George Lazenby, el James Bond ef¨ªmero que tom¨® una de las peores decisiones de la historia del cine
Era guapo, carism¨¢tico y estaba destinado a ser una gran estrella, pero una serie de malos consejos y un ego mucho m¨¢s grande que su talento hicieron que el 007 de ¡®Al servicio secreto de su majestad¡¯ acabase haciendo personajes secundarios en series de televisi¨®n
¡°Esto nunca le pas¨® al otro tipo¡± es la primera frase que George Lazenby (Goulburn, Australia, 82 a?os) suelta como el nuevo James Bond al inicio de Al servicio secreto de su majestad (1969). Era una forma de romper la cuarta pared, una artima?a del guionista Richard Maibaum para dejarnos claro que lo que vamos a ver a continuaci¨®n no tendr¨ªa nada que ver con el Bond que Sean Connery hab¨ªa establecido previamente. Lo cierto es que aquella frase, que pretend¨ªa ser un mero gui?o a los seguidores de la saga, casi defin¨ªa mejor a su protagonista que al personaje. Es probable que nada de lo que le pas¨® a Lazenby en su vida le pasase jam¨¢s a ning¨²n otro.
George Lazenby era un mec¨¢nico de coches australiano al que su buena planta llev¨® a convertirse en modelo. El amor, mientras, le hizo viajar a Londres. El padre de su primera novia, en un amago infructuoso de separar aquella pareja, hab¨ªa enviado a su hija al Reino Unido. ?l la sigui¨® pero la llegada a la capital brit¨¢nica supuso el fin de la relaci¨®n. ¡°Yo era guapo y ellas tomaban la p¨ªldora¡±, resume en Becoming Bond (2017), el documental de Hulu en el que cuenta su vida sin tapujos.
El sexo y las mujeres han marcado la biograf¨ªa de Lazenby. Tanto, que se enter¨® de que MGM buscaba un nuevo actor para la saga Bond durante uno de los tr¨ªos en los que participaba habitualmente con su amigo, el tambi¨¦n modelo Ken Gaherity. El resto es leyenda: fue al peluquero de Connery a que le hiciese su mismo corte de pelo, consigui¨® un traje cosido para Bond en Savile Row y se compr¨® el Rolex Submariner que luc¨ªa el personaje. Cuando lleg¨® a la prueba salud¨® petulante: ¡°He o¨ªdo que estabais buscando a Bond¡±. A continuaci¨®n, enred¨® a los productores Albert Broccoli y Harry Saltzman con historias falsas sobre sus pel¨ªculas de acci¨®n en remotos pa¨ªses europeos. Su ¨²nica experiencia ante la c¨¢mara era un anuncio de chocolate
Al director Peter Hunt le cautiv¨® su desparpajo. ¡°?Has enga?ado a dos de los hombres m¨¢s despiadados que he conocido en mi vida!¡±, exclam¨®.
A finales de los a?os sesenta, eso era lo que necesitaba EON Productions: un nuevo Bond. Daba igual cu¨¢l fuese su pasado. Sustituir a Sean Connery ¨Cque hab¨ªa interpretado al agente 007 cuatro veces hasta entonces¨C parec¨ªa una misi¨®n suicida, pero Broccoli y Saltzman consideraban que Bond estaba por encima del actor, al igual que Dr¨¢cula o Sherlock Holmes. Era un fen¨®meno mundial que ten¨ªa que reformularse tras el adi¨®s de su estrella, un Connery harto del personaje. La ruptura fue feliz para todos: Broccoli hab¨ªa comenzado a detestar a Connery, al que consideraba un figur¨ªn con peluca, y se qued¨® impresionado por el aspecto de Lazenby, m¨¢s j¨®ven y apuesto con hoyuelo y sonrisa p¨ªcara, y mucho m¨¢s ¨¢gil y atl¨¦tico.
¡°Me dijeron que la m¨ªa fue la prueba de pantalla m¨¢s costosa de la historia¡±, cont¨® a The New York Times. ¡°Creo que hubo 800 aspirantes. Me probaron durante cuatro meses: peleas, paseos a caballo, nataci¨®n¡±. Lo que m¨¢s impresion¨® a Broccoli fue que tumbase al coordinador de acrobacias tras un golpe accidental.
Pero todav¨ªa le quedaban m¨¢s pruebas en la gincana para convertirse en el agente con licencia para matar. Una noche, una pareja lleg¨® a la habitaci¨®n de su hotel. La mujer le dijo que quer¨ªa acostarse con ¨¦l y el hombre se qued¨® en un rinc¨®n, leyendo un peri¨®dico. ¡°?No vas t¨² despu¨¦s?¡±, pregunt¨® Lazenby al terminar. Ni fue ni ten¨ªa intenci¨®n de ir. El hombre le explic¨® lo que acababa de ocurrir: ¡°El estudio pens¨® que eras homosexual y ven¨ªamos a comprobarlo¡±. ¡°No ten¨ªa idea de que era una prueba¡±, admite Lazenby en el documental. ¡°Pens¨¦ que era mi noche de suerte¡¯¡¯.
