?Qu¨¦ me trae hasta mis vacaciones? ?El cansancio o la m¨¢s pura falta de imaginaci¨®n?
Cuando nos vamos, lo que buscamos quiz¨¢ es saber qui¨¦nes somos y a qui¨¦nes deseamos tener un poco m¨¢s cerca
Cuando saqu¨¦ a pasear a la perra ya hab¨ªa oscurecido. La cresta de las monta?as se dibujaba un poco m¨¢s negra que el comienzo de la noche que nos rodeaba. Dentro de la casa esperaba buena parte de mi familia, reunida en la misma habitaci¨®n, junto al fuego. Las vacaciones producen esa clase de im¨¢genes. A la casa hab¨ªamos llevado juegos de mesa, un ordenador conectado a internet para ver pel¨ªculas y un libro de poemas. Le¨ª uno de Elizabeth Bishop, Cuestiones de viaje. ¡°?Es por falta de imaginaci¨®n por lo que venimos / a lugares imaginados, en lugar de quedarnos en casa?¡±. Al leerlo, me pareci¨® que Bishop escribi¨® estas preguntas para m¨ª. ?Qu¨¦ me hab¨ªa tra¨ªdo hasta mis vacaciones? ?El cansancio, el deseo o la m¨¢s pura falta de imaginaci¨®n?
Bishop concluye as¨ª: ¡°Continente, ciudad, pa¨ªs, sociedad: / la elecci¨®n nunca es amplia y nunca es libre. / Aqu¨ª o all¨ª¡ No. ?No tendr¨ªamos que habernos quedado en casa, / dondequiera que fuese?¡±. Seguramente, me dije. La cuesti¨®n es que eso que Bishop llama casa es quiz¨¢ ese lugar donde ser una misma. Quiz¨¢ eso es precisamente lo que vamos buscando en vacaciones: qui¨¦nes somos, c¨®mo nos sentimos ser, a qui¨¦nes deseamos tener un poco m¨¢s cerca.
El libro de poemas guardaba m¨¢s versos para m¨ª. Hilda Doolittle, Marianne Moore, Louise Bogan, May Swenson¡ Nunca antes hab¨ªa le¨ªdo a May Swenson, pero en esta selecci¨®n (Antolog¨ªa de las poetas estadounidenses, en Alba Editorial) aparece uno que dedica a su amiga Elizabeth Bishop. ¡°Hasta hoy en Delaware, Elizabeth, no he sabido / que falleciste en Boston hace una semana. ?C¨®mo puede ser / que abandonaras el mundo sin que yo lo supiera?¡±, escribe. Y luego habla de un paseo por la playa con estos versos: ¡°Los gritos de los charranes. El estruendo de las olas. El viento me desgarra / el rabillo del ojo. La sal del oleaje se congela sobre mi rostro. / Una sola vida es tan peque?a como una pluma ca¨ªda. O una concha partida¡±. Y, al leerlo, entiendo que he viajado hasta aqu¨ª para intentar sentir como las poetas, para conquistar una forma de estar en el mundo que, como la poes¨ªa, se limite a existir, sin horizonte, pegada a la vida. No es f¨¢cil, da igual lo lejos que vayas, siempre es necesario recurrir a la imaginaci¨®n. Despu¨¦s de todo, la poes¨ªa ha seguido un camino paralelo, capaz de observar la sociedad sin llegar a fundirse nunca con ella. Creo que, por eso, la poes¨ªa es la ¨²nica palabra que resiste, esa que no se ha industrializado ni entiende de progreso, ni de logros.
¡°Pero la visi¨®n pervive, Elizabeth. Tu visi¨®n se multiplica¡±, escribe Swenson. ¡°No desaparece, tu visi¨®n pervive de ojo en ojo, / tus palabras se perpet¨²an de boca en boca¡±. La leo y comprendo que la poes¨ªa, como el hielo de los polos, podr¨ªa sucumbir. Porque, efectivamente, es imposible sentirla sin una comunidad lectora, sin una generaci¨®n po¨¦tica, sin ese de boca en boca. Y sin poes¨ªa, adi¨®s a las vacaciones. Podr¨ªamos convertirnos en turistas eternos, ser¨ªa el fin de cualquier viaje, empezando por el interior. Entonces, ?qu¨¦ hacemos? ?d¨®nde regresaremos despu¨¦s del viaje? S¨¦ que es una pregunta dif¨ªcil tan cerca del lunes. Pero necesaria. Les sugiero pensar en esa boca donde perpetuar una palabra. Imaginarla. Y resistir.
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