Por qu¨¦ el f¨²tbol femenino es m¨¢s f¨²tbol
La selecci¨®n de Hermoso y Bonmat¨ª ha conseguido fundir de manera in¨¦dita una ¨¦tica colectiva con la exquisitez de su juego y su nivel competitivo
Que son las mejores est¨¢ fuera de toda duda. Las mejores s¨ª, pero nunca mejores que ellos. Y no porque la comparaci¨®n carezca de sentido, sino porque se da por hecho que el deporte profesional mascu?lino va a ser siempre mejor que el femenino. Pues bien, yo sostengo que el f¨²tbol femenino es m¨¢s f¨²tbol. Y puedo explicarlo porque he visto jugar a una selecci¨®n que se ha convertido en un s¨ªmbolo m¨¢s all¨¢ de sus haza?as deportivas. Una selecci¨®n que presenta una forma de estar en el mundo absolutamente contradictoria con la que refleja el deporte profesional masculino. Contradictoria y mejor. Me explico.
En el f¨²tbol masculino, igual que en el baloncesto, el tenis y otros deportes, el seguimiento es masivo y mucho m¨¢s popular. Venden m¨¢s entradas y camisetas pero no son por ello m¨¢s deportistas. Sin embargo, la industria sostiene la idea de que quien m¨¢s vende es siempre el mejor. Hasta el punto de que nos hemos acostumbrado a ver jugar a hombres multimillonarios que entienden el mundo, por lo general, con arreglo a sus intereses concretos y privados. No suelen entrar en pol¨ªtica, salvo para ganar m¨¢s dinero, como Rafa Nadal, convertido en embajador del r¨¦gimen dictatorial de Arabia Saud¨ª. Le han criticado por ello, pero hay que ponerse en su piel: son muchos a?os creyendo que el mejor es el que m¨¢s gana. Y que lo que se gana es dinero. Por eso no se trata solo de seguir jugando sino de seguir ganando.
De modo que el deporte profesional masculino es puro espect¨¢culo y est¨¢ sometido ¡ª?por elecci¨®n propia¡ª a las reglas del mercado. Es por eso que los futbolistas profesionales raramente se comprometen con una causa pol¨¦mica o de cierta dificultad ¨¦tica. A este respecto recordemos el lamentable comportamiento (con un par de excepciones) que mantuvo el f¨²tbol masculino espa?ol cuando se produjo el esc¨¢ndalo de Rubiales. La selecci¨®n espa?ola femenina, sin embargo, ha conseguido fundir de una manera absolutamente in¨¦dita una ¨¦tica colectiva implicada en una tarea de cambio social y de lucha por la igualdad con una exquisitez deslumbrante en el desarrollo del juego que practica y en el nivel competitivo. Son extraordinarias jugando al f¨²tbol y son intachables en sus manifestaciones a la hora de juzgar asuntos relacionados con la sociedad en la que viven.
Aitana Bonmat¨ª, considerada mejor jugadora del mundo, ha declarado, tras los vaivenes de estadio en la final de la Nations League a que las ha sometido una organizaci¨®n lamentable, que las cosas que les hacen a ellas no se las har¨ªan a la selecci¨®n de f¨²tbol masculino y que desde la ignominia del beso de Rubiales nada ha cambiado. Se necesita temple, valor y convicci¨®n, pero sobre todo solidaridad, para estar en el mejor momento de la carrera profesional y denunciar impert¨¦rrita la putrefacci¨®n de las estructuras de poder del deporte.
As¨ª que por fin el deporte sirve para aquello para lo que fue creado: para integrar a la sociedad, para defender valores y para crear el car¨¢cter individual en el seno de una comunidad. No hace falta vender m¨¢s para ofrecer m¨¢s f¨²tbol. Y no es mejor quien m¨¢s dinero suma sino quien m¨¢s deporte genera. Y como eso lo hemos aprendido con ellas y gracias a ellas, me parece acertado decir que ellas nos dan m¨¢s f¨²tbol.
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