En la muerte
Qu¨¦ m¨¢s da que un Consistorio municipal se niegue a nombrarte hija predilecta de tu ciudad, cuando ya lo eres
G¨¦rard de Villiers muri¨® el 31 de octubre de 2013. Fue militar, periodista, autor de 200 popular¨ªsimas novelas (que devoraban los servicios de espionaje de todo el mundo, porque colaboraba con el espionaje franc¨¦s y dispon¨ªa de informaci¨®n privilegiada) y, en sus propias palabras, ¡°hombre declaradamente de derechas¡±. A su funeral acudi¨® lo m¨¢s rancio de Francia: la inefable Marine Le Pen, el expresidente Val¨¦ry Giscard d¡¯Estaing, el juez antiterrorista Jean-Louis Brugui¨¨re.
Yo no habr¨ªa asistido a su entierro ni aunque me pillara al lado en una tarde aburrida. Aquello fue, por decirlo de alguna forma, una parada de los monstruos.
He visitado varias veces, sin embargo, su tumba en el cementerio de Passy. Y, al igual que otros, he dejado sobre el m¨¢rmol un ejemplar de sus novelas. Como nunca public¨® nada con tapa dura ni remotamente elegante (sus portadas consist¨ªan en una mujer semidesnuda con un arma), la lluvia convierte en pulpa los peque?os tomos y en la tumba de ese hombre hay un perenne montoncito de materia blanda y gris, como un cerebro que recuerda. Le le¨ªamos muchos de sus enemigos pol¨ªticos. As¨ª son las cosas.
Cuando dej¨¦ mi ejemplar sobre la tumba de De Villiers no rend¨ª honores a un tipo racista, machista y ultraconservador, sino a un tipo que me hizo pasar buenos ratos y ampli¨® mi visi¨®n del mundo.
Quiz¨¢ sea el ¨²nico, pero me satisface que ninguna autoridad madrile?a asistiera al entierro de Almudena Grandes y que ninguna autoridad madrile?a se sumara a los homenajes. La abstenci¨®n institucional permiti¨® que el adi¨®s a Grandes fuera realmente hermoso. Las ausencias enaltecieron a la difunta. No tuvimos que soportar a pol¨ªticos falsamente compungidos en busca de c¨¢maras.
Recordaremos, en cambio, a su marido, Luis Garc¨ªa Montero, besando un ejemplar de Completamente viernes, su poemario sobre el amor a Almudena, antes de depositarlo en la fosa. Recordaremos a centenares de lectores con un libro de Almudena en la mano. Recordaremos esa jornada como lo que fue: algo sincero y humano.
Qu¨¦ m¨¢s da que un Consistorio municipal se niegue a nombrarte hija predilecta de tu ciudad, cuando ya lo eres.
Dicho esto, el Partido Popular de Madrid (de quien Almudena Grandes fue enemiga a tiempo completo) deber¨ªa hac¨¦rselo mirar. Porque a la tumba de la escritora, en el cementerio civil de la ciudad, acudiremos algunos que no votamos nunca a la derecha y otros que votan siempre, o algunas veces, a la derecha. Porque las huellas sentimentales son ajenas a la ideolog¨ªa y porque en las novelas de Almudena Grandes pod¨ªan reconocerse los de un bando y los del otro.
Hay momentos en que las reglas energ¨²menas de las redes sociales, que actualmente rigen la actividad pol¨ªtica, han de quedar en suspenso. El sectarismo, cansino en la vida, resulta est¨²pido en la muerte. La obligaci¨®n de las autoridades populares madrile?as consist¨ªa, tras el fallecimiento de Almudena Grandes, en ensalzarla como si no hubiera un ma?ana, en concederle de inmediato todos los honores y en estropear con su presencia (a nadie le importa que yo lo hubiera lamentado) ese emotivo entierro.
Por resumir y en malas palabras: se?oras y se?ores de la Comunidad y del Ayuntamiento de Madrid, han quedado ustedes como el culo.
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