La pobreza eclipsa la belleza
La corresponsal de EL PA?S comienza una serie de relatos sobre aspectos sociales y humanos de la realidad de Yemen
Los yemen¨ªes suelen contar que hace poco Dios regres¨® a la tierra para ver su creaci¨®n. Visit¨® primero Londres y no lo reconoci¨®. Viaj¨® luego a El Cairo, donde dijo: "algo se parece". Finalmente, lleg¨® a Yemen y sinti¨® que su obra apenas hab¨ªa cambiado. La an¨¦cdota trata sin duda de poner de relieve la belleza natural y casi inalterada de un territorio tan abrupto como impresionante en el que conviven cordilleras que superan los 3.000 metros de altura con las playas paradis¨ªacas de la costa del mar Rojo.
Nada m¨¢s aterrizar en el aeropuerto de Sanaa la realidad se revela bastante menos id¨ªlica. Aunque la mano del hombre ha levantado unos edificios que compiten en atractivo con las monta?as en las que se encaraman, su acci¨®n, o m¨¢s bien su inacci¨®n, es tambi¨¦n responsable de muchas de las carencias que hoy afrontan los yemen¨ªes. La extendida pobreza empa?a los muchos avances de este pa¨ªs que hasta 1962 estaba regido por un oscuro l¨ªder religioso de espaldas a los avances del mundo.
Dentro de esos primeros rascacielos de la historia que muestra la postal, el 42% de los 23 millones de yemen¨ªes vive con menos de 1,5 euros al d¨ªa. Eso se traduce en malnutrici¨®n cr¨®nica con ¨ªndices similares a los de Darfur. Todo ello en una pen¨ªnsula que nada en petr¨®leo... excepto en esta esquina sur occidental donde el oro negro est¨¢ llegando a su fin y ya apenas cubre el consumo de una poblaci¨®n que crece a un insostenible 3% anual.
Dos tercios de los yemen¨ªes tienen menos de 25 a?os. La mitad, menos de 16. Con un paro del 30% y una tasa de analfabetismo del 50% (del 70% entre las mujeres), ?a alguien le sorprende que triunfen las ideolog¨ªas milenaristas y las promesas de un para¨ªso para quienes est¨¦n dispuestos al martirio en esta vida?
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