªa que ir a los ba?os Continental, una sauna gay donde estaba todo el mundo. Nos hab¨ªan contado que Roland Barthes iba los martes, y a m¨ª me apetec¨ªa tener algo con ¨¦l, as¨ª que ese d¨ªa nos presentamos para ver si lo encontr¨¢bamos¡±.
No hubo suerte.
El activista LGTBI Eliseo Pic¨® particip¨® en la creaci¨®n del Front d¡¯Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) el mismo a?o en que conoci¨® al antrop¨®logo y escritor Alberto Card¨ªn. Recuerda muchas historias vividas junto a ¨¦l en aquellos tiempos. Otros tiempos, sin duda: la prueba es que en ellos un fil¨®sofo estructuralista como Barthes se considerara un objetivo er¨®tico de lo m¨¢s cabal.
Reci¨¦n finalizada la dictadura franquista (y a¨²n antes), Barcelona era una ciudad inquieta con una intelectualidad que viv¨ªa pendiente de lo que sucediera en Francia o en el Reino Unido, pero que tambi¨¦n apreciaba los alicientes del lumpen que le quedaba m¨¢s a mano. Fue ese el mundo donde vivieron Card¨ªn (Asturias, 1948-Barcelona, 1992) y el artista conceptual Pepe Espali¨² (C¨®rdoba, 1955-1993), de los que parte la exposici¨®n El azar de la restituci¨®n, que se inaugura en la galer¨ªa barcelonesa Nogueras Blanchard el 15 de septiembre.
En realidad, en Barcelona coincidieron poco tiempo, entre 1973, que es cuando lleg¨® Card¨ªn, y 1976, a?o en que Espali¨² la abandon¨®. Pero antes y despu¨¦s de eso compartieron muchas cosas: la homosexualidad, algunos amigos y c¨ªrculos sociales, la fascinaci¨®n por el psicoan¨¢lisis, el activismo desde y frente al sida y una muerte como consecuencia de esta misma enfermedad, a principios de los a?os noventa. Esa muerte termin¨® uni¨¦ndolos, cuando en vida no est¨¢ documentada la relaci¨®n directa entre ellos. Este es el gran enigma que nos ofrecen: es como si sus vidas avanzaran por sendas que uno imagina superpuestas, y que sin embargo se obstinan en transcurrir en paralelo, sin la menor intersecci¨®n.
Buscando lo moderno
Jos¨¦ Gonz¨¢lez Espali¨² naci¨® en C¨®rdoba en 1955. Tras un breve paso por Sevilla, en 1971 lleg¨® a Barcelona, donde se matricul¨® para estudiar Historia y Filosof¨ªa. Nunca termin¨® sus estudios universitarios, quiz¨¢ por exceso de est¨ªmulos. ¡°Buscaba una modernidad que entonces no exist¨ªa en Andaluc¨ªa, pero que s¨ª ten¨ªa Barcelona¡±, explica Jes¨²s Alcaide, que adem¨¢s de haber comisariado varias exposiciones sobre el artista reuni¨® sus textos en el libro La imposible verdad (La Bella Varsovia). ¡°Y lo primero que hizo fue conectar con donde estaba la movida, que eran las Ramblas y la gente que se mov¨ªa por all¨ª¡±.
Esa gente inclu¨ªa a Oca?a, pintor y performer que se paseaba Rambla arriba y Rambla abajo con aparatosos modelos de fantas¨ªa (o sin nada) y que en 1983 fallecer¨ªa a consecuencias de las quemaduras sufridas al arder uno de sus disfraces, confeccionado en papel. Hoy es un icono ¨Cdecir un m¨¢rtir no es exagerar mucho¨C del acervo gay nacional.
