"La sociedad paraguaya no est¨¢ a favor de los ind¨ªgenas"
El jesuita espa?ol Bartomeu Meli¨¢, defensor de la lengua guaran¨ª y los derechos ind¨ªgenas en Paraguay, recibe el premio Bartolom¨¦ de las Casas 2011
La mirada de Bartomeu Meli¨¢ (Porreres, 1932) mantiene la curiosidad de un ni?o. El sacerdote jesuita espa?ol recorre cada detalle de los salones de la Casa de Am¨¦rica de Madrid. "?He visto serpientes que miden lo que este sal¨®n!", exclama y se?ala un espacio de ocho metros de longitud. Meli¨¢ recibi¨® ayer el Premio Bartolom¨¦ de las Casas en reconocimiento por su profundo estudio de la lengua guaran¨ª y su f¨¦rrea defensa de los ind¨ªgenas de Paraguay. Una causa que abraz¨® en los a?os cincuenta, por la que fue expulsado del pa¨ªs en 1977 y por la que volvi¨® en cuanto fue destituido el r¨¦gimen que lo hab¨ªa desterrado. "No he dejado de trabajar", comenta.
Meli¨¢ lleg¨® a Paraguay en 1954, a unos meses del ascenso al poder de Alfredo Stroessner, dictador que gobern¨® con pu?o de hierro durante 35 a?os. "Entonces ten¨ªa toda la ilusi¨®n de los antiguos misioneros", recuerda. "Yo sent¨ªa que iba a ser san Francisco Xavier y que me mandar¨ªan a China, o a Jap¨®n, o a la India". Cuando lleg¨® la propuesta para ir a Paraguay no lo pens¨® dos veces. "Me preguntaron si quer¨ªa ir y dije que por supuesto. Lo que m¨¢s agradezco es que la primera actividad que tuve fue comenzar el aprendizaje de la lengua guaran¨ª".
La dictadura de Stroessner pagaba 70.000 guaran¨ªes (unos 10,60 euros) por ind¨ªgena muerto
"No se puede aprender si no se escucha", explica el sacerdote mallorqu¨ªn
Meli¨¢ bromea sobre su conocimiento del guaran¨ª, una de las dos lenguas oficiales de Paraguay. "Aprender lenguas ejercita una virtud que en Espa?a se practica muy poco: escuchar. No se aprende si no se escucha. Mejor dicho, no hay sabidur¨ªa si uno no escucha", comenta. "Cuando uno aprende una lengua extranjera, todos los d¨ªas se pregunta: '?Alg¨²n d¨ªa lo conseguir¨¦?'. Yo todav¨ªa me lo pregunto, si alg¨²n d¨ªa podr¨¦ hablar el guaran¨ª", comenta entre risas.
Aunque el hecho es que pocos (muy pocos) conocen la lengua y cultura guaran¨ª como Meli¨¢. Desde su llegada, el sacerdote mallorqu¨ªn busc¨® la integraci¨®n con las comunidades ind¨ªgenas del pa¨ªs. "Conoc¨ªa a paraguayos que hablaban guaran¨ª, pero no a los guaran¨ªes y son una sociedad completamente distinta", explica. Consigui¨® ser aceptado por los ind¨ªgenas ach¨¦-guayaki, y perseguido por la dictadura de Stroessner. "Tuve la gran suerte de que me aceptaran". Recuerda con nostalgia los paseos por la selva -"para conocer a un guaran¨ª hay que caminar con ¨¦l"- y su integraci¨®n en las ceremonias sociales y religiosas: "Tienes sensaciones que mi religi¨®n, la cat¨®lica, dif¨ªcilmente consigue".
"Dormir en el suelo tambi¨¦n es pedagog¨ªa"
El jesuita sonr¨ªe cuando relata los recuerdos de su vida en la selva. "Dorm¨ªamos en el suelo, lo cual tambi¨¦n es una pedagog¨ªa, y aprender a tomar mate cuando sale el sol, que son sensibilidades que han perdido las sociedades modernas. Nadie tiene tiempo para fijarse si la ventana del piso en el que vive da al oriente o al poniente. La ventana da a donde da", asegura. ?Y ten¨ªa ese esp¨ªritu aventurero? "?No! Yo no me sub¨ªa a los ¨¢rboles ni de ni?o, siempre fui el chico de los papeles. Antes de ir a Paraguay, era el que llevaba la biblioteca". Supo combinar las an¨¦cdotas en la selva con su amor por los libros. En 1969 firm¨® una tesis doctoral en la Universidad de Estrasburgo sobre la lengua guaran¨ª bajo el t¨ªtulo La creaci¨®n de un lenguaje cristiano en las misiones de los guaran¨ªes en el Paraguay.
