Teor¨ªa y pr¨¢ctica del harakiri: de Mishima a Tamames
Igual que mantener los principios, la elecci¨®n de los finales tampoco es un asunto f¨¢cil, pero hay que respetar decisiones tan personales, sobre todo si son tan tr¨¢gicas
En una reuni¨®n del Partido Comunista de Espa?a (PCE) su dirigente Dolores Ib¨¢rruri, La Pasionaria, hizo su diagn¨®stico de la situaci¨®n: ¡°Celebramos esta conferencia plenaria en las postrimer¨ªas del r¨¦gimen franquista (¡). El franquismo, herido de muerte, se desmorona, y la Espa?a democr¨¢tica se levanta de su postraci¨®n¡±. Era 1947. No s¨¦ si la capacidad de an¨¢lisis era lo m¨¢s agudo de los viejos dirigentes del partido comunista. Y normal, porque de ejercitarla quiz¨¢ habr¨ªan tenido que dejarlo. La coherencia no es a veces un asunto f¨¢cil.
En 1952, Jorge Sempr¨²n, miembro del PCE en el exilio, le¨ªa el peri¨®dico en Par¨ªs y se enter¨® de que algunos comunistas checoslovacos que hab¨ªan sobrevivido a los campos de concentraci¨®n nazis eran acusados por el partido de ser de la Gestapo. El haber sobrevivido los hac¨ªa sospechosos. Sinti¨® un escalofr¨ªo al leer el nombre de uno de ellos, Josef Frank. Supo que todo era mentira y un montaje: hab¨ªa estado con ¨¦l en el campo de Buchenwald, tras formar parte de la resistencia francesa, y sab¨ªa que eso era imposible. En sus memorias, muy descarnadas, Sempr¨²n admite: ¡°No dijiste nada, sin embargo. De haber proclamado su inocencia habr¨ªas sido expulsado del partido¡±. Frank fue ahorcado. Sempr¨²n entr¨® en la direcci¨®n del PCE a los pocos meses. Tard¨® doce a?os m¨¢s en enfrentarse a ¨¦l, en 1964, pero lo hizo, y fue expulsado.
En sus viajes clandestinos a Espa?a en los cincuenta, Sempr¨²n conoci¨® compa?eros locales, como Ram¨®n Tamames y Fernando S¨¢nchez Drag¨®, que pasaron varias veces por prisi¨®n. Este ¨²ltimo ha relatado que Sempr¨²n lo sedujo porque era guapo, elegante y convincente, pero que ¨¦l entr¨® en el partido por ser antifranquista y correr aventuras. Sempr¨²n recuerda de Tamames que era un animal pol¨ªtico, pero nada idealista, muy racional, posibilista, listo: ¡°?A d¨®nde vas Ram¨®n? Al poder¡±. Encarnaba, dec¨ªa, ¡°la tecnoburocracia sonriente pero autoritaria del nuevo Estado¡±. El PCE de la Transici¨®n, sin embargo, tampoco supo leer la realidad y en las urnas se qued¨® en partido menor. Eran a?os excitantes, todo cambiaba. Sempr¨²n s¨ª era fiel a unas ideas, supongo que despu¨¦s de Buchenwald nada es un juego, pero pas¨® de la pol¨ªtica y se hizo escritor. Las vueltas que da la vida, acab¨® de ministro de Cultura de Felipe Gonz¨¢lez en 1988. Los dem¨¢s hicieron otras cosas, y tambi¨¦n vivieron bien, como todas las personas brillantes de la Transici¨®n, aunque no llegaron a ministros. Quiz¨¢ nunca supieron leer la realidad, o prefer¨ªan las aventuras. Luego pas¨® el tiempo, cosa tambi¨¦n dif¨ªcil de manejar.
El escritor japon¨¦s Yukio Mishima citaba una frase de Saint-Beuve, cr¨ªtico franc¨¦s del siglo XIX, que le impresion¨®: ¡°Al ver a personas famosas que, entorpecidas por la edad, se equivocan, se pierden en digresiones y realizan acciones locas o viles, pienso que la juventud, aun en su imprudencia y en su impaciencia, es m¨¢s honesta y sabia. Es sobre todo en la segunda parte de la vida cuando nos hacemos fr¨ªvolos y perdemos la direcci¨®n correcta¡±. Mishima prefiri¨® no llegar a viejo. En 1970, con 45 a?os, en un delirio ultranacionalista y samur¨¢i, fue a una academia militar a convencer a los soldados para hacerse con el poder y recuperar ¡°el aut¨¦ntico Jap¨®n¡±. Sali¨® al balc¨®n a leer un discurso, no muy largo, transmitido por televisi¨®n, pero choc¨® con su auditorio, que no comprend¨ªa el disparate. Entonces entr¨® y se hizo el harakiri. Igual que mantener los principios, la elecci¨®n de los finales tampoco es un asunto f¨¢cil, pero hay que respetar decisiones tan personales, sobre todo si son tan tr¨¢gicas.
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