El cr¨ªtico de arte Juan Vicente Aliaga, que conoci¨® a Espali¨² en Par¨ªs una d¨¦cada despu¨¦s, aporta detalles sobre ese periodo barcelon¨¦s: ¡°Para ¨¦l fue un momento de b¨²squeda inspirado por la figura del escritor Jean Genet, que hab¨ªa visitado Barcelona en los a?os treinta y sol¨ªa recorrer el Raval, donde estaba la calle de la Aurora, en la que ¨¦l viv¨ªa. Era muy mit¨®mano y buscaba esa misma atm¨®sfera de travestis y chaperos. ?l mismo hizo algunas chapas [ejercer la prostituci¨®n] en cines de mala nota o en la calle¡±.
Pero buscando a Genet encontr¨® a Lacan. As¨ª puede resumirse su acercamiento a ?scar Masotta, psicoanalista argentino de la escuela de Jacques Lacan, cuya obra y pensamiento hab¨ªa introducido en el ¨¢mbito hispanohablante. Como muchos otros (entre ellos Alberto Card¨ªn) se incorpor¨® al grupo de iniciados que asist¨ªan a sus cursos en la calle Aribau con la devoci¨®n de quien asiste al despliegue de un universo nuevo. Las teor¨ªas lacanianas sobre la identidad y el inconsciente marcaron su posterior senda profesional y vital.
Como artista, Espali¨² realiz¨® varias acciones en el espacio p¨²blico, y con solo 20 a?os lleg¨® a mostrar su obra en la Sala de exposiciones de Hospitalet de Llobregat. Pero los resultados le decepcionaron. ¡°Pas¨® sin pena ni gloria para la cr¨ªtica porque descuadraba respecto a cierta genealog¨ªa del arte conceptual catal¨¢n¡±, explica Alcaide. ¡°As¨ª que poco despu¨¦s se fue a Par¨ªs¡±. All¨ª asisti¨® a seminarios impartidos por Lacan en persona, mientras abandonaba temporalmente la pr¨¢ctica art¨ªstica. La retomar¨ªa tras su regreso a Espa?a en 1983, cuando se vincul¨® profesionalmente al galerista sevillano Pepe Cobo. En 1990, mientras estaba en Nueva York con una beca Fulbright ¨Clleg¨® a exponer en la galer¨ªa Brooke Alexander y acariciaba la idea de quedarse en la ciudad¨C, recibi¨® el diagn¨®stico del sida. La enfermedad lo mat¨® en 1993 en C¨®rdoba, donde hab¨ªa vuelto solo para cumplir ese tr¨¢mite.
Mucho cerebro, poco cari?o
Apenas un a?o antes, y por la misma causa, falleci¨® Alberto Card¨ªn. Nacido en el pueblo asturiano de Villamayor, Card¨ªn pas¨® gran parte de su infancia en M¨¦xico, donde su padre pose¨ªa una f¨¢brica de camisas. Seg¨²n contaba fue en la capital mexicana, durante los largos trayectos del autob¨²s escolar y con solo siete a?os, donde vivi¨® sus primeras experiencias sexuales con otros chicos. A los nueve regres¨® a Asturias y, tras una larga formaci¨®n con los jesuitas, se licenci¨® en Historia del Arte Medieval e Historia del Arte Contempor¨¢neo y en Filosof¨ªa y Letras por la Universidad de Oviedo. En 1973 recal¨® en Barcelona, que convertir¨ªa en centro de operaciones de su vida cosmopolita.
A su alrededor se gener¨® una camarilla de de amigos, una pi?a que se trataba constantemente, aunque lo hiciera desde cierta distancia emocional. ¡°?ramos un grupo muy despegado, era todo muy cerebral entre nosotros y no hab¨ªa muestras de cari?o¡±, recuerda Eliseo Pic¨®. ¡°Nos pod¨ªamos decir las mayores perrer¨ªas, y hasta nos trat¨¢bamos de usted¡±.
