Guant¨¢namo para siempre
C¨®mo y por qu¨¦ Obama ha incumplido la promesa de cerrar la funesta prisi¨®n
La decisi¨®n de Barack Obama de reanudar los juicios militares en Guant¨¢namo ha recibido hoy duras cr¨ªticas, tanto desde su derecha como desde su izquierda, con un argumento coincidente: Obama ratifica a George Bush.
?Justo? En un primer vistazo s¨ª: al reanudar las comisiones militares, Obama contradice su decisi¨®n de hace dos a?os y otorga legitimidad a la funesta prisi¨®n, cuya existencia puede ahora prolongarse eternamente. Pero este es un caso que es necesario mirar en profundidad para extraer conclusiones algo m¨¢s matizadas.
Guant¨¢namo es, sobre todo, un ejemplo del abismo que frecuentemente media entre las promesas electorales y la realidad. Cuando Obama prometi¨® cerrar Guant¨¢namo no sab¨ªa, obviamente, que esa no era una decisi¨®n que estuviera su alcance. El incumplimiento de esa promesa es, en ¨²ltima instancia, su responsabilidad y es ¨¦l quien tendr¨¢ que responder electoralmente por no haber sido capaz de prever y resolver los obst¨¢culos que encontrar¨ªa para hacer buena su palabra. Pero si lo que interesa conocer no es tanto el da?o pol¨ªtico sufrido por Obama sino la situaci¨®n en que se encuentra Guant¨¢namo y sus posibilidades de cierre en el futuro es preciso a?adir algunas otras consideraciones.
Guant¨¢namo es, sobre todo, un ejemplo del abismo que frecuentemente media entre las promesas electorales y la realidad
No se puede culpar a nadie por negarse a ayudar a EE UU a salir del embrollo en que se meti¨® solo, pero un buen pu?ado de personas podr¨ªan estar en este momento en libertad con una mayor generosidad internacional
Obama propuso cerrar Guant¨¢namo por medio de dos instrumentos: la evacuaci¨®n de algunos presos hacia diversos pa¨ªses y el traslado de otros a prisiones regulares en territorio norteamericano tras las debidas sentencias emitidas por un tribunales civiles ordinarios.
Ninguno de esos instrumentos funcion¨®. La Administraci¨®n puso todo su esfuerzo en convencer a otros gobiernos de que acogieran a los presos, incluso nombr¨® a un prestigioso y veterano diplom¨¢tico del Departamento de Estado exclusivamente para ese misi¨®n. No dio resultado. Apenas 31 han encontrado acogida. Entre 50 y 60 presos permanecen hoy formalmente libres en Guant¨¢namo a la espera de un pa¨ªs que los reciba. No se puede culpar a nadie por negarse a ayudar a EE UU a salir del embrollo en que se meti¨® solo, pero un buen pu?ado de personas podr¨ªan estar en este momento en libertad con una mayor generosidad internacional.
Tampoco encontr¨® Obama colaboraci¨®n o generosidad dentro de casa. Ning¨²n Estado acept¨® al principio recibir en sus prisiones a los detenidos de Guant¨¢namo, bajo el pretexto de que eran demasiado peligrosos. Ning¨²n dirigente pol¨ªtico, ni republicano ni dem¨®crata, se sum¨® a la Casa Blanca para hacer la necesaria pedagog¨ªa sobre ese asunto. Cuando, tras una importante compensaci¨®n econ¨®mica, un condado de Michigan que vive de los puestos de trabajo que su prisi¨®n ofrece acab¨® aceptando a los detenidos de Guant¨¢namo, el Congreso lo impidi¨®.
Por dos veces consecutivas y de forma cada vez m¨¢s restrictiva el Congreso aprob¨® en 2009 y en 2010 la prohibici¨®n del uso de fondos p¨²blicos, incluidos los del Departamento de Defensa, para el traslado de cualquier preso de Guant¨¢namo a cualquier punto del territorio continental de Estados Unidos y de Hawai.
El bloqueo de los fondos impide, al mismo tiempo, que los presos puedan ser juzgados en los distritos judiciales ordinarios, como Obama anunci¨® que har¨ªa en Nueva York con el preso de mayor relevancia de Guant¨¢namo, Khalid Shaik Mohammed, y a lo que tuvo que renunciar despu¨¦s.
Para colmo, a¨²n en el caso de conseguir el traslado de los presos, no es seguro que el sistema judicial norteamericano los acogiese y, mucho menos, que los condenase, puesto que los tribunales habitualmente rechazan a los acusados a los que no se les ha le¨ªdo previamente sus derechos -lo que se conoce como los derechos Miranda- y no acepta las pruebas obtenidas bajo tortura.
Todos estos obst¨¢culos no excusan a Obama, quien debi¨® haber planeado por anticipado la estrategia adecuada para cumplir su promesa. Pero sirven para entender algunos aspectos del gigantesco problema que representa Guant¨¢namo, no para Obama sino para Estados Unidos:
- La opini¨®n p¨²blica norteamericana no est¨¢ interesada en cerrarlo, y eso explica la actitud de los congresistas.
- Obama y algunos dem¨®cratas no pueden acabar con la prisi¨®n; los republicanos simplemente no quieren.
- El sistema judicial norteamericano no es capaz de integrar a presos hechos en condiciones tan heterodoxas.
- Este no es un problema de la comunidad internacional.
Ante esta realidad, la reanudaci¨®n de las comisiones militares, a¨²n siendo una gran derrota moral y una dolorosa reivindicaci¨®n de Bush, ha sido acogida por algunos abogados de los presos como un mal menor. Al menos, afirman, podr¨¢n ser juzgados y, en su mayor¨ªa, ser declarados inocentes. La paralizaci¨®n de los juicios militares sin la alternativa de juicios civiles creaba un limbo judicial que perjudicaba a muchos detenidos.
A¨²n quedan 170 en Guant¨¢namo. En este momento nadie sabe qu¨¦ va a pasar con ellos. Incluso los que sean puestos formalmente en libertad no tendr¨¢n a donde ir si ning¨²n pa¨ªs los acoge. Muchos pueden pudrirse all¨ª durante a?os.
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