Estados Unidos: pagar una prima por el privilegio de morir m¨¢s j¨®venes
La idea de que la medicina como negocio es eficiente, incluso en t¨¦rminos econ¨®micos, es rid¨ªcula, sostiene el historiador Timothy Snyder . ¡®Ideas¡¯ adelanta este extracto de su ¨²ltimo libro, escrito desde un hospital
Tenemos una visi¨®n demasiado vaga de nuestra enfermedad. Carecemos de noticias locales que nos ayuden a prestar atenci¨®n al campo, a los barrios, a la realidad. Las vallas publicitarias de hospitales que flanquean las carreteras y los anuncios de f¨¢rmacos en televisi¨®n nos presentan un mensaje optimista sobre la tecnolog¨ªa mientras nuestra enfermedad sigue agrav¨¢ndose. Es importante que dispongamos de un tratamiento o una medicaci¨®n. Pero todav¨ªa es m¨¢s importante que conozcamos nuestros problemas, que los m¨¦dicos tengan la autoridad necesaria, que dispongamos de tiempo para estar con nuestros hijos y que tengamos derecho a la asistencia sanitaria. Ninguna propaganda puede disimular el dato esencial de la medicina mercantilizada de Estados Unidos: pagamos una prima inmensa por el privilegio de morir m¨¢s j¨®venes.
El complejo m¨¦dico industrial defiende que nuestra enfermedad es la ¨²nica realidad posible. Los grupos de presi¨®n, los especialistas en relaciones p¨²blicas y su infame multitud de memes en Internet nos dir¨¢n que no nos podemos permitir cambiar, que es demasiado caro escuchar a los m¨¦dicos, criar humanamente a los hijos, descubrir la verdad y disfrutar de buena salud. Nos explicar¨¢n que la libertad es todo lo contrario: someter nuestro cuerpo al principio de que alguien, en alg¨²n sitio, que no sabe nada de medicina y a quien no importamos nada, va a sacar el m¨¢ximo provecho econ¨®mico de nuestro cuerpo con el menor esfuerzo posible. Un pa¨ªs libre, nos dicen, es aquel en el que un n¨²mero cada vez menor de personas obtiene cada vez m¨¢s riqueza de unas personas cada vez m¨¢s enfermas.
Esto es mentira.
La idea de que la medicina como negocio es eficiente, incluso en t¨¦rminos econ¨®micos, es rid¨ªcula. Es absurdo decir que nuestro sistema actual es rentable. La asistencia sanitaria nos cuesta mucho m¨¢s dinero que a los habitantes de pa¨ªses comparables y obtenemos mucho menos a cambio. Un fracaso de la salud p¨²blica, la epidemia de coronavirus, ha costado a los contribuyentes billones de d¨®lares y ha pulverizado toda la econom¨ªa. No lo olvidemos. Dejar que la gente enferme es rentable para algunos sectores ¨Cque son los que defienden el sistema actual¨C, pero hace que el pa¨ªs se empobrezca y la econom¨ªa se contraiga. Que los mileniales tengan peor salud significa unas d¨¦cadas por delante m¨¢s tristes para ellos, unas jubilaciones m¨¢s cortas y m¨¢s pobres para la generaci¨®n X y menos prosperidad para todos.
Una asistencia sanitaria demasiado cara no sirve. Casi la mitad de los estadounidenses evitan ir al m¨¦dico porque no pueden pagar el tratamiento. Decenas de millones no tienen seguro y decenas de millones m¨¢s tienen un seguro que es insuficiente. Yo ten¨ªa un seguro aceptable y, aun as¨ª, tuve que pagar miles de d¨®lares de gastos inesperados. Como todav¨ªa estaba hospitalizado cuando empezaron a llegar las facturas, me cobraron recargos sobre unos honorarios que no ten¨ªan ni que haber existido. Estas argucias econ¨®micas nos perjudican a todos.
Hay cosas mucho peores, por supuesto. Con la epidemia de coronavirus, decenas de millones de estadounidenses perdieron el seguro porque perdieron el empleo. Y el hecho de que los parados se quedaran al margen perjudic¨® a todos. Como no contaron con un diagn¨®stico, propagaron la enfermedad, y, como no recibieron tratamiento, sufrieron y murieron. Como, en nuestro sistema, la baja por enfermedad es escandalosamente breve, se puso en peligro a todo el mundo. La gente fue a trabajar enferma para no perder el empleo y propag¨® la infecci¨®n. Todas estas cosas son claras anomal¨ªas y completamente evitables.
