Los hombres de Putin: as¨ª tomaron el Kremlin los herederos del KGB
Tras el espejismo de Yeltsin, el actual presidente volvi¨® a dejar a Rusia en manos de su temible polic¨ªa secreta, cuenta Catherine Belton en un libro sobre c¨®mo un grupo de agentes han tomado el poder y cogido el dinero. ¡®Ideas¡¯ adelanta varios extractos
1. El nuevo hombre fuerte
A ¨²ltima hora de la tarde del 4 de septiembre de 1999, un coche bomba destroz¨® un bloque de pisos de la ciudad daguestan¨ª de Buinaksk y acab¨® con la vida de 64 personas, la mayor¨ªa familiares de militares rusos. La explosi¨®n se ve¨ªa como una respuesta a la escalada en la lucha armada con los rebeldes chechenos, que hab¨ªan lanzado una nueva incursi¨®n en Daguest¨¢n ese mismo fin de semana, apoder¨¢ndose de varias localidades apenas un d¨ªa despu¨¦s de que Putin, el reci¨¦n nombrado primer ministro, hubiera declarado la victoria de las fuerzas federales en Daguest¨¢n. Aquello parec¨ªa otro giro tr¨¢gico de los acontecimientos en la serie de escaramuzas espor¨¢dicas en las que Rusia se hab¨ªa visto obligada a participar desde que Yeltsin hab¨ªa iniciado una guerra con los separatistas chechenos en 1994. Cuando, solo cuatro d¨ªas despu¨¦s, otro atentado con bomba destruy¨® la secci¨®n central de otro bloque de pisos en un so?oliento suburbio de clase obrera del sureste de Mosc¨², causando la muerte a 94 personas mientras dorm¨ªan en sus camas, la lucha militar de Rusia en el C¨¢ucaso pareci¨® alcanzar nuevas y mort¨ªferas cotas. En un principio, los investigadores dijeron que la deflagraci¨®n pod¨ªa deberse a una explosi¨®n de gas natural. Algunas de las familias que viv¨ªan en el edificio ten¨ªan algo que ver con la rep¨²blica separatista de Chechenia. ?C¨®mo pod¨ªa tener algo que ver aquella explosi¨®n con la lejana lucha militar? Pero uno tras otro, sin aportar ninguna prueba, varios funcionarios empezaron a denunciar la deflagraci¨®n como un atentado con bomba perpetrado por terroristas chechenos. Los agentes de los servicios de emergencias apenas hab¨ªan terminado de sacar los ¨²ltimos cuerpos calcinados de entre los escombros de lo que hab¨ªa sido el n¨²mero 19 de la calle Gurianova cuando, cuatro noches despu¨¦s, otra explosi¨®n desintegr¨® por completo un edificio residencial de nueve plantas de la Kashirskoye Shosse, al sur de Mosc¨². Murieron 119 personas. Al parecer, los ¨²nicos rastros de vida humana encontrados fueron unos juguetes flotando en charcos de barro.
El p¨¢nico se extendi¨® por Mosc¨². Desde que, hac¨ªa aproximadamente un decenio, se hab¨ªa iniciado la guerra intermitente contra los separatistas rebeldes del sur, no hab¨ªa precedentes de que estos hubieran actuado en el coraz¨®n de la capital. Mientras crec¨ªa el miedo y la sensaci¨®n de emergencia nacional, los esc¨¢ndalos financieros que rodeaban a la familia Yeltsin se alejaban de las portadas de los peri¨®dicos, y Vlad¨ªmir Putin pasaba a un primer plano. Ese fue el momento decisivo en el que Putin tom¨® las riendas de Yeltsin. De pronto, ¨¦l era el comandante en jefe del pa¨ªs y dirig¨ªa una campa?a estridente de ataques a¨¦reos contra Chechenia para vengar los atentados.
