La emergencia viral y el mundo de ma?ana. Byung-Chul Han, el fil¨®sofo surcoreano que piensa desde Berl¨ªn
Los pa¨ªses asi¨¢ticos est¨¢n gestionando mejor esta crisis que Occidente. Mientras all¨ª se trabaja con datos y mascarillas, aqu¨ª se llega tarde y se levantan fronteras
El coronavirus est¨¢ poniendo a prueba nuestro sistema. Al parecer Asia tiene mejor controlada la pandemia que Europa. En Hong Kong, Taiw¨¢n y Singapur hay muy pocos infectados. En Taiw¨¢n se registran 108 casos y en Hong Kong 193. En Alemania, por el contrario, tras un per¨ªodo de tiempo mucho m¨¢s breve hay ya 15.320 casos confirmados, y en Espa?a 19.980 (datos del 20 de marzo). Tambi¨¦n Corea del Sur ha superado ya la peor fase, lo mismo que Jap¨®n. Incluso China, el pa¨ªs de origen de la pandemia, la tiene ya bastante controlada. Pero ni en Taiw¨¢n ni en Corea se ha decretado la prohibici¨®n de salir de casa ni se han cerrado las tiendas y los restaurantes. Entre tanto ha comenzado un ¨¦xodo de asi¨¢ticos que salen de Europa. Chinos y coreanos quieren regresar a sus pa¨ªses, porque ah¨ª se sienten m¨¢s seguros. Los precios de los vuelos se han multiplicado. Ya apenas se pueden conseguir billetes de vuelo para China o Corea.
Europa est¨¢ fracasando. Las cifras de infectados aumentan exponencialmente. Parece que Europa no puede controlar la pandemia. En Italia mueren a diario cientos de personas. Quitan los respiradores a los pacientes ancianos para ayudar a los j¨®venes. Pero tambi¨¦n cabe observar sobreactuaciones in¨²tiles. Los cierres de fronteras son evidentemente una expresi¨®n desesperada de soberan¨ªa. Nos sentimos de vuelta en la ¨¦poca de la soberan¨ªa. El soberano es quien decide sobre el estado de excepci¨®n. Es soberano quien cierra fronteras. Pero eso es una huera exhibici¨®n de soberan¨ªa que no sirve de nada. Servir¨ªa de mucha m¨¢s ayuda cooperar intensamente dentro de la Eurozona que cerrar fronteras a lo loco. Entre tanto tambi¨¦n Europa ha decretado la prohibici¨®n de entrada a extranjeros: un acto totalmente absurdo en vista del hecho de que Europa es precisamente adonde nadie quiere venir. Como mucho, ser¨ªa m¨¢s sensato decretar la prohibici¨®n de salidas de europeos, para proteger al mundo de Europa. Despu¨¦s de todo, Europa es en estos momentos el epicentro de la pandemia.
Las ventajas de Asia
En comparaci¨®n con Europa, ?qu¨¦ ventajas ofrece el sistema de Asia que resulten eficientes para combatir la pandemia? Estados asi¨¢ticos como Jap¨®n, Corea, China, Hong Kong, Taiw¨¢n o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradici¨®n cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y m¨¢s obedientes que en Europa. Tambi¨¦n conf¨ªan m¨¢s en el Estado. Y no solo en China, sino tambi¨¦n en Corea o en Jap¨®n la vida cotidiana est¨¢ organizada mucho m¨¢s estrictamente que en Europa. Sobre todo, para enfrentarse al virus los asi¨¢ticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Sospechan que en el big data podr¨ªa encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podr¨ªa decir que en Asia las epidemias no las combaten solo los vir¨®logos y epidemi¨®logos, sino sobre todo tambi¨¦n los inform¨¢ticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa todav¨ªa no se ha enterado. Los apologetas de la vigilancia digital proclamar¨ªan que el big data salva vidas humanas.