Es preciso restablecer el equilibrio entre soledad y solidaridad. Uno de los motivos de que estemos tan solos en este pa¨ªs es que no sabemos hablar del mal que nos aqueja. Si ponernos en manos de la medicina no provocara angustia por el dinero y la situaci¨®n personal, acudir¨ªamos m¨¢s a que nos tratasen para curarnos. Si todos tuvi¨¦ramos acceso a m¨¦dicos y enfermeros de confianza, nos ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil salir adelante y llevarnos bien.
El derecho a la asistencia sanitaria no solo es una base imprescindible para tener mejor tratamiento y una vida m¨¢s larga, sino tambi¨¦n un paso adelante hacia una sociedad m¨¢s justa en la que todos seamos m¨¢s libres. Si el trabajo de m¨¦dico fuera una vocaci¨®n en vez de un empleo, si se cambiaran las normas para que los consultorios peque?os pudieran competir con los hospitales gigantescos, todos estar¨ªamos m¨¢s sanos. Nos alejar¨ªamos de la pol¨ªtica del sufrimiento. La ansiedad y el miedo no son necesarios. Nuestra enfermedad se puede curar.
La solidaridad quiere decir que todo el mundo participe, que nadie se quede fuera. Una de las causas de nuestra enfermedad es la dr¨¢stica desigualdad de riqueza que separa las experiencias de un grupo muy reducido de las de todos los dem¨¢s. Como sab¨ªa Plat¨®n, as¨ª es como la democracia se convierte en oligarqu¨ªa, en el gobierno de los ricos. Cuando el dinero es el ¨²nico objetivo, los valores desaparecen y la gente imita a los oligarcas. Lo hacemos cuando admiramos sus fantas¨ªas de inmortalidad en vez de preguntarnos por qu¨¦ hay que acortar nuestras propias vidas. Cuando consentimos los sue?os de los ultrarricos, creamos lo que Plat¨®n llamaba ¡°una ciudad de ricos¡± y ¡°una ciudad de pobres¡±. Cuando convertimos una crisis de salud p¨²blica en una oportunidad para los milmillonarios, agravamos nuestra enfermedad. Cuando pasamos por alto los miles de millones que tienen guardados nuestros oligarcas en para¨ªsos fiscales, perdemos la posibilidad de ser m¨¢s sanos y libres. En las primeras semanas de la pandemia, mientras m¨¢s de veinte millones de estadounidenses perd¨ªan su empleo, los multimillonarios aumentaron su riqueza conjunta en 282.000 millones de d¨®lares.
Debemos considerar que la asistencia sanitaria es un derecho, tomar en serio a los que saben de medicina y a los que conocen su entorno, dedicar tiempo a los ni?os y dar el control a los m¨¦dicos. Poner en pr¨¢ctica estas lecciones costar¨¢ dinero, pero ahorrar¨¢ mucho m¨¢s en a?os venideros. La cuesti¨®n no es cu¨¢nto costar¨ªa, sino lo inmensos que ser¨ªan los beneficios. Una salud p¨²blica s¨®lida rebaja los costes m¨¦dicos y el peligro de pandemias que destruyen la econom¨ªa. Invertir en la infancia significa menos enfermedades f¨ªsicas y mentales a?os despu¨¦s, menos condenas a prisi¨®n y menos vidas rotas. Significa m¨¢s riqueza para los jubilados.
La mayor parte de la industria de los seguros se limita a recaudar las rentas de la enfermedad, como el troll que cobra el peaje en el puente. Las ganancias de los trolls se incluyen err¨®neamente en el producto interior bruto, a pesar de que no son proveedores de ning¨²n bien ni de ning¨²n servicio. La l¨®gica econ¨®mica dice que hay que eliminar al intermediario siempre que sea posible, y sabemos c¨®mo es posible en este caso: con un sistema de pagador ¨²nico como base y seguros privados de forma marginal. Otros pa¨ªses en los que la gente vive m¨¢s tiempo han demostrado que eso funciona. Miles de m¨¦dicos lo han defendido. Si cruzamos todos el puente hacia la salud, los trolls no podr¨¢n detenernos.
Timothy Snyder es historiador y autor de ¡®Sobre la tiran¨ªa¡¯. Este extracto es un avance editorial de ¡®Nuestra enfermedad¡¯, que publica Galaxia Gutenberg este 14 de octubre.
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