Lo que ocurri¨® ese oto?o, con una cifra total de fallecidos que superaba los 300, al tiempo que el Kremlin desplegaba una calculada campa?a de imagen, se ha convertido en el enigma m¨¢s mort¨ªfero y central del ascenso al poder de Putin. ?Es posible que los hombres de la seguridad de Putin hubieran atacado con bombas a su propio pueblo en el c¨ªnico intento de generar una crisis que asegurase su llegada a la presidencia? Se trata de una pregunta que se ha planteado a menudo, pero las respuestas han sido escasas. Todas las personas que se implicaron seriamente en la investigaci¨®n del caso han muerto o fueron detenidas inesperadamente. Pero lo cierto es que sin las explosiones y la campa?a militar concertada que sigui¨® resulta imposible imaginar que Putin hubiera congregado los apoyos para desafiar seriamente a Primakov y Luzhkov. La familia Yeltsin habr¨ªa seguido atrapada en las investigaciones de Mabetex (la constructora suiza involucrada en el esc¨¢ndalo de corrupci¨®n que acab¨® con Yeltsin) y el Banco de Nueva York, y Putin, por asociaci¨®n, en tanto que sucesor escogido por Yeltsin, se habr¨ªa hundido con ellos. Ahora, en cambio, oportunamente, aparec¨ªa como alguien seguro de s¨ª mismo y preparado. Era el h¨¦roe de acci¨®n que hab¨ªa lanzado ataques a¨¦reos contra la capital chechena, Grozni. (¡) Los ¨ªndices de aprobaci¨®n de Putin pasaban del 31% en agosto al 75% a finales de noviembre. Si hab¨ªa un plan, la Operaci¨®n Sucesor, como m¨¢s tarde lleg¨® a conocerse, funcionaba: se hab¨ªa formado una gran mayor¨ªa pro-Putin. (¡)
2. Los hombres de Putin
Mientras Vlad¨ªmir Putin avanzaba, solo, por los salones abovedados del Gran Palacio del Kremlin, parec¨ªa empeque?ecido por lo majestuoso de la ceremonia de toma de posesi¨®n presidencial. (¡). Era 7 de mayo de 2000, y el kandidat-rezident hab¨ªa llegado al Kremlin. El exagente del KGB que apenas ocho meses antes era uno m¨¢s de los muchos bur¨®cratas sin rostro, estaba a punto de asumir la presidencia de Rusia. El oro que recubr¨ªa paredes y l¨¢mparas era testigo del plan de los hombres del KGB para recuperar el esplendor de la Rusia imperial (¡). Nunca hasta entonces se hab¨ªa visto tanto esplendor en una ceremonia de toma de posesi¨®n: era la primera vez que los reci¨¦n restaurados salones del palacio se abr¨ªan para una ceremonia de Estado; y nunca, en la historia del pa¨ªs, se hab¨ªa producido un traspaso pac¨ªfico de poderes de un presidente a otro. (¡)
Ocultos e inadvertidos entre la masa de funcionarios que atestaban el dorado Sal¨®n Andr¨¦yevski estaban los hombres del KGB que Putin se hab¨ªa tra¨ªdo desde San Petersburgo. En aquellos d¨ªas, casi nunca se los ve¨ªa y muy pocas veces se los o¨ªa. Pero ellos eran los silovik¨ª que, primero en uni¨®n con los altos mandos de Yeltsin, y despu¨¦s por su cuenta, iban a alardear de su fuerza y a hacer notar inequ¨ªvocamente su presencia. Transcurridos pocos d¨ªas de la toma de posesi¨®n, enviar¨ªan un mensaje muy claro de que la d¨¦cada de libertad de la que tan orgulloso se sent¨ªa Yeltsin tocaba a su fin.
Entre ellos se encontraban empresarios vinculados al KGB como Yuri Kovalchuk, f¨ªsico que se hab¨ªa convertido en el mayor accionista del Banco Rossiya, la entidad financiera de San Petersburgo creada por el Partido Comunista en el ocaso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Tambi¨¦n estaba Gennadi Timchenko, que supuestamente hab¨ªa sido un agente del KGB que hab¨ªa trabajado estrechamente con Putin para controlar las exportaciones de crudo de la ciudad. Aquellos hombres se hab¨ªan curtido en las despiadadas luchas por el dinero de la econom¨ªa de San Petersburgo, y ahora se sent¨ªan sedientos de las riquezas que Mosc¨² pod¨ªa ofrecerles. Tambi¨¦n oculta entre la multitud sin rostro estaba la red de aliados poco conocidos con la que Putin primero hab¨ªa trabajado en el KGB de Leningrado y a los que hab¨ªa llevado consigo como sus delegados tras su nombramiento como director del FSB en julio de 1998. Eran pocos los que les hab¨ªan prestado atenci¨®n.
Sechin, de pronto, anot¨® algo en un pedazo de papel. Me dijo: ¡®Y traiga¡¡¯, mostrando lo anotado: 10.000 d¨®lares.Andr¨¦i Korchagin, empresario ruso.
