Hace un a?o Ideas realiz¨® una encuesta para dilucidar quienes eran los pensadores m¨¢s influyentes en la izquierda actual. Las primeras posiciones fueron para Karl Marx y Judith Butler, que ven¨ªan a representar, respectivamente, la raigambre cl¨¢sica de la izquierda material y las nuevas tendencias de la izquierda posmaterial. Otros nombres fueron Hannah Arendt, Antonio Gramsci, Michel Foucault o Thomas Piketty.

Ahora llega el turno para la derecha, en la que, en un momento de crisis civilizatoria, se vive cierta ebullici¨®n ideol¨®gica y movimientos tel¨²ricos entre la rama liberal-conservadora tradicional y la emergencia de unas muy diversas nuevas derechas, replicando el modelo tradicional entre moderaci¨®n y radicalidad.

Treinta expertos, entre pol¨ªticos, acad¨¦micos, periodistas o editores, de diferentes ¨¢mbitos ideol¨®gicos, han votado para hallar los treinta pensadores m¨¢s influyentes en la derecha actual. La lista resume su diversidad ideol¨®gica, entre liberales, conservadores o te¨®ricos de la nueva derecha. Los nombres resultantes, por orden de importancia, son estos: Friedrich Hayek, Edmund Burke, Carl Schmitt, Alexis de Tocqueville, Roger Scruton, Michael Oakeshott, Jos¨¦ Ortega y Gasset, Ayn Rand, Raymond Aron y Alain de Benoist. Fuera de la lista de los 10 primeros, aunque cerca de sus l¨ªmites, han resultado otros nombres de peso como Francis Fukuyama, Isaiah Berlin, Murray Rothbard, Milton Friedman, Ludwig Von Mises, Adam Smith, Joseph de Maistre, Joseph Ratzinger o Jordan Peterson.

Friedrich Hayek

(Viena, 1899-Friburgo, 1992). Nobel de Economía en 1974, de la Escuela Austriaca, defendió el liberalismo. Su obra cumbre es Camino de servidumbre, donde dice que el socialismo es un peligro para la libertad individual y conduce al totalitarismo. 

Por Juan Ram¨®n Rallo Economista, profesor universitario, ex director del Instituto Juan de Mariana y autor de obras como Una revoluci¨®n liberal para Espa?a (Deusto) o Anti-Marx (Deusto).

La relaci¨®n entre individuo y sociedad constituye el principal objeto de estudio de las ciencias sociales: qu¨¦ significan ambos conceptos, c¨®mo se entrelazan y cu¨¢ndo entran en conflicto. La respuesta puede afrontarse desde dos enfoques extremos: colectivista e individualista. El primero entroncar¨ªa con la ¡°izquierda¡± y el segundo, con la llamada ¡°derecha¡± liberal y parte de la derecha conservadora. De ah¨ª que no sea casualidad que Karl Marx, el intelectual que ha proporcionado una cosmovisi¨®n comunal m¨¢s completa a estas preguntas, sea, seg¨²n este mismo peri¨®dico, el pensador m¨¢s influyente en la izquierda; y tampoco es casualidad que Friedrich Hayek, el cient¨ªfico que ha ofrecido una cosmovisi¨®n individualista m¨¢s completa a estas preguntas, sea escogido como el pensador m¨¢s influyente en la derecha.

Hasta cierto punto, Hayek fue el reverso anticolectivista de Marx. All¨ª donde Marx diagnosticaba alienaci¨®n deshumanizante por someternos al mercado, Hayek demostraba que el hombre s¨®lo puede ser libre dentro de una sociedad ordenada espont¨¢neamente mediante reglas impersonales (cosmos) y no dentro de una organizada cartesianamente mediante mandatos coactivos (taxis); all¨ª donde Marx denunciaba la naturalizaci¨®n del fetiche mercanc¨ªa, Hayek celebraba la conquista civilizatoria y cooperativa que supone el intercambio global de bienes; all¨ª donde Marx observaba anarqu¨ªa productiva capitalista, Hayek descubr¨ªa una engrasada coordinaci¨®n productiva derivada de la eficiente transmisi¨®n de informaci¨®n por los precios de mercado; all¨ª donde Marx atribu¨ªa racionalidad a la planificaci¨®n colectiva, Hayek denunciaba fatal arrogancia descoordinadora e inconsciente de sus propias limitaciones cognitivas.

