?Qu¨¦ hay de malo en mostrarse vulnerable?
En esta sociedad, hablar de nuestras vulnerabilidades parece ser un problema; no lo hacemos, quiz¨¢s, porque creemos que eso desvela una debilidad
No hay que irse muy atr¨¢s en el tiempo para encontrar el contexto global que nos explique por qu¨¦ la palabra ¡°vulnerabilidad¡± aparece cada vez m¨¢s en nuestras conversaciones. Sea para utilizarla como nombre (la vulnerabilidad) o adjetivo (somos vulnerables), no podemos entender los ¨²ltimos meses, a?os, de nuestras vidas sin hacer una referencia directa o indirecta a ella.
Vulnerabilidad proviene del lat¨ªn vulnus y significa ¡°herida¡±. Para los antiguos, las heridas guardaban relaci¨®n directa con el cuerpo, de manera que ser herido significaba ser lastimado en el plano f¨ªsico. Paulatinamente, el significado de herida fue ensanch¨¢ndose y pas¨® a incluir tambi¨¦n el sufrimiento an¨ªmico, y padecimientos de vida o mal de amores comenzaron a ser referidos como vulnera vitae o vulnere amoris.
Hoy la vulnerabilidad humana la pensamos en estos dos planos (el f¨ªsico y el an¨ªmico) y tambi¨¦n en algunos m¨¢s. Vulnerabilidad social, vulnerabilidad econ¨®mica o vulnerabilidad tecnol¨®gica son expresiones que utilizamos para referirnos a una situaci¨®n de especial precariedad o fragilidad en esos determinados contextos. Somos vulnerables, no hay duda alguna. Y lo somos siempre, aunque sea en momentos en los que la fragilidad y la precariedad se hacen m¨¢s acusadas cuando habitualmente reconocemos que esa vulnerabilidad, la que encarnamos cada d¨ªa y a cada hora, es en primera persona. Y somos vulnerables porque lo detectamos y reconocemos en nuestros organismos, y porque nos embarga una sensaci¨®n de inseguridad o temor ante ciertas experiencias o trances an¨ªmicos. Somos vulnerables, como ya dijeron los cl¨¢sicos, en cuerpo y alma.
Podr¨ªamos decir que ser vulnerables significa, en esencia, ser susceptibles de ser afectados. Es decir, que las im¨¢genes, las palabras, los gestos u objetos que nos impactan lo hagan de una forma tan decisiva que con ello quede afectado por completo nuestro ser. A veces, incluso, en forma de heridas. Somos constitutivamente vulnerables, y eso se deja notar en todos los planos de lo que hacemos, tanto en el campo de nuestros conocimientos te¨®ricos como de nuestras elecciones pr¨¢cticas. Siempre estamos expuestos a la incertidumbre y a la falibilidad, sea porque nos preguntamos por lo que podemos conocer o porque nos responsabilizamos de nuestra libertad cuestion¨¢ndonos qu¨¦ debemos hacer. Sin perder de vista, por otro lado, que en todo lo que llevamos a cabo siempre hay un margen de nuestra experiencia que no controlamos, y eso implica que, en el fondo, lo inesperado puede suceder.
Somos vulnerables, y lo somos en todos los aspectos de nuestra vida. Por eso nuestra vulnerabilidad tambi¨¦n se manifiesta en lo que no es negativo o amenazante. Ser vulnerables nos permite asimismo ser protagonistas de muchas experiencias que aportan sentido y vitalidad, en positivo. Sin vulnerabilidad ser¨ªamos entes inertes que ni afectan a los dem¨¢s ni se afectan por lo otro. Sin ser vulnerables no podr¨ªamos comunicarnos, re¨ªrnos, conmovernos ni, por supuesto, amar. Todas las cosas bellas y buenas que nos pasan en la vida tambi¨¦n suceden porque somos afectables, porque somos vulnerables.
