La sociedad conspira para minar nuestra autoestima
La competencia en el trabajo y en las redes, los mantras de la superaci¨®n personal y el pensamiento positivo son algunos de los factores que pueden hacernos sentir m¨¢s inseguros
Una cara verde sonriente. Una cara amarilla que ni fu ni fa. Una cara roja enfadada. En muchos comercios, establecimientos hosteleros e instituciones han aparecido unas pantallas que nos permiten pulsar en uno de estos iconos para manifestar nuestro grado de satisfacci¨®n con los empleados. Despu¨¦s de la llamada de la teleoperadora, de la visita del fontanero o de bajar de un taxi, podemos calificar entre una y cinco estrellas el servicio, de igual forma que podemos valorar restaurantes en p¨¢ginas webs o a personas en aplicaciones de ligue. Miles de ojos en las redes sociales, como la virulenta Twitter, escrutan sin piedad nuestros comentarios. En otras, como la m¨¢s amable Instagram, observamos at¨®nitos los cuerpos esculturales y las vacaciones de ensue?o de los otros, por lo general muy deseables y muy diferentes a las nuestras. Qu¨¦ suerte. Los jurados de los talent shows de la tele, como una instituci¨®n disciplinaria foucaultiana, nos incitan a mejorar nuestra marca personal y vender mejor nuestro producto, mientras que en los anaqueles de librer¨ªas leemos sin cesar llamadas a salir de nuestra zona de confort y romper nuestros l¨ªmites. Estamos rodeados.
Hay numerosos elementos en la sociedad que parecen conspirar para hacernos sentir constantemente evaluados, juzgados, vigilados, comparados; elementos que pueden hacer mella en nuestra autoestima y hacernos sentir inseguros. En el capitalismo, la competencia y la ambici¨®n son cualidades muy bien vistas y recompensadas, tanto individual como colectivamente. Pero esa competencia que rige las relaciones de mercado no se limita a las transacciones comerciales o de negocios. ¡°Es una caracter¨ªstica definitoria de la vida cotidiana. Las personas viven en un estado constante de competencia, no solo en t¨¦rminos de riqueza, estatus y poder, sino en cosas simples como la ropa, la apariencia, el club o el deporte, hasta asuntos m¨¢s serios como el trabajo, la vivienda, la familia o la maternidad¡±, explica la soci¨®loga Kathleen Lynch, profesora em¨¦rita del University College de Dubl¨ªn, autora de libros como Care and Capitalism (Wiley, 2021).
En esta ¨¦poca hiperconectada proliferan las maneras de medir nuestro rendimiento minuciosamente y en muchos aspectos, ya sea en funci¨®n de likes o followers en redes sociales, puntuaciones en ex¨¢menes o en aplicaciones que miden el n¨²mero de pasos que damos al d¨ªa, nuestros patrones de sue?o o nuestro porcentaje de grasa corporal, que suele estar por encima de lo recomendado por las autoridades sanitarias. En un inquietante cap¨ªtulo de la serie Black Mirror titulado ¡®Nosedive¡¯ se muestra una sociedad dist¨®pica, aunque aparentemente feliz, en la que la puntuaci¨®n constante de los dem¨¢s determina en tiempo real el estatus de una persona. Da miedo, porque esa sociedad no parece tan diferente a esta (en China existe un sistema de cr¨¦dito social que har¨ªa las delicias de cualquier escritor de distop¨ªas). ¡°As¨ª se produce una nueva ¡®naturaleza¡¯ social que se caracteriza por la frialdad y la indiferencia hacia aquellos que no son ¡®¨²tiles¡¯, es decir, aquellos que no pueden contribuir al ¡®¨¦xito¡¯ de uno¡±, dice la soci¨®loga irlandesa. Y tambi¨¦n el miedo a ser uno de ellos: la competencia y la ansiedad se interiorizan dentro de cada individuo.