Hayek fue el gran te¨®rico moderno de la individualidad: quien mostr¨® por qu¨¦ la sociedad, trat¨¢ndose de mucho m¨¢s que la suma de individuos, no es ¡ªni debe ser¡ª el resultado de la planificaci¨®n central y teleocr¨¢tica de un grupo de ingenieros sociales, sino el fruto evolutivo, emergente y no intencionado de las interacciones voluntarias de millones. C¨®mo la libertad individual s¨®lo florece en el orden espont¨¢neo de la Gran Sociedad y del mercado.

Edmund Burke

(Dublín, 1729-Beaconsfield, Reino Unido, 1797). Padre del liberalismo conservador británico y religioso, fue contrario a los cambios radicales. Lo demostró en Reflexiones sobre la Revolución Francesa.

Por Ignacio Peyr¨® Escritor y periodista, director del Instituto Cervantes de Roma, colaborador de EL PA?S y autor de obras como Ya sentar¨¢s cabeza. Cuando fuimos periodistas (Libros del Asteroide) o Un aire ingl¨¦s (F¨®rcola).

De Tocqueville a Churchill, el elenco de prohombres que ha alabado a Burke es tan abrumador que casi resulta m¨¢s elocuente que lo criticara Karl Marx. Una primera mirada, en todo caso, alimenta el desconcierto: es un pensador ajeno a toda sistematizaci¨®n, inasequible al resumen, volcado en pol¨¦micas de su tiempo. Solo una segunda mirada nos permite ya intuir que con Burke el conservadurismo es m¨¢s un temperamento, una predisposici¨®n, un conjunto de intuiciones, que un corpus o una teor¨ªa.

Eso no implica que Burke no d¨¦ titulares. Sujeci¨®n del poder. Respeto a las instituciones. Primac¨ªa de la ley. La pol¨ªtica como adecuaci¨®n de los principios a la medida de la realidad. Cr¨ªtica de ¡°la ligereza y ferocidad¡± de los ardores revolucionarios. Parlamentarismo frente a las ilusiones de la democracia directa. Y una dosis de modestia epistemol¨®gica ¡ªy de recurso al caudal de la experiencia humana¡ª frente a la utop¨ªa.

Una serie de azares ha subrayado la lectura conservadora de Burke frente a la liberal. Ese liberalismo es obvio en su tolerancia, su apelaci¨®n a la virtud o su defensa del libre comercio. Su milagro, en todo caso, es mostrar la viabilidad de la s¨ªntesis liberal-conservadora. Sab¨ªa que ¡°un Estado sin medios para impulsar cambios es un Estado sin medios para su conservaci¨®n¡±. ?l mismo hab¨ªa estado toda su vida buscando reformas en la institucionalidad de su pa¨ªs para ¡ªtras la Revoluci¨®n Francesa¡ª ser su defensor m¨¢s razonado. La mayor obra de Burke ser¨¢ esa: el largo siglo de primac¨ªa brit¨¢nica ¡ªde Waterloo al Catorce¡ª, herencia de sus ideas.

Melancoliza pensar que Burke ha tenido poco eco estas d¨¦cadas entre sus destinatarios del centro-derecha: no hay mucho Burke en el programa neocon, ni en los liberalismos meramente economicistas, ni en la marejada populista antitodo. Al menos siempre podemos consolarnos leyendo su extraordinaria prosa inglesa.

Carl Schmitt

(Plettenberg, Alemania, 1888-Plettenberg, 1985). Intelectual tradicionalista, escribió sobre el ejercicio efectivo del poder político. Fue activista nazi de 1933 a 1936. 

Por Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle Doctor en Derecho, consultor y profesor de Filosof¨ªa del Derecho en la Universidad Pontificia de Comillas. Fue Secretario de Estado de Cultura y de Agenda Digital. Es autor de El liberalismo herido (Arpa).