Entre ellos se encontraba Nikol¨¢i P¨¢trushev, un retorcido y experimentado agente (¡). P¨¢trushev hab¨ªa sustituido a Putin como director del FSB en el momento en que este fue nombrado primer ministro, y se mantendr¨ªa en ese puesto durante la totalidad de los dos primeros mandatos presidenciales de Putin. Hab¨ªa ocupado cargos de m¨¢xima responsabilidad en el FSB de Mosc¨² desde 1994, mucho antes de que Putin iniciara su ascenso. Un a?o mayor que este, hab¨ªa trabajado con ¨¦l en la divisi¨®n de contraespionaje del KGB de Leningrado a finales de la d¨¦cada de 1970. Cuando Putin fue nombrado vicealcalde por Sobchak (exalcalde de la ciudad rusa), P¨¢trushev dirig¨ªa la divisi¨®n de contrabando de la reci¨¦n creada FSB, justo en el momento en que el grupo de exagentes de Putin en el KGB empezaba a apoderarse del principal canal de contrabando de productos de la ciudad: la Flota del Mar B¨¢ltico y el estrat¨¦gico puerto mar¨ªtimo. P¨¢trushev fue trasladado pronto a Mosc¨², donde ascendi¨® r¨¢pidamente a lo m¨¢s alto del FSB. Bebedor, procedente del KGB, combinaba una ¨¦tica fuertemente capitalista de acumulaci¨®n de riqueza con una visi¨®n ambiciosa para la restauraci¨®n del imperio ruso. (¡)
Pero tal vez la persona m¨¢s cercana al nuevo presidente era ?gor Sechin. Ocho a?os m¨¢s joven que ¨¦l, lo hab¨ªa seguido como su sombra desde su nombramiento como vicealcalde. Le hab¨ªa hecho de secretario, apostado como un centinela tras un atril en la antesala que daba al despacho de Putin en la sede de Smolny, ejerciendo de implacable portero ante todos. Controlaba el acceso a Putin y a todos los documentos que este le¨ªa. Todo el que necesitara la firma de Putin para iniciar un negocio deb¨ªa tratar antes con Sechin. Cuando un empresario de San Petersburgo requiri¨® la firma de Putin para establecer una empresa mixta con una compa?¨ªa comercializadora holandesa de productos derivados del carb¨®n y del petr¨®leo, sus amigos le organizaron un encuentro con Putin. Despu¨¦s de tratar el asunto, este le comunic¨® al empresario que fuera a ver a Sechin, con estas palabras: ¡°?l le dir¨¢ qu¨¦ documentos debe traer y yo los firmar¨¦¡±. ¡°Sal¨ª del despacho y fui a ver a Sechin sin pensar en qui¨¦n era¡±, recordaba Andr¨¦i Korchagin, el empresario. ¡°A m¨ª me extra?¨® que se tratara de un hombre, y no de una chica, aquellos puestos normalmente los ocupaban mujeres. En aquella ¨¦poca despreci¨¢bamos a los funcionarios. Empezamos a hablar de los documentos que iba a necesitar, y entonces Sechin, de pronto, anot¨® algo en un pedazo de papel. Me dijo: ¡®Y traiga¡¡¯, mostr¨¢ndome lo que hab¨ªa anotado: 10.000 d¨®lares. Yo me puse furioso y le contest¨¦: ¡®Pero ?qu¨¦ es esto? ?Se ha vuelto loco?¡¯. Pero ¨¦l me dijo: ¡®As¨ª es como hacemos los negocios aqu¨ª¡¯. Yo le indiqu¨¦ ad¨®nde pod¨ªa irse, pero no hubo manera: nunca llegamos a registrar el negocio. En aquella ¨¦poca, las cosas eran muy distintas. Yo no ten¨ªa ni idea de qui¨¦n era Sechin. As¨ª era como recolectaban sobornos menores¡±.
