Feminacionalismo en Europa: la extrema derecha disfraza la xenofobia de libertad
La estrategia de instrumentalizar la lucha por la igualdad de la mujer para promover pol¨ªticas racistas se extiende en pa¨ªses como Francia, Italia, Pa¨ªses Bajos o Espa?a
Colonia, Alemania. Nochevieja de 2015. Varias decenas de mujeres sufren agresiones sexuales, robos e intimidaciones por parte de una multitud de hombres de origen ¨¢rabe y magreb¨ª. Las investigaciones revelan que entre los acusados hay varios refugiados que entraron en el pa¨ªs gracias a la pol¨ªtica de puertas abiertas de Angela Merkel. El episodio causa una oleada de indignaci¨®n y obliga al Gobierno a endurecer sus normas de asilo, acci¨®n de la que sacan provecho los partidos de extrema derecha de toda Europa para justificar su rechazo a los inmigrantes, convertidos en los chivos expiatorios del machismo y la violencia contra las mujeres en el continente.
Una d¨¦cada despu¨¦s, las consecuencias de aquel suceso a¨²n reverberan en la pol¨ªtica europea. Ahora que las formaciones ultras ganan m¨¢s adeptos y, por tanto, m¨¢s poder (ya conforman seis Gobiernos en la UE), la estrategia de instrumentalizar el feminismo para promover sus pol¨ªticas xen¨®fobas ya se extiende en pa¨ªses como Francia, Italia, Pa¨ªses Bajos o Espa?a. Este fen¨®meno se conoce como feminacionalismo, un t¨¦rmino desarrollado por la soci¨®loga italiana Sara R. Farris en el libro En nombre de los derechos de las mujeres (Traficantes de Sue?os, 2017). El concepto ha evolucionado desde entonces, explica Farris, pues los partidos ultras son ¡°cada vez m¨¢s inteligentes¡±.
¡°[La ultraderecha] ha entendido muy bien que el empoderamiento de las mujeres es una cuesti¨®n que est¨¢ ah¨ª para quedarse y que de esa batalla no se puede volver atr¨¢s. Y al aceptar esto, intentan presentarse como partidos m¨¢s modernos y moderados que defienden nuestros derechos¡±, se?ala por videollamada la tambi¨¦n catedr¨¢tica en Goldsmiths, de la Universidad de Londres.
Los ejemplos son m¨²ltiples. En Espa?a, Vox dice que no ser¨¢ ¡°c¨®mplice de los robos, ni de los machetazos, ni de las violaciones¡± que supondr¨ªa el reparto de los menores no acompa?ados llegados a las islas Canarias. En Italia, la posfascista Giorgia Meloni lleg¨® al poder en 2022 con una campa?a centrada en el rechazo a los inmigrantes, en la que se recuerda cuando comparti¨® un v¨ªdeo de la violaci¨®n de una mujer por parte de un solicitante de asilo. En Alemania, los ultras de AfD divulgan la teor¨ªa del Gran Reemplazo y proponen fomentar la natalidad entre las mujeres alemanas.
La ultraderecha italiana aprovech¨® el combate entre las boxeadoras Carini y Khelif para amplificar su discurso
El auge de estos discursos toc¨® el punto m¨¢ximo en julio, cuando el Reagrupamiento Nacional (RN) lleg¨® a so?ar con acceder al Gobierno franc¨¦s. Marine Le Pen, la l¨ªder del RN desde 2011, ha impulsado una renovaci¨®n profunda desde que sucedi¨® en el cargo a su padre, Jean-Marie, expulsado de la formaci¨®n tras hacer afirmaciones apologistas al Holocausto. El cambio de imagen pasa por presentarse como una ¡°feminista no hostil a los hombres¡± y que apoya que el aborto sea un derecho constitucional. Los n¨²meros respaldaban su m¨¦todo: gan¨® en las elecciones europeas del 9-J por un alto margen. Sin embargo, un cord¨®n sanitario in extremis de la izquierda y el centro dejaron a su partido en el tercer puesto de las legislativas.