Nada de lo que nos pasa puede entenderse sin Carl Schmitt. Sobre todo, si tratamos de analizar por qu¨¦ la derecha sufre un brote extremista en su psique pol¨ªtica que le lleva a arrebatos furiosos de populismo que impugnan la aspiraci¨®n consensual y pactista de la democracia liberal. Para acertar la diagnosis hay que releer a Schmitt. En su obra se explican las causas de la polarizaci¨®n amigo-enemigo, de la inevitabilidad de la geopol¨ªtica o el auge del decisionismo. Tambi¨¦n aborda los motivos que llevan a los liderazgos por aclamaci¨®n, a la sustituci¨®n de la democracia liberal por la populista o la derrota de la racionalidad deliberativa ante la emocionalidad, entre otros factores que concita nuestra realidad cotidiana. En todos ellos, Schmitt tiene algo que decir.

Pero nos equivocar¨ªamos si pens¨¢ramos que lo que dice es algo que cae dentro de la dogm¨¢tica derecha-izquierda. No, Schmitt la trasciende, aunque fue el te¨®rico m¨¢s importante de la llamada Revoluci¨®n Conservadora del periodo de entreguerras en Alemania. Su reflexi¨®n es revolucionaria. Cuestiona el liberalismo como fundamento de la democracia y la racionalidad como el presupuesto moral de la estructura organizativa de la comunidad pol¨ªtica. Para Schmitt, el liberalismo no sirve en momentos de excepci¨®n. Es decir, cuando la normalidad del mundo es sacudida por la complejidad de este y se precipita en la ruptura de la paz social. En realidad, Schmitt es el profeta del populismo y de la agitaci¨®n emocional que arrastra a los pueblos a echarse en brazos de l¨ªderes abrasivos que les hablan desde el sentimiento y las v¨ªsceras pol¨ªticas. Por eso, lo invocan todos los cr¨ªticos de la democracia liberal. No importa el color pol¨ªtico ni la latitud geogr¨¢fica. ?l siempre est¨¢ ah¨ª. Vivo y coleando. No falla cuando alguien dispara contra ella.

Alexis de Tocqueville

(Verneuil-sur-Seine, 1805-Cannes, 1859). Teórico del liberalismo conservador, es autor de La democracia en América, sobre el sistema político de EE UU. 

Por Javier Zarzalejos Eurodiputado del PP y director de la Fundaci¨®n Faes. Es autor de No hay ala oeste en la Moncloa (Pen¨ªnsula) y coordinador de Geograf¨ªa del populismo (Tecnos).

Pocos cl¨¢sicos tan contempor¨¢neos. Su pron¨®stico de las sociedades democr¨¢ticas vale por el mejor diagn¨®stico del presente. Sus vaticinios sobre el sentido de la historia, que anticiparon realidades sociales dos siglos antes, son t¨ªtulo m¨¢s que suficiente de bien ganada influencia.

El cotejo entre Marx y Tocqueville es t¨®pico desde que Aron lo propuso. El primero, promotor de un movimiento que lleg¨® a dominar una vasta extensi¨®n, una c¨¢rcel totalitaria. El segundo, de talante melanc¨®lico ¡ªun derrotado ¡ª, sobrevivir¨¢ en su obra y acabar¨¢ prevaleciendo. La pretensi¨®n de Marx consisti¨® en movilizar el prestigio de una ciencia mitificada. En las ant¨ªpodas, Tocqueville atendi¨® a los hechos, sin deformar la realidad con abstracciones; no idolatr¨® ninguna may¨²scula. Supo usar bien la raz¨®n: conoc¨ªa sus l¨ªmites. Combin¨® el sentido de la continuidad hist¨®rica con la disposici¨®n para estimar el futuro. L¨²cido e implacable expositor de la obra revolucionaria de 1789, comprendi¨® los valores permanentes de viejas instituciones como la monarqu¨ªa y la arrolladora fuerza ¡°providencial¡± del esp¨ªritu democr¨¢tico. Concili¨® herencia y libertad.

