La Moncloa y La Zarzuela
Se est¨¢ apelando a una intervenci¨®n de Felipe VI sobre la conducta del rey em¨¦rito que es improcedente
La indignaci¨®n que provoca que don Juan Carlos I faltara a sus obligaciones fiscales y se haya visto obligado a presentar una declaraci¨®n complementaria a fin de regularizar su situaci¨®n no a?ade ni quita nada a la democracia espa?ola. Si su actitud, en este u otros casos, merece sanci¨®n penal lo dir¨¢n los jueces, si llega el caso, y deber¨¢ someterse a ella como cualquier ciudadano. Muchos opinan, sin embargo, que, al margen de que llegue o no a los tribunales, la conducta del rey em¨¦rito merece una sanci¨®n pol¨ªtica, lo que puede ser discutible. Las democracias no se basan en la moral sino en la ley y su cumplimiento, lo que no quiere decir que se convaliden las inmoralidades, sino que se sit¨²an en otro plano. Pero si la respuesta en este caso fuera afirmativa, lo que no se puede aceptar de ninguna manera es que esa sanci¨®n pol¨ªtica corresponda a la Casa del Rey o a su propio hijo, Felipe VI.
Si alguien reclama esa sanci¨®n tendr¨¢ que asumir que es responsabilidad del Gobierno o del Parlamento, que son las dos instituciones que toman las decisiones pol¨ªticas, seg¨²n la Constituci¨®n. Por ejemplo, la condici¨®n de ¡°rey em¨¦rito¡±, que no figuraba en el decreto de 1987 sobre el r¨¦gimen de t¨ªtulos, nombramientos y honores de la Familia Real, fue creada en 2014 por un decreto de Presidencia, ¡°previa deliberaci¨®n del Consejo de Ministros¡± y no, como es evidente, por la Casa del Rey, que no tiene competencias para ello.
La actitud de Pedro S¨¢nchez seg¨²n la cual el Gobierno, La Moncloa, no tiene nada que decir porque corresponde hacerlo a La Zarzuela, es chocante: ser¨ªa precisamente el presidente el ¨²nico que tendr¨ªa algo que decir, si es el caso, y no Felipe VI, al que se est¨¢ colocando en una insoportable situaci¨®n con continuas apelaciones a una intervenci¨®n que es improcedente, como hijo, pero sobre todo porque el Rey no tiene ninguna capacidad para ello.
La ¨²nica ocasi¨®n que tiene Felipe VI para dirigirse a los ciudadanos es el mensaje de Navidad (el mismo tipo de mensaje en el que la reina de Inglaterra, Isabel II, habl¨® en su d¨ªa de su ¡°annus horribilis¡±), pero ese mensaje es una ocasi¨®n para conectar casi sentimentalmente con los espa?oles y no ser¨ªa l¨®gico esperar algo m¨¢s que su expresi¨®n de dolor. Ser¨ªa irrazonable y extremadamente desagradable pedirle una denuncia o condena de su padre (mucho m¨¢s apropiado ser¨ªa, quiz¨¢s, alguna menci¨®n a la subordinaci¨®n de los militares al poder civil, dado que al Jefe del Estado le corresponde, eso s¨ª, el mando supremo de las Fuerzas Armadas, sujetas al poder pol¨ªtico). Y si el Gobierno o el Parlamento estiman procedente alguna iniciativa para mostrar su reproche pol¨ªtico, lo l¨®gico es que estudien la modificaci¨®n constitucional o legislativa pertinente para que, en lo sucesivo, la inviolabilidad del jefe del Estado (necesaria para el ejercicio de su cargo y admitida en todas las democracias, monarqu¨ªas o rep¨²blicas) se limite expresamente a los actos realizados en esa funci¨®n.
Sea como sea, las democracias pueden afrontar situaciones como la actual sin perder un ¨¢pice de su condici¨®n. Incluso en el peor de los casos: nadie ha puesto en duda la democracia holandesa, aunque est¨¢ demostrado que Bernardo de Holanda, esposo de la reina Juliana, recibi¨® un soborno de 1,1 millones de d¨®lares para beneficiar a la empresa estadounidense Lockheed. Bernardo (que tuvo dos hijas extramatrimoniales, de madres diferentes, a los 41 y a los 56 a?os) nunca fue llevado a la justicia, por acuerdo pol¨ªtico. La entrevista en la que reconoci¨® haber recibido el soborno ¡ªpara lograr que la aviaci¨®n holandesa comprara aparatos de combate de EE UU¡ª no fue publicada hasta despu¨¦s de su muerte, conmemorada en un funeral de Estado. Es seguro que los tiempos han cambiado y que ni Holanda se permitir¨ªa hoy algo as¨ª, pero tambi¨¦n lo es que las democracias, con rep¨²blica o con monarqu¨ªa, han sido y son perfectamente capaces de afrontar situaciones semejantes sin que nadie ponga en duda su eficacia.
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