Para Farris, figuras como Le Pen ¡°tienen un enfoque oportunista y completamente instrumental de los ideales feministas¡±. ¡°Si nos fijamos en las veces que estos hablan de cuestiones de g¨¦nero, ocurre siempre para promulgar su pol¨ªtica antiinmigraci¨®n y contraria al islam¡±, agrega Farris, quien resalta que el feminacionalismo no puede entenderse sin el rechazo de la extrema derecha a esta religi¨®n. En Pa¨ªses Bajos, por ejemplo, el ultra Geert Wilders gan¨® las elecciones en noviembre con iniciativas que iban desde el cierre de mezquitas y escuelas isl¨¢micas hasta la prohibici¨®n de imprimir y distribuir el Cor¨¢n. Mientras, Le Pen lleg¨® a hablar de la ¡°talibanizaci¨®n¡± de Francia, ante un caso de violencia callejera.
La soci¨®loga francesa Charl¨¨ne Calderaro asegura que, a pesar de que estas formaciones se jactan de defender a las mujeres, estas acaban entre las principales perjudicadas. En Francia, la laicidad ¡ªla neutralidad religiosa del Estado¡ª se puede traducir en restricci¨®n para las musulmanas, seg¨²n esta experta: ¡°Se usa el argumento de que medidas como la prohibici¨®n del velo integral se hace en su defensa y en contra de las religiones supuestamente sexistas. [Los l¨ªderes] dicen que quieren emanciparlas, pero el efecto es la exclusi¨®n de las musulmanas de distintas esferas, como la escolar o la laboral¡±.
Pero estos casos no se ci?en solo a la religi¨®n. Recientemente, la ultraderecha italiana aprovech¨® la pol¨¦mica entre el combate en los Juegos Ol¨ªmpicos de las boxeadoras Angela Carini e Imane Khelif para amplificar su discurso. Meloni reclam¨® una ¡°competencia justa¡±, mientras que el viceprimer ministro, Matteo Salvini, aliment¨® el bulo de que la argelina Khelif era una boxeadora trans y que competiese con ¡°una mujer [la italiana Carini]¡± era ¡°una locura inaceptable¡±.
Para Calderaro, seg¨²n a?ade por tel¨¦fono, es falaz calificar a los partidos ultras de ¡°liberadores¡± de las mujeres.
Una cara femenina
La popularidad de estas formaciones va acompa?ada de una renovaci¨®n de imagen, poniendo en primera fila a una mujer. El Reagrupamiento Nacional lo ha hecho con Le Pen; Hermanos de Italia, con Meloni, y Alternativa para Alemania (AfD), con Alice Weidel. El historiador italiano Steven Forti se?ala por tel¨¦fono que estas figuras se muestran como una opci¨®n paralela a ¡°un feminismo que ellas mismas consideran radical o extremo¡±, es decir, progresista o de izquierdas.
El caso de Weidel, col¨ªder de AfD, es bastante ilustrativo: es una mujer abiertamente lesbiana, con dos hijos adoptados, que ha llevado al partido de ser un completo apestado a convertirse en el segundo en intenci¨®n de voto en el 9-J, por encima de los tres partidos de Gobierno (socialdem¨®cratas, liberales y verdes). Su perfil, sin embargo, ¡°no implica que las pol¨ªticas de AfD sobre g¨¦nero, el colectivo LGBTI o migrantes sean m¨¢s light¡±, agrega Forti, autor de Extrema derecha 2.0. Qu¨¦ es y c¨®mo combatirla (Siglo XXI, 2021).
El rostro aseado de la ultraderecha parece ser solo un espejismo o una estrategia pol¨ªtica. AfD sigue sin quitarse su pasado nazi: su cabeza de lista a las europeas fue expulsado por declaraciones apologistas a las SS y en Alemania hay un f¨¦rreo cord¨®n sanitario alrededor suyo. Otro ejemplo es el de Meloni, que, seg¨²n Forti, ¡°se presenta como conservadora moderada y muy pragm¨¢tica en pol¨ªtica internacional¡±, pero no ha conseguido frenar las actitudes radicales de miembros de su partido. Adem¨¢s, su Gobierno ha impulsado una agenda ultraconservadora con respecto al aborto y la familia tradicional.
Vox, por su parte, ¡°va un poco m¨¢s atrasado¡±, subraya Forti. Pues, aunque el discurso antiinmigraci¨®n es un pilar de su programa desde hace a?os, el partido de Santiago Abascal no ha conseguido obtener el apoyo de las mujeres de la misma manera que lo han hecho Le Pen o Meloni. Abascal ha roto los pactos de Gobierno con el PP por el reparto de menores migrantes, a los que culp¨® de ser responsables de ¡°machetazos¡± y ¡°violaciones¡±, una idea que hace eco de los ataques de Colonia en 2015 y que resuena a¨²n todav¨ªa en Europa.
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