3. El fin de Jodorkovski (y de todos los dem¨¢s)
Para Putin, la venta de una participaci¨®n mayoritaria en Yukos Sibneft a ExxonMobil era algo absolutamente impensable. No pod¨ªa aprobar de ninguna manera la venta del control de las reservas estrat¨¦gicas rusas a Estados Unidos. Aquello era algo que iba en contra de todo lo que los hombres del KGB defend¨ªan en su apuesta por recuperar el poder¨ªo imperial ruso. (¡) Jodorkovski, desafiante, se encontraba recorriendo Siberia en un viaje de negocios cuando ocurri¨®. Los fiscales lo hab¨ªan citado a declarar el d¨ªa anterior, pero ¨¦l estaba lejos de Mosc¨². Poco antes del amanecer, la ma?ana del s¨¢bado 25 de octubre de 2003, su jet privado hab¨ªa aterrizado en una pista de Novosibirsk cuando un comando armado del FSB subi¨® a bordo por la fuerza. Jodorkovski estaba en su lujoso compartimento cuando irrumpieron al grito de ¡°?FSB! ?Dejen las armas en el suelo! ?No se muevan o dispararemos!¡±. Lo detuvieron acusado de fraude a gran escala y evasi¨®n fiscal, y esa misma noche ya durmi¨® en la c¨¦lebre c¨¢rcel moscovita de Matrosskaya Tishina. Ese fue el momento a partir del cual el rumbo pol¨ªtico y econ¨®mico de Rusia se alej¨® irrevocablemente de una integraci¨®n internacional liderada por Occidente y emprendi¨® un camino propio que se encaminaba a la colisi¨®n con ese Occidente. Fue el punto de no retorno para el grupo de hombres de la seguridad, partidario del estatalismo, que hab¨ªa presionado y maquinado, y que hab¨ªa acabado por convencer a Putin de que no hab¨ªa ninguna otra manera de garantizar el resurgimiento del Estado ruso¡ y su propio peso en las finanzas. Pero se trataba de un territorio sin cartografiar tanto para ellos como para el pa¨ªs. (¡) Era el hombre m¨¢s rico del pa¨ªs, el defensor m¨¢s destacado de la econom¨ªa de mercado, la persona que hab¨ªa estado a punto de conseguir el trato del siglo: la venta de su empresa por 25.000 millones de d¨®lares, apenas siete a?os despu¨¦s de haberla adquirido por 300 millones. Si pod¨ªan abatirlo a ¨¦l, acabar¨ªan con cualquiera de ellos.
4. El Kremlin lo controla todo
El poder judicial no era un poder judicial, sino un brazo del Kremlin. Y lo mismo pod¨ªa decirse del Parlamento, de las elecciones y de la oligarqu¨ªa. Los hombres del KGB lo controlaban todo. Era un sistema fantasma de derechos fantasma, tanto para los individuos como para las empresas. Todo aquel que contrariara al Kremlin pod¨ªa ser encarcelado en cualquier momento con acusaciones ama?adas o falseadas. Los derechos de propiedad depend¨ªan del vasallaje al Kremlin. En un sistema en el que el robo era omnipresente, en el que la propiedad se divid¨ªa constantemente con un mero gesto o un soborno a la persona adecuada del Kremlin o las fuerzas del orden, los hombres de Putin contaban con informaci¨®n comprometedora de todo el mundo. El pa¨ªs hab¨ªa regresado a la ¨¦poca de los informantes. Todo el mundo grababa a los dem¨¢s. Se sab¨ªa que todo estaba pinchado. En diciembre de 2017, el ministro de Desarrollo Econ¨®mico, Alex¨¦i Uliukaev, pillado en c¨¢mara recibiendo un soborno de dos millones de d¨®lares de Sechin en una operaci¨®n-trampa para apartarlo como rival pol¨ªtico orquestada por el propio Sechin, fue condenado a ocho a?os de c¨¢rcel. (¡) ¡°Hoy en d¨ªa, pueden hacer desaparecer a cualquiera¡±, coment¨® otro magnate. ¡°A oligarcas, a ministros. Los hermanos Magomedov eran superoligarcas y ahora nadie sabe d¨®nde est¨¢n¡±.
Todo el mundo era reh¨¦n del sistema, incluidas personalidades influyentes de la era Yeltsin que hab¨ªan propiciado la llegada al poder de los hombres de la seguridad de Putin. (¡) Entre todos, Putin y sus hombres de la seguridad eran los m¨¢s atrapados en el sistema. Despu¨¦s de todo lo que hab¨ªan hecho para afianzarse en el poder, no pod¨ªan confiar en nadie, ni siquiera en los miembros de su propio c¨ªrculo, mientras que Putin, eliminando con firmeza a todos los pol¨ªticos rivales y concentrando el poder en sus propias manos, se hab¨ªa encerrado hasta tal punto que pr¨¢cticamente ya no ten¨ªa salida.
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