Entre tanto, su actividad intelectual y creativa era fren¨¦tica. Se vincul¨® acad¨¦micamente a la Facultad de Filosof¨ªa y Letras de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona mientras se inscrib¨ªa tambi¨¦n en el c¨ªrculo psicoanal¨ªtico de ?scar Masotta y colaboraba en EL PA?S y Diario 16 entre otros peri¨®dicos, adem¨¢s de en publicaciones culturales como El Viejo Topo o Ajoblanco. Tambi¨¦n en Diwan, una de las revistas que hab¨ªa fundado junto a su amigo Federico Jim¨¦nez Losantos, quien fuera joven turco de la escena intelectual barcelonesa. Ambos figuraron en 1981 entre los firmantes del Manifiesto de los 2.300, carta que denunciaba la marginaci¨®n que a su juicio sufr¨ªa el idioma castellano en favor del catal¨¢n.
Al d¨ªa siguiente de que el grupo terrorista Terra Lliure atentara contra Jim¨¦nez Losantos por haber promovido aquel manifiesto, Card¨ªn public¨® en Diario 16 un art¨ªculo titulado Un largo adi¨®s donde escrib¨ªa: ¡°No se preocupen los se?ores de Terra Lliure, [¡] les dejo, toda para ellos, su dulce y t¨®nica Catalu?a. Solo unos pocos meses para dejar a punto mis asuntos y se ver¨¢n libres de este ocupante, que ha querido a Barcelona y ha gozado de ella como nunca seguramente lo har¨¢n ellos¡±.
?l mismo hab¨ªa sido objeto de pintadas amenazantes en la pared de su casa. Pero, contraviniendo su palabra, mantuvo la residencia barcelonesa hasta el fin de sus d¨ªas. Ahora bien, para entonces su amistad con Jim¨¦nez Losantos ya hab¨ªa terminado. El periodista fue precisamente quien le hab¨ªa presentado a Eliseo Pic¨®, que explica los motivos de aquella ruptura: ¡°Federico le hizo a Alberto algo que ¨¦l no soportaba, que era censurarle. Alberto escribi¨® un art¨ªculo para Diwan y Federico se lo recort¨® porque le parec¨ªa demasiado gay. Hubo una pelea y dejaron de hablarse¡±.
Card¨ªn no se mostraba timorato a la hora de escribir, ya fueran art¨ªculos acad¨¦micos o divulgativos, pero tambi¨¦n cuentos y poes¨ªas. Por supuesto, tambi¨¦n trat¨® sobre la cuesti¨®n gay, pero esto no lo convert¨ªa necesariamente en un activista. ¡°Yo no lo calificar¨ªa as¨ª¡±, indica Aliaga. ¡°Era demasiado individualista y miraba a los otros por encima del hombro, ni siquiera fue muy cercano al FAGC¡±. Como se?ala Alberto Mira, profesor en la Oxford Brookes University y ensayista especializado en temas LGTBI, con textos como el art¨ªculo de 1987 titulado Una cierta sensaci¨®n de fin manifest¨® una postura m¨¢s bien conservadora: ¡°Es bastante problem¨¢tico, dice que el sida va a terminar con la cultura gay, lo que por supuesto no fue verdad¡±.
Arremeti¨® contra sus rivales con dureza y sarcasmo ¨Cfueron especialmente sonadas sus diatribas con Juan Goytisolo¨C, y su maximalismo puede generar desconcierto hoy en d¨ªa como lo hizo entonces. Pic¨® cita la ocasi¨®n en que, durante un curso de verano sobre activismo gay en la Universidad Aut¨®noma, se present¨® con una defensa encendida de Anita Bryant, la cantante ultraconservadora norteamericana que pretend¨ªa expulsar a los maestros homosexuales de las escuelas, lo que dio lugar a una trifulca entre los asistentes. ¡°Pero con eso pretend¨ªa que reaccionaran, que fueran m¨¢s gritones y chirriantes, tipo Oca?a¡±.
