¡°Llegamos a pensar que nos lo merec¨ªamos¡±: el verano en el que el colectivo LGTBI volvi¨® a despertar
Nada es lo mismo para el colectivo LGTBI espa?ol despu¨¦s de estos ¨²ltimos meses, desde el asesinato de Samuel en A Coru?a a la reciente paliza de un joven en Madrid en pleno d¨ªa. Sus enemigos son m¨¢s numerosos y m¨¢s violentos. Mientras, frente a la amenaza, la comunidad se ha unido como nunca en su historia
Cometemos a veces el error de pensar en los colectivos sin pararnos a contemplar el espacio que habitan. Puede que estemos ahora ma?s ciegas que nunca, despue?s de que una pandemia nos haya obligado a reducirlo a lo que queda entre unas cuantas paredes, a no caminar ma?s alla? de unos kilo?metros a la redonda. Hubo un tiempo, que ya nos parece casi mi?tico, en el cual la vida de muchas solo podi?a desplegarse en aquellos lugares en los que era aceptada, tolerada o simplemente permitida; si nos fijamos con mayor detalle veremos que ese tiempo existe todavi?a, que algo asi? como un e?xodo rural expulsa a la poblacio?n LGTBI de los pueblos para arrastrarlos a las grandes urbes.
Ampliando la mirada encontraremos otros feno?menos de expulsio?n, y quiza?s hasta pensemos ¡ªsi no hemos quedado completamente absorbidas por los problemas de aqui?, o por la cantinela del que? hay de lo mi?o¡ª en las refugiadas LGTBI de Afganista?n, o, mejor au?n, en las refugiadas en general; si volvemos a reducir con tal de ver con claridad los detalles, nos daremos cuenta, como dejan por escrito Shangay Lily o Ignacio Elpidio Domi?nguez Ruiz, de que los mismos espacios que dieron cobijo a algunas ra?pidamente se convirtieron en centrifugadoras de la expulsio?n. Quiza? pronto dejaron de ser un oasis para tantas.
Surgira? siempre una objecio?n a la visio?n hipercri?tica de las cosas: ¡°No seri?a perfecto, pero era lo que teni?amos¡±. La creencia de que hace poco esta?bamos fanta?sticamente o habi?amos logrado progresos irreversibles en lo que a la igualdad respecta se sostiene sobre dos pilares fundamentales, uno ma?s verdadero y el otro un poco mentiroso, no necesariamente en ese orden: la igualdad ante la ley o el reconocimiento de ciertos derechos de iure, por un lado; por el otro, el estatus social que habi?a alcanzado una parte del colectivo LGTBI, la ma?s beneficiada por poder casarse ¡ªreclamacio?n, por otra parte, completamente legi?tima¡ª y la ma?s desmovilizada en cuanto se logro?. Un sector que, una vez conseguido, de nuevo, lo suyo, podi?a ¡ªsin mayor compromiso con ninguna causa¡ª retirarse a una vida ma?s aburguesada, acomodarse en el dual income, no kids ¡ªo pensar en comprarlos, si acaso¡ª y dejar atra?s el pasado militante. Si se teni?a dinero, estatus y blanquitud, lo gay ¡ªpor encima de todo lo dema?s¡ª podi?a pasar a ser un rasgo secundario, olvidable, un detalle insignificante. Nunca ma?s algo por lo cual ser la diana de la violencia: solo una forma de existencia que al resto les era posible tolerar.
Que el ascenso social fuera una realidad para algunos y no todos estuvieran tan bien no quita que la lucha tuviera sus frutos en el resto de la sociedad. Los tuvo, hasta tal punto que la opinio?n pu?blica, cual pe?ndulo, reacciono? a tantos an?os de dictadura haciendo de Espan?a uno de los pai?ses ma?s tolerantes y abiertos de la Unio?n Europea y del mundo. ¡°Aunque pueda parecer parado?jico¡±, me explica Carla Antonelli, activista trans y diputada por el PSOE en la Asamblea de Madrid hasta las u?ltimas elecciones, ¡°se respiraban ma?s aires de libertad o permisividad en el tardofranquismo que ahora, casi como reaccio?n a la represio?n anterior¡±. ?Que? ha sucedido para que ella juzgue que esos vientos de libertad se han esfumado?
