Por qu¨¦ es urgente que la ecolog¨ªa seduzca al p¨²blico: el legado de Bruno Latour
El pensador franc¨¦s puso el clima en el centro y sostuvo que el ecologismo debe abandonar su moralina y elaborar un lenguaje que movilice al p¨²blico
Casi todos aprendemos a las malas, tras sufrir p¨¦rdidas o vivir alguna cat¨¢strofe general o personal. Algo as¨ª fue el fuerte oleaje en el que nos situ¨® a todos la covid, aunque al final aprendi¨¦semos m¨¢s bien poco. Pero tambi¨¦n existen esp¨ªritus libres, seres audaces y valientes que se atreven a anticiparse a las cat¨¢strofes, pensando un mundo futuro precisamente para salvarnos a todos. Bruno Latour (1947-2022) fue uno de ellos. El erudito pensador franc¨¦s que nos dej¨® el pasado octubre se esforz¨® en anticipar los retos y problemas del clima, posando su aguda inteligencia en las dobleces y aristas del que es, tal vez, el reto de nuestro tiempo y tambi¨¦n del tiempo futuro. Fieramente, sin apartar la mirada, comprendi¨® que uno de los problemas de la ecolog¨ªa es que siempre aburre o predica. ¡°Imbuida de moralismo, no moviliza¡±, sentenci¨®, advirti¨¦ndonos contra la trampa sem¨¢ntica que implicaba asumir la jerga de la econom¨ªa y hablar siempre de ¡°recuperaci¨®n¡±, mientras no exista un proyecto movilizador pensado para mantener las condiciones de habitabilidad de nuestro planeta.
Latour, quien fuera el director cient¨ªfico del Instituto de Estudios Pol¨ªticos de Par¨ªs, uno de los fil¨®sofos m¨¢s escuchados, traducidos y le¨ªdos del mundo, el original inventor de conceptos y fundador de escuelas donde todas las disciplinas se daban la mano, abord¨® la crisis clim¨¢tica buscando sus posibilidades de transformaci¨®n, su potencial capacidad de abrir futuros plausibles para la humanidad, libres de cualquier tiran¨ªa del miedo. Frente a los ¡°colaps¨®logos¡±, fue capaz de atisbar que la idea de apocalipsis implicaba en realidad un emocionante comienzo: ?puede haber, acaso, algo m¨¢s estimulante que vivir un tiempo en el que sea preciso repensarlo todo para seguir existiendo? Su audacia iba acompa?ada de una feroz lucidez, pues reconoc¨ªa los peligros de la transici¨®n hacia una sociedad libre de carbono, sus nuevas e inevitables formas de conflicto. Desde su mirada, las batallas de la covid ser¨¢n apenas un juego frente a todo lo que est¨¢ por venir, cuando de veras se requieran de nosotros cambios reales y duraderos en nuestros estilos de vida. ¡°?En Par¨ªs, ni siquiera se puede evitar que los caf¨¦s calienten el aire circundante sin que los due?os de bistr¨®s y los fumadores se rebelen!¡±, dec¨ªa asombrado. La nueva clase ecol¨®gica deber¨¢ dar la batalla de las ideas, dijo emulando al Manifiesto Comunista en su provocador M¨¦mo sur la nouvelle clase ¨¦cologique (Memorando sobre la nueva clase ecol¨®gica; La D¨¦couverte, 2022; sin edici¨®n espa?ola).
La diferencia entre los multimillonarios a lo Elon Musk, que pretenden salir de esta situaci¨®n huyendo a Marte, y aquellos que se ponen realmente manos a la obra, trabajando por una nueva cultura clim¨¢tica, est¨¢ en la capacidad de movilizaci¨®n que Latour encontr¨® siempre en la m¨¢s grande de sus pasiones: la filosof¨ªa. La amaba tanto que se aproxim¨® a ella desde todas las formas posibles de conocimiento, haci¨¦ndola dialogar con la sociolog¨ªa, la antropolog¨ªa, la religi¨®n, la teor¨ªa pol¨ªtica, el ecologismo, la tecnolog¨ªa, las artes visuales, el teatro¡ Latour entendi¨® que la transformaci¨®n que nos espera es de tal envergadura que solo podremos abordarla ¡°trabajando colectivamente en disciplinas completamente diferentes y mirando siempre al p¨²blico, algo absolutamente esencial¡±. Cuando le preguntaron por qu¨¦ pensaba que la filosof¨ªa era tan hermosa, dijo: ¡°Solo podr¨ªa contestar a esa pregunta llorando¡±, y a?adi¨®: ¡°La filosof¨ªa es esa forma completamente asombrosa que se interesa por la totalidad y que nunca la alcanza, porque la meta no es alcanzarla, sino amarla. El amor es la palabra de la filosof¨ªa¡±. Para Latour, el fil¨®sofo trabajaba para ¡°restaurar la capacidad de actuar¡±.
