Marina Garc¨¦s: ¡°Vivimos una inflaci¨®n del yo, alimentada por no saber c¨®mo pensar el mundo¡±
La ensayista catalana reflexiona sobre c¨®mo entenderse a trav¨¦s de los dem¨¢s y rescata una frase de su abuela a su abuelo: ¡°Vivo a tu lado dentro de mi mundo¡±
Marina Garc¨¦s (Barcelona, 49 a?os) est¨¢ nerviosa. La fil¨®sofa y profesora dice que su ¨²ltimo libro, el compendio de ensayos Malas Compa?¨ªas ¡ª a la venta con Galaxia Gutenberg¡ª ¡°es un poco espiritista¡±. Que aqu¨ª se ha saltado las reglas del ensayo cl¨¢sico al convocar en un mismo texto ¡°a los buenos y malos esp¨ªritus¡± de su vida. Una reuni¨®n casi imposible por la que transitan el director ...
Marina Garc¨¦s (Barcelona, 49 a?os) est¨¢ nerviosa. La fil¨®sofa y profesora dice que su ¨²ltimo libro, el compendio de ensayos Malas Compa?¨ªas ¡ª a la venta con Galaxia Gutenberg¡ª ¡°es un poco espiritista¡±. Que aqu¨ª se ha saltado las reglas del ensayo cl¨¢sico al convocar en un mismo texto ¡°a los buenos y malos esp¨ªritus¡± de su vida. Una reuni¨®n casi imposible por la que transitan el director Joaquim Jord¨¤, el Vaquilla, el personaje Tristram Shandy, la leyenda de las amazonas, el escritor Pol Guasch, la fil¨®sofa Wendy Brown o, entre much¨ªsimos otros, su abuela; sobre la que escribe en el ¨²ltimo texto del libro, el m¨¢s personal de su carrera. Un referente que le ha ense?ado, m¨¢s que cualquier autoridad epistemol¨®gica, el significado de la comprensi¨®n y de sentirse amado.
Explorando la idea de libertad y comunidad, Garc¨¦s ¡ªla que reflexion¨® sobre su implicaci¨®n en el activismo y los movimientos sociales en Ciudad Princesa (2018)¡ª reivindica lo extra?o porque, como escribe, la filosof¨ªa es atreverse a ir con gente rara. ¡°Aqu¨ª hay un encuentro imposible de un nosotros que va m¨¢s all¨¢ del grupo, que nos anima a deshacernos de nuestras seguridades, propiedades y lugares comunes¡±, apunta en la terraza del Ateneu Barcelon¨¨s. El mismo espacio al que, como cuenta, su abuela Ci¨® acud¨ªa a talleres de escritura creativa poco antes de morir, durante la pandemia
Pregunta.?¡°Vivo a tu lado dentro de mi mundo¡±. Esta frase en una de las cartas de juventud de su abuela a su abuelo resume el esp¨ªritu del libro: entenderse, y pensarse, a trav¨¦s de los dem¨¢s. Usted lo reivindica como pr¨¢ctica pol¨ªtica, ?por qu¨¦?
Respuesta.?Este ejercicio de filosof¨ªa acompa?ada, que es un poco el hilo de mi pensamiento pol¨ªtico, no trata de la autoridad de la voz propia, sino de la posibilidad de enlazar voces para crear mundos comunes.
P.?Le declara la guerra a la autoayuda del ¡°s¨¦ t¨² mismo¡±. Escribe: ¡°Piensa a fondo tu vida, pero no te busques a ti mismo¡±.
R.?M¨¢s que un yo fuerte, como el de la modernidad, vivimos con un yo hipertrofiado, que se autofagocita. Las redes han alimentado esta visi¨®n. Vivimos una inflaci¨®n del yo alimentada por el hecho de no saber c¨®mo pensar el mundo. El yo es el ¨²nico mundo posible en una sociedad incierta que imposibilita los lugares comunes.
P.?Y ah¨ª se muestra cr¨ªtica con la idea de la voz aut¨¦ntica. Reflexiona sobre las cacofon¨ªas, las de esa gente rara inesperada, que se necesitan para entendernos. A las redes se las acusa de ser una caja de resonancia que anula nuestro pensamiento cr¨ªtico, ?las ve negativas?
R.?Yo no soy nada tecn¨®foba ni alarmista. Tambi¨¦n las uso. La pregunta es hasta qu¨¦ punto hacemos usos autorreferenciales tanto de las redes como de nuestro consumo cultural, dando vueltas sobre nosotros mismos. Podemos hacer el ejercicio contrario: apostar por una ventriloqu¨ªa que vaya m¨¢s all¨¢ de esa filosof¨ªa segmentada.
¡°Estamos a la intemperie, en un mundo en el que no nos podemos proteger, nadie est¨¢ a salvo¡±
P.?Lamenta que ese consumo cultural se haya convertido en algo superficial, reducido a cu¨¢ntos libros leemos o las pel¨ªculas que vemos.
