Entre a?uft y dormibundo: uso y abuso de los neologismos
Los neologismos enriquecen la lengua, incluso los que se traen del ingl¨¦s. Otra cosa es que todos mejoren la comunicaci¨®n
Algunas personas dicen ¡°esa palabra no existe¡± o ¡°eso no est¨¢ en el diccionario¡± con la intenci¨®n de censurar el uso de un t¨¦rmino. Tal afirmaci¨®n puede servir para ciertos casos, pero en otros sustentar¨¢ un argumento falso.
Por ejemplo, si alguien usa el vocablo ¡°a?uft¡±, que acabo de inventarme, se le podr¨¢ oponer que no existe en espa?ol y que por tanto no le servir¨¢ de mucho en una comunicaci¨®n con otro hispanohablante. Cierto. Pero no suceder¨¢ lo mismo cuando emplee la voz ¡°dormibundo¡±, creada con recursos reconocibles de nuestra lengua y que se puede entender perfectamente: si ¡°moribundo¡± es quien se halla en trance de morirse, el ¡°dormibundo¡± es alguien que se halla en trance de dormirse. (Se habr¨¢ ido anoche de juerga).
¡°Dormibundo¡± no figura en el Diccionario, y tampoco aparece en el banco de datos acad¨¦mico, ese radar que documenta y contextualiza las palabras (con m¨¢s de 600 millones de registros). Por tanto, si se empezara a usar constituir¨ªa un neologismo. Pero un neologismo inteligible, a diferencia de ¡°a?uft¡±.
Esta columna pretende comentar cada semana el lenguaje y el estilo de pol¨ªticos, periodistas, publicistas y otras personas con influencia general. Eval¨²a la eficacia en la comunicaci¨®n, analiza la transmisi¨®n de valores a trav¨¦s de las palabras y critica manipulaciones y enga?os. Pero no nos busquen entre quienes se oponen a los neologismos por ser neologismos.
Los t¨¦rminos neol¨®gicos enriquecen la lengua, incluso los que se traen del ingl¨¦s. Asunto aparte es que mejoren el estilo o el mutuo entendimiento. Si digo que ayer compr¨¦ un a?uft, la eficacia de mi mensaje seguramente flojear¨¢. Y suceder¨¢ lo mismo si empleo una palabra que mis interlocutores desconocen y no la explico, se trate o no de un t¨¦rmino ingl¨¦s.
Hace ya casi diez a?os publicaba aqu¨ª el art¨ªculo Palabras en busca de diccionario, en el que reflejaba 14 t¨¦rminos cuyo uso hab¨ªa observado en mi entorno y que no hab¨ªan sido recogidos por las academias: ¡°estaribel¡± (instalaci¨®n provisional, o embrollo), ¡°pifostio¡± (desorden), ¡°trantr¨¢n¡± (al trantr¨¢n: ¡°con desgana¡±), ¡°bocachancla¡± (charlat¨¢n indiscreto), ¡°rompesuelas¡± (andar¨ªn), ¡°vallenato¡± (g¨¦nero musical), ¡°cotolengo¡± (asilo), ¡°ojipl¨¢tico¡± (sorprendido), ¡°escaldasono¡± (calientacamas), ¡°calientacamas¡± (escaldasono), ¡°analema¡± (curva del Sol), ¡°viejuno¡± (anticuado), ¡°condoliente¡± (que sufre junto a otro) y ¡°dedosear¡± (ensuciar con los dedos un m¨®vil o una tableta). Transcurrido un decenio, solamente han entrado en el repertorio acad¨¦mico tres de ellas: ¡°pifostio¡±, ¡°vallenato¡± y ¡°ojipl¨¢tico¡±.
El hecho de que las dem¨¢s no lo hayan logrado nos debe dar una pista ¨²til en la comunicaci¨®n con millones de lectores, espectadores, radioyentes, clientes o votantes: quiz¨¢s su uso no haya traspasado a¨²n nuestro ¨¢mbito personal, profesional o geogr¨¢fico.
El efecto de los anglicismos neol¨®gicos equivale a menudo al de ¡°a?uft¡±, porque muchas personas no los entienden; y cuando sustituyen a un t¨¦rmino que s¨ª se comprende, deslizan un valor negativo: el valor del anglocentrismo, ese complejo de inferioridad que conduce a confundir el brillo con el oro. Por eso suele salirnos m¨¢s caro lo que nos venden en ingl¨¦s. Seguro que cobra m¨¢s un coach que un entrenador, cuesta m¨¢s un pack que un lote, pagamos por unos brackets lo que no dar¨ªamos por un corrector y gastaremos en un hobby mucho m¨¢s que en una afici¨®n.
El vocablo ¡°anglocentrismo¡±, que tantas veces ha aparecido en esta columna, es un t¨¦rmino neol¨®gico. No estar¨¢ en el Diccionario, pero existir¡ existe.
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