Se acab¨® la juerga
La corresponsal de EL PA?S, testigo de la ¨²ltima noche de fiesta en las calles de Teher¨¢n antes de la elecciones
Tal vez haya sido la ¨²ltima oportunidad de divertirse hasta... los pr¨®ximos comicios. As¨ª que los j¨®venes teheran¨ªes han aprovechado el fin de la campa?a electoral para montar una verbena hasta el amanecer. Pa?oletas, corbatas, globos, todo lo que era susceptible de ser verde adquiri¨® ese color durante las ¨²ltimas horas antes de que a las ocho de la ma?ana comenzara la jornada de reflexi¨®n. A partir de ese momento, ya no puede utilizarse el activismo pol¨ªtico como pretexto para la diversi¨®n.
En el suelo quedan decenas de miles de octavillas preguntando d¨®nde est¨¢ el dinero del petr¨®leo, con un ingenioso s¨ªmbolo de 'prohibido mentir' o, simplemente, con las im¨¢genes de los candidatos. Casi todas de Mir-Hosein Musavi, el antiguo primer ministro cuyas credenciales revolucionarias han quedado moderadas por el tiempo y el contraste con el fundamentalismo de Mahmud Ahmadineyad, el actual presidente. No me parece que Musavi sea un reformista, pero la gente y, sobre todo, la parte del sistema que le apoya, le ha encomendado la antorcha de esa ilusi¨®n. S¨®lo la esperanza de una reforma del r¨¦gimen consigue romper la apat¨ªa de esos iran¨ªes que no se sienten a gusto en los estrechos m¨¢rgenes de la Rep¨²blica Isl¨¢mica.
Descontentos en todas partes
Suele hablarse del Norte pijo, de las clases medias urbanas... S¨ª, ah¨ª hay muchos descontentos, pero tambi¨¦n en otras partes. Hay que evitar quedarse en el estereotipo. Muchas mujeres cubiertas con el chador llevaban estos d¨ªas la cinta verde de quienes apoyan a Musavi. Tambi¨¦n en Qom, el Vaticano iran¨ª, donde numerosos cl¨¦rigos desaprueban a un presidente que cree poseer un halo de santidad sobre su cabeza o anuncia la pr¨®xima llegada del Mahdi, el Redentor de los chi¨ªes.
Esas elucubraciones tienen poco que ver con las inquietudes de las mujeres que est¨¢n luchando por conseguir la igualdad ante la ley, con un movimiento que transciende barreras pol¨ªticas y que a pesar de su naturaleza pac¨ªfica ha alarmado a las autoridades. Tampoco con las aspiraciones de los j¨®venes, un 70% de los cuales ha nacido despu¨¦s de la revoluci¨®n isl¨¢mica. Para ellos no hay contradicci¨®n entre su deseo de divertirse y sus ra¨ªces, pero sobre todo quieren trabajos que les permitan acceder a una vida mejor.
Cuando regresaba a casa paseando entre la multitud por Val-i Asr me di cuenta de la gravedad de la situaci¨®n. A uno y otro lado de esa amplia avenida todo permanec¨ªa cerrado. Es as¨ª a partir de las diez de la noche. Ni una cafeter¨ªa, ni una terraza, ning¨²n lugar para distraerse. Tampoco hay muchos durante el d¨ªa, pero quienes quieren disfrutar del frescor de la noche s¨®lo tiene la opci¨®n de coger la tetera o los refrescos e irse al parque m¨¢s cercano. Y lo hacen a menudo. Hay ganas de vivir, pero est¨¢n castradas.
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