Tras su viaje americano redact¨® su obra maestra. Escrita para una Francia convaleciente tras la sangr¨ªa revolucionaria y napole¨®nica, estudia c¨®mo edificar una democracia en libertad, sin tutelas de la guillotina y el sable. Paz, repudio de convulsiones fren¨¦ticas: es su propuesta. Es dif¨ªcil ser amigo de la democracia, pero necesario. Solo con el principio democr¨¢tico puede mantenerse la libertad. Moderaci¨®n en todo, tambi¨¦n en el entendimiento de la democracia. Ni con quienes rechazan su principio, la igualdad, por contrario a una desigualdad elevada de hecho a valor. Ni con sus amigos desmedidos, que deducen del principio de igualdad el imperativo de lograrla a martillazos. Tocqueville deber¨ªa ser un referente de la derecha. Los liberales se reconocen en quien denunci¨® la posibilidad de una ¡°tiran¨ªa mayoritaria¡± sobre multitudes infantilizadas; los conservadores aprecian al te¨®rico de la continuidad; los democristianos ven, en su asociacionismo voluntario, un esbozo de subsidiariedad y descentralizaci¨®n. Conjuga todas las voces de la derecha. No explayar¨¦ la salvedad sobre su deformaci¨®n populista. Basta con leerle.

Roger Scruton

(Buslingthorpe, Reino Unido, 1944-Brinkworth, 2020). Defensor del tradicionalismo político, editó la revista política conservadora The Salisbury Review. 

Por Mariona Gumpert Doctora en Filosof¨ªa por la Universidad de Navarra y columnista en varios medios y autora de Infodemics, posverdad y la sociedad que viene (Ciudadela).

Es el fil¨®sofo referente del pensamiento conservador brit¨¢nico y, desde hace unos a?os, de los conservadores de habla espa?ola. Existen otros muy relevantes, como Alasdair MacIntyre (proveniente del marxismo), Robert Spaeman, Joseph Pieper o Alejandro Llano que, por su abordaje m¨¢s profundo de diferentes cuestiones son conocidos en la academia y no tanto por el p¨²blico general. Quien desee profundizar en el pensamiento conservador deber¨¢ acudir a ellos, pues de este tipo de fil¨®sofos beben quienes, como Scruton, saben llegar al p¨²blico general.

Una de las cosas m¨¢s destacables de Scruton es su independencia de pensamiento: por sus ideas lleg¨® a ser detestado tanto por los progresistas como por los pol¨ªticos conservadores ingleses de su tiempo. Casi toda ideolog¨ªa halla puntos de encuentro con este pensador, motivo por el que el poeta y ensayista Enrique Garc¨ªa-M¨¢iquez (uno de los mejores conocedores de Scruton en Espa?a) lo ha calificado como el ¡°m¨¢ximo com¨²n conservador¡±. Los pensadores de izquierdas aprobar¨¢n su redefinici¨®n de la palabra econom¨ªa. Partiendo de su etimolog¨ªa (oikonom¨ªa, donde oikos es casa o naci¨®n), hace hincapi¨¦ en no olvidar que la econom¨ªa tiene como objetivo el bienestar de la casa, de quienes la habitan.

Scruton se opone a los ¡°conserva-duros¡±, concepto rescatado hace poco y motivo por el que se prefiere hablar ahora de ¡°conservatismo¡± en lugar de ¡°conservadurismo¡±. Como cuenta la f¨¢bula de Esopo, para que una persona se quite el abrigo es m¨¢s sencillo que el sol caliente de forma agradable a que el viento sople sin piedad. El calor que ofrece el pensamiento de Scruton radica en su reivindicaci¨®n del in medio, virtus, de la responsabilidad moral, de la defensa de la dignidad humana ante todo, las virtudes morales y c¨ªvicas y la belleza.

Michael Oakeshott

(Chelsfield, Reino Unido, 1901–Kent, 1990). Filósofo e intelectual conservador heterodoxo británico, es heredero de la tradición escéptica europea. Su obra fundamental es La política de la fe y la política del escepticismo. 

Por Mar¨ªa Blanco Economista, profesora de Historia e Instituciones Econ¨®micas en la Universidad CEU-San Pablo y autora de Las tribus liberales (Deusto) o Hacienda somos todos, cari?o (Deusto).

Michael Oakeshott fue un fil¨®sofo brit¨¢nico que dedic¨® su trabajo a la filosof¨ªa pol¨ªtica, la filosof¨ªa de la historia y la est¨¦tica, entre otras cosas. Por definirlo en una sola palabra, era un pensador. M¨¢s all¨¢ de los temas estrictamente filos¨®ficos, y especialmente a partir de 1940-1950, dedic¨® sus ensayos a analizar el mundo de la pol¨ªtica. Y es aqu¨ª el campo en el que la derecha pol¨ªtica occidental encuentra en Oakeshott un punto de apoyo, a su pesar.

