La extrema derecha gobierna en Espa?a, ?te imaginas?
La gente acepta que no puede cambiar el mundo y el sistema les hace creer que pueden cambiar sus vidas
Imagina que la democracia fracasa definitivamente. ?Qu¨¦ pasar¨ªa??C¨®mo sabr¨ªamos que ha llegado el momento? Lo notar¨ªamos pronto, antes de que la ultraderecha conquiste poder, porque todos los niveles de la vida, desde los objetivos a los personales, se ver¨ªan afectados. El transporte, la vivienda y la salud ser¨ªan inasumibles para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n y no podr¨ªamos elegir d¨®nde vivir ni c¨®mo hacerlo. ?Te imaginas?
Por incre¨ªble que parezca ahora, cuando el sistema sea totalitario no se podr¨¢ ya vivir en las grandes ciudades, que es donde vive la mayor¨ªa, que se sentir¨¢ desahuciada de su vida antes incluso de poder empezarla. Una democracia se basa en facilitar un entorno a sus ciudadanos, pero un sistema totalitario vender¨¢ el suelo al mejor postor y su principal fin ser¨¢ la especulaci¨®n y no el bienestar. Aunque lo peor no ser¨¢ no poder vivir en la ciudad, sino no poder hacerlo en ninguna parte.
Porque en un sistema totalitario la movilidad social estar¨¢ comprometida: ser¨¢ dif¨ªcil o imposible cambiar de vida porque la educaci¨®n habr¨¢ fracasado como promesa de movilidad. La prevaricaci¨®n y el enchufismo sustituir¨¢n al talento y los hijos de la ¨¦lite lo tendr¨¢n m¨¢s f¨¢cil para acceder a la mayor¨ªa de los sectores profesionales. Aun as¨ª habr¨¢ formas de escapar. Los trabajadores peor tratados buscar¨¢n fortuna en islas y otros focos tur¨ªsticos rentables donde trabajar¨¢n de sol a sol para no poder pagar una vivienda a fin de mes. Muchos de ellos se ver¨¢n obligados a dormir con sus familias en coches o parkings de caravanas.
De todas formas, el mejor term¨®metro del totalitarismo no ser¨¢ inmobiliario sino emocional. La falta de horizonte y el malestar ¨ªntimo de la mayor¨ªa, incluida la infancia, ser¨¢ la se?al de alarma. Habr¨¢ una epidemia de salud mental sin precedentes que el sistema se mostrar¨¢ incapaz de atender. Nacer¨¢ entonces la sociedad del desconsuelo donde los m¨¢s viejos no ser¨¢n capaces de cuidar de los m¨¢s j¨®venes. Al contrario, los culpar¨¢n por no ser capaces de mantener la democracia que tan afanosamente construyeron para ellos. Hablar¨¢n los mayores desde su casa pagada y su experiencia de progreso social y personal. En cambio los j¨®venes no conocer¨¢n otro horizonte que la crisis y su utop¨ªa, tal y como vaticinar¨ªa el escritor Agust¨ªn Fern¨¢ndez Mallo en su novela Madre de coraz¨®n at¨®mico, no ser¨¢ ya el progreso sino la disoluci¨®n digital.
Por fortuna habr¨¢ resistencia, gente dispuesta a tomar la palabra y cambiar las cosas. El problema es que en un sistema totalitario todas las plazas p¨²blicas estar¨¢n en manos de las grandes tecnol¨®gicas y dos o tres millonarios tendr¨¢n el control de los foros digitales donde la gente habla.
La gente aceptar¨¢ entonces que no puede cambiar el mundo y el sistema los invitar¨¢ a creer que s¨ª pueden cambiar sus vidas. El narcisismo se impondr¨¢ as¨ª a la solidaridad y cada cual poetizar¨¢ su vida como pueda, ya sea en el arte, la reproducci¨®n simb¨®lica o familiar o las redes sociales. Todo el mundo trabajar¨¢ demasiado y se extinguir¨¢n los espacios personales, pero cada cual se culpar¨¢ a s¨ª mismo por no ser capaz de gestionar mejor su tiempo. ?Te imaginas?
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