La cuesti¨®n es por qu¨¦ cuando pensamos en la idea de vulnerabilidad conectamos sobre todo con im¨¢genes y formas de sufrimiento, negatividad y cosas indeseadas. No es que el homo vulnerabilis no sea homo dolens. El sufrimiento, la enfermedad o la muerte forman parte de nuestra cotidianidad, y eso impacta de un modo decisivo en nuestra vida del d¨ªa a d¨ªa. Pero tambi¨¦n lo hacen la solidaridad, el cari?o o la alegr¨ªa de poder contemplar un paisaje. Hay que insistir: ?por qu¨¦ cuando hablamos de vulnerabilidad solemos asociarla primordialmente con experiencias negativas?
La respuesta a esta pregunta no puede ser ni simple ni definitiva. Entran muchos elementos en juego, y seguramente algunos de ellos se nos escapen (a fin de cuentas somos vulnerables, falibles). Elementos que van desde lo que Spinoza llamaba el conatus, la autoafirmaci¨®n existencial por la que cada cosa se esfuerza por perseverar en su ser y esquivar a todo lo que pueda quitarle su existencia, hasta lo que Bourdieu se?alaba como h¨¢bitos o disposiciones sociales que los sujetos integramos y encarnamos en nuestras vidas. Elementos, pues, que van desde la finitud y contingencia existencial que vivimos en la intimidad hasta los constructos colectivos que nos condicionan, a veces sin darnos cuenta.
En nuestra sociedad hablar de nuestras vulnerabilidades parece ser un problema; estamos poco habituados a ello y no lo hacemos, quiz¨¢s, porque creemos que eso desvela una debilidad, implica un riesgo o comporta una falta de decoro. Lo cual no deja de ser parad¨®jico, porque, si de lo que se trata es de evitar sentirse d¨¦bil, reducir un supuesto riesgo o evitar ser catalogados de indecorosos, nada mejor que exponer la situaci¨®n sabiendo compartirla, comunicarla y analizarla. Taparse los ojos ante una determinada realidad no la hace desaparecer.
Pero la realidad de nuestra vulnerabilidad nos pone en la tesitura adem¨¢s de reconocernos como seres relativos, rec¨ªprocos y responsables. Relativos porque estamos siempre en relaci¨®n, con los dem¨¢s y con el entorno. Nuestro ¡°yo¡± no es un castillo fortificado inmune al entorno. Si un d¨ªa encapotado ya afecta nuestro ¨¢nimo, ?qu¨¦ no lo har¨¢ un abrazo o su ausencia? Rec¨ªprocos porque, al estar en relaci¨®n, las cosas nos afectan, s¨ª, pero tambi¨¦n nosotros podemos afectar a otros. Todos podemos tener un papel protagonista en la vida de los dem¨¢s, de ah¨ª que la vulnerabilidad nos convoque a la responsabilidad. Es decir, a la necesidad de dar respuesta, ante nosotros mismos y ante los dem¨¢s, de lo que hacemos u omitimos. En definitiva, la vulnerabilidad implica una concepci¨®n del sujeto y del ¡°yo¡± que lo rescata de la fantas¨ªa de su autosuficiencia. Lo cual, por lo que parece, nos cuesta asumir, sea por nuestro conatus individual o por nuestro h¨¢bito social.
Somos vulnerabilidades en interrelaci¨®n, por eso las dimensiones de esas vulnerabilidades copan toda la gama crom¨¢tica de las experiencias que podemos tener. Es m¨¢s, la condici¨®n de posibilidad para poder tener una experiencia es, precisamente, ser afectables, vulnerables. Es verdad que dar recorrido a esa vulnerabilidad deja cicatrices, pero gracias a ella estamos tambi¨¦n en disposici¨®n de dejar que nos afecten otras cosas que tambi¨¦n nos pasan en la vida: una esplendorosa puesta de sol, una entra?able complicidad personal o un c¨¢lido abrazo. ?Estar¨ªamos dispuestos a perd¨¦rnoslas?
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