La conciencia cr¨ªtica ante la vigilancia digital es en Asia pr¨¢cticamente inexistente. Apenas se habla ya de protecci¨®n de datos, incluso en Estados liberales como Jap¨®n y Corea. Nadie se enoja por el frenes¨ª de las autoridades para recopilar datos. Entre tanto China ha introducido un sistema de cr¨¦dito social inimaginable para los europeos, que permite una valoraci¨®n o una evaluaci¨®n exhaustiva de los ciudadanos. Cada ciudadano debe ser evaluado consecuentemente en su conducta social. En China no hay ning¨²n momento de la vida cotidiana que no est¨¦ sometido a observaci¨®n. Se controla cada clic, cada compra, cada contacto, cada actividad en las redes sociales. A quien cruza con el sem¨¢foro en rojo, a quien tiene trato con cr¨ªticos del r¨¦gimen o a quien pone comentarios cr¨ªticos en las redes sociales le quitan puntos. Entonces la vida puede llegar a ser muy peligrosa. Por el contrario, a quien compra por Internet alimentos sanos o lee peri¨®dicos afines al r¨¦gimen le dan puntos. Quien tiene suficientes puntos obtiene un visado de viaje o cr¨¦ditos baratos. Por el contrario, quien cae por debajo de un determinado n¨²mero de puntos podr¨ªa perder su trabajo. En China es posible esta vigilancia social porque se produce un irrestricto intercambio de datos entre los proveedores de Internet y de telefon¨ªa m¨®vil y las autoridades. Pr¨¢cticamente no existe la protecci¨®n de datos. En el vocabulario de los chinos no aparece el t¨¦rmino ¡°esfera privada¡±.
En China hay 200 millones de c¨¢maras de vigilancia, muchas de ellas provistas de una t¨¦cnica muy eficiente de reconocimiento facial. Captan incluso los lunares en el rostro. No es posible escapar de la c¨¢mara de vigilancia. Estas c¨¢maras dotadas de inteligencia artificial pueden observar y evaluar a todo ciudadano en los espacios p¨²blicos, en las tiendas, en las calles, en las estaciones y en los aeropuertos.
Toda la infraestructura para la vigilancia digital ha resultado ser ahora sumamente eficaz para contener la epidemia. Cuando alguien sale de la estaci¨®n de Pek¨ªn es captado autom¨¢ticamente por una c¨¢mara que mide su temperatura corporal. Si la temperatura es preocupante todas las personas que iban sentadas en el mismo vag¨®n reciben una notificaci¨®n en sus tel¨¦fonos m¨®viles. No en vano el sistema sabe qui¨¦n iba sentado d¨®nde en el tren. Las redes sociales cuentan que incluso se est¨¢n usando drones para controlar las cuarentenas. Si uno rompe clandestinamente la cuarentena un dron se dirige volando a ¨¦l y le ordena regresar a su vivienda. Quiz¨¢ incluso le imprima una multa y se la deje caer volando, qui¨¦n sabe. Una situaci¨®n que para los europeos ser¨ªa dist¨®pica, pero a la que, por lo visto, no se ofrece resistencia en China.
Los Estados asi¨¢ticos tienen una mentalidad autoritaria. Y los ciudadanos son m¨¢s obedientes
Ni en China ni en otros Estados asi¨¢ticos como Corea del Sur, Hong Kong, Singapur, Taiw¨¢n o Jap¨®n existe una conciencia cr¨ªtica ante la vigilancia digital o el big data. La digitalizaci¨®n directamente los embriaga. Eso obedece tambi¨¦n a un motivo cultural. En Asia impera el colectivismo. No hay un individualismo acentuado. No es lo mismo el individualismo que el ego¨ªsmo, que por supuesto tambi¨¦n est¨¢ muy propagado en Asia.