Solo alguien as¨ª, un pensador total, magn¨¦tico y atrevido, podr¨ªa anticipar que el desaf¨ªo m¨¢s importante del pensamiento pol¨ªtico actual se encontraba por entero en la pregunta por la ecolog¨ªa, como escribi¨® all¨¢ por 1999 en Pol¨ªticas de la naturaleza. C¨®mo llevar la ciencia a la democracia (RBA). Ante lo que ya entend¨ªa como una crisis civilizatoria, Latour propuso la ecolog¨ªa como nuestra gran oportunidad para ¡°recivilizarnos¡±. Su generaci¨®n, la de Mayo del 68, quiso comerse el mundo avanzando sin importarle las consecuencias de sus actos. Esa era, para Latour, la aptitud ¡°moderna¡± que describi¨® en Nunca hemos sido modernos (Debate), cuando la sociedad produce valores y verdades basados en un avance que solo se entiende desde la productividad, desde aquello que ha destrozado las condiciones de habitabilidad del planeta. Lo que denomin¨® ¡°las estructuras simples de la modernidad¡±, como el mercado o el Estado, las categor¨ªas que nos permiten simular un marco de certeza en nuestra manera de mirar al mundo, funcionaban en realidad como una camisa de fuerza que nos imped¨ªa aterrizar de una vez en el r¨¦gimen clim¨¢tico. Adem¨¢s de dejar de ser modernos, era necesario elegir bien las palabras para sortear sus trampas de sentido. ¡°Crecer es una palabra magn¨ªfica. ?Es el sentido de la vida misma!¡±, dec¨ªa. Por eso propon¨ªa hablar de ¡°prosperidad¡± y no de ¡°decrecimiento¡±, una palabra imposible de vincular con ninguna noci¨®n o experiencia de progreso en nuestra calidad de vida.
Hoy seguimos avanzando ignorando las consecuencias de lo que hacemos. La generaci¨®n del clima, la de Greta Thunberg, ha cambiado la temeridad moderna por el miedo y el enfado. Nos dicen que con ellos ya no habr¨¢ reemplazo, que no tiene sentido traer ni?os a un mundo al borde de la autodestrucci¨®n. ?Puede haber una crisis civilizatoria mayor? ¡°Se necesitar¨ªan cinco planetas para seguir viviendo como nosotros¡±, afirmaba Latour, pero para darnos cuenta de eso es necesario tomar suelo, aterrizar de veras en la era clim¨¢tica. La met¨¢fora del espacio y el desplazamiento le sirvi¨® para explicar en ?D¨®nde estoy? (Taurus), publicado justo despu¨¦s de la pandemia, la necesidad de una nueva actitud existencial, una in¨¦dita forma de estar en el mundo. Porque fue en el confinamiento cuando experimentamos ese cambio de lugar, ese momento en el que a la pregunta de ¡°?qui¨¦n soy?¡±, propia de las ciencias del siglo XX, se yuxtapon¨ªa el ¡°?d¨®nde estoy?¡±, la pregunta de nuestro tiempo. ¡°?Qu¨¦ alivio aterrizar por fin, incluso si es en un gran accidente! Porque al menos estamos finalmente aqu¨ª, en casa, tratando de entender lo que est¨¢ pasando¡±, nos dijo Latour. El confinamiento representaba la oportunidad de no volver al mismo lugar, de reabrir preguntas y aterrizar al fin en un r¨¦gimen clim¨¢tico pensado desde lo jur¨ªdico, lo pol¨ªtico, lo filos¨®fico, lo econ¨®mico¡, incluso desde lo afectivo. ¡°Obviamente es dif¨ªcil y molesto¡, ?pero qu¨¦ alivio!¡±, afirm¨®, refiri¨¦ndose a esa sensaci¨®n de l¨ªmite que experimentamos cuando todas las decisiones, colectivas e individuales, se deb¨ªan tomar pensando en una nueva e inevitable necesidad: reducir esos dos grados que marcan nuestros precarios acuerdos clim¨¢ticos.
