Necesitamos promiscuidad pol¨ªtica y debatir con gente de la tribu rival
Comunistas, fascistas, filoetarras, golpistas: el af¨¢n de presentar a los rivales ideol¨®gicos como una amenaza se expande en la pol¨ªtica espa?ola
Imagine que la nueva pareja de su hijo simpatiza con posiciones pol¨ªticas que est¨¢n a las ant¨ªpodas de lo que usted opina. O que su vecino decide hacerse militante de ese partido con ideas opuestas a las suyas. ?Cu¨¢l ser¨ªa su reacci¨®n? ?Le generar¨ªan emociones de disgusto y rechazo o m¨¢s bien le provocar¨ªan indiferencia? Puede que parezca una pregunta anecd¨®tica, sin trascendencia alguna, m¨¢s propia del cotilleo. Sin embargo, detr¨¢s de ella se esconde un fen¨®meno que ¨²ltimamente est¨¢ preocupando, y mucho, a los polit¨®logos: la polarizaci¨®n afectiva. Consideramos que una sociedad est¨¢ polarizada en t¨¦rminos afectivos cuando los ciudadanos sienten especial simpat¨ªa por quienes son pol¨ªticamente afines, pero al mismo tiempo sienten un profundo rechazo hacia aquellas personas que piensan diferente. La polarizaci¨®n afectiva es un proceso de tribalizaci¨®n en el que la confrontaci¨®n pol¨ªtica se convierte en algo emocional que va m¨¢s all¨¢ de las leg¨ªtimas diferencias en posicionamientos ideol¨®gicos.
En los ¨²ltimos a?os, los polit¨®logos han constatado que la polarizaci¨®n afectiva est¨¢ ganando terreno en muchas de las democracias de nuestro entorno. Tambi¨¦n en Espa?a. Puede que la confrontaci¨®n pol¨ªtica visceral, de negaci¨®n del adversario, no sea algo tan nuevo. Muchos recordar¨¢n c¨®mo durante los primeros a?os de gobierno del socialista Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, en 2004, el clima pol¨ªtico alcanz¨® tambi¨¦n temperaturas t¨®rridas, con discursos especialmente beligerantes que en su momento se calificaron con el nombre de la crispaci¨®n. Sin embargo, existen claros indicios de que la tribalizaci¨®n de la pol¨ªtica ha alcanzado niveles r¨¦cord en los ¨²ltimos tiempos, muy particularmente tras la ruptura del sistema bipartidista.
Hay motivos de sobra para sentirse preocupado por este creciente proceso de polarizaci¨®n afectiva. Y es que el rechazo visceral a quien vota o piensa distinto puede generar efectos muy novicios para la calidad democr¨¢tica. La tribalizaci¨®n de la pol¨ªtica genera inestabilidad y bloqueo pues dinamita la cooperaci¨®n y las opciones de alcanzar consensos. Tambi¨¦n provoca que las personas sean menos tolerantes a aceptar el pluralismo, que vean con desagrado las voces discordantes, las cuales se llegan a percibir incluso como ileg¨ªtimas y peligrosas. En Espa?a cada vez m¨¢s se considera al adversario pol¨ªtico como una amenaza a eliminar. A quienes piensan distinto se les califica de comunistas, fascistas, filoetarras o golpistas. Estos adjetivos tan frecuentes en el discurso pol¨ªtico de hoy tienen en com¨²n el af¨¢n de negaci¨®n del adversario pol¨ªtico y la percepci¨®n de que su existencia representa una amenaza para la sociedad.
La polarizaci¨®n afectiva colisiona con muchos de los principios m¨¢s b¨¢sicos de la democracia. Al fin y al cabo, si se considera que el adversario pol¨ªtico es peligroso y sus posiciones no son leg¨ªtimas, es f¨¢cil llegar a la conclusi¨®n de que deber¨ªa vetarse su presencia en el debate p¨²blico y evitar a toda costa que lleguen a las instituciones. En contextos polarizados, cualquiera que se acerque, debata o empatice con alguien de la trinchera rival puede ser acusado de estar blanqueando ideolog¨ªas horribles que amenazan nuestro modo de vida. Por este motivo la polarizaci¨®n puede llegar a erosionar uno de los principios m¨¢s b¨¢sicos de nuestro sistema: el consentimiento de los perdedores. La esencia de la democracia es que las personas deben aceptar el veredicto de las urnas, aunque estas encumbren a opciones pol¨ªticas que est¨¢n en las ant¨ªpodas de lo que uno piensa. Sin embargo, en contextos de intensa polarizaci¨®n, la aceptaci¨®n de la derrota es m¨¢s costosa y dolorosa, incluso en ocasiones se convierte en algo inasumible.
La polarizaci¨®n afectiva fomenta una sociedad de tribus cerradas que evitan cualquier tipo de contacto con los rivales. Este comportamiento endog¨¢mico es terreno abonado para los prejuicios hacia quienes opinan distinto, lo cual acent¨²a a¨²n m¨¢s el rechazo y la confrontaci¨®n. Por eso la mejor estrategia para luchar contra este fen¨®meno es fomentar activamente la promiscuidad pol¨ªtica e intentar a toda costa debatir con gente de la tribu rival. Y es que una de las mejores recetas para acabar con la polarizaci¨®n afectiva es irse de ca?as con quien piensa diferente. Si tienen ocasi¨®n, venzan sus resistencias y no duden en hacerlo.
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