Su prolija carrera llama la atenci¨®n. Adem¨¢s de los paseos por la selva y la redacci¨®n de una tesis, Meli¨¢ se las arregl¨® para dar clases de etnolog¨ªa y cultura guaran¨ª en la Universidad Cat¨®lica de Asunci¨®n, y dirigir las revistas Suplemento Antropol¨®gico y Acci¨®n, una publicaci¨®n jesuita. "Era el perejil de todas las salsas", comenta. Y tambi¨¦n se meti¨® en aprietos con el r¨¦gimen por denunciar los abusos sobre los pueblos ind¨ªgenas. "Durante la dictadura, m¨¢s de dos millones de hect¨¢reas pasaron a manos de terratenientes, militares y empresarios vinculados al r¨¦gimen. Se trata de propiedades que fueron vendidas y revendidas", se?ala.
A esos abusos se a?ade la masacre sistem¨¢tica del pueblo ach¨¦-guayaki, que lleg¨® al punto de que el r¨¦gimen de Stroessner pagaba 70.000 guaran¨ªes (unos 10,60 euros al tipo de cambio actual) por ind¨ªgena muerto. Meli¨¢ firm¨® un trabajo que recopilaba los datos sobre la masacre. Su informe tuvo tal repercusi¨®n que el entonces presidente estadounidense Jimmy Carter (1976-1980) orden¨® al Gobierno paraguayo que esclareciera las circunstancias del genocidio. La respuesta del r¨¦gimen fue tajante. El genocidio era un invento, los denunciantes ment¨ªan y, para acabar pronto, los ech¨® del pa¨ªs. Meli¨¢ entre ellos. "Se inventaron que pertenec¨ªamos a la l¨ªnea Mosc¨², ?yo todav¨ªa quiero que alguien me explique lo que era tal cosa!", exclama. Fue expulsado del pa¨ªs en 1977.
Tras una breve temporada en Roma, Meli¨¢ volvi¨® a Sudam¨¦rica y se estableci¨® en Brasil, donde convivi¨® con los ind¨ªgenas enawene-naw¨¦ en el Estado de Mato Grosso do Sul, al sureste del pa¨ªs. La tribu, establecida en el inicio de la cuenca amaz¨®nica, no hab¨ªa tenido contacto exterior hasta pocos a?os antes de su llegada. "Ni siquiera los ind¨ªgenas vecinos sab¨ªan que ellos estaban ah¨ª", comenta. El jesuita es cr¨ªtico con los programas de integraci¨®n de los ind¨ªgenas en las sociedades urbanas a ra¨ªz de esa experiencia. "Entonces se esperaba educar a los ind¨ªgenas para convertirlos en brasile?os ejemplares, sin preguntarles si eso es lo que quer¨ªan o si as¨ª ser¨ªan felices", subraya. "No se puede simplemente reemplazar una cultura por la otra".
Pasaron 15 a?os para que volviera a Paraguay. Lleg¨® a Asunci¨®n justo el d¨ªa en que cay¨® el r¨¦gimen de Stroessner: el 3 de febrero de 1989. "Desde entonces sigo trabajando", apostilla. La edad no ha conseguido reducir su entrega a las causas ind¨ªgenas. "Ya no puedo dormir en el suelo ni hacer largas caminatas, tengo 79 a?os, pero todav¨ªa hay muchos motivos para trabajar", insiste. Meli¨¢ asegura que a¨²n no hay justicia para los ind¨ªgenas asesinados, vejados y despojados de su tierra. "La Corte Interamericana de Derechos Humanos [situada en San Jos¨¦, Costa Rica] ha fallado tres veces para que el Gobierno paraguayo restituya las tierras a los pueblos", describe. El fallo m¨¢s reciente es de octubre de 2010. "Y la sociedad paraguaya no est¨¢ a favor de los ind¨ªgenas. Hablan el guaran¨ª y hablan de 'nuestros hermanos los ind¨ªgenas', pero en la pr¨¢ctica no es as¨ª".
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