M¨¢s que heterosexual, importaba que Lazenby fuese actor. Ni lo era, ni sab¨ªa lo que implicaba una producci¨®n de aquellas caracter¨ªsticas. Para ayudarle a entrar en el personaje ¨Cy probablemente para no aguantarlo¨C el director Peter Hunt decidi¨® no dirigirle la palabra en todo el rodaje. ¡°Quer¨ªa esa sensaci¨®n de aislamiento. Ese es Bond. Es un solitario. George no ten¨ªa la experiencia suficiente para interpretar este sentimiento de vac¨ªo total¡±, justific¨® el director. Lazenby lo recuerda de forma distinta: ¡°Hunt nunca volvi¨® a hablarme despu¨¦s del primer d¨ªa de rodaje. Ni siquiera me hablaba despu¨¦s de la pel¨ªcula¡±. Su animosidad lleg¨® a tal punto que cuando el director de acrobacias le dijo a Hunt que Lazenby se hab¨ªa hecho da?o rodando una escena respondi¨®: ¡°Nadie lo ha visto todav¨ªa interpretando a Bond. Si lo matamos, podr¨ªamos hacerlo todo de nuevo¡±.
La hostilidad hacia el proyecto de actor no tard¨® en extenderse al resto del equipo. Y Lazenby enseguida se dio cuenta de lo desubicado que estaba en un rodaje de aquellas caracter¨ªsticas. Como reconoce en Becoming Bond, durante la filmaci¨®n de Al servicio secreto de su majestad beb¨ªa una botella de vodka al d¨ªa y fumaba tanta marihuana como pod¨ªa.
No ten¨ªa experiencia ante las c¨¢maras, pero tampoco detr¨¢s. Como no sab¨ªa c¨®mo lidiar con la presi¨®n ni con los tiempos muertos entre sus secuencias, sal¨ªa de fiesta todas las noches hasta las tres de la madrugada. Para pasmo de los productores, tambi¨¦n comenz¨® a ir en motocicleta a todas partes y cuando un d¨ªa, en una tienda de armas, le regalaron una Walther PPK (la pistola de Bond) empez¨® a llevarla al rodaje y a dispararla en el plat¨®. Cuando no estaba poniendo en peligro su integridad f¨ªsica o la del resto del equipo, estaba entrometi¨¦ndose en su trabajo. Tuvo problemas con todos, pero nadie tuvo que sufrirle m¨¢s que la actriz Diana Rigg, a la que hab¨ªan contratado para suplir sus carencias interpretativas.
Las peleas con la futura Reina de las Espinas de Poniente fueron antol¨®gicas. A?os despu¨¦s, Rigg escribi¨® una carta abierta a Lazenby en el Daily Sketch en la que detallaba sus encontronazos. ¡°Estoy cansada de leer esas declaraciones paranoides en la prensa en las que dices que estabas rodeado de personas hostiles. Estoy de acuerdo en que al terminar el rodaje la mayor parte del equipo era hostil, pero solo debido a tu comportamiento exagerado. ?Por qu¨¦, si no, iba a amenazar con su dimisi¨®n tu ayudante? ?Por qu¨¦ dimitieron tres conductores distintos en una semana? ?Por qu¨¦ un miembro del equipo se contuvo para no darte un pu?etazo despu¨¦s de cierto comentario que hiciste sobre una de las chicas de la pel¨ªcula?¡±.
Como reconoci¨® el propio Lazenby m¨¢s tarde, se dej¨® vencer por la popularidad y la adulaci¨®n constante. Le regalaban viajes en aviones privados, motocicletas y hasta un Aston Martin. ¡°La fama es una experiencia fascinante, cambi¨® mi vida de muchas maneras. De pronto la gente me ofrec¨ªa dinero para asistir a su fiesta.¡± Y matiza: ¡°No era por m¨ª, lo sab¨ªa. Era por James Bond¡±.
Y a¨²n faltaba la traca final. Entre su c¨ªrculo de amigos estaba Ronan O¡¯Rahilly, enfant terrible del London Swing y fundador de Radio Caroline, una de las emisoras pirata que transformaron la escena musical brit¨¢nica en los setenta. Este agitador contracultural consideraba que Bond era un dinosaurio que no sobrevivir¨ªa a la revoluci¨®n de Woodstock y la pel¨ªcula Easy Rider. Pues bien, Lazenby lo convirti¨® en su agente y gur¨². ¡°Me miran como si fuese un camarero¡±, se quejaba ¨¦l, que abominaba de la rigidez de un personaje al que deb¨ªa ce?irse incluso cuando no estaba rodando.
