Carteles que me gustar¨ªa leer
En Italia el pasado est¨¢ m¨¢s presente, casi m¨¢s que el propio presente. Tiene inconvenientes, pero da una cierta perspectiva. Por ejemplo, sobre la propia historia. En cada pueblo hay un monumento a los ca¨ªdos en la guerra. Sientes envidia de esa claridad.
En Roma, el sentido del tiempo es algo distinto. En la puerta de una tienda tienen este cartel: ¡°A veces no estoy¡±. Y en otra: ¡°Vuelvo antes o despu¨¦s¡±. M¨¢s all¨¢ de esto, el pasado est¨¢ mucho m¨¢s presente, casi m¨¢s que el propio presente. Esto tiene inconvenientes y ventajas, pero no se puede negar que da una cierta perspectiva. Por ejemplo, sobre la propia historia, de d¨®nde se viene. Viajar por Italia es ver casi en cada pueblo un monumento a los ca¨ªdos en la guerra. Bueno, dos. Uno de la primera y otro de la segunda. Con la lista de los vecinos muertos. Abundan tambi¨¦n las placas que recuerdan cr¨ªmenes fascistas o nazis. Hay una palabra clave: liberaci¨®n. Del fascismo. Y antes, del Papa. En Ferrara, por ejemplo, una l¨¢pida en la plaza del Duomo conmemora que en junio de 1859 la ciudad ¡°se liber¨® del dominio del Pont¨ªfice y particip¨® en el nuevo destino de la naci¨®n¡±. (Italia nace del deseo colectivo de estar juntos, es curioso de ver viniendo de nuestros l¨ªos). Otra piedra recuerda c¨®mo en noviembre de 1943, con la ejecuci¨®n de 11 ciudadanos, ¡°un r¨¦gimen sectario iniciaba / c¨®mplice del nazismo alem¨¢n / la serie execrable de sus actos de feroz represalia oficialmente autorizada y c¨ªnicamente exaltada¡±. Sale uno de Espa?a y siempre se lo pregunta: ?por qu¨¦ no podemos tener nosotros carteles as¨ª?
Lo digo sin af¨¢n pol¨¦mico, y ya dice mucho el hecho de que me haya apresurado a decir esto, al igual que a precisar que por supuesto pongamos una placa donde quemaron una iglesia. Lo s¨¦, si no se hizo en su d¨ªa ser¨ªa por algo, y ya para qu¨¦, nunca es buen momento. Pero es que al viajar por ah¨ª tienes envidia de esa claridad, notas una disfunci¨®n muy nuestra. Cada pa¨ªs tiene su historia y juega con las cartas que le tocan. Tambi¨¦n la Alemania de posguerra estaba llena de nazis reciclados. Lo explica la espl¨¦ndida biograf¨ªa, publicada por Berg Institute, de Fritz Bauer, el juez que impuls¨® los procesos de Auschwitz en 1963: el 15% de los parlamentarios de la RFA elegidos en 1949 estaba implicado en cr¨ªmenes nazis, y toda la Administraci¨®n estaba plagada de antiguos nazis. La consigna del nuevo pa¨ªs fue que estaba en ¡°La Hora Cero¡±, como si hubiera reseteado su memoria y volviera a empezar, eso, de cero. Otra expresi¨®n de esos a?os fue ¡°la reconciliaci¨®n con el pasado¡±, pero como se?al¨® Adorno, no era para asumirlo, sino para acabar con ¨¦l, borrarlo. Cost¨® d¨¦cadas darle la vuelta a este planteamiento colectivo.
En los bares de Espa?a siempre me ha hecho gracia esta frase colocada en algunos: ¡°Hace un d¨ªa estupendo, ver¨¢s como entra alguien y lo jode¡±. Esa actitud hacia el otro, esas expectativas, esa manera de empezar el d¨ªa. Recuerdo una vez que fui a Madrigal de las Altas Torres, provincia de ?vila. En plena crisis catalana, ten¨ªa una media idea, algo confusa para variar, de hacer unos reportajes viajando por lugares significativos de Espa?a y preguntando a la gente si se sent¨ªa espa?ola y por qu¨¦, y qu¨¦ sab¨ªa de la historia de su pa¨ªs. En Madrigal, concretamente, naci¨® Isabel la Cat¨®lica, y le pregunt¨¦ a un se?or en un parque qu¨¦ pensaba de ella. Pens¨® un rato y me dijo: ¡°Bah, nunca hizo nada por el pueblo¡±. Ni un polideportivo, una piscina, parec¨ªa decir.
En cualquier caso, ahora mismo en Italia y en Alemania pululan nost¨¢lgicos del fascismo muy creciditos, aunque no hab¨ªan nacido cuando exist¨ªa. Como estamos viendo ¨²ltimamente, la memoria no es garant¨ªa de nada, as¨ª que imaginen sin ella.
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