?Por qu¨¦ a su pesar? Por dos razones.

En primer lugar, porque para Oakeshott la visi¨®n de lo que es el conservadurismo, etiqueta que se neg¨® a aceptar, y la tradici¨®n no se corresponde necesariamente con el pensamiento de derecha. Se trata de una definici¨®n basada en el sentido com¨²n, y con alguna arista sobre la que reflexionar. La esencia del talante conservador que ¨¦l propugnaba es la capacidad de disfrutar del presente, de vivir la vida tal y como nos llega d¨ªa a d¨ªa y de dedicarnos a actividades intr¨ªnsecamente valiosas. Y la tradici¨®n es simplemente una conversaci¨®n con el pasado, para valorar lo bueno de lo heredado y mantenerlo. Es decir, no est¨¢ en contra de la modernidad sino de la modernidad a toda costa y a cualquier precio.

En segundo lugar, porque para Oakeshott los partidos pol¨ªticos no deben ser el fin ¨²ltimo de la pol¨ªtica. Defiende que es necesario ser consciente de los l¨ªmites de la pol¨ªtica y advierte repetidamente del peligro de que la pol¨ªtica se imponga a todos los dem¨¢s ¨¢mbitos de la experiencia humana. Lo m¨¢s valioso en la vida humana no es la influencia, el poder, los logros o la carrera, sino el desarrollo de una sensibilidad personal que llega a trav¨¦s del aprendizaje.

En resumen, Oakeshott es un pensador esc¨¦ptico que merece la pena ser le¨ªdo.

Jos¨¦ Ortega y Gasset

(Madrid, 1883-1955). Filósofo y catedrático de metafísica, es quizá el intelectual español de referencia del siglo XX. Escribió La rebelión de las masas y La España invertebrada. 

Por Pedro Carlos Gonz¨¢lez Cuevas Historiador y profesor del Departamento de Historia Social y de Pensamiento Pol¨ªtico de la UNED, y autor de Historia de la derecha espa?ola (Espasa).

Como ha se?alado el historiador israel¨ª Tzvi Medin, la figura de Jos¨¦ Ortega y Gasset se ha convertido en un referente identitario de lo espa?ol. A ese respecto, la interpretaci¨®n de su pensamiento pol¨ªtico sigue siendo objeto de controversia. En nuestra opini¨®n, el fil¨®sofo madrile?o fue, sin duda, un liberal conservador, en permanente di¨¢logo intelectual con las nuevas tendencias filos¨®ficas e ideol¨®gicas nacidas de la crisis finisecular del racionalismo. En sus escritos se expresa la mayor¨ªa de los motivos del pensamiento conservador: el realismo pol¨ªtico e hist¨®rico, el sentimiento del valor de la continuidad frente a los planteamientos revolucionarios; la cr¨ªtica al racionalismo pol¨ªtico; una teor¨ªa de la naci¨®n como empresa integradora, abierta a planteamientos europe¨ªstas y, finalmente, un sentimiento fuertemente elitista de la sociedad en el que las minor¨ªas est¨¢n llamadas a dirigir a las masas. Sin embargo, su pensamiento tuvo dificultades de difusi¨®n entre el conjunto de las derechas por el proclamado agnosticismo religioso del fil¨®sofo.

A ojos de las derechas confesionales, que eran la mayor¨ªa, Ortega era un conservador heterodoxo, a quien se alababa por sus planteamientos antirrevolucionarios, pero se criticaba su desd¨¦n hacia el rol social de la Iglesia cat¨®lica. No obstante, su influencia en la ideolog¨ªa de Falange Espa?ola fue reconocida por el propio Ortega. Durante el r¨¦gimen de Franco, sufri¨® cr¨ªticas de los sectores eclesi¨¢sticos y tradicionalistas, pero fue defendido por sus disc¨ªpulos conservadores: del Corral, Maravall, Juli¨¢n Mar¨ªas, La¨ªn Entralgo, o, desde la derecha tradicional, por Fern¨¢ndez de la Mora. Sin embargo, tras el Concilio Vaticano II y la crisis epistemol¨®gica y pol¨ªtica del nacional-catolicismo, los planteamientos orteguianos pudieron gozar, y gozan, de m¨¢s influencia en las derechas espa?olas.