Varios feno?menos han roto el letargo en el que una parte del colectivo LGTBI veni?a instala?ndose. Lo primero: por el asesinato homo?fobo del cual fue vi?ctima Samuel Luiz la madrugada del 3 de julio. Lo segundo, aunque anterior en el tiempo: porque durante meses las personas trans se han visto ¡ªnos hemos visto¡ª sometidas a una campan?a de acoso, demonizacio?n y sospecha permanente, en la cual desde tribunas interesadas se nos retrataba como monstruos perversos, recuperando los peores cliche?s del odio histo?rico al colectivo LGTBI, para tergiversar el contenido de una ley cuya aprobacio?n iba, en teori?a, a desatar las diez plagas bi?blicas. Lo tercero: porque hay quien se ha dado cuenta ahora de que la cosa tambie?n va con ellos, y de que no por estar ma?s socialmente integrados podra?n escapar de la violencia.
?Cua?les fueron las reacciones al asesinato de Samuel? La ma?s compartida es el horror, la desazo?n. ¡°No puede ser posible que todo esto no haya servido para nada¡±, se dijo Carla Antonelli, que llevaba meses al pie del can?o?n en defensa de la ley trans: sabe, y lo dice con firmeza, que ¡°los discursos de odio son armas bien cargadas¡±. ?Su diagno?stico? Hay un sentimiento de crispacio?n social, extendido tanto en la realidad como en las redes, con acoso, vejaciones y agresiones; su origen esta? en el descontento y precariedad a rai?z de la crisis econo?mica y en la bu?squeda de nuevas cabezas de turco, papel en el que se nos coloca constantemente a las personas LGTBI. Y en esta percepcio?n coincide con Sol Salama, editora de Tra?nsito, para quien la fortaleza reciente del feminismo y su exhibicio?n de mu?sculo ¡°han generado reacciones muy violentas en quienes rechazan lo diferente¡±.
Hay algo ma?s que todas las personas entrevistadas para este texto afirman en sus respuestas: que en las manifestaciones por el asesinato de Samuel no hay a?nimo de venganza o punitivismo, sino un despertar, un grito que pide justicia. Y creen incluso que quienes pertenecemos al colectivo habi?amos llegado a pensar que nos mereci?amos ser vi?ctima de esas agresiones. Hasta ahora: la comunidad LGTBI dice basta.
Pregunte a quien pregunte, la situacio?n actual evoca tiempos anteriores o e?pocas ma?s oscuras. A?ngelo Ne?store, artista hispanoitaliana no binaria, poeta y editora de Letraversal, me habla de las brechas que atravesaba Italia hace 30 an?os, con cicatrices que au?n perduran. La pregunta por un pai?s hace que piense en el otro. En los an?os noventa, cuando Berlusconi se convirtio? por primera vez en presidente del Consejo de Ministros, ¡°au?n habi?a hoteles y establecimientos en el norte que no aceptaban ni a negros ni a terroni, los suren?os¡±. El reflejo, para Ne?store, de una idea de pureza capaz de desplazar toda divergencia de la norma, blanquearla y ocultarla bajo la alfombra.
Cuatro de?cadas antes, en Calabria, miles de nin?os suren?os seri?an enviados a vivir con familias del norte, en campamentos de verano o en instituciones cato?licas tras una serie de graves inundaciones. La poli?tica del Estado, como especie de humanismo cruel, era convertir a los pobres en norten?os, en un movimiento vertical que rima con el de los nin?os arrebatados a madres republicanas durante el franquismo.