A pesar de los desencuentros, le ofrecieron un mill¨®n de d¨®lares y un contrato por siete pel¨ªculas, cifras mareantes para un novato. Pero Lazenby prefiri¨® escuchar a O¡¯Rahilly, que le hablaba de cine en Europa y en Hong Kong. ¡°Me dijeron que hab¨ªa un tipo llamado Clint Eastwood que hac¨ªa pel¨ªculas en Italia y que ganaba 500.000 d¨®lares al mes por hacer un w¨¦stern. As¨ª que no sent¨ª que renunciando a Bond estuviera perdiendo el mill¨®n de d¨®lares¡±.
¡°Ronan me convenci¨® de que la saga Bond estaba acabada y que si segu¨ªa adelante corr¨ªa el riesgo de convertirme en parte del establishment. Se supon¨ªa que Easy Rider era el camino a seguir y pod¨ªa hacer tres o cuatro pel¨ªculas de ese tipo por cada Bond. Quer¨ªa ser un esp¨ªritu libre, hacer el amor, no la guerra. Ronan no me dejaba firmar el contrato de Bond. ?Qui¨¦n sabe qu¨¦ habr¨ªa pasado si no se hubiera apoderado de mi cerebro?¡±, reconoce en Becoming Bond.
Justo un d¨ªa antes del estreno mundial de su debut, Lazenby anunci¨® en el programa The Tonight Show que hab¨ªa decidido renunciar al papel de Bond y que optaba por no cumplir con su contrato. ¡°Ser Bond es divertido, pero no quiero volver a hacerlo¡±. Broccoli y Saltzman, que estaban viendo el programa, se enfurecieron, convencidos de que aquellas declaraciones da?ar¨ªan gravemente la taquilla. No fue del todo as¨ª: su recaudaci¨®n, pese a ser menor que la de su predecesora, Solo se vive dos veces (1965), super¨® los 60 millones de d¨®lares. A pesar de la displicencia inicial de la cr¨ªtica, el tiempo la ha situado como una de las pel¨ªculas m¨¢s apreciadas de la saga y la favorita de cineastas como Steven Soderbergh o Christopher Nolan, quien la homenajea profusamente en Origen (2010).
En 1978, Broccoli describi¨® en Los Angeles Times la elecci¨®n de Lazenby: ¡°Mi mayor error en 16 a?os. No pod¨ªa lidiar con el ¨¦xito. Era tan arrogante. Ten¨ªa la estatura y el aspecto de un Bond, pero ni siquiera era capaz de llevarse bien con los dem¨¢s artistas y t¨¦cnicos¡±.
Libre ya de aquel contrato que consideraba ¡°esclavitud¡±, Lazenby se embarc¨® junto a O¡¯Rahilly en la producci¨®n de Soldado universal (1971, sin relaci¨®n con la de Jean-Claude Van Damme), un fracaso y no precisamente un alegato pacifista. Crey¨® que encontrar¨ªa la redenci¨®n y el dinero f¨¢cil en las pel¨ªculas de artes marciales y vol¨® a Hong Kong para participar en una pel¨ªcula junto a Bruce Lee. Se reunieron para almorzar y quedaron para firmar el contrato al d¨ªa siguiente, pero aquella noche Lee falleci¨®. La aventura hongkonesa se sald¨® con pel¨ªculas menores por las que pas¨® sin pena ni gloria. El lucrativo cine europeo tampoco lleg¨®. En 1978, se vio obligado a colocar un anuncio en la revista de cine Variety pidiendo trabajo y reconociendo su error.
A partir de ah¨ª se sumergi¨® en producciones australianas de bajo presupuesto, telefilmes de Emmanuelle, apariciones en series como Hotel (1983-1988) o Diagn¨®stico asesinato (1993-2001) y series B demenciales como Nunca es pronto para morir (1986), un producto donde el cantante de Kiss, Gene Simmons, interpreta a un hermafrodita trastornado que pretende envenenar el agua de Los ?ngeles.
Lazenby afirma que Broccoli y Saltzman lo incluyeron en la lista negra de la industria. ¡°Se corri¨® la voz de que era dif¨ªcil de manejar. Dijeron que esa era la raz¨®n por la que no hice otro Bond, pero esa no era la verdad¡±.
La vida tambi¨¦n le propin¨® alg¨²n golpe: tuvo un divorcio traum¨¢tico de su segunda mujer, la tenista Pam Shriver, legendaria pareja de dobles de Martina Navratilova, y vio fallecer a su hijo a los 19 a?os a causa de un c¨¢ncer cerebral. Pero todav¨ªa hace un balance positivo de su vida. En 2014 declar¨® al Sydney Morning Herald: ¡°Hay una parte de m¨ª que piensa que deber¨ªa haber hecho un par de pel¨ªculas m¨¢s de Bond. Por otro lado, no tendr¨ªa la vida que tuve. Tengo hijos preciosos que quiz¨¢s no hubiera tenido si hubiese continuado con Bond¡±. El 007 que luch¨® contra el sentido com¨²n para desprenderse de su personaje vive ahora en Los ?ngeles, dedicado a lucrativas inversiones inmobiliarias y a participar en cuantos actos sobre el personaje lo soliciten. El tipo que predijo la muerte de Bond ha acabado siendo su embajador m¨¢s sonriente.
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