Al parecer el big data resulta m¨¢s eficaz para combatir el virus que los absurdos cierres de fronteras que en estos momentos se est¨¢n efectuando en Europa. Sin embargo, a causa de la protecci¨®n de datos no es posible en Europa un combate digital del virus comparable al asi¨¢tico. Los proveedores chinos de telefon¨ªa m¨®vil y de Internet comparten los datos sensibles de sus clientes con los servicios de seguridad y con los ministerios de salud. El Estado sabe por tanto d¨®nde estoy, con qui¨¦n me encuentro, qu¨¦ hago, qu¨¦ busco, en qu¨¦ pienso, qu¨¦ como, qu¨¦ compro, ad¨®nde me dirijo. Es posible que en el futuro el Estado controle tambi¨¦n la temperatura corporal, el peso, el nivel de az¨²car en la sangre, etc. Una biopol¨ªtica digital que acompa?a a la psicopol¨ªtica digital que controla activamente a las personas.
En Wuhan se han formado miles de equipos de investigaci¨®n digitales que buscan posibles infectados bas¨¢ndose solo en datos t¨¦cnicos. Bas¨¢ndose ¨²nicamente en an¨¢lisis de macrodatos averiguan qui¨¦nes son potenciales infectados, qui¨¦nes tienen que seguir siendo observados y eventualmente ser aislados en cuarentena. Tambi¨¦n por cuanto respecta a la pandemia el futuro est¨¢ en la digitalizaci¨®n. A la vista de la epidemia quiz¨¢ deber¨ªamos redefinir incluso la soberan¨ªa. Es soberano quien dispone de datos. Cuando Europa proclama el estado de alarma o cierra fronteras sigue aferrada a viejos modelos de soberan¨ªa.
La lecci¨®n de la epidemia deber¨ªa devolver la fabricaci¨®n de ciertos productos m¨¦dicos y farmac¨¦uticos a Europa
No solo en China, sino tambi¨¦n en otros pa¨ªses asi¨¢ticos la vigilancia digital se emplea a fondo para contener la epidemia. En Taiw¨¢n el Estado env¨ªa simult¨¢neamente a todos los ciudadanos un SMS para localizar a las personas que han tenido contacto con infectados o para informar acerca de los lugares y edificios donde ha habido personas contagiadas. Ya en una fase muy temprana, Taiw¨¢n emple¨® una conexi¨®n de diversos datos para localizar a posibles infectados en funci¨®n de los viajes que hubieran hecho. Quien se aproxima en Corea a un edificio en el que ha estado un infectado recibe a trav¨¦s de la ¡°Corona-app¡± una se?al de alarma. Todos los lugares donde ha habido infectados est¨¢n registrados en la aplicaci¨®n. No se tiene muy en cuenta la protecci¨®n de datos ni la esfera privada. En todos los edificios de Corea hay instaladas c¨¢maras de vigilancia en cada piso, en cada oficina o en cada tienda. Es pr¨¢cticamente imposible moverse en espacios p¨²blicos sin ser filmado por una c¨¢mara de v¨ªdeo. Con los datos del tel¨¦fono m¨®vil y del material filmado por v¨ªdeo se puede crear el perfil de movimiento completo de un infectado. Se publican los movimientos de todos los infectados. Puede suceder que se destapen amor¨ªos secretos. En las oficinas del ministerio de salud coreano hay unas personas llamadas ¡°tracker¡± que d¨ªa y noche no hacen otra cosa que mirar el material filmado por v¨ªdeo para completar el perfil del movimiento de los infectados y localizar a las personas que han tenido contacto con ellos.
Ha comenzado un ¨¦xodo de asi¨¢ticos en Europa. Quieren regresar a sus pa¨ªses porque ah¨ª se sienten m¨¢s seguros
Una diferencia llamativa entre Asia y Europa son sobre todo las mascarillas protectoras. En Corea no hay pr¨¢cticamente nadie que vaya por ah¨ª sin mascarillas respiratorias especiales capaces de filtrar el aire de virus. No son las habituales mascarillas quir¨²rgicas, sino unas mascarillas protectoras especiales con filtros, que tambi¨¦n llevan los m¨¦dicos que tratan a los infectados. Durante las ¨²ltimas semanas, el tema prioritario en Corea era el suministro de mascarillas para la poblaci¨®n. Delante de las farmacias se formaban colas enormes. Los pol¨ªticos eran valorados en funci¨®n de la rapidez con la que las suministraban a toda la poblaci¨®n. Se construyeron a toda prisa nuevas m¨¢quinas para su fabricaci¨®n. De momento parece que el suministro funciona bien. Hay incluso una aplicaci¨®n que informa de en qu¨¦ farmacia cercana se pueden conseguir a¨²n mascarillas. Creo que las mascarillas protectoras, de las que se ha suministrado en Asia a toda la poblaci¨®n, han contribuido de forma decisiva a contener la epidemia.