¡°En nuestras sociedades, dominadas por una ideolog¨ªa hiperindividualista, por un lado, se adula al individuo como consumidor y cliente, como fuente directa de valor o verdad, mientras que, por otro, se le culpabiliza del fracaso en la carrera implacable de competitividad. Cuanto m¨¢s influida est¨¢ una persona por esta ideolog¨ªa, m¨¢s atrapada est¨¢ en un bucle destructivo, que genera angustia, mina la autoestima y produce envidia o resentimiento¡±, explica Jos¨¦ Carlos S¨¢nchez, profesor de la Facultad de Psicolog¨ªa de la Universidad de Oviedo.
Una ¡°rotura del yo¡±, a decir del psic¨®logo, que puede cursar en dos direcciones. Una de ellas es pasiva, conduciendo a cuadros de depresi¨®n o dependencia de los psicof¨¢rmacos. Espa?a es, junto con Portugal, el pa¨ªs de Europa donde m¨¢s psicof¨¢rmacos se consumen, seg¨²n datos de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®micos (OCDE). La prescripci¨®n de ansiol¨ªticos y antidepresivos creci¨® un 4% y un 6%, respectivamente, durante 2021: se recetaron 54 millones de cajas de los primeros y 45 millones de cajas de los segundos. La otra direcci¨®n en la que puede suceder esa rotura es reactiva, que desemboca en comportamientos antisociales o violentos. O en adicciones que pueden ser perjudiciales para uno mismo.
En Espa?a, adem¨¢s, existe cierta tendencia nacional a ¡°criticar por criticar¡±, como dec¨ªa aquella canci¨®n de Fangoria. Alejandro Cencerrado, cient¨ªfico del Instituto de la Felicidad de Copenhague, cuenta en su libro En defensa de la infelicidad (Destino, 2022) c¨®mo, al estar en compa?¨ªa de personas criticonas, sent¨ªa su autoestima disminuir: si se dedicaban a criticar de manera furibunda a terceros en su presencia, ?por qu¨¦ no iban a criticarle a ¨¦l cuando no estuviera delante? ¡°Cuando empec¨¦ a trabajar en Dinamarca percib¨ª que no se criticaba tanto a las otras personas, y eso repercuti¨® favorablemente en mi autoestima¡±, dice Cencerrado, ¡°mi jefe me dijo que no tuviera miedo a equivocarme o a hablar mal en p¨²blico, que lo tomase todo como un proceso de aprendizaje donde los errores eran comprensibles¡±. Otra de las investigaciones de Cencerrado ahonda en c¨®mo la exposici¨®n a cuerpos perfectos en las redes sociales puede minar la autoestima de los j¨®venes o c¨®mo la falta de contacto con los padres, con dificultades para conciliar trabajo y vida familiar, puede colaborar tambi¨¦n a esas inseguridades.
Las redes sociales son espacio abonado para la cr¨ªtica feroz. Los psic¨®logos han se?alado que la figura del hater puede provenir de la baja autoestima, el resentimiento o la frustraci¨®n: criticando a los dem¨¢s, muchas veces protegido tras la trinchera del anonimato, un hater, un troll, puede sentirse reconfortado y moment¨¢neamente superior, es el ¨²ltimo poder secreto que se le reserva para lograr algo de relevancia social. Pero su actividad replica la inseguridad: la presencia del odio y la hipercr¨ªtica en redes puede generar cada vez m¨¢s personas con tendencia a la baja autoestima y a la inseguridad, en un ciclo sin fin.
La desigualdad creciente que genera el actual sistema econ¨®mico puede estar en el fondo de este continuo asedio a nuestra autoestima. Epidemi¨®logos como Wilkinson y Pickett han encontrado relaci¨®n entre la desigualdad y la salud mental (v¨¦ase su libro Desigualdad, publicado por Turner). ¡°Dado que la verg¨¹enza, el miedo a ser juzgado como insignificante, menor o inadecuado, es una de las emociones humanas m¨¢s poderosas, es inevitable que sociedades muy desiguales produzcan esa sensaci¨®n de insuficiencia y verg¨¹enza¡±, concluye Lynch.
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