Dice Ne?store que en Espan?a ¡°si? que hay un dia?logo, un debate, un espacio para hablar de todas estas cuestiones, pero al mismo tiempo la violencia aumenta¡±. Todas coinciden en que algo ha cambiado: la extrema derecha ¡°ha dejado de disimular¡±, en palabras de Salama, y ha entrado en las instituciones. Ma?s chocante au?n es la connivencia con la que los partidos conservadores tratan sus propuestas. O cuando incluso desde partidos progresistas se asume parte de su discurso, tal y como se vivio? en los meses anteriores a la llegada de la ley trans al Consejo de Ministros: el discurso de la extrema derecha, antes marginal, se convirtio? en la norma. Quienes an?os atra?s rechazaban el autobu?s de Hazte Oi?r aplaudi?an de pronto su mensaje.
Carla Antonelli recuerda que son tan responsables los que fomentan ciertos discursos como sus ejecutores. Y nos ofrece una dosis de realidad. ¡°En la Comunidad de Madrid no hubo legislacio?n LGTBI hasta que desaparecieron las mayori?as absolutas del Partido Popular¡±, explica con pausa dida?ctica. ¡°En 2016 salio? adelante una ley trans madrilen?a, con abstencio?n del Partido Popular, y una ley de proteccio?n contra la homotransfobia: hubo ma?s de 140 enmiendas y buena parte de su contenido quedo? en el olvido. Nunca hubo intencio?n de ponerlas en pra?ctica¡±, dice. ¡°A Ayuso no le hari?a falta derogar puntos de esas leyes para contentar a Vox, porque ni siquiera esta?n cumpliendo con lo que en ellas ya esta? escrito¡±. Lo que nos pasa ahora viene de antes.
El filo?sofo Pau Luque toma prestada de Francisco Ferna?ndez Buey la idea de la historia de las ideas como una noria: con una u otra forma, ¡°todo termina reapareciendo en tierra firme o temblorosa¡±. Antonelli comparte cierta preocupacio?n por lo que vuelve, como una tendencia, y se lamenta de que ¡°se haya puesto de moda la transfobia¡±. Pero lo que ma?s triste le parece es que haya sido por intere?s y ambicio?n personal, en el caso de personas que an?os atra?s defendi?an lo contrario. Reitera una idea que ha pronunciado en varias ocasiones: ¡°Nos acordaremos de quienes han estado a nuestro lado y tambie?n de quienes no, porque dentro de un tiempo nadie admitira? haber fomentado el odio¡±.
Las cazas o redadas a personas del sur, promovidas por la extrema derecha de entonces en Italia, recuerdan a Ne?store al asesinato de Samuel. Y tambie?n piensa lo mismo del chiste como catalizador de la violencia, de la fuerza de palabras como marico?n: a partir de la risa se instala el prurito alle mani, un picor en las manos, un impulso que lleva a la humillacio?n e incluso al asesinato. Salama, en su labor como editora ¡ªsolo publica mujeres¡ª y en su lucha como lesbiana, cree en el poder del lenguaje como acto de resistencia: ¡°Informar, mostrar, divulgar, contar, narrar, visibilizar¡±. Por oscuro que sea el momento, todas muestran ma?s ganas de resistir y de luchar que nunca. Sera? que algo ha cambiado y que los espacios que antes eran seguros hoy esta?n en disputa.
Antonelli trae un u?ltimo aviso: califica los actos de quienes han podido lamentarse por el asesinato de Samuel y, al mismo tiempo, instigar al odio y la sospecha a las personas trans, como poco ma?s que un lavado de conciencias. Y el u?ltimo mensaje es, claro, uno de esperanza. ¡°Al final siempre vence la luz. Todo calvario esta? destinado a llegar a su fin¡±. La seguridad y solidez de las conquistas ya logradas ha desaparecido, pero el colectivo LGTBI ha sabido ¡ªhemos sabido¡ª convertir el dolor en energi?a: sera? que, para que venza la luz, hay que abrir grietas.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram,o suscribirte aqu¨ª a la Newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.