¡°Si ¡®Ulises¡¯ no es apto para leer, la vida no es apta para vivir¡±: la mejor novela en ingl¨¦s del siglo XX a¨²n vive en Dubl¨ªn
A punto de cumplirse el centenario de la publicaci¨®n de la obra cumbre de James Joyce, considerada la mejor novela en ingl¨¦s del siglo XX, su ciudad sigue llena de recuerdos, homenajes y rincones imprescindibles que reciben a miles de lectores entusiastas cada a?o
James Joyce (Dubl¨ªn, 1882 - Z¨²rich, 1941) era tan supersticioso que quiso que su Ulises se publicara el 2 del 2 del 1922. De hecho, ¨¦l hab¨ªa nacido el 2 del 2 de 1882 y toda esta novela transcurre un 16 de junio de 1904, d¨ªa en que sali¨® por primera vez con Nora Barnacle (que luego ser¨ªa su esposa). El primer ejemplar de aquella primera edici¨®n publicada por Silvia Beach en Shakespeare and Company, Par¨ªs, est¨¢ expuesto en el MOLI de Dublin (Museum Of Literature Ireland) como una de sus grandes reliquias y conserva intacto el color azul en la cubierta, un azul casi id¨¦ntico al que da brillo a la bandera de Grecia, por aquello de hacer un gui?o a la principal referencia que manej¨® el autor: La Odisea de Homero, cuyo personaje principal era Ulises.
Si la gran epopeya del hombre en el siglo VIII a.C. de Homero consist¨ªa en atravesar el Mediterr¨¢neo luchando contra especies y bestias de todo tipo hasta regresar a casa tras la guerra, la epopeya del hombre contempor¨¢neo del siglo XX de Joyce consiste en superar un d¨ªa en la ciudad y regresar tambi¨¦n a casa, tras luchar contra sus propios demonios, perdido en un caos narrativo medido, ordenado y pensado al mil¨ªmetro al que su autor tard¨® siete a?os en dar forma. Novela escrita en el exilio con el amor por la ciudad natal que suele otorgar la distancia, Ulises fue considerada indecente por la mayor¨ªa de editores que lo rechazaron. A ellos y a los cr¨ªticos (a los que a¨²n mantiene entretenidos) que encontraron el libro obsceno e ilegible, Joyce les respondi¨®: ¡°Si Ulises no es apto para leer, la vida no es apta para vivir¡±.
Ulises es un cl¨¢sico imperecedero cuyo lector descubre nuevas cosas conforme va creciendo y releyendo. Forma y fondo se funden. All in All. El lenguaje est¨¢ en la historia y viceversa. Los ruidos, los bostezos, la digesti¨®n, la conversaci¨®n m¨¢s intrascendente, ese perro impetuoso¡ cualquier detalle es digno de ser sublimado, lo m¨¢s vulgar deviene venerable. Seguramente por eso Jorge Luis Borges, en su poema Invocaci¨®n a Joyce, dej¨® versos como estos: ¡°Inventamos la falta de puntuaci¨®n / la omisi¨®n de may¨²sculas / las estrofas en forma de paloma / de los bibliotecarios de Alejandr¨ªa / Ceniza, la labor de nuestras manos / y un fuego ardiente nuestra fe / T¨², mientras tanto, forjabas / en las ciudades del destierro / en aquel destierro que fue / tu aborrecido y elegido instrumento / el arma de tu arte / erig¨ªas tus arduos laberintos / infinitesimales e infinitos / admirablemente mezquinos / m¨¢s populoso que la historia¡±.
Un paseo de 18 horas, una lectura de 18 a?os
Leopold Bloom, personaje principal del Ulises, sale a caminar por Dubl¨ªn como salen a caminar los miles y miles de admiradores que cada 16 de junio peregrinan hasta la ciudad con intenci¨®n de realizar un recorrido id¨¦ntico al suyo durante el conocido Bloomsday, que dura lo mismo que la novela, 18 horas (si se vive, pero 18 a?os, usted ya sabe, si se lee) y que empieza a las ocho de la ma?ana, cuando Stephen Dedalus desayuna mientras su compa?ero, el orondo Buck Mulligan, se afeita.
