La ¨²nica verdad
Desde abajo del paraguas europeo se ven los agujeros, los costurones y las v¨ªas de agua; desde fuera se ve el paraguas y se envidia

La frase es muy antigua. Ya la formul¨® Arist¨®teles, en su cr¨ªtica al idealismo plat¨®nico: ¡°La ¨²nica verdad es la realidad¡±. Ese aforismo suele resultar atractivo para los gobernantes pragm¨¢ticos y refractarios a las ideolog¨ªas, desde Bismarck hasta Per¨®n. En general, vale para muchas cosas. Salvo para descubrir una ¨²nica verdad.
Veamos.
La realidad es una pandemia que no deja de crecer. Ya hay m¨¢s de 15 millones de casos registrados en el mundo, aunque esa cifra real no responda a la realidad: con los casos no detectados, quiz¨¢ ascienda a diez veces m¨¢s. No lo sabemos. S¨ª conocemos la facilidad con que surgen rebrotes.
Comparando las distintas realidades en lugares distintos, podemos deducir una realidad: en aquello que resulta realmente dif¨ªcil en la batalla contra la pandemia, Espa?a hace mal las cosas. Tanto en el Gobierno central (los datos que emite se hacen cada d¨ªa menos comprensibles) como en las comunidades de Madrid y Catalu?a, cuyos Gobiernos, adem¨¢s de manejar grandes concentraciones urbanas, relegan la eficacia administrativa a un segundo t¨¦rmino, por detr¨¢s de su aparente ¡°misi¨®n hist¨®rica¡±. En Madrid, esa misi¨®n consiste en lucir las glorias (es un decir) del Partido Popular. En Catalu?a, en lucir las glorias escatol¨®gicas (en la acepci¨®n de fin ¨²ltimo, no necesariamente en la excrementicia) de la independencia.
La realidad es que esta ineficacia, frente al problema m¨¢s urgente de la humanidad, no constituye el centro del debate p¨²blico espa?ol. Estamos en otras cosas. Los profesionales de la pol¨ªtica, en sus rifirrafes habituales. La gente est¨¢ ocupada con sus dificultades para llegar a fin de mes, con las vacaciones o la falta de ellas, con si abren o cierran las discotecas, con si se acaba esto de una vez porque ya aburre.
La realidad es que no hemos aprendido nada. Seguiremos maltratando el sistema sanitario. Seguiremos pagando mal a la gente, desde los profesionales de la medicina p¨²blica a los trabajadores de los supermercados, pasando por los jornaleros agr¨ªcolas, que aseguran nuestra supervivencia.
La realidad es que el planeta se hunde en una pavorosa recesi¨®n econ¨®mica, acaso la m¨¢s extensa y profunda de la edad contempor¨¢nea. Deudas, desempleo y desesperaci¨®n configuran el horizonte pr¨®ximo.
La realidad es tambi¨¦n que el ¨ªndice Dow Jones, principal indicador del principal mercado financiero, Wall Street, s¨®lo se desplom¨® en febrero y marzo. Desde entonces, no deja de subir. En pleno desastre, los inversores ponen dinero y obtienen beneficios. O alguien sabe algo que los dem¨¢s no sabemos, o ambas realidades, la de la calle y la de los mercados, pueden chocar un d¨ªa de estos de forma espectacular.
La realidad es que la Uni¨®n Europea funciona mal. Las disfunciones fiscales (Holanda, por ejemplo) y el cinismo end¨¦mico (eso, por ejemplo, de que el contribuyente holand¨¦s ha de dar dinero pero no tiene derecho a exigir ninguna condici¨®n) son fen¨®menos que est¨¢n ah¨ª, bien expuestos. La realidad es, asimismo, que la Uni¨®n Europea constituye un invento prodigioso. Desde abajo del paraguas europeo se ven los agujeros, los costurones y las v¨ªas de agua; desde fuera del paraguas se ve el paraguas y se envidia. Fuera llueve mucho. Un continente como Latinoam¨¦rica se arriesga a perder otra d¨¦cada y a sufrir largos a?os de miseria y turbulencias.
La realidad es la sombra, cada vez m¨¢s oscura, de una nueva guerra fr¨ªa, esta vez entre Estados Unidos y China, esta vez con menos muertos (esperemos) pero no con menos v¨ªctimas.
¡°La ¨²nica verdad es la realidad¡±. Bueno. De ser as¨ª, la verdad, en un sentido gen¨¦rico, resulta bastante contradictoria, bastante incomprensible y bastante ominosa. Igual que la realidad. ?C¨®mo ha de extra?arnos que cada uno se atrinchere en su peque?a verdad particular y se enfurezca con las dem¨¢s verdades particulares? ?C¨®mo ha de extra?arnos que seamos a la vez conflictivos e indiferentes? Nos adentramos en la vieja maldici¨®n china: que vivas tiempos interesantes.
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