Nicola Sturgeon: la dama de hierro escocesa y la lucha por superar los esc¨¢ndalos de su mentor
La l¨ªder del SNP ha sobrevivido su momento m¨¢s delicado y se prepara para impulsar un segundo refer¨¦ndum de independencia
Hay en Nicola Sturgeon (Irvine, Escocia, 50 a?os) una amabilidad deliberada que apenas deja escapar un gesto delator. Fue una ma?ana, en su despacho del Parlamento escoc¨¦s, durante una charla con un peque?o grupo de corresponsales, cuando una pregunta inc¨®moda provoc¨® en ella un rictus autoritario. Apenas dur¨® un segundo. ¡°?Qu¨¦ le hace pensar que Bruselas aplaudir¨ªa un proceso secesionista en Europa?¡±. Los 36 a?os dedicados en cuerpo y alma a la pol¨ªtica, con un objetivo inalterable, dan suficiente fortaleza como para ignorar obst¨¢culos y contradicciones.
El gran secreto de la ministra principal del Gobierno aut¨®nomo de Escocia es haber logrado convencer a los votantes de que el nacionalismo no existe. La denominaci¨®n oficial de la formaci¨®n que lidera es Partido Nacional Escoc¨¦s (SNP, en sus siglas en ingl¨¦s). Y en alguna ocasi¨®n, Sturgeon ha lamentado no haberse deshecho a¨²n del t¨¦rmino ¡°nacional¡±. El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, ley¨® pronto las cartas de la amenaza, y cada vez que interviene en la C¨¢mara de los Comunes para hablar del desaf¨ªo independentista se refiere con malicia al SNP como partido ¡°nacionalista¡± escoc¨¦s. ¡°Tendemos a identificar esa expresi¨®n con una extrema derecha que yo rechazo. El movimiento independentista escoc¨¦s, y mi propio partido, es muy progresista, civilizado, y centrado en la defensa del autogobierno¡±, explicaba Sturgeon a EL PA?S en enero de 2020.
Como en todas las formaciones, sin embargo, el civismo se queda en la puerta cuando se desatan guerras internas. Ya se sabe que, en pol¨ªtica, hay amigos, enemigos y compa?eros de partido. Y el compa?ero Alex Salmond, el carism¨¢tico l¨ªder del SNP que impuls¨® el independentismo escoc¨¦s y apadrin¨® a Sturgeon en su ascenso, ha sido la pesadilla y peor amenaza de la ministra principal. Abandon¨® la primera l¨ªnea despu¨¦s de perder el refer¨¦ndum de separaci¨®n del Reino Unido en 2014, y dej¨® las riendas del partido en manos de su sucesora. Es una historia mil veces repetida y ensayada en todo el mundo. Un primer l¨ªder, histri¨®nico, egoc¨¦ntrico y apasionado, pone en el mapa un movimiento pol¨ªtico. Una segunda, en este caso, aporta la seriedad, el rigor y la sensatez necesarios para consolidar entre los votantes la imagen de partido de Gobierno. Con su f¨¦rrea oposici¨®n al Brexit y su templada gesti¨®n de la pandemia, Sturgeon hab¨ªa logrado alcanzar ese prestigio que le aseguraba, seg¨²n todas las encuestas, una victoria arrolladora en las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas de mayo.
La constante sombra de Salmond, sin embargo, ha logrado finalmente deteriorar la imagen de su sucesora, aunque a¨²n est¨¢ por ver si el golpe ha sido definitivo o provisional. El torpe manejo del Gobierno aut¨®nomo de todo el esc¨¢ndalo en que se vio envuelto el exl¨ªder, absuelto por un jurado popular de 12 delitos contra la libertad sexual ¨Dviolaci¨®n incluida¨D acab¨® rebotando contra Sturgeon. La investigaci¨®n interna impulsada por su Ejecutivo estuvo plagada de errores y falta de garant¨ªas, hasta el punto de verse obligado a indemnizar a Salmond con m¨¢s de medio mill¨®n de euros por la sentencia judicial. El Parlamento aut¨®nomo no ha podido demostrar ilegalidades en el proceso, pero ha acabado acusando a la ministra principal de mentir y confundir a los diputados en su intervenci¨®n ante la comisi¨®n creada para abordar el caso, a principios de este mes. Pocos se creen que Sturgeon no supiera nada de los excesos de su mentor, o que no estuviera informada de la investigaci¨®n en su contra que hab¨ªa abierto apresuradamente su Gobierno. Los cr¨ªticos sospechan que aprovech¨® la oportunidad de deshacerse de su enemigo Salmond. Enemigo que, para colmo, anunci¨® la semana pasada que competir¨¢ en las auton¨®micas de mayo con una nueva formaci¨®n: Alba (como se llama Escocia en ga¨¦lico).
La prensa conservadora inglesa ha dedicado r¨ªos de tinta a cuestionar la honorabilidad de la jefa del Gobierno escoc¨¦s. Ha sido el hueco necesario para intentar frenar los avances de un independentismo que tiene en Sturgeon su principal esperanza. Aunque ella fue siempre partidaria, despu¨¦s de la derrota (55% frente a 45%) del refer¨¦ndum de 2014, de dejar pasar el tiempo y calmar las aguas, el Brexit (que los escoceses hab¨ªan rechazado mayoritariamente), la pandemia, y sobre todo la nefasta imagen que Johnson tiene en el norte de la isla, le convencieron de que era necesario redoblar la apuesta. Sturgeon ha prometido que, si el SNP gana holgadamente las elecciones de mayo, se celebrar¨¢ una nueva consulta de independencia. Ha ido m¨¢s lejos a¨²n de lo que pensaba, al dar p¨¢bulo a la idea de que es jur¨ªdicamente posible celebrar ese refer¨¦ndum aunque Londres, como ya ha advertido, lo rechace.
Sturgeon entr¨® en pol¨ªtica inspirada por otra mujer, pero en el sentido contrario al que podr¨ªa pensarse. Fue la dureza de Margaret Thatcher, que dej¨® en Escocia un rastro de tierra bald¨ªa con su pol¨ªtica de reconversi¨®n industrial, la que convenci¨® a una joven de 16 a?os cuyo camino personal se encaminaba al Derecho a dar el salto. Entendi¨®, seg¨²n ha contado ella misma, que la respuesta no era el laborismo, dominante entonces en la pol¨ªtica escocesa, sino buscar la prosperidad de la naci¨®n a trav¨¦s de su independencia. El problema de un objetivo todav¨ªa no alcanzado es que se convierte en el centro de todas las cosas. Si Sturgeon fracasa en su empe?o, nadie recordar¨¢ la gesti¨®n del SNP al frente del Gobierno aut¨®nomo. Y a diferencia de Thatcher, a la que el enemigo interno acab¨® derrotando cuando ya hab¨ªa dado un vuelco al paisaje brit¨¢nico, la pol¨ªtica escocesa se ver¨ªa obligada a lidiar con una nueva decepci¨®n hist¨®rica.
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