La desesperaci¨®n es un narc¨®tico
Es dif¨ªcil encontrar un momento m¨¢s complejo y peligroso en la historia de la construcci¨®n europea
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En una sola semana se han reunido en Europa la cumbre ¡°social¡± (Confederaci¨®n Europea de Sindicatos y Confederaci¨®n Europea de Empresas), una cumbre extraordinaria de todos los presidentes y primeros ministros de los 27 pa¨ªses miembros de la Uni¨®n, a quienes se uni¨® el presidente norteamericano, Joe Biden, y donde habl¨® el presidente de Ucrania, una cumbre tambi¨¦n extraordinaria de la OTAN, y el G-7.
Dif¨ªcil encontrar un momento tan complejo y peligroso en la historia de la construcci¨®n europea. Los seres humanos, dec¨ªa Jean Monnet, creador del embri¨®n de la Uni¨®n, s¨®lo act¨²an en estado de necesidad y, por lo general, s¨®lo reconocen la necesidad en una situaci¨®n de crisis. Si eso es verdad, la formidable crisis actual deber¨ªa llevar a Europa a actuar con rapidez, pero la realidad es que el mundo de 2022 no se parece mucho al de Monnet y que lo que ha cambiado radicalmente es la capacidad de sus dirigentes pol¨ªticos para tomar decisiones, seguramente inferior a la que tuvieron aquellos otros l¨ªderes en aquel otro momento.
La construcci¨®n europea ha pasado en estos 65 a?os (el Tratado de Roma es de 1957) por momentos de fuertes parones y de grandes acelerones que introduc¨ªan transformaciones radicales (el mercado ¨²nico, la elecci¨®n del Parlamento por sufragio universal, el euro), pero esas crisis nunca han tenido por escenario una amenaza exterior como la actual. La posibilidad de un enfrentamiento b¨¦lico con Rusia nunca entr¨® en los supuestos europeos, mucho menos con la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, la aparici¨®n de nuevas naciones y, sobre todo, con la decidida, aunque turbulenta, entrada de Rusia en el mundo de las finanzas. Por fin, se pens¨®, volveremos a la idea b¨¢sica de que no puede haber guerras entre pa¨ªses que dependen unos de otros econ¨®micamente y cuyos dirigentes est¨¢n todos, m¨¢s o menos, influidos por plutocracias que comen en Par¨ªs, cenan en Nueva York y se re¨²nen a desayunar con un ministro ruso. Las redes del dinero, su continuo viaje, casi sin control, alrededor del mundo, nos dec¨ªan, tienen un lado bueno: abominaban de la guerra f¨ªsica entre sus socios.
Todo eso acaba de saltar por los aires de la mano de Vlad¨ªmir Putin, un aut¨®crata ruso, astuto y despiadado. Ahora lo importante es saber hasta d¨®nde llega la autonom¨ªa pol¨ªtica europea, no respecto a Estados Unidos, que sigue siendo un aliado imprescindible, sino respecto a esas redes que se resistir¨¢n con todas sus fuerzas a cualquier transformaci¨®n que limite sus movimientos o introduzca claridad y control en sus decisiones. Monnet siempre pens¨® que Europa s¨®lo se podr¨ªa construir sobre bases econ¨®micas, pero con un objetivo: unos aut¨¦nticos Estados unidos europeos, en los que la pol¨ªtica ejerciera un control democr¨¢tico sobre el dinero y las finanzas.
La iniciativa, en aquel momento, deb¨ªa corresponder a Francia (amenazada por la reconstrucci¨®n industrial de Alemania), pero hoy Monnet atribuir¨ªa toda esa capacidad a Berl¨ªn. Sin un liderazgo alem¨¢n potente, que defienda el proyecto pol¨ªtico europeo, ser¨¢ dif¨ªcil que la crisis no termine por minar la unidad de los Veintisiete y el futuro de la Uni¨®n. Alemania, que bajo los 16 a?os de Gobierno de Angela Merkel protagoniz¨® el alocado compromiso con el gas ruso, debe ahora asumir su responsabilidad.
Putin seguramente cuenta con la capacidad de sufrimiento de su pueblo para resistir un conflicto largo. Quiz¨¢s no sea cierto, pero el poeta ruso Joseph Brodsky ya escribi¨® en su d¨ªa que no hay pa¨ªs en el mundo que domine como Rusia el arte de destrucci¨®n de sus ciudadanos. En cualquier caso, la disposici¨®n de los gobiernos europeos para mantenerse unidos en una crisis larga depender¨¢ de su capacidad para que el sufrimiento de sus ciudadanos sea el m¨ªnimo posible. Es decir, de su habilidad para dise?ar conjuntamente planes econ¨®micos que permitan hacer frente a la crisis con autonom¨ªa respecto a esas redes que han creado formidables para¨ªsos fiscales. Si en algo est¨¢ de acuerdo todo el mundo, de Varsovia a Roma, es que har¨¢ falta dinero. Una parte de ese capital est¨¢ hoy d¨ªa fuera del alcance de los impuestos nacionales y de los fondos de la Uni¨®n. No hay que dar por supuesto que las cosas seguir¨¢n igual. No hay que desesperar, porque, como dec¨ªa Charles Chaplin, ¡°la desesperaci¨®n es un narc¨®tico: arrulla la mente en la indiferencia¡±.
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