Ayn Rand

(San Petersburgo, 1905-Nueva York, 1982). Filósofa y escritora, defensora de la libertad y del  laissez faire. Considera el egoísmo una virtud y el altruismo un pecado.

Por Antonella Marty Polit¨®loga y diplomada en F¨ªsica. Autora de El manual liberal e Ideolog¨ªas (Deusto).

Abiertamente atea, defensora del aborto como un derecho moral de la persona gestante, partidaria de la eutanasia y de la legalizaci¨®n de las drogas. Si Ayn Rand estuviera viva, los conservadores y la nueva derecha le colocar¨ªan el t¨ªtulo de ¡°zurda¡±, ¡°marxista cultural¡±, ¡°bruja¡±, ¡°hereje¡± o ¡°liberprogre¡±. No me quedan dudas.

El objetivismo, nombre que Rand le puso a su conjunto de ideas, es una filosof¨ªa que defiende la realidad objetiva, la raz¨®n como forma de conocimiento, el inter¨¦s individual en la ¨¦tica y el libre mercado en econom¨ªa. Tal vez sea solamente por esto ¨²ltimo y por sus cr¨ªticas al comunismo sovi¨¦tico que algunos partidarios confundidos de la nueva derecha la ¡°usen¡± (y luego la desechen o la excluyan, como hizo su c¨ªrculo ¡°liberal¡± en su ¨¦poca).

Por eso para defender su legado creo importante remarcar que Rand fue abiertamente cr¨ªtica con los conservadores, sosteniendo que estos abogan por el control gubernamental sobre el ser humano, sobre su conciencia, ya que defienden un derecho estatal a determinar unos valores morales ¡°ideales¡±, a implementar un establishment gubernamental de la moralidad. Rand los llam¨® ¡°m¨ªsticos del esp¨ªritu¡±.

En su ¨²ltimo discurso, en el a?o 1981, Ayn Rand hizo una enf¨¢tica cr¨ªtica a Ronald Reagan, el gur¨² de la nueva derecha, y a la llamada ¡°mayor¨ªa moral¡± a la que apelaba el expresidente estadounidense, incluido lo que la autora llam¨® ¡°el m¨¢s falso de sus lemas¡±, que era la afirmaci¨®n de que son ¡°provida¡±.

Rand fue cr¨ªtica no solo con la uni¨®n entre la religi¨®n y la pol¨ªtica (esa relaci¨®n que hoy obsesiona a Javier Milei), sino tambi¨¦n con la religi¨®n como tal. Si, como dec¨ªa Ayn Rand, Estados Unidos es el primer pa¨ªs basado en el concepto de libertad, Donald Trump no lo representa ni lo entiende. Y no cabe duda que hoy ser¨ªa la primera en levantar la voz contra todos los populistas de derecha que con nacionalismo y religi¨®n est¨¢n brotando en Europa y a lo largo del mundo, al estilo de Santiago Abascal, Marine Le Pen o Giorgia Meloni, comenzando por la frase que plasm¨® en su obra La virtud del ego¨ªsmo (1964): ¡°El racismo es la forma m¨¢s baja y primitiva del colectivismo¡±.

Raymond Aron

(París, 1905-1983), Sociólogo, filósofo y comentarista político, sobre todo en la segunda posguerra mundial, es autor de Democracia y totalitarismo (1965).

Por Aurora Nacarino-Brabo Periodista, polit¨®loga y diputada del Partido Popular, es coautora de Anatom¨ªa del Proc¨¦s (Debate) y El porqu¨¦ de los populismos (Deusto).

Fue una boutade muy del gusto de la intelligentsia marxista repetir que era mejor equivocarse con Sartre que acertar con Aron. La ideolog¨ªa ya hab¨ªa sido la excusa antes, para eludir el compromiso con una democracia que ped¨ªa auxilio en Weimar y que finalmente sucumbi¨® a los fascismos, mientras en los salones de la izquierda burguesa se escuchaba aquella frivolidad, ¡°ni nazismo ni capitalismo¡±, primero desde esa buena fe protegida por la ignorancia, despu¨¦s ya sin desconocimiento del horror que pudiera eximir de culpa.