Los coreanos llevan mascarillas protectoras antivirus incluso en los puestos de trabajo. Hasta los pol¨ªticos hacen sus apariciones p¨²blicas solo con mascarillas protectoras. Tambi¨¦n el presidente coreano la lleva para dar ejemplo, incluso en las conferencias de prensa. En Corea lo ponen verde a uno si no lleva mascarilla. Por el contrario, en Europa se dice a menudo que no sirven de mucho, lo cual es un disparate. ?Por qu¨¦ llevan entonces los m¨¦dicos las mascarillas protectoras? Pero hay que cambiarse de mascarilla con suficiente frecuencia, porque cuando se humedecen pierden su funci¨®n filtrante. No obstante, los coreanos ya han desarrollado una ¡°mascarilla para el coronavirus¡± hecha de nano-filtros que incluso se puede lavar. Se dice que puede proteger a las personas del virus durante un mes. En realidad es muy buena soluci¨®n mientras no haya vacunas ni medicamentos. En Europa, por el contrario, incluso los m¨¦dicos tienen que viajar a Rusia para conseguirlas. Macron ha mandado confiscar mascarillas para distribuirlas entre el personal sanitario. Pero lo que recibieron luego fueron mascarillas normales sin filtro con la indicaci¨®n de que bastar¨ªan para proteger del coronavirus, lo cual es una mentira. Europa est¨¢ fracasando. ?De qu¨¦ sirve cerrar tiendas y restaurantes si las personas se siguen aglomerando en el metro o en el autob¨²s durante las horas punta? ?C¨®mo guardar ah¨ª la distancia necesaria? Hasta en los supermercados resulta casi imposible. En una situaci¨®n as¨ª, las mascarillas protectoras salvar¨ªan realmente vidas humanas. Est¨¢ surgiendo una sociedad de dos clases. Quien tiene coche propio se expone a menos riesgo. Incluso las mascarillas normales servir¨ªan de mucho si las llevaran los infectados, porque entonces no lanzar¨ªan los virus afuera.
En la ¨¦poca de las ¡®fake news¡¯, surge una apat¨ªa hacia la realidad. Aqu¨ª, un virus real, no inform¨¢tico, causa conmoci¨®n
En los pa¨ªses europeos casi nadie lleva mascarilla. Hay algunos que las llevan, pero son asi¨¢ticos. Mis paisanos residentes en Europa se quejan de que los miran con extra?eza cuando las llevan. Tras esto hay una diferencia cultural. En Europa impera un individualismo que trae aparejada la costumbre de llevar la cara descubierta. Los ¨²nicos que van enmascarados son los criminales. Pero ahora, viendo im¨¢genes de Corea, me he acostumbrado tanto a ver personas enmascaradas que la faz descubierta de mis conciudadanos europeos me resulta casi obscena. Tambi¨¦n a m¨ª me gustar¨ªa llevar mascarilla protectora, pero aqu¨ª ya no se encuentran.
