?Pornograf¨ªa Informativa?
El detalle de los abusos de un poderoso prelado contra sus hijos enciende el debate en M¨¦xico
?De veras necesitamos saber cu¨¢ntas veces lo viol¨®? ?D¨®nde y cu¨¢ndo? ?C¨®mo disolv¨ªa el otro los cuerpos en ¨¢cido? ?A qu¨¦ ol¨ªa? ?C¨®mo qued¨® el reguero de sangre tras la balacera? Lo s¨¦, no son preguntas nuevas. Pero es que tampoco hemos resuelto qu¨¦ hacer con ellas.
Le han llamado pornograf¨ªa informativa. El concepto no es m¨ªo ni es nuevo. Se lo escuch¨¦ a Javier Dar¨ªo Restrepo, colombiano de cepa e iberoamericano de vocaci¨®n. Y luego a otros que lo tienen como referencia. Restrepo es de esos que entienden que los problemas a¨²n cuando son locales, tocan las fibras que importan. Por eso es imprescindible. Pornograf¨ªa informativa refiere al exceso en los detalles cuando se cubren actos de violencia. Como nos recuerda el periodista Mario Campos "en la pornograf¨ªa informativa los detalles se magnifican, se destacan algunos aspectos sobre el conjunto de la situaci¨®n y se hace de la noticia una puesta en escena." S¨ª, una puesta en escena, que como tal implica acomodo consciente de elementos y dedicaci¨®n concentrada en los efectos.
Lo que no s¨¦ es si a veces es necesaria. Me temo que s¨ª.
La historia lleva tiempo, pero avanza a ritmo de las decisiones eclesi¨¢sticas. Hace a?os se comenzaron a ventilar las "otras vidas" de Marcial Maciel, fundador de la Legi¨®n de Cristo (congregaci¨®n religiosa, creada a principios de los 40 del siglo pasado, en M¨¦xico, pero con presencia e influencia en muchos otros pa¨ªses). Se supo primero de los abusos sexuales cometidos en contra de integrantes de la Legi¨®n. Con el tiempo, todo se volvi¨® m¨¢s s¨®rdido. Primero mujeres y descendencia; ahora ha salido a la luz tambi¨¦n el supuesto abuso sexual de Maciel en contra de algunos de sus hijos. Y digo supuesto porque las investigaciones est¨¢n en curso.
En un reconocido noticiario radiof¨®nico, en M¨¦xico, una mujer, que dice haber sido pareja de Maciel, y sus hijos develaron hace algunos d¨ªas los abusos sexuales sufridos y el tormento de vida. No hay otra forma de calificarlo. Los espacios radiof¨®nicos concedidos fueron extensos y los detalles proporcionados minuciosos. Uno de los hijos cont¨® los c¨®mos, los d¨®ndes, los cu¨¢ntos; poco qued¨® a la imaginaci¨®n del escucha. Algunos medios impresos lo replicaron -de hecho, fue un semanario quien retom¨® en estos d¨ªas la historia aludida. Al final de la semana pocos no sab¨ªamos de lo sucedido. Las consecuencias ah¨ª est¨¢n: los abogados de estos hijos de Maciel, si bien reconocen el abuso sexual sufrido, anunciaron que se retiran del caso porque las revelaciones en medios de comunicaci¨®n, de los pormenores de la investigaci¨®n, hab¨ªan minado el camino de la misma. Yerro tambi¨¦n de la coordinaci¨®n de las partes.
En espacios de convivencia social, incluidas las redes de Internet, las respuestas han estado a la "altura" de la polarizaci¨®n que un caso as¨ª conlleva. Defensas acr¨ªticas contra denuestos encendidos. No se pod¨ªa esperar menos. Lo que algunos comienzan a cuestionar es si hab¨ªa necesidad de exhibir, medi¨¢ticamente, los detalles de la sordidez. Si el saber los momentos del abuso, los lugares, las especificidades, las maniobras, contribuye o s¨®lo exalta, contextualiza o s¨®lo magnifica. ?Qu¨¦ tanto necesitamos tocar los agujeros en la carne para creer en la crucifixi¨®n, de quien sea?
Soy de las que afirman que la contenci¨®n del morbo es importante para diferenciar la calidad informativa. Cuando circul¨®, y se public¨®, la fotograf¨ªa del futbolista paraguayo, Salvador Caba?as, ca¨ªdo con una bala en el cerebro, en un bar de la Ciudad de M¨¦xico, sostuve que fue un exceso porque no aportaba nada. Cuando se publicaron las fotograf¨ªas del cuerpo de Arturo Beltr¨¢n Leyva, supuesto narcotraficante abatido y vejado por quienes ah¨ª estuvieron, sostuve que fue un exceso revanchista, impulsado por los peores motivos. Incluso los detalles con que se narran atrocidades, como las del "Pozolero" (S. Meza, hombre versado en el "arte" de disolver cad¨¢veres para ocultar cr¨ªmenes) s¨®lo contribuyen a alimentar el horror, ese horror que paraliza.
Pornograf¨ªa informativa, dir¨ªan algunos. Y coincido. Nuestras pretensiones civilizatorias debieran exigirnos la indignaci¨®n frente a estas conductas period¨ªsticas, a pesar del asco, estupor o rechazo que los hechos recreados pudieran provocarnos. ?Somos capaces de poner l¨ªmites?
Tocar a la Iglesia Cat¨®lica nunca es f¨¢cil. Y menos en un pa¨ªs como M¨¦xico. La m¨¢s reciente encuesta de Mitofsky, sobre la confianza de los mexicanos en sus instituciones, coloca a la Iglesia en primer¨ªsimo lugar: es en ella en la que se cree, a pesar de o precisamente por todo. ?C¨®mo develar, entonces, algunos de sus secretos m¨¢s turbios? ?C¨®mo exhibir la perversi¨®n de uno de los suyos que, adem¨¢s, actu¨® en nombre de ella? ?C¨®mo exigir la rendici¨®n de cuentas de una instituci¨®n que sirve pero, sobre todo, se sirve?
Los detalles que hemos conocido estos d¨ªas, de los abusos de Marcial Maciel contra los m¨¢s suyos, debieran calificar como exceso, s¨ª, como pornograf¨ªa informativa. Puede ser, sin embargo, que hayan sido necesarios para resquebrajar a¨²n m¨¢s el monolito. Con todo, me preocupan las excepciones: tratemos de sostener nuestras pretensiones civilizatorias, o redefinamos nuestro quehacer comunicativo. No dejemos, claro est¨¢, que todo esto distraiga de lo esencial: el abuso sexual. Culpa y castigo a quienes lo merezcan. Ah¨ª no hay negociaci¨®n, aunque haya habido pornograf¨ªa informativa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.