La juerga que viene
La nueva normalidad, me parece, va a ser como la antigua, pero a lo loco. No habr¨¢ m¨¢s prudencia, sino menos
Hay d¨ªas en que uno hace cosas que normalmente no har¨ªa. Hoy, por ejemplo, voy a ser optimista (mi madre no me reconocer¨¢) y a opinar lo contrario que mi admirada Ann Wroe, ilustre editora de obituarios de la revista The Economist.
En el anuario de The Economist para 2021, Wroe publica un homenaje p¨®stumo a la vida despreocupada anterior a la pandemia. El mundo y las personas, dice, no volver¨¢n a ser los mismos. Nuestra existencia estar¨¢ regida por la cautela, la desconfianza y eso que hemos bautizado como ¡°distanciamiento social¡±. Ann Wroe no es la ¨²nica que predice ese tipo de futuro. Son muchos, entre ellos gente brillante y sensata, los que describen un escenario m¨¢s o menos dist¨®pico (disculpen el palabro omnipresente) para los pr¨®ximos a?os.
Estoy muy en desacuerdo. Podemos comparar, de entrada, la situaci¨®n actual con la de hace un siglo. En un mundo con 7.700 millones de habitantes, el coronavirus ha causado ya unos 2,5 millones de muertes. Y ser¨¢n m¨¢s. La pandemia ha supuesto dolor y cambios profundos en las costumbres. Bien. Un siglo atr¨¢s, en un mundo con 1.800 millones de habitantes, la Primera Guerra Mundial acab¨® con unos 20 millones de vidas. La posterior pandemia de gripe mat¨® a otros 20 millones (en la estimaci¨®n m¨¢s conservadora). No es dif¨ªcil calcular el dolor y los cambios en las costumbres que acarrearon esas dos calamidades consecutivas.
?Qu¨¦ pas¨® inmediatamente despu¨¦s? Pasaron los roaring twenties, los felices y ca¨®ticos a?os veinte. La era del jazz, el Ku Klux Klan y la prohibici¨®n del alcohol en Estados Unidos. Una ¨¦poca de liberaci¨®n femenina y alta tensi¨®n sexual, de fiestas y especulaci¨®n financiera, de tormentas ideol¨®gicas y consumo desaforado, de vanguardismo art¨ªstico y explosi¨®n cultural. Todo eso se bail¨® sobre millones de tumbas. ?A?os de inconsciencia? Tal vez. Fue un tiempo en que el mundo occidental se aficion¨® al riesgo.
Comprendo el punto de vista de Ann Wroe y de quienes recelan de lo que viene. Son personas mayores, de mi edad. Somos opinadores m¨¢s o menos ilustrados y m¨¢s o menos pr¨®ximos a esa etapa de la vida que la lengua italiana describe con una palabra maravillosa: rincoglionimento. Es natural que veamos el futuro con aprensi¨®n o miedo. Incluso sin pandemia, tender¨ªamos al pesimismo.
Pero creo que se equivoca quien piensa que los chavales que han perdido un a?o de su juventud no van a cobrarle esa deuda a la vida, con intereses. En el contexto previsible, con un virus ya no pand¨¦mico sino end¨¦mico, con tratamientos (empiezan a descubrirse) que reducir¨¢n de forma sustancial la letalidad del virus, lo m¨¢s normal es que las generaciones de menor edad (y buena parte de las provectas) opten por apurar al m¨¢ximo las oportunidades que ofrece la existencia.
La nueva normalidad, me parece, va a ser como la antigua, pero a lo loco. No habr¨¢ m¨¢s prudencia, sino menos. Cualquiera que haya pasado por una situaci¨®n de alto riesgo f¨ªsico y haya salido con bien de ella conoce cu¨¢l fue su reacci¨®n: celebrarlo, respirar, vivir. Seg¨²n la frase inmortal de Jeff Goldblum en Parque Jur¨¢sico, ¡°la vida se abre camino¡±. Y eso es lo que ocurrir¨¢.
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