En el pasado, la fabricaci¨®n de mascarillas, igual que la de tantos otros productos, se externaliz¨® a China. Por eso ahora en Europa no se consiguen mascarillas. Los Estados asi¨¢ticos est¨¢n tratando de proveer a toda la poblaci¨®n de mascarillas protectoras. En China, cuando tambi¨¦n ah¨ª empezaron a ser escasas, incluso reequiparon f¨¢bricas para producir mascarillas. En Europa ni siquiera el personal sanitario las consigue. Mientras las personas se sigan aglomerando en los autobuses o en los metros para ir al trabajo sin mascarillas protectoras, la prohibici¨®n de salir de casa l¨®gicamente no servir¨¢ de mucho. ?C¨®mo se puede guardar la distancia necesaria en los autobuses o en el metro en las horas punta? Y una ense?anza que deber¨ªamos sacar de la pandemia deber¨ªa ser la conveniencia de volver a traer a Europa la producci¨®n de determinados productos, como mascarillas protectoras o productos medicinales y farmac¨¦uticos.
A pesar de todo el riesgo, que no se debe minimizar, el p¨¢nico que ha desatado la pandemia de coronavirus es desproporcionado. Ni siquiera la ¡°gripe espa?ola¡±, que fue mucho m¨¢s letal, tuvo efectos tan devastadores sobre la econom¨ªa. ?A qu¨¦ se debe en realidad esto? ?Por qu¨¦ el mundo reacciona con un p¨¢nico tan desmesurado a un virus? Emmanuel Macron habla incluso de guerra y del enemigo invisible que tenemos que derrotar. ?Nos hallamos ante un regreso del enemigo? La ¡°gripe espa?ola¡± se desencaden¨® en plena Primera Guerra Mundial. En aquel momento todo el mundo estaba rodeado de enemigos. Nadie habr¨ªa asociado la epidemia con una guerra o con un enemigo. Pero hoy vivimos en una sociedad totalmente distinta.
En realidad hemos estado viviendo durante mucho tiempo sin enemigos. La guerra fr¨ªa termin¨® hace mucho. ?ltimamente incluso el terrorismo isl¨¢mico parec¨ªa haberse desplazado a zonas lejanas. Hace exactamente diez a?os sostuve en mi ensayo La sociedad del cansancio la tesis de que vivimos en una ¨¦poca en la que ha perdido su vigencia el paradigma inmunol¨®gico, que se basa en la negatividad del enemigo. Como en los tiempos de la guerra fr¨ªa, la sociedad organizada inmunol¨®gicamente se caracteriza por vivir rodeada de fronteras y de vallas, que impiden la circulaci¨®n acelerada de mercanc¨ªas y de capital. La globalizaci¨®n suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar v¨ªa libre al capital. Incluso la promiscuidad y la permisividad generalizadas, que hoy se propagan por todos los ¨¢mbitos vitales, eliminan la negatividad del desconocido o del enemigo. Los peligros no acechan hoy desde la negatividad del enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como exceso de rendimiento, exceso de producci¨®n y exceso de comunicaci¨®n. La negatividad del enemigo no tiene cabida en nuestra sociedad ilimitadamente permisiva. La represi¨®n a cargo de otros deja paso a la depresi¨®n, la explotaci¨®n por otros deja paso a la autoexplotaci¨®n voluntaria y a la autooptimizaci¨®n. En la sociedad del rendimiento uno guerrea sobre todo contra s¨ª mismo.
Umbrales inmunol¨®gicos y cierre de fronteras.
Pues bien, en medio de esta sociedad tan debilitada inmunol¨®gicamente a causa del capitalismo global irrumpe de pronto el virus. Llenos de p¨¢nico, volvemos a erigir umbrales inmunol¨®gicos y a cerrar fronteras. El enemigo ha vuelto. Ya no guerreamos contra nosotros mismos, sino contra el enemigo invisible que viene de fuera. El p¨¢nico desmedido en vista del virus es una reacci¨®n inmunitaria social, e incluso global, al nuevo enemigo. La reacci¨®n inmunitaria es tan violenta porque hemos vivido durante mucho tiempo en una sociedad sin enemigos, en una sociedad de la positividad, y ahora el virus se percibe como un terror permanente.