Entre otras cosas, Bloom desayunar¨¢ ri?ones de cerdo fritos, saldr¨¢ de su casa en el 7 de Eccles Street (cuyo portal original se encuentra intacto en el patio del The James Joyce Centre), asistir¨¢ a un funeral en el cementerio de Glasnevin (donde est¨¢ enterrado el padre de Joyce), atravesar¨¢ el puente O¡¯ Connell, ver¨¢ un barco que transporta cerveza Guinness y una bala de humo, mirar¨¢ el reloj en el edificio de enfrente, pensar¨¢ en su mujer (la cantante Molly), que a estas horas del mediod¨ªa seguir¨¢ encerrada con su amante (su road manager Hugh ¡°Blazes¡± Boylan), ver¨¢ polic¨ªas bien alimentados, al sentirse tan obstruido por el peso de la historia se meter¨¢ una patata en el bolsillo esperando que le de buena suerte, al no poder entrar en el Burton, lo har¨¢ en el Dave Byrnes, y pedir¨¢ un s¨¢ndwich de gorgonzola y un vino de Borgo?a sin poder arrancarse del pensamiento a Molly, y comer¨¢ recordando c¨®mo le propuso matrimonio.
Luego, de camino a la National Library, lograr¨¢ evitar un choque con el amante de Molly y comprar¨¢ para ella (claro, ?ay!) una pastilla de jab¨®n de lim¨®n en la farmacia Sweney, e ir¨¢ al peri¨®dico donde trabaja como agente de publicidad y a la hora de cenar se encontrar¨¢ a Stephen Dedalus y le acompa?ar¨¢ a un burdel antes de dar un paseo solitario hacia la eternidad y de acostarse a las dos de la ma?ana.
Pero m¨¢s all¨¢ de la ruta cl¨¢sica del Bloomsday, hay otras maneras de recorrer el Dubl¨ªn de Joyce. ¡°Cuando muera, Dubl¨ªn estar¨¢ escrito en mi coraz¨®n¡±, escribi¨®. A d¨ªa de hoy no se sabe qui¨¦n debe m¨¢s a qui¨¦n: si Joyce a Dubl¨ªn o Dubl¨ªn a Joyce. Sin duda, es esta ciudad el gran personaje de su carrera literaria, presente en sus cuatro grandes obras: Dublineses (1914), Retrato del artista adolescente (1916), Ulises o Finnegans Wake (1939). Para empezar, conviene visitar el James Joyce Centre, un lugar emocionante que en su tres plantas reproduce el ambiente y el mobiliario (casi enteramente original) de las habitaciones de Joyce y Nora en Pola, Trieste, Par¨ªs (donde el autor termin¨® Ulises) o Zurich (donde est¨¢ enterrado). Tambi¨¦n se vende Romping through Ulysses, un manual de instrucciones para comportarse como un joyceano ejemplar en el que se dan instrucciones para vestirse adecuadamente (sombrero, gafas redondas, traje estilo eduardiano) y recorrer punto por punto el mapa sentimental de Leopold Bloom.
Cualquier ruta bajo las indicaciones de los gu¨ªas del James Joyce Centre mostrar¨¢ valiosos detalles de la afinidad entre Joyce y Dubl¨ªn como son el cine Volta (fundado por el propio Joyce en 1909 en Mary Street), el hotel donde trabajaba Nora cuando se conocieron, la estatua de Joyce en el North Earl Street esculpida en 1990 por Marjorie Fitgibbon, Stephen¡¯s Green (el parque que arrebataba a Joyce y del que escribi¨® ¡°ese es mi verde favorito¡±), el Cabmans Shelter donde Bloom y Dedalus toman caf¨¦, el Belvedere College al que fue Joyce, el Gresham Hotel en Upper O¡¯ Connell Street (localizaci¨®n final del famoso relato Los Muertos), la iglesia de St. George cuyas campanas resuenan ¡°heigho heigho¡± en Ulises y en Dublineses, el Barney Kiernan¡¯s pub (donde Bloom encuentra a The Citizen, apodo del personaje real Michael Cusack, pedagogo nacionalista fundador de la Asociaci¨®n Atl¨¦tica Ga¨¦lica) o el Ordmond hotel, lugar ideal para refrescar el gusto de Joyce por la composici¨®n M¡¯appari (de la ¨®pera Martha o la feria de Richmond) con m¨²sica de Friedrich von Flotow y libreto de Friedrich Wilhem Riese, y que Leopold escucha al final del d¨ªa.