R.?La cultura, o si lo llamamos, por desgracia, consumo cultural, tambi¨¦n es un mercado de targets. Un club de nombres. Nos encierra en perfiles en los que no hay experiencia de la extra?eza ni posibilidad de encuentro.
P.?Sobre encontrarse, dice que ¡°la distancia es la condici¨®n de cualquier relaci¨®n y que la comprensi¨®n es la manera de sostenerla¡±.
R.?Muchas veces sabemos cosas que no comprendemos. Tragamos informaci¨®n, conocimiento, lo que sea, y lo hacemos muy solos. No hay contexto, no hay distancia, no hay proximidad con lo que ocurre. Vamos a la escuela y aprendemos cosas que no comprendemos. El aprendizaje es ese equilibrio inestable entre la adquisici¨®n de conocimiento y aquello que no sabemos. Y otra cara de esa relaci¨®n es la comprensi¨®n.
P.??Es posible comprender sin legitimar el mal?
R.??C¨®mo comprender sin juzgar a la otra cara? Esto lo hacemos con los likes, pero tambi¨¦n con los sistemas morales. Confundimos comprender con juzgar y emitimos un juicio como si eso lo justificara.
P.??Y eso no est¨¢ bien? En estos tiempos polarizados, a los equidistantes se los acusa de tibios.
R.?Ni el juicio ni la justificaci¨®n funcionan. Hay que encontrar otra forma de relacionarse con las cosas. Es algo que practica el inspector Maigret en los libros de Georges Simenon: ejerce una mirada de comprensi¨®n sin juzgar. Y eso no significa neutralidad, es una mirada que va m¨¢s all¨¢.
P.?Sobre la fantas¨ªa occidental de sentirse a salvo, dice que, por mucho que queramos aferrarnos a esa idea, todo es un simulacro y el bienestar siempre est¨¢ amenazado.
R.?Vivimos en una ¨¦poca en la que continuamente hablamos de aquello que nos da miedo: la pandemia, el cambio clim¨¢tico, el terrorismo. Todo es una amenaza. Por otro lado, construimos ficciones de seguridad, entendidas tambi¨¦n como ficciones de libertad.
Construimos ficciones de seguridad entendidas tambi¨¦n como ficciones de libertad
P.??Como cu¨¢les?
R.?El Estado construye las fronteras para decirte que ah¨ª estar¨¢s a salvo y te proteger¨¢. Por eso aceptamos volar y entramos a los aeropuertos como si entr¨¢ramos en la c¨¢rcel. Tambi¨¦n est¨¢ la versi¨®n de la domesticidad, compramos la idea de que en casa estamos a salvo. Nos ponemos calcetines gruesos al llegar a casa, nos ponemos c¨®modos y nos decimos: aqu¨ª descanso.
P.??Y no deber¨ªamos creerlo?
R.?Hoy en d¨ªa, con la especulaci¨®n inmobiliaria, e incluso con la incorporaci¨®n en nuestras casas de la vida digital, vivimos en una nueva intemperie: la de un mundo en el que no nos podemos proteger. Nadie est¨¢ a salvo, ni quien se encierra en una peque?a comunidad de propietarios.
P.?Tambi¨¦n cree que la idea de libertad es impertinente, ?por qu¨¦?
R.??Qui¨¦n se puede creer libre? La libertad en abstracto no existe, siempre es un modo de poderse relacionar. ?Qui¨¦n se puede permitir la ficci¨®n de que ¨¦l o ella o una sociedad es realmente libre? De nuevo, es una ficci¨®n propietaria de quien puede sentirse due?o. Y digo due?o porque ha sido una ficci¨®n muy masculina. No hay nadie que sea realmente libre, solo la impertinencia de saberlo.
P.?Critica esa idea de ¡°ciudadanos que se creen tolerantes y se limitan a intercambiar gastronom¨ªas, fusionar estilos musicales y aprender idiomas, pero no se hacen preguntas¡±.
R.?Responden a modelos de ciudades que encubren su violencia con un discurso aparentemente diverso, acogedor, m¨²ltiple y colorista. Ahora est¨¢n pasando muchas cosas que est¨¢n borrando esa idea de ciudad feliz y de escaparate. Literalmente, los estamos apagando. La pandemia ha ayudado a que se empiece a hablar de forma m¨¢s honesta de los materiales reales de nuestras vidas, de nuestras casas, de los desahucios, de nuestras pobrezas y soledades.
P.?Dice que los ciudadanos cada vez somos m¨¢s cultos, pero m¨¢s obedientes.
R.?La aspiraci¨®n ser¨ªa poder hablar de ciudades que fuesen no solo un lugar f¨ªsico, sino de encuentro de todos los modos y formas de vida posibles. Y no solo para circular o consumir. En realidad, lo ¨²nico que justifica ya una ciudad es la circulaci¨®n en todos los sentidos: de dinero, de valor, de modos de vida. Eso rompe el v¨ªnculo social. No hay encuentro, ni posibilidad de desencuentro.
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