Pero hay otro motivo para el tremendo p¨¢nico. De nuevo tiene que ver con la digitalizaci¨®n. La digitalizaci¨®n elimina la realidad. La realidad se experimenta gracias a la resistencia que ofrece, y que tambi¨¦n puede resultar dolorosa. La digitalizaci¨®n, toda la cultura del ¡°me gusta¡±, suprime la negatividad de la resistencia. Y en la ¨¦poca posf¨¢ctica de las fake news y los deepfakes surge una apat¨ªa hacia la realidad. As¨ª pues, aqu¨ª es un virus real, y no un virus de ordenador, el que causa una conmoci¨®n. La realidad, la resistencia, vuelve a hacerse notar en forma de un virus enemigo. La violenta y exagerada reacci¨®n de p¨¢nico al virus se explica en funci¨®n de esta conmoci¨®n por la realidad.
La reacci¨®n p¨¢nica de los mercados financieros a la epidemia es adem¨¢s la expresi¨®n de aquel p¨¢nico que ya es inherente a ellos. Las convulsiones extremas en la econom¨ªa mundial hacen que esta sea muy vulnerable. A pesar de la curva constantemente creciente del ¨ªndice burs¨¢til, la arriesgada pol¨ªtica monetaria de los bancos emisores ha generado en los ¨²ltimos a?os un p¨¢nico reprimido que estaba aguardando al estallido. Probablemente el virus no sea m¨¢s que la peque?a gota que ha colmado el vaso. Lo que se refleja en el p¨¢nico del mercado financiero no es tanto el miedo al virus cuanto el miedo a s¨ª mismo. El crash se podr¨ªa haber producido tambi¨¦n sin el virus. Quiz¨¢ el virus solo sea el preludio de un crash mucho mayor.
Zizek afirma que el virus asesta un golpe mortal al capitalismo, y evoca un oscuro comunismo. Se equivoca
?i?ek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal, y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podr¨ªa hacer caer el r¨¦gimen chino. ?i?ek se equivoca. Nada de eso suceder¨¢. China podr¨¢ vender ahora su Estado policial digital como un modelo de ¨¦xito contra la pandemia. China exhibir¨¢ la superioridad de su sistema a¨²n con m¨¢s orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuar¨¢ a¨²n con m¨¢s pujanza. Y los turistas seguir¨¢n pisoteando el planeta. El virus no puede reemplazar a la raz¨®n. Es posible que incluso nos llegue adem¨¢s a Occidente el Estado policial digital al estilo chino. Como ya ha dicho Naomi Klein, la conmoci¨®n es un momento propicio que permite establecer un nuevo sistema de gobierno. Tambi¨¦n la instauraci¨®n del neoliberalismo vino precedida a menudo de crisis que causaron conmociones. Es lo que sucedi¨® en Corea o en Grecia. Ojal¨¢ que tras la conmoci¨®n que ha causado este virus no llegue a Europa un r¨¦gimen policial digital como el chino. Si llegara a suceder eso, como teme Giorgio Agamben, el estado de excepci¨®n pasar¨ªa a ser la situaci¨®n normal. Entonces el virus habr¨ªa logrado lo que ni siquiera el terrorismo isl¨¢mico consigui¨® del todo.
El virus no vencer¨¢ al capitalismo. La revoluci¨®n viral no llegar¨¢ a producirse. Ning¨²n virus es capaz de hacer la revoluci¨®n. El virus nos a¨ªsla e individualiza. No genera ning¨²n sentimiento colectivo fuerte. De alg¨²n modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita so?ar con una sociedad distinta, m¨¢s pac¨ªfica, m¨¢s justa. No podemos dejar la revoluci¨®n en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revoluci¨®n humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZ?N, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y tambi¨¦n nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta.
Byung-Chul Han es un fil¨®sofo y ensayista surcoreano que imparte clases en la Universidad de las Artes de Berl¨ªn. Autor, entre otras obras, de ¡®La sociedad del cansancio¡¯, public¨® hace un a?o ¡®Loa a la tierra¡¯, en la editorial Herder.
Traducci¨®n de Alberto Ciria.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.