Se podr¨ªa defender que Aron se alej¨® de la izquierda sin dejar de ser nunca otra cosa que un hombre de izquierdas. Traicion¨® a los ¡°cl¨¦rigos¡± de la militancia, pero no por conservador, sino por liberal. No pod¨ªa ser su izquierda aquella que gritaba con Sartre: ¡°Las derechas son los salauds (cabrones)¡±. Prefiri¨® siempre la traves¨ªa sin puerto de arribada que impone la persecuci¨®n de la verdad a esa moral que prefigura una verdad sin b¨²squeda: una revelaci¨®n. Groethuysen dijo de ¨¦l que quer¨ªa ¡°arrancarle a la Historia el secreto¡±, y cu¨¢nto impresiona hoy, en los d¨ªas de la posverdad y el relato.

El respeto que guardo por Marx es legatario del respeto con que Aron nos lo explic¨®: sin los ardores del creyente y sin la aversi¨®n del que crey¨® y ha perdido la fe. Y su democracia sigue siendo la m¨ªa: la que exige la constitucionalidad del poder y sabe que la voluntad que no est¨¢ sometida a un entramado de instituciones y leyes conduce a la tiran¨ªa. O dicho de otro modo: la que entiende que democracia y Constituci¨®n son inextricables, simbi¨®ticas, como el alga y el hongo que forman el organismo ¨²nico al que llamamos liquen. La democracia no es mejor por el poder con que bendice a los vencedores, sino por la dignidad que brinda a los perdedores.

Qu¨¦ puedo decirles: Aron me acompa?a, en cada titular de prensa, en cada sesi¨®n parlamentaria, aunque no me proporciona ning¨²n consuelo; acertar con Aron sigue dando miedo.

Alain de Benoist

(Saint-Symphorien, Francia, 1943), Autor de La nueva derecha, impulsó la derecha francesa siguiendo postulados de Antonio Gramsci, pero contra la izquierda.

Por Antonio Ribera Catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la UPV y exdiputado socialista en el Parlamento Vasco, es autor de Historia de las derechas en Espa?a (Catarata).

Si la Nueva Izquierda se internacionaliz¨® coincidiendo con la crisis cultural de 1968, algo similar ocurri¨® con la Nueva Derecha, particularmente en Francia. En ese contexto se destac¨® la reflexi¨®n filos¨®fica de Alain de Benoist (1943), convencido tambi¨¦n de la primac¨ªa de la parapol¨ªtica sobre la pol¨ªtica tradicional. Si el poder se disputaba en este segundo ¨¢mbito (electoral, partidario, putschista), el influjo permanente sobre la sociedad se resolv¨ªa en la capacidad para ser hegem¨®nico en las convicciones cotidianas. Un pensador tradicional, de derechas, abrazaba las viejas tesis del comunista Antonio Gramsci sobre la cuesti¨®n. Porque lo que entablaron Benoist y la Nueva Derecha entonces fue un combate por los valores, eso que llamamos hoy ¡°batalla cultural¡±. Convencidos de que la izquierda jugaba ah¨ª con ventaja, procedieron a cuestionar la unanimidad progresista liberal poniendo en la picota verdades indiscutibles para sus opositores como el progreso, el utilitarismo, el cosmopolitismo, los derechos humanos universales, el liberalismo y el capitalismo. Y todo desde la intenci¨®n de sustituir argumentalmente a la izquierda, no de compartir criterios con ella, de lo que acusaban al conservadurismo tradicional.

Se trataba de desplegar una estrategia moderna y abierta para sostener el bloque de valores de la derecha hist¨®rica. Una corriente dif¨ªcil de encapsular porque ni era la reacci¨®n providencialista y pasiva cl¨¢sica ni el conservadurismo liberal de siempre, pragm¨¢tico, poderoso y descre¨ªdo. Por eso Benoist no ha encajado como intelectual en los partidos franceses (o europeos) de la extrema derecha y algunos de sus postulados les rechinan (su ajenidad religiosa). Sin embargo, no por ello deja de celebrar la crisis de la democracia liberal y la emergencia del populismo iliberal, los soberanismos estato-nacionales y una c¨®lera desde abajo que acabe con la vieja civilizaci¨®n occidental anglosajona.

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