Pero nuestro cambio de ubicaci¨®n implica tambi¨¦n dejar de pensar la Tierra como un lugar infinito y abierto y concebirlo como uno limitado y confinado, sentir f¨ªsica y pol¨ªticamente nuestra dificultad para respirar. La crisis del Black Lives Matter, la de los chalecos amarillos ¡ªpara quienes trat¨® de recuperar los cuadernos de agravios de la Revoluci¨®n Francesa mediante talleres que les ayudaran a articular sus quejas¡ª se conectan para Latour con la crisis clim¨¢tica desde esa dificultad para respirar explicitada en el asesinato por ahogamiento de George Floyd. Porque es ah¨ª cuando comprendemos una de las met¨¢foras m¨¢s poderosas de su obra, pensada con extrema precisi¨®n filos¨®fica y cient¨ªfica (¡°No puedo pensar sin fundamento emp¨ªrico¡±, dec¨ªa). La met¨¢fora es Gaia, la diosa griega madre de todas las deidades que da t¨ªtulo a otra obra imprescindible: Face ¨¤ Ga?a (Frente a Gaia; La D¨¦couverte, 2015; sin edici¨®n espa?ola). Vivir en Gaia es aterrizar en lo que los cient¨ªficos llaman ¡°la zona cr¨ªtica¡±, esa capa tan delgada del planeta en la que habitamos confinados y que hemos modificado a lo largo de millones de a?os. Aquel libro de 2015 se acompa?¨® de sendas experiencias art¨ªsticas (Zonas cr¨ªticas, en la Bienal de Taip¨¦i, y T¨² y yo no vivimos en el mismo planeta, en el Centro Pompidou de Par¨ªs) que ¨¦l mismo comisari¨® con el objeto de ¡°producir una experiencia de [su] pensamiento¡±, acercando su obra al arte contempor¨¢neo para reflejar esa cosmolog¨ªa en la que nos encontramos hoy. Para Latour, los problemas filos¨®ficos deb¨ªan abordarse tambi¨¦n por medios distintos a los de la escritura.
Latour coloc¨® el clima en el centro de todo, redefini¨¦ndolo como clave de lectura de toda posici¨®n pol¨ªtica actual. Casi al final de su vida, explicaba en una fascinante conferencia organizada en la Sorbona por la revista Le Grand Continent c¨®mo la guerra de Ucrania era tambi¨¦n una guerra clim¨¢tica. ¡°La cuesti¨®n de la delimitaci¨®n de las fronteras se ha convertido (¡) en algo que es nuevo e inesperado: tratar de desprenderse cuanto antes del gas y el petr¨®leo rusos¡±. Su destelleante figura quijotesca, esbelta pero ya fr¨¢gil, se sobrepon¨ªa m¨¢gicamente a su avanzada enfermedad, enmudeciendo al auditorio con su convencido europe¨ªsmo: ¡°El lugar donde estamos y el pueblo que formamos no son nunca una abstracci¨®n, siempre son el resultado de un choque¡±. La guerra de Ucrania aparec¨ªa as¨ª como una oportunidad para concebir y pensar Europa como naci¨®n, como suelo y no solamente como Uni¨®n, desde una nueva soberan¨ªa vincu?lada al ¡°proyecto de reparar las condiciones de habitabilidad que han sido devastadas¡±. Y no deja de ser parad¨®jico que Latour nos haya dejado precisamente este a?o 2022, cuando con m¨¢s fuerza hemos sentido corporalmente ese aterrizaje forzoso a la realidad, al r¨¦gimen clim¨¢tico, el a?o en que por fin hemos sido conscientes, como dijo el fil¨®sofo Patrice Maniglier, de que ¡°no somos nosotros los que nos hemos hecho latourianos: es nuestro tiempo¡±.
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