Esto no le impidi¨® dejarse acariciar por la mano de los medios de comunicaci¨®n de masas: en 1990 intervino en una emisi¨®n del programa de Televisi¨®n Espa?ola Tribunal Popular en la que se juzgaba la existencia de Dios, un momento cat¨®dico hoy dif¨ªcil de concebir por el alarde de erudici¨®n al que los espectadores eran sometidos en pleno horario de m¨¢xima audiencia.
Entre tanto, el 1 de diciembre de 1992, Pepe Espali¨² publicaba en EL PA?S un art¨ªculo de opini¨®n titulado Retrato del artista desahuciado. Con un tono muy crudo para el momento que ahora resuena con nitidez, hablaba de la experiencia de ser homosexual y adem¨¢s enfermo de sida. Poco antes hab¨ªa escenificado en San Sebasti¨¢n (coincidiendo con el festival de cine) por primera vez la performance Carrying, en la que era acarreado en brazos por diversas parejas de amigos y conocidos. La acci¨®n se repetir¨ªa en Madrid, esta vez con m¨¢s eco medi¨¢tico: entre sus porteadores estaban Pedro Almod¨®var, Marisa Paredes y la pol¨ªtica Carmen Romero, esposa del entonces presidente Felipe Gonz¨¢lez. Para entonces Espali¨², que atravesaba las ¨²ltimas fases de su enfermedad, se hab¨ªa convertido en un en¨¦rgico activista en la l¨ªnea de la asociaci¨®n Act Up, como rememora Juan Vicente Aliaga: ¡°Pepe Cobo le prest¨® su apartamento de calle Barquillo de Madrid para que viviera en ¨¦l, y aquello era como una oficina donde constantemente llegaban faxes con informaci¨®n de todas partes, y no paraba de entrar y salir gente¡±.
Suele decirse por todo lo anterior que Espali¨² fue la primera figura p¨²blica de nuestro pa¨ªs en significarse como portador del VIH. Y, sin embargo, mucho antes que ¨¦l lo hab¨ªa hecho Card¨ªn. Fue en 1985, en el transcurso de una entrevista para la revista Cambio 16 donde hablaba con desenvoltura de su infecci¨®n, diagnosticada el a?o anterior. Conviene recordar que entonces la pandemia se encontraba en sus primeras etapas de difusi¨®n p¨²blica, que el estigma era inconmensurablemente mayor de lo que a¨²n hoy es, y que a la muerte de un ¨ªdolo global como Rock Hudson, quiz¨¢ la primera que despert¨® conciencias, le faltaban meses para llegar. Aquella urgencia por hacer p¨²blico su estado puede interpretarse, desde luego, como consecuencia de una toma de postura pol¨ªtica que persegu¨ªa la visibilizaci¨®n del conflicto.
Pero tambi¨¦n cabe considerar otras motivaciones m¨¢s complejas y subjetivas, o as¨ª lo apunta Eliseo Pic¨®: ¡°Alberto era un poco mani¨¢tico, as¨ª que ante cualquier dolorcito se pon¨ªa en el peor de los escenarios. Muy pronto dijo que ten¨ªa la sensaci¨®n de tener el sida, y se hizo la anal¨ªtica como veinte veces hasta que le sali¨® positiva. Cuando se lo confirmaron, en lugar de ocultarlo se lo cont¨® a todo el mundo, y adem¨¢s jugaba con la reacci¨®n de la gente ante la noticia. Hasta que hacia 1990 la enfermedad empez¨® a mostrar sus efectos. Se recogi¨® mucho, vino su madre para cuidarlo, y a sus amigos ya no nos quer¨ªa ver. Cuando lo vi por ¨²ltima vez me qued¨¦ horrorizado por su estado y ¨¦l se dio cuenta, as¨ª que ya no quiso que volviera. Eso s¨ª que fue doloroso. La ¨²nica de nosotros que estuvo con ¨¦l hasta el final fue Susana Lijtmaer, lectora de la editorial Anagrama, que era la viuda de ?scar Masotta¡±.
