V¨¦rtigo y veneno
PSOE y PP inventan cantares de gesta: pero la pregunta es cu¨¢nto puede aguantar una econom¨ªa sin visi¨®n pol¨ªtica
El ritmo: lo primero es el ritmo. Un pol¨ªtico debe pilotar a ojo para intentar hacerse con una opini¨®n p¨²blica fluida e inasible, y para ello la nueva pol¨ªtica se ha instalado en un estado de excepci¨®n permanente que busca captar la atenci¨®n con mecanismos narrativos propios de la novela, del cine, de las series: para esa folletinizaci¨®n lo esencial es el ritmo, a juicio del escritor Christian Salmon. Lo segundo es evitar un tono de plaga de ¨²lceras. Ritmo y tono son fundamentales para contar historias con hechizo en la pol¨ªtica contempor¨¢nea; muy de vez en cuando, los m¨¢s dotados se permiten incluso la tentaci¨®n del v¨¦rtigo. Paul Auster contaba en una novela una historia sobre el v¨¦rtigo en el discurso de investidura de Kennedy, un d¨ªa borrascoso de enero de 1961. Justo antes de Kennedy, el poeta Robert Frost estaba listo para hablar ante la multitud. El viento arremeti¨® con una s¨²bita embestida cuando llegaba al atril y le arrebat¨® sus hojas manuscritas. Frost se reh¨ªzo y recit¨® de memoria, convirtiendo lo que pod¨ªa haber sido un desastre en un triunfo. Ah¨ª asoma el v¨¦rtigo: Kennedy aprovech¨® ese arrebato para cuajar un discurso formidable. Despu¨¦s vendr¨ªa la crisis de los misiles, Vietnam, el magnicidio. Auster lo relata con maestr¨ªa: ¡°Parec¨ªa que el mundo estaba a punto de acabarse, pero no se acab¨®¡±.
Pensaba en esa historia tras la p¨¢jara de Pedro S¨¢nchez, esos cinco d¨ªas de ejercicios espirituales rematados en un vaporoso discurso en el que apenas dijo que no dimit¨ªa y aludi¨® a la ¡°regeneraci¨®n¡±, concepto de tintes noventayochistas. El presidente ha hecho del v¨¦rtigo una forma de vida, pero aqu¨ª le fallan las formas. Yerra en el estilo, con un hiperliderazgo que apela a la ciudadan¨ªa sin la intermediaci¨®n de las instituciones. Deja la sensaci¨®n de estar en completa soledad. No hay ritmo, no hay tono: se le ha visto desgastado. No hay v¨¦rtigo: no sale de este cap¨ªtulo con todas las plumas, ni internamente ni en su imagen internacional.
Y aun as¨ª, S¨¢nchez aborda un debate fundamental, sobre la calidad de la democracia. Eisenhower advert¨ªa de los riesgos del complejo militar-industrial para la democracia; el equivalente actual es ese complejo pol¨ªtico-medi¨¢tico que nos deja un rumbo de horizontes enfermos, con los grandes partidos contaminados por el discurso ultra y ese enjambre de pseudomedios que recuerda a las comadres que hac¨ªan calceta viendo caer cabezas en la guillotina. S¨¢nchez acierta en el diagn¨®stico. Pero eso no basta: la pol¨ªtica est¨¢ para resolver, y ni siquiera hemos visto un esbozo de sus planes para rebajar la toxicidad.
En el otro gran discurso de la semana vimos la en¨¦sima moralina de Feij¨®o, metido en una espiral hiperb¨®lica en la que Espa?a es una rep¨²blica bolivariana, S¨¢nchez un aut¨®crata y vamos de cabeza a la cat¨¢strofe. Si ese apocalipsis fuera cierto no har¨ªa falta la virulencia contra S¨¢nchez. No hay ritmo ni tono ni v¨¦rtigo: solo veneno. No hay otro partido de oposici¨®n en Europa que pisotee como el PP los intereses nacionales en Bruselas, o que bloquee una instituci¨®n fundamental como el Poder Judicial. Feij¨®o tuvo la oportunidad de ser un l¨ªder sensato y ha traspasado todas las l¨ªneas, incumpliendo la Constituci¨®n y sumiendo a la justicia en el desprestigio. Algo de culpa tiene tambi¨¦n el PSOE. Pero el nudo del CGPJ es responsabilidad, sobre todo, del PP.
Contra la tentaci¨®n de escribir a gritos cabe mirar a Europa. Bruselas ve con sorpresa c¨®mo han aparecido dos Espa?as. Por un lado, una econom¨ªa pujante que bate las expectativas, que mejora su fr¨¢gil posici¨®n fiscal, que crece m¨¢s que la media. Por otro, una pol¨ªtica en combusti¨®n que ha entrado en un escenario de hostilidad gloriosamente turulato. En lugar de explorar ese relato econ¨®mico luminoso y de buscar consensos, PSOE y PP se empe?an en inventar cantares de gesta: la pregunta es cu¨¢nto tiempo puede aguantar una econom¨ªa sin una visi¨®n pol¨ªtica de largo plazo. Pero siempre nos quedar¨¢ Paul Auster: ¡°Parec¨ªa que el mundo estaba a punto de acabarse, pero no se acab¨®¡±.
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