Otra singular manera de familiarizarse con el Dubl¨ªn de Joyce (y del resto de los escritores irlandeses, pues Dubl¨ªn fue designada en 2010 ciudad de la literatura por la Unesco) es asistir a las rutas que organizan en el pub The Duke, cl¨¢sico del centro de Dubl¨ªn, o visitando la librer¨ªa (c¨®mo no) Ulysses Rare Books, del que fue cliente Joyce, como tambi¨¦n lo fueron Bono, Anne Enright o John Boyne. Las Dublin Literary Pub Crawl son rutas literarias teatralizadas que hacen buena aquella ense?anza de Samuel Johnson que dec¨ªa ¡°nadie en Irlanda va a un lugar en el que no se pueda beber¡±, porque si Paris tiene sus caf¨¦s, Dubl¨ªn tiene sus pubs. Y si cada cap¨ªtulo del Ulysses tiene un estilo, cada pub de Dubl¨ªn tiene su atm¨®sfera. En tiempos de Joyce hab¨ªa 4.000 pubs en Dubl¨ªn. Hoy quedan alrededor de 800.
Colm Quilligan, autor de Dublin Literary Pub Crawl: A Guide to the City¡¯s Most Famous Pubs, lo tiene claro: ¡°En el pub las lealtades y las amistades son mayores que en casa. En Dubl¨ªn el due?o de un pub escribe cartas de recomendaci¨®n a sus clientes cuando se presentan a un nuevo trabajo y, por supuesto, puede intermediar con la polic¨ªa para salvarlos en caso de que, por un descuido, hayan infringido la ley. Como las iglesias, son centros confesionales¡±. The Duke es el punto de partida de todas las rutas, que aceptan un m¨¢ximo de 20 personas y que se llevan a cabo entre las siete de la tarde y las diez de la noche: una peregrinaci¨®n por distintos pubs, en los que se bebe y se sigue el rastro no solo de Joyce, tambi¨¦n de Samuel Beckett o de la gran Edna O¡¯ Brien, cuyos personajes de La chica de ojos verdes (2014) tambi¨¦n van al interior art d¨¦co del Dave Byrne a tomar Pernod. El sensacional O?Neill¡¯s, a medio camino entre el Trinity College y el Temple Bar y Grafton Street, fue basti¨®n del poeta Brendan Kennelly, para quien la poes¨ªa era la ¨²ltima democracia. Cuando sus m¨¦dicos le advirtieron de que se mantuviera alejado de los pubs y dejara de beber porque corr¨ªa el riesgo de morir en un a?o, el poeta respondi¨® que ten¨ªa que pensar largo y tendido sobre ello, porque un hombre puede beber much¨ªsimo en un a?o.
Brendan Behan, Eavan Boland, Seamus Heaney, Patrick Kavanagh, Flann O¡¯ Brien, Paula Meehan, George Bernard Shaw, John Milligton Synge, Jonathan Swift, Oscar Wilde o William Butler Yeats son continuamente evocados. Tambi¨¦n Joyce, por supuesto, y especialmente el cap¨ªtulo 8 del Ulises, Los Lestrigones, ese momento en el que el hambre ara?a las entra?as de Bloom. Y hablando del asunto, cuando una vez se encontraron Proust y Joyce, cuya rivalidad era notoria, tuvieron una conversaci¨®n de altos vuelos: Proust le habl¨® de lo que le costaba conciliar el sue?o y Joyce de lo que le costaba hacer la digesti¨®n.
Como dec¨ªa Borges al final de su Invocaci¨®n, la memoria tambi¨¦n tiene sus talismanes, sus ecos de Virgilio, ¡°y as¨ª en las calles de la noche perduran / tus infiernos espl¨¦ndidos / tantas cadencias y met¨¢foras tuyas / los oros de tu sombra / Qu¨¦ importa nuestra cobard¨ªa si hay en la tierra / un s¨®lo hombre valiente / qu¨¦ importa la tristeza si hubo en el tiempo / alguien que se dijo feliz / que importa mi perdida generaci¨®n / ese vago espejo / si tus libros la justifican / Yo soy los otros / Yo soy todos aquellos/ que ha rescatado tu obstinado rigor / Soy los que no conoces y los que salvas¡±.
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