Sobre la dificultad para encontrar testimonios de la relaci¨®n entre Card¨ªn y Espali¨² a pesar de que todo parece conectarlos, afirma Joaqu¨ªn Garc¨ªa, comisario de la exposici¨®n El azar de la restituci¨®n: ¡°En efecto la relaci¨®n no est¨¢ documentada. Pero tuvieron que cruzarse seguro, ya fuera en una inauguraci¨®n o en un cruising. Por eso mi propuesta es inventar ese encuentro¡±. La muestra relaciona fotos de las obras y acciones que realiz¨® Espali¨² durante su estancia en Barcelona con extractos de los escritos de Card¨ªn como realmente si unos se hubieran realizado para ilustrar las otras. En ese dispositivo cobra una importancia fundamental el marco barcelon¨¦s.
¡°Barcelona era entonces el lugar en el que hab¨ªa que estar¡±, resume Garc¨ªa. El auge de la industria editorial, de la universidad y los movimientos sociales (incluyendo el FAGC, que promovi¨® la primera marcha espa?ola del Orgullo Gay en 1977) fueron distintas manifestaciones de este florecimiento. Y el cogollo de intelectuales ubicado en estas coordenadas se esforz¨® por generar y mantener v¨ªnculos con la modernidad que ven¨ªa de fuera, particularmente de Francia.
¡°En aquella ¨¦poca le¨ªamos todos a Julia Kristeva, Foucault, Deleuze y Barthes, la revista Tel Quel y por supuesto a Lacan¡±, completa Pic¨®. ¡°Nos visitaba mucha gente de Par¨ªs como el escritor cubano Severo Sarduy, al que pase¨¢bamos por los sitios de ambiente. O Copi, el dibujante argentino, que vino varias veces. Una de ellas represent¨® una obra de teatro suya muy divertida, Loretta Strong, sobre el viaje espacial de una mujer trans. Aunque entonces no dec¨ªamos eso, dec¨ªamos travesti¡±.
El eje principal de este movimiento se ubicaba en el paseo de La Rambla, que antes de convertirse en decorado para el teatro de la turistificaci¨®n sirvi¨® como un punto de encuentro mucho m¨¢s genuino entre intelectualidad y bajos fondos: ¡°Las Ramblas empezaron a caer con las Olimpiadas de 1992¡±, valora Joaqu¨ªn Garc¨ªa. ¡°Pero no olvidemos que a un lado queda en Raval, el Barrio Chino, y al otro el Borne y el G¨®tico y que acaban en el puerto, lugares entonces no asumidos por la elite burguesa. Esas son las Ramblas m¨ªticas de Oca?a y Nazario, pero tambi¨¦n las de V¨¢zquez Montalb¨¢n. Un sitio dedicado a cierto tipo de ocio de bar y puticlub. Lo que conviv¨ªa con otra escena gay muy clara, el ¡°mariconeo fino¡± digamos, que se insertaba tambi¨¦n en el bar Boccaccio y la gauche divine, con gente como Gil de Biedma o Terenci Moix¡±.
La exposici¨®n de la galer¨ªa Nogueras Blanchard forma parte del Barcelona Gallery Weekend, que tendr¨¢ lugar entre el 15 y el 19 de septiembre. Otra galer¨ªa barcelonesa incluida en el programa, House of Chappaz, presenta la colectiva Contact! / Together Again (Po¨¦ticas Pol¨ªticas del VIH), en torno a la infecci¨®n, de la mano de artistas como David Wojnarowicz o Juan Hidalgo. La coincidencia de ambas ofrece la oportunidad para revisar un tiempo repleto de p¨¦rdidas irreparables y constatar una vez m¨¢s que aquel fue el inicio de un cap¨ªtulo que a¨²n sigue abierto.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram,o suscribirte aqu¨ª a la Newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.