Subrogados todos
Podr¨ªamos hablar de c¨®mo cambiarlo, pero antes hay que asumir la realidad: el mundo es un supermercado para ricos
El diputado ??igo Errej¨®n, socialdem¨®crata esclarecido, dijo el otro d¨ªa algo conmovedoramente ingenuo: ¡°Los ricos se creen que el mundo es un supermercado¡±. Caramba, se?or Errej¨®n. No es que lo crean, es que es as¨ª. Recurriendo a aquello de Karl Marx, podr¨ªamos hablar de c¨®mo cambiar el mundo, pero antes hay que asumir la realidad. El mundo es un supermercado para los ricos.
Estar¨¢n ustedes al tanto, se?or Errej¨®n e hipot¨¦ticos lectores, de que en las ¨²ltimas d¨¦cadas los ricos se han hecho m¨¢s ricos, y los pobres, m¨¢s pobres. Hoy por hoy, ese es el hecho m¨¢s relevante en el planeta. M¨¢s relevante que el cambio clim¨¢tico, m¨¢s que la guerra en Ucrania. M¨¢s que cualquier cosa que podamos imaginar. Porque el rico tiene capacidad de compra y el pobre necesita ofrecer lo poco que posee: su trabajo, m¨¢s y m¨¢s devaluado, y su cuerpo, que puede valer algo en el mercado.
El mercado suele asociarse a la palabra ¡°libre¡±. ¡°Libre mercado¡±. Ah, la libertad. Las prostitutas no esclavizadas (y los prostitutos en situaci¨®n parecida) suelen, con todo el derecho, invocar la libertad para alquilar su piel y sus genitales. Tambi¨¦n es libre quien vende uno de sus ri?ones para obtener un dinerillo. Cada uno es due?o de su cuerpo.
Pero ?qu¨¦ pasar¨ªa si la persona que se prostituye o la que vende un ri?¨®n ingresaran en el consejo de, pongamos, Iberdrola? Yo creo que cambiar¨ªan su pol¨ªtica comercial. Respaldo mi opini¨®n con un hecho emp¨ªrico: no se sabe de ning¨²n consejero de Iberdrola que vaya por ah¨ª prostituy¨¦ndose (en sentido f¨ªsico) o vendiendo ri?ones.
O sea, que todo depende de los recursos y deseos del comprador y de las necesidades y miserias del vendedor. Ricos y pobres, lo de siempre.
Dudo que la moralidad tenga que ver con esto. La moralidad (no confundir con la ¨¦tica) es un constructo con el que nos explicamos colectivamente y propiciamos la convivencia. El constructo var¨ªa con las ¨¦pocas. En su momento los esp¨ªritus m¨¢s nobles y sabios, desde Arist¨®teles hasta Voltaire, defendieron la esclavitud como algo perfectamente moral. Ahora la esclavitud no est¨¢ bien vista. Hoy la vida se enmarca en el mercado: contratamos, subcontratamos, compramos, vendemos, alquilamos. Ahora subrogamos. Esa es la palabra.
Subrogar consiste en ¡°sustituir o poner a alguien o algo en lugar de otra persona o cosa¡±, seg¨²n el Diccionario de la RAE. Cuando contrato a alguien para que limpie mi retrete estoy subrogando y, albricias, creando un puesto de trabajo. Si yo dispusiera de muchos recursos y la persona contratada para el retrete sufriera espantosas necesidades, estar¨ªa mal visto que obligara a esa persona a hacerlo con la lengua. Sin embargo, seg¨²n van las cosas en cuanto a distribuci¨®n de renta y de salarios, lo de la lengua no tardar¨¢ en formar parte de la moral mayoritaria. Oigan, ser¨¢ un trabajo. Y, como se dec¨ªa en el portal¨®n de Auschwitz, ¡°el trabajo os har¨¢ libres¡±. De vivir lo suficiente, no descarto aportar mi propia lengua para dar brillo a un inodoro.
Mientras algunos puedan comprar lo que quieran y otros necesiten vender lo que puedan, s¨®lo vale la pena